LA VISITA DE ALFONSO XIII A CANARIAS, VISTA DESDE INGLATERRA (3)
Autor: Alastair F. Robertson
Traducido del inglés por Emilio Abad Ripoll y publicado en el Diario de Avisos el 1 de junio de 2025
Travesuras reales. Los felices momentos del rey Alfonso en Canarias
El rey Alfonso y sus acompañantes partieron de Tenerife a Gran Canaria, desde donde el corresponsal del Daily Express escribió:
“Durante la reciente visita del rey Alfonso a Canarias, tuve muchas oportunidades de observarlo de cerca y, ante su cercana boda con la princesa Ena, algunos comentarios sobre lo que me han parecido su carácter y comportamiento habitual, podrían ser interesantes. Ésta ha sido la primera vez que un rey de España ha visitado a sus lejanos súbditos de Canarias, y el joven monarca, con un entusiasmo absolutamente juvenil, se ha unido a la alegría general por el acontecimiento
Para nuestra mentalidad inglesa, lo más extraño de la recepción del Rey fue la casi total ausencia de las expresiones más ruidosas de bienvenida. Sin embargo, los residentes ingleses hicieron todo lo posible por compensar cualquier deficiencia en este aspecto, y los saludos desde los balcones de los hoteles y casas particulares inglesas al paso del monarca, invariablemente atraían su atención, y respondía con un saludo especial y una sonrisa encantadora.
Porque, por encima de todo, el joven rey sonríe de una forma encantadora. En su caso, la tan típica palabra española «simpático» es totalmente aplicable; e incluso traducida a nuestro idioma con adjetivos como «agradable», «atrayente» o «afable», el significado real del término español es difícil de expresar. A pesar de su juventud, posee todo el porte de un rey, a lo que contribuyen, en cierta medida, su elevada estatura y su total ausencia de timidez
El rey Alfonso, probablemente a bordo del Giralda.
Lecciones mutuas
Habla muy bien inglés, y con frecuencia expresa su deseo de aprenderlo mejor, como confió a la esposa de uno de los más destacados residentes ingleses, a la que dijo que tenía la intención de hablar permanentemente nuestra lengua con su futura esposa; mientras que ella, en cambio, hablaría español, hasta que ambos dominaran suficientemente los respectivos idiomas como para conversar fluidamente en cualquiera de ellos
A veces, el comportamiento del Rey es bastante autoritario, como cierto coronel de la vecina ciudad de Santa Cruz de Tenerife recordará. Con motivo de la visita oficial del Rey a un cuartel, ese mando invitó a varias damas a presenciar la llegada del joven soberano. El Rey acogió con desaprobación esta muestra de curiosidad femenina: “Vengo aquí”, dijo, “¡a revistar a los soldados, no a ver a las damas!”
En cierta ocasión se impacientó ante el paso demasiado lento de las tropas, y les hizo enérgicas señales para que aumentaran el ritmo de la marcha, mientras que en otro caso ordenó personalmente a la multitud de espectadores, demasiado adelantados, que se mantuvieran más atrás, para no impedir el desplazamiento de los soldados.
En alta estima
El agradable aspecto de la princesa Ena, y el afecto que el joven rey le profesa abiertamente, le han proporcionado una gran popularidad.. Su fotografía se vende continuamente y en todas partes. La estrella de España está, actualmente, en pleno ascenso, y cuando los españoles se reúnen para tratar sus asuntos nacionales, expresan su gran optimismo por lo que respecta al futuro del país.
El punto álgido de la popularidad del rey en Gran Canaria se alcanzó la tarde del día anterior a su partida, en ocasión de la batalla de flores celebrada en la calle principal de Las Palmas. Se acordó que el rey recorriera dos veces la larga calle en el carruaje oficial para, como así sucedió, despedirse de sus súbditos y recibir sus ofrendas florales. Sin embargo, después de aquella tarde de diversión, el entusiasmo del Rey se igualaba al de los presentes, y, olvidándose del protocolo oficial, se subió a la parte trasera de un armón de artillería, que había sido adornado por varios jóvenes oficiales españoles, y así, solo y sin protección, hizo dos veces el recorrido callejero, mientras miles de personas se agolpaban a su alrededor y le arrojaban flores y rosas y serpentinas de papel.
En otra ocasión anterior, tras asistir a un servicio religioso en la antigua catedral, el rey se separó repentinamente de sus ayudantes y, cruzando la calle hacia la concurrida plaza pública del lado opuesto, se abrió paso, casi a la fuerza, a través de la densa masa de espectadores
Las Palmas principios del siglo XX en una vieja postal británica
En la batalla de las flores, el Rey fue el protagonista principal de un incidente que provocó un gran regocijo. Estaba sentado en el centro de una elevada tribuna, cuando una adornada tartana (un vehiculo de dos ruedas) con tres o cuatro damas inglesas a bordo, se detuvo justo debajo de él. El Rey vio su oportunidad e inmediatamente comenzó a apilar flores sobre las cabezas de las desventuradas damas que estaban abajo. Ellas intentaron, por su parte, bombardear al rey, pero se vieron superadas desde el principio, ya que muchas manos estaban siempre preparadas para suministrar al monarca nuevas municiones tan pronto como se le agotaban las existencias
En un corto espacio de tiempo, la tartana era una masa de flores y tiras de papel coloreados, bajo la que apenas se podían distinguir a las damas. Pero la diversión llegó al máximo cuando el rey, al no poder localizar más flores o serpentinas, cogió varias cestas vacías y suavemente las fue depositando sobre las cabezas de de las desafortunadas, pero honradas, ocupantes del vehículo. En aquel momento los fotógrafos tuvieron bastante trabajo.
Otro incidente que refleja el carácter del joven rey es el siguiente: En la fachada del Palacio episcopal de Las Palmas, lugar donde el rey cenó en varias ocasiones, existe un balcón al que el joven monarca pensó asomarse para saludar a la multitud que se encontraba debajo. Pero la ventana que daba acceso al mismo, por falta de uso, era difícil de abrir. Primero fueron los criados los que intentaron levantarla, pero no lo lograron. Algunos de los propios funcionarios del rey acudieron en su ayuda y, gracias a sus esfuerzos conjuntos, la ventana se elevó hasta unos sesenta centímetros de altura.
Comenzaba a reflejarse la preocupación en los rostros de los acompañantes al pensar en la poco airosa postura del rey si se veía obligado a pasar por la abertura, cuando Alfonso, abriéndose paso entre los que contemplaban la ardua operación, se agachó, colocó su espalda bajo la obstinada estructura y con fuerza empujó hacia arriba hasta que alcanzó la altura suficiente para salir al balcón de la manera normal.”
Referencia:
17-04-1906 Daily Express p.1 y 2