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De Añaza al Chicharro

Autor: Juan Manuel Valladares Expósito
Comunicación en Radio Muelle el 20 de noviembre de 2025

          No es fácil la tarea de historiar la vida y milagros en el nacimiento de una ciudad cuando no has estado presente en el parto, porque no tendrás más remedio que confiar lo que de ella te digan los autores de su historia .Pero, con la salvedad por mi parte de que cada afirmación ha de ir acompaña de una señalización pormenorizada del texto que les sirvió para relatar esa historia, no creo que cometa muchos errores.

          Ésta ha sido una buena razón para el trabajo emocionante de airear de nuevo el nacimiento de Santa Cruz de Tenerife, nuestro querido “Chicharro”, como ya lo intentamos en febrero de 2024, en esta misma emisora Radio Muelle, leyendo cuanto de ella han escrito autores con la profundidad que a mi juicio lo hizo don Alejandro Cioranescu en su obra Historia de Santa Cruz de Tenerife publicada en 1977.  Alejado como vivo de todo aquello que sirva para ser arma arrojadiza en la historia de los pueblos, hoy desgraciadamente tan de moda y oportunidad, no puedo hacer más que valorar los datos que de ella leo sin entrar a calificar quienes fueron los tirios y quienes los troyanos. Los que alguna vez hemos tenido un arma de guerra en nuestras manos sabemos la poca confianza que existe en su uso, puesto que nunca estás seguro al ciento por ciento de que el tiro salga por el cañón del arma, la bala salga por la culata o, peor aún, que el arma se encasquille y quedes en ridículo .Un ejemplo no muy técnico pero de total comprensión y mucho uso.

          Intentemos por lo tanto hablar del lugar que en la lengua de sus primeros habitantes se llamó Añazo, para todos los autores de su historia inicial, como Abreu Galindo, Turriano (no es error, puesto que nunca he visto un documento oficial en que se le diga Torriani) o Álvarez Delgado, aunque aparece en Viera y Clavijo como Añaza. Y como hemos dado a Viera categoría de pontífice, hoy lo usamos como Añaza y así ha pasado a la historia moderna.

          Un caso especial tendríamos que hacer con la prodigiosa y poética versión de Viana que llamó al lugar Anago, como nos aclara el señor Maximiano Trapero en su trabajo ”Topónimos y antropónimos guanches en el poema de Viana”(2008):

                     “Otra acomodación toponímica caprichosa, pues, de Antonio de Viana, sobre la que resultará vano buscar etimologías desde el guanche o comparaciones con el bereber”

         Le perdonaremos una vez más a Viana su fantasía poética, que tanto daño ha hecho a la genealogía y probadas evidencias en la conquista de Tenerife en los años 1494-1496.

          Tendríamos que hacer una intensa lectura de textos muy profundos para conocer ahora lo que fueron en su momento Abicore, Binanca o Tamore como lugares en el entorno de Santa Cruz, aunque con el auxilio de don Maximiano Trapero y su extenso trabajo sobre los guanchismos, podríamos dar por bueno que Abicore y Binanca están en zonas que ya aparecen con esos nombres en la data que concede a miembros de la familia Lope de Salazar el Adelantado Alonso Fernández de Lugo. Así aparecen documentados:

                    “En 15.9.1517 pareció presente Diego de Salazar, hijo de Lope de Salazar, y presentó un albalá con cierta traspasació en las espaldas. Ibone Fernández. v.o de esta isla. Un barranco que está cerca del que yo di a vuestro tío Lope de Salazar, que ha nombre el dicho barranco Abicore, que linda por la parte de hacia Santa Cruz con una sierra que se dice Ajagua, el dicho barranco vos doy con el agua que tuviere e con sus tas. que estuvieren dentro del dicho barranco.

                 Digo que vosdo 100 f. en el dicho lugar. El Adelantado”

          Tenemos la suerte, siempre la hay cuando se estudia nuestra historia con seriedad y sin ánimos legendarios, de que igualmente hemos encontrado el topónimo Binanca en esta data. Esta vez nuevamente hablamos del hijo de Lope de Salazar:

                     “En la villa de San Cristóbal en 2.5.1517 pareció presente Diego de Salazar por sí y en nombre de Lope de Salazar, su padre, e como suso conjunta, e presentó dos títulos de data: Diego de Salazar. Como a hijo de conquistador y v. 0 de esta isla de T., unas aguas que están al bando en Anaga en dos barranquillos que se juntan el uno con el otro que han por nombre de la una banda/. Ad Adav./. Anasnom y de la otra/. Adavmoa/. e el otro barranquillo que sale de las cuevas de la morada del Rey que se dice Binanca que ha por nombre el agua Ada au Tehican y de la otra Ydaf Chonom la cual dicha agua vos do con todas las tierras que con las dichas aguas podáis regar, la cual vos do para viñas e arboleda e para lo que vos quisiéredes. 25.4.1517. Digo que vos do el dicho cahíz de tierra, poco más o menos, e digo 15 f. con la dicha agua con tal que pongáis un dornajo e lo sostengáis para que sea realengo e el remanente vos aprovechéis en nombre de su alteza sin perjuicio de tercero. El Adelantado”

          Este dato, citar el dornajo o abrevadero como realengo, asegura el agua para los ganados de la zona sin que esta agua tenga una explotación exclusiva por parte del datado.

         No nos acompañó la suerte para el topónimo Tamore y encontramos un similar en Tamorde, solo en la isla de La Gomera.

          Para identificarlos hoy acabaremos hablando del Bufadero, María Ximénez o Las Huertas.

          En cuanto a los primeros días de la que luego sería Santa Cruz de Tenerife, no puedo dar noticia exacta alguna si ya el mismo Turriano pasa de dar el desembarco de los de Alonso Fernández de Lugo en la llamada Caleta de los Negros, para luego, en un plano de su autoría, decir que lo fue en lo que se llamó Puerto Caballos. No estaría de más decir que Turriano se limitó siempre a repetir lo que le decían o habían ya escrito otros antes de su llegada a las islas. Supongo que ese ha sido “el mérito” para dedicarle toda una avenida en San Cristóbal de La Laguna.

          Creemos que no habrá duda de que la llamada Caleta de Los Negros está hoy en la posición que ocupa el Castillo de San Juan. Una vez más nos entristece el poco amor por la difusión de nuestra historia cuando tenemos no ese sino, otros varios fuera de toda posibilidad de visitas. En cualquier lugar del mundo normal cada piedra histórica tiene un mantenimiento y una explotación razonable de cara a los visitantes del lugar.

         Un asunto demostrativo de la oportunidad de poseer alguna reliquia de la historia nos la da la presencia y destino posterior de la llamada Cruz de la Conquista.

          Si el de Lugo la trae en su desembarco, habrá que pensar que no es madera de Tenerife. ¿lo es de Gran Canaria? Se la sitúa en la playa cuando se celebra el primer acto religioso, y va cambiando de lugar según los nuevos tiempos, desde un lamentable abandono hasta el siglo XIX en que fue rescatada y llevada a la ermita de San Telmo. Estaba en 1873 en la actual Iglesia de San Francisco, y un posterior traslado la situó en la Iglesia de La Concepción, hasta hoy. Creo de interés, por nuestro aprecio a la actual familia Samarín, de la que hemos hablado en esta emisora, que en la primera misa oficiada en la playa de Añazo, aunque no la primera oficiada en Tenerife, tuvo participación como sacerdote su antepasado Alonso Samarinas o Samarín, aquel descendiente de un normando conocido como Sainte Marie llegado con los normandos de Jean de Bethencourt.

          Creo de interés, a la vista de los desarrollos posteriores de veneración de Vírgenes y Santos, que fue nuestra primera advocación religiosa en Santa Cruz de Tenerife Nuestra Señora de la Consolación, y se cree que su primera ermita ya estaba en pie en el año 1496. Hoy esa imagen, que conservamos en un pequeño lugar de la Iglesia de La Concepción, es una autentica desconocida.

          Del mencey de Anaga, al que correspondía lo que hoy llamamos Santa Cruz de Tenerife, repetiré lo que ya dije apoyándome en historiadores veraces y documentados en el pasado año 2024.

          El caso de Don Fernando de Anaga, mencey de Anaga, cuyo nombre real desconocemos, como en tantas ocasiones, al momento de la conquista de 1494/96, es de histórica comprobación, y así sabemos que no volvió a Tenerife y vivió en el destierro de Gran Canaria. Hagamos un punto de reflexión para decir que en el reino de Anaga aparece un personaje como rey de la zona que Núñez de la Peña sitúa en la Paz del Bufadero de 1464, con el nombre de Cerdeto, en su Conquista y Antigüedades de las Islas de Gran Canaria (1676). Hombre prudente don Fernando de Anaga, que veía cual podría ser el resultado de la contienda entre los de don Alonso y los suyos, llegó a un acuerdo de paz con la mediación de Francisco Maldonado para asegurarse la libertad. Ya sabemos a qué llamaba pactos don Alonso. El hijo de don Fernando de Anaga, don Enrique, seguía en 1508 luchando ante la Corte por los derechos de sus congéneres, los guanches de Anaga y otros. Y ello a pesar de la intervención de la Corona en la persona de doña Isabel y de su hija doña Juana, de forma mas contundente. Interesante ver su pleito ante la Corona en Registro General del Sello con fecha 22 de febrero 1522 (Eduardo Aznar Vallejo, 1981) .El Adelantado seguía haciendo de las suyas, y hubo que enviarle un juez de residencia, el gobernador de Gran Canaria Lope Sánchez de Valenzuela, que obligó con pocas ganas al Adelantado a liberar a los esclavizados injustamente. Un año duró la cuestión, pues desde el año 1499 ya había don Alonso vuelto a las andadas. Había que pagar las deudas de la conquista y el material iba siendo escaso.

          Repetiremos hoy la misma opinión que ya dimos sobre el nacimiento de Santa Cruz en el citado año 2024.

          No nació Santa Cruz de Tenerife envuelto en escudos nobiliarios, ni temas tan sonoros como Las Doce Casas de la Orotava, ni coburgos laguneros. Nació de la voluntad de un Adelantado necesitado de un puerto como lugar de entrada y salida de la isla .Y la buena voluntad, casi heroica, de todos los apellidos sin sonido épico o novelesco de alguna otra ciudad o villa tinerfeña. Los mismos que un siglo tras otro siguieron defendiendo la ciudad ante tanto invasor extranjero hasta poner en su escudo las cabezas de tres de ellos. Espero que las modernas revisiones históricas no desmonten la verdad y dejemos las tres cabezas en patas de elefante.

          Los que ya hemos disfrutado durante muchos años de una paz y concordia en esta preciosa ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en la que nos conocíamos casi todos, no solo en nuestro barrio sino en algunos barrios vecinos, nos alegraba oír que se nos conociera como chicharreros. Algunas lenguas mantienen, y yo no lo discuto, que la episcopal ciudad de San Cristóbal de La Laguna daba por sentado que Santa Cruz era una población prácticamente dedicada a la pesca, sobre todo de un pescado que, por su “baja calidad” y su precio, era comida común entre los habitantes de esa pequeña población. El pescado en cuestión se llama chicharro, y si era lo que, según la aristocracia lagunera, comíamos, lógico es que nos llamaran chicharreros. Nuestros hermanos grancanarios, siempre atentos al ahorro, nos dejaron en “chichas”.

          La vida y milagros de la actual escultura que se muestra en la llamada Plaza del Chicharro bien merece un capitulo aparte, pues su vida es mas agitada que las olas que bañan nuestra amada ciudad de Santa Cruz de Tenerife, nuestro querido Chicharro

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