Los primeros sentimientos. Curiosidades y fantasías británicas sobre los guanches.
Autor: Alastair F. Robertson.
Traducido del inglés por Emilio Abad Ripoll y publicado en el Diario de Avisos el 6 de abril de 2025
El buen salvaje
En su búsqueda de las raíces de la humanidad, los académicos europeos del siglo XIX admiraron durante algún tiempo una figura mítica a la que llamaron “el buen salvaje”, un ser inocente que aún no estaba contaminado por la “civilización” moderna. Los guanches de las Islas Canarias entraron en esta categoría e hicieron su primera aparición en los periódicos británicos en 1816.
En un trabajo de autor anónimo sobre los “Países de la Berbería», publicado en el Caledonian Mercury el 31 de agosto de 1816, se recogía que «Los guanches que poblaban las Islas Canarias eran bereberes y hablaban la misma lengua. Se les describe como gentes atléticas, resistentes y emprendedoras, que soportan pacientemente el hambre y el cansancio, de facciones regulares y hermosas, pero de expresión feroz”, la imagen perfecta del “buen salvaje””
El concepto de “guanche” quedó impreso, aunque algo equivocado, en la conciencia pública británica. El 30 de diciembre de 1823, el British Press publicaba una descripción de la caza de tigres en Paraguay que, además de localizar erróneamente a los tigres, clasificaba equivocadamente a los guanches como nativos del país.
Estábamos en plena “Era de la Razón” aunque algunas preguntas y teorías nos parezcan hoy bastante extrañas. En el Saint James´s Chronicle del 7 de mayo de 1825 se publicaba un reportaje relativo a un experimento sobre la “Durabilidad del cabello humano”. Un tal Mr. Pictet había comparado recientemente cabellos humanos contemporáneos con los de la cabeza de una momia de la isla de Tenerife. En una elaborada comparación científica, Mr. Pictet concluyó que «la calidad higrométrica del cabello guanche es sensiblemente la misma que la del cabello actual”
Por muy extraño que nos parezca el experimento, la conclusión es que algo se había aprendido, las mentes ampliaban sus conocimientos y los experimentos en laboratorio seguían mejorando.
Las sociedades científicas o artísticas celebraban unas populares reuniones sociales denominadas “conversazionis”, tal vez el equivalente a las tertulias. El 24 de marzo de 1828 el Morning Chronicle informaba a sus lectores; que: “Ha comenzado la temporada de las conversazionis de Mr. Pettigrew en su casa de Savile-row. A la reunión del miércoles asistieron numerosas personas”. Entre los muchos y variados objetos mostrados, “había también una momia guanche, o de Tenerife, muy antigua y en magnífico estado de conservación, junto a una variada colección de piezas anatómicas”. En aquella época existía un creciente interés por Egipto debido al tema de sus momias.
En el Liverpool Mercury del 12 de julio de 1832 se mencionaba al drago de La Orotava, del que se comentaba que “se decía que había sido venerado por los guanches, de igual manera que lo fue el fresno o palmera datilera de Éfeso, el árbol de la vida, por los griegos.”
El 2 de septiembre de 1834 el Albion decía a sus lectores que «en la plaza de Santa Cruz hay un obelisco de mármol blanco… coronado por la figura de la Virgen María, con el Niño Jesús en brazos. En las cuatro esquinas de la base se encuentran cuatro Reyes Guanches, con sus coronas de laurel, sosteniendo cada uno un fémur en su mano derecha. Sus rostros están vueltos hacia el monumento.”
Al mismo tiempo existía un interés científico por los guanches; la British Association mantuvo en la ciudad de York una reunión que duró varios días y de la que se informó en el Newry Telegraph del 8 de octubre de 1844. “El martes 1 de octubre, en la Sección Etnológica el doctor Hodgkin leyó un artículo sobre los guanches, los extinguidos habitantes (así lo creía él) de Canarias. En modo alguno eran una raza inferior, como generalmente se suponía, lo que se hacía evidente al estudiar sus restos óseos”.
La curiosidad por los guanches de Tenerife se extendió incluso a los agricultores británicos. El 16 de mayo de 1846, la Farmer’s Gazette and Journal of Practical Horticulture incluía una receta sobre “la auténtica preparación del gofio, que fue el alimento de los guanches y lo sigue siendo de los habitantes de Canarias.”
Pero aún abundaban los mitos fantásticos. En el Morning Advertiser del 14 de diciembre de 1847, en un artículo sobre gigantes, se recogía que: “El Caballero Scory, en su viaje al Pico de Tenerife, dice que encontraron en una caverna de aquella montaña la cabeza de un guanche que tenía ochenta dientes y cuyo cuerpo debía medir no menos de quince pies de largo. »
Da la sensación de que Sylvanus Scory (c.1551-1617) se adelantó, con esa fantástica historia, unos 200 años al barón Munchhausen (1720-1797). Scory era un cortesano inglés, amigo de Bernardino Mendoza, embajador español en la corte de la reina Isabel y maestro de espías de Felipe II. Entre 1587 y 1596, Scory estuvo fuera de Inglaterra, no se sabe ni donde ni lo que hizo. Quizás el Teide formase parte de aquella estancia en el extranjero.
La Atlántida todavía tenía sus creyentes. El 22 de septiembre de 1848, una de una serie de conferencias del Dr. Robert Knox sobre las «Razas humanas» se publicaba en el Durham County Advertiser con el título “Las ciudades en ruinas de Centroamérica”. En ella se decía que: “Quizás en algún momento los continentes estuvieron unidos por donde ahora se encuentra el Atlántico y, de hecho, arquitectos de Egipto y del norte de África, de la tierra de los guanches, ayudaron a los aborígenes americanos a levantar las estructuras cuyo significado posiblemente no comprendían.»
Continuaron apareciendo de vez en cuando artículos sobre los guanches en la prensa británica del siglo XIX, pero por ahora dejemos estas últimas palabras sobre el buen salvaje. El 25 de julio de 1873 el Glasgow Courier publicaba un artículo sobre la en el que aseguraba que (allá por la mitad del siglo XIX) “… en Tenerife se consideraba un gran honor contar con guanches entre los antepasados familiares”.
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