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Los Ingenieros Militares en la Gesta del 25 de Julio de 1797. D. Luis Marqueli

A cargo de José Manuel Padilla Barrera
Pronunciada el 19 de noviembre de 1997 en el Club Deportivo Militar Paso Alto (Santa Cruz de Tenerife)

          Me parece un deber de cortesía advertirles que no soy un investigador cargado de erudición. Sí, ya sé que comienzo con un tópico, pero la verdad por el hecho de que se convierta en tópico no deja de ser verdad. Esta conferencia, por tanto, no pretende la erudición, pero si que les aseguro, que está bien documentada.

          Efectivamente, soy un ingeniero militar, al que un buen día, hace ya muchos años, hablo del año 76, por intermedio del conde de Barbate, y por razones que no son del caso, le cayó en sus manos un ejemplar mecanografiado de la ingente obra del también ingeniero militar ,General D. José María Pinto de la Rosa  Apuntes para la Historia de las Antiguas Fortificaciones de Canarias, que como saben ha sido publicada recientemente, gracias, sin duda, al tesón de Juan Tous, Director del Museo Militar.

          Este ejemplar se encontraba, y se encuentra, depositado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en La Laguna, y durante mucho tiempo ha servido como fuente de información para investigadores, de los cuales, los más, reconocen su origen, pero otros, los menos, han publicado sus trabajos sin hacer ninguna referencia al libro.
Este libro, que me sirvió para descubrir una arqueta depositada, en 1850, sobre el dintel de una puerta del Cuartel de San Carlos. despertó en mí, primero la curiosidad y luego el interés, por conocer la labor realizada por los ingenieros militares, especialmente la que desarrollaron en Canarias. Mi profesión, por otra parte, me obliga en cierta manera a mantener ese interés.

          A pesar del, repito, ingente trabajo de Pinto de la Rosa, que no sólo se queda en el libro antes apuntado, sino que continúa en el titulado Ingenieros Militares de España, que permanece inexplicablemente sin publicar, resta aún mucho trabajo para conocer en profundidad la historia de los ingenieros militares en Canarias.

          Me siento en cierta manera en deuda con los ingenieros que me precedieron; me hubiese gustado investigar mucho más en este campo, pero como saben los que se hayan dedicado a ella, la investigación histórica es tan apasionante, que se hace tremendamente absorbente, por lo que es difícilmente compatible con el quehacer profesional diario.
El título de la conferencia nos lleva a hacernos una pregunta: ¿Cuál fue la intervención de los ingenieros militares en la llamada Gesta del 25 de Julio?

          A esta pregunta hay que contestar que, aparte de su presencia física en aquellos días de Julio de 1797, de la que luego hablaremos, los ingenieros militares sí que estuvieron presentes, desde Barranco Hondo a San Andrés, pasando por los castillos de San Juan y San Cristóbal, lo estuvieron mucho antes de que ocurriera el ataque de Nelson, lo estuvieron en todas y cada una de las fortificaciones que defendían la plaza de Santa Cruz, que a lo largo de más de dos siglos habían sido objeto de sus trabajos. Lo que quedó bien claro en la ya citada conferencia de ayer, de Juan Tous, esplendida conferencia, donde los ingenieros cobraron su justo protagonismo. Y lo estaban igualmente, quizás de una manera en mi opinión más decisiva, en los informes periódicos que emitían sobre el estado de esas fortificaciones, informes que incluían propuestas sobre medidas a tomar para la mejor defensa de la plaza. Estas propuestas iban dirigidas al Comandante General y en algunos casos directamente a la Corte. Más adelante conoceremos con detalle alguna de ellas.

          El coronel Director Subinspector de Ingenieros Marqueli y su subordinado el capitán Nadela, tuvieron participación directa en la Gesta: quizás alguno más, pero no tengo constancia documental. Concretamente en la Hoja de Servicios de Marqueli, sobria y escueta ,como es norma en estos documentos militares, se puede leer:

» En 1797 contribuyó como es notorio a la gloriosa defensa de la plaza de Santa Cruz».

          Esa notoriedad sería por algo. A este ingeniero D. Luis Marqueli Bontempo le dedicaremos buena parte de esta charla.

          En el poco tiempo que llevo hablando, me he referido repetidas veces a los Ingenieros Militares, bueno será entonces que, antes de hablar de su actuación en la Gesta, ,conozcamos, aunque sólo sea superficialmente, quienes eran, de donde venían y como se desarrolló su actividad, especialmente en el siglo XVIII español. Los primeros ingenieros, aunque todavía no se les denominara así, fueron hombres que, por su formación científica, estaban capacitados para diseñar, fabricar o construir cualquier máquina o artificio de guerra para ofender o defenderse, o sea ingenios de guerra. Matemáticos, físicos, químicos, hombres de ciencia en general que pusieron sus conocimientos y sabiduría al servicio de los ejércitos. Ingenieros Militares lo fueron, durante algún tiempo de su vida, personalidades de la ciencia y el arte tan distantes en el tiempo, como pueden ser Arquímedes. Leonardo, Miguel Ángel o Sabatini. Evidentemente, la función hizo al nombre. Premisa fundamental de todos estos hombres era, como decíamos, su sólida preparación científica que no excluía, sino que complementaba, su carácter militar.

          Esto queda reflejado en un lema que compendia y expresa claramente la perfecta simbiosis que se da en los Ingenieros Militares entre ciencia y milicia, De Palas a Minerva, apelativos ambos de la diosa que unas veces aparece como diosa de la guerra y otras de las artes y las ciencias.

          Lema éste, De Palas a Minerva, que es precisamente el que eligió D. Horacio Capel, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, como título para su libro sobre El Real Cuerpo de Ingenieros Militares, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1988. Libro especialmente aconsejable para los interesados en estos temas.

          Realmente el sustantivo adjetivado “militar” a continuación de ingeniero es, por lo menos hasta principios del siglo XIX, superfluo, porque no fue hasta 1802 cuando nuestro ilustre paisano el portuense D. Agustín de Bethancourt consiguió de Carlos IV el encargo de crear la escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, que se instaló en el Palacio del Buen Retiro de Madrid.

          Si bien es verdad que unos años antes se había creado también por iniciativa del mismo Bethancourt la Comandancia del Ramo de Caminos y Canales de Riego, heredera directa del Ramo de Caminos, Puentes, Edificios de Arquitectura Civil y Canales de Riego y Navegación que, con tan amplia denominación, era una de las tres ramas que componían el Real Cuerpo de Ingenieros Militares, donde utilizando como base a los ingenieros de este ramo, se fueron integrando científicos de otras procedencias, hasta poder formar un cuerpo técnico civil.

          Permítanme, al hilo de lo anterior, un comentario de actualidad. Hace unos días se acaba de dar nombre a una calle de Santa Cruz, se le ha llamado Ingeniero Cervera, que fue el autor del primer proyecto de electrificación de la ciudad, y aquí sí que no era superfluo, que no sobraba para nada, el sustantivo adjetivado “militar”, pues se está hablando del ingeniero militar D. Julio Cervera. Hace cien años el Ayuntamiento tomó el mismo acuerdo, el de dar su nombre a una plaza hoy desaparecida, pero entonces se propuso el de Comandante de Ingenieros Cervera. La diferencia es clara.

         En la relación que el General Pinto de la Rosa hace de los ingenieros militares que han prestado su servicio en estas islas figuran, antes de la creación en 1710 del ya nombrado Cuerpo de Ingenieros Militares, un total de quince de ellos. Tratar sobre la labor realizada por estos hombres a lo largo de los siglos XVI y XVII, sería objeto no ya de una charla como ésta, sino de un libro, que espero que algún día alguien escribirá.

         Sin embargo, no puedo dejar de destacar al más conocido de todos ellos, especialmente entre los que se hayan dedicado a la investigación histórica sobre Canarias. Sus descripciones del territorio, que realizó para sus trabajos de fortificación, han sido fundamentales para un mejor conocimiento del Archipiélago a fines del XVI y principios de XVII. Hablo de Torriani o Turriano, técnico, militar e historiador.

          Leonardo Torriani es el paradigma del Ingeniero Militar, es la personificación del lema «De Palas a Minerva». Estuvo Torriani en Canarias, exceptuando pequeños intervalos, desde 1582 a 1626.

          No podemos olvidar, por aquello de la patria chica, que de los quince ingenieros relacionados, dos eran naturales de esta isla: D. Lope de Mendoza y Salazar, de Garachico, y D. Miguel Tiburcio Russel y Lugo, de Tacoronte. Al parecer el Museo de Almeida, prepara ahora la publicación de los informes sobre el territorio de ambos ingenieros.

          A finales del siglo XVII, el reclutamiento de los ingenieros se hacía entre los oficiales que tenían conocimientos de matemáticas y fortificación. El caso de Sebastián Fernández Medrano es bien significativo.

         Era este Sebastián Fernández Medrano alférez de Infantería de los Tercios de Flandes, que estimulado por el ejemplo de su general, hombre de gran cultura científica, se dedicó al estudio de las matemáticas, la fortificación y la geografía.

         Comenta Medrano en uno de sus libros, que esa dedicación fue causa de gran admiración, creyendo que era devaneo y que no saldría con el intento. «Los oficiales de mi tercio, dice, me tenían por loco.»

          Esta formación autodidacta le convirtió más tarde en el primer profesor de la Academia de Bruselas, que habría de ser el embrión de donde se desarrollaría el Cuerpo de Ingenieros Militares.

         Este Cuerpo de Ingenieros Militares constituye un grupo particularmente interesante .Desde su fundación en 1710 desempeñó importantes tareas de ordenación espacial al servicio de la política centralizadora y de las reformas económicas emprendidas por la monarquía borbónica. Estuvo constituido permanentemente por 150 miembros en España y unos 50 en América y Filipinas, y de él formaron parte, durante el siglo XVIII, un millar de ingenieros. (En Canarias prestaron su servicio unos treinta de ellos).

         Los Ingenieros Militares conforman el primer cuerpo organizado de técnicos que posee en España el estado moderno. Sus funciones específicas se centraban en las necesidades propias de la defensa del territorio, a través de la construcción y reparación de fortificaciones. Pero colaboraron también en la construcción de canales, caminos y proyectos de desarrollo urbano; en la dirección de las obras de puertos y arsenales; y en la descripción de zonas específicas del territorio mediante informes y levantamientos cartográficos.

          Durante el siglo XVII los ingenieros estaban unidos a los artilleros y no funcionaban como cuerpo autónomo. En 1710, por orden del rey Felipe V, se nombra a Jorge Próspero de Verboom Ingeniero General, estableciéndose así las bases del futuro cuerpo de Ingenieros Militares. Verboom había sido alumno de Sebastián Fernández Medrano, creador, como decíamos, de la primera Academia Militar en Bruselas, y fueron alumnos de dicho centro los que constituyeron el núcleo inicial del Cuerpo.

          Tan amplia variedad de funciones exigía profundos conocimientos de la ciencia moderna, en particular de las matemáticas, la hidráulica y el dibujo, para lo cual se instituyeron Academias de Matemáticas, cuya función esencial era garantizar una sólida formación científica a los nuevos ingenieros,

          Se organizaron las Academias de Matemáticas de Barcelona, Orán y Ceuta que constituyeron los centros esenciales de formación del siglo XVIII y que, a finales del mismo, serían sustituidas por las de Zamora y Alcalá de Henares. (En Santa Cruz hubo durante unos tres años una de estas academias).

         Como decía, los Ingenieros Militares se ocuparon también de la proyección y dirección de obras civiles y religiosas de carácter muy variado. Su actividad constructiva contribuyó, en este sentido, esto es importante, a la difusión en el Imperio Español del estilo neoclásico, estilo constructivo funcional opuesto al barroquismo todavía dominante en la primera mitad del siglo XVIII.

         El diseño y construcción de las nuevas poblaciones que creó en España y América la política ilustrada de la Monarquía tuvo también en los Ingenieros Militares unos brillantes ejecutores.

         Supongo que su buen criterio les habrá hecho descubrir, o por lo menos sospechar, que estos últimos comentarios tan elogiosos para el Cuerpo de Ingenieros Militares, no son de mi cosecha. Salvo pequeñas acotaciones son párrafos extractados del prólogo del libro Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII (Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial) publicado en 1983.

          Ésta es otra publicación sobre el mismo tema, esta vez editada por la Cátedra de la Universidad de Barcelona, y es un trabajo realizado por un equipo formado por ocho personas bajo la dirección del catedrático Horacio Capel, responsable igualmente del libro De Palas a Minerva. Puesto que soy parte interesada, dada mi profesión, he preferido tomar prestado este resumen de lo que era el Cuerpo de Ingenieros, porque además ,no lo iba yo a hacer mejor.

          Pero hay más: en 1990 el Colegio de Ingenieros de Caminos de Tenerife, en su revista Cuadernos, publicó una monografía dedicada a D. José Rodrigo Vallabriga,,ingeniero militar mucho más cercano a nosotros en el tiempo, pues murió en el año 1965, y que tuvo una importante presencia como técnico en las islas; su labor fue tan importante (Gobierno Militar, Catedral de La Laguna, diversas obras con el Mando Económico) que el Colegio de Ingenieros de Caminos, consideró oportuno rendir un homenaje a su figura publicando dicha monografía, que se tituló «In Memorian José Rodrigo Vallabriga».

         Pues bien, en ella, y aquí nos centramos ya en la labor de los ingenieros en Canarias, el profesor de esta Universidad de La Laguna, Alberto Darías Príncipe, escribe:

        “La historia de los ingenieros militares está aún por descubrir, en un momento en que la labor de estos profesionales supuso la divulgación de toda una serie de novedades constructivas que transformaron en pocos años los materiales y técnicas utilizados durante siglos. Ellos fueron los que a falta de ingenieros civiles o arquitectos ,levantaron edificios, sanearon ciudades, construyeron embalses, pusieron fábricas en funcionamiento etc; recurriendo siempre a un nuevo material, aportando una maquinaria desconocida, enseñando una nueva técnica.”

          En Canarias la lejanía había agudizado aún más y hecho imprescindible la labor de los ingenieros militares que, se caracterizaba por la calidad y el preciosismo arquitectónico. De hecho, la construcción en las islas había estado en manos de estos profesionales y de los maestros de obras.

          Recordemos nombres como Amat de Tortosa, La Riviere, Gozart, etc. o canarios como Antonio Lorenzo de la Rosa y Antonio José Eduardo.

         El mismo Darias Príncipe en la Guía Oficial de Santa Cruz, de reciente publicación, dice algo que a mí me parece definitivo:  «una de las ventajas de la residencia en Santa Cruz del Comandante Militar está, en la afluencia de los ingenieros militares puesto que era propósito de los Comandantes Generales el progreso y engrandecimiento de la futura capital provincial.»

          Darías Príncipe nos ha traído a colación la figura de Amat de Tortosa, otro ingeniero representativo del espíritu que presidía al Cuerpo de Ingenieros Militares. Por indicación del Comandante General, Marques de Tabalosos, levantó un mapa del archipiélago, función fundamental de los ingenieros de la que antes hablábamos, acompañado de una memoria histórica a la que Sabino Berthelot considera aún más interesante que el mapa, ya que contenía una muy buena información relativa a la historia de Canarias. 

          Hombre de vasta ilustración, fue el fundador de la primera publicación impresa que hubo en las islas, que se tituló «Semanario Misceláneo Enciclopédico Elemental», cuyo primer número se publicó en La Laguna el 2 de Noviembre de 1785, impreso por Angel Banzati en la imprenta de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Por encargo del Comandante General Marqués de Braciforte, fue autor del proyecto de La Alameda, ornato urbano, emulando el estilo de los urbanistas de Sabatini en el Salón del Prado.

          De D. Antonio Riviere ya está dicho todo en la última publicación Descripción Geográfica de las Islas Canarias (1740-1743)» de la que es autor principal este ingeniero, editada, cómo no, por el Museo Militar dirigido por Juan Tous. Se demuestra aquí de nuevo que una de las funciones fundamentales de los ingenieros militares era la descripción del territorio.

          De D. Francisco Gozar recordar que el fue el primero que proyectó, en unión de D. Francisco de La Pierre, una batería en el extremo del muelle, aunque ese proyecto no se llegó a realizar, lo concluyó Amat de Tortosa; sin embargo si que pudo concluir su proyecto de almacén para pólvoras en el camino de Regla o del Calvario, en las inmediaciones del Castillo de San Juan ,que como se sabe es una gran nave de planta rectangular cubierta por una bóveda de medio cañón, que todavía se conserva. Fue también el autor de los planos de la iglesia de la Concepción de la Orotava, aunque no he podido constatar que dirigiera la obra.

          Aunque no estuvo nunca en Canarias, sí es cierto que, como Director General, supervisó el trabajo de los ingenieros en las islas y, por lo tanto, no se puede dejar de hablar de la que es quizás la figura más importante y más conocida entre los ingenieros militares del siglo XVIII, D. Francisco Sabatini, porque además de que ya hemos hablado de él, seguiremos haciéndolo y conviene conocerlo.

         Era natural de Palermo, ingresa en el Real Cuerpo en 1760 como ingeniero ordinario. Cualquiera que conozca Madrid, conoce las obras de Sabatini: Puerta de Alcalá, Casa de la Aduana (Ministerio de Hacienda), Iglesia de San Francisco el Grande, etc, etc. etc. Fue también un gran urbanista; como Director de la Rama de Edificios de Arquitectura Civil, de que hablábamos antes, dirigió y supervisó los proyectos de urbanismo del Paseo del Prado y su entorno, soluciones urbanísticas muy adelantadas a su tiempo, tanto que hoy permanecen vigentes.

          Sería casi un pecado no traer aquí a D. Antonio Samper o Sampere, (de las dos formas aparece en los documentos de la época) porque él fue el autor del proyecto de una de las edificaciones más emblemáticas de Santa Cruz ,quizás la que más, la Torre de La Concepción. Se trabajó en ella desde 1780 a 1783 en que se paralizó la obra. El Racionero de la Catedral de Las Palmas D. Diego Nicolás Eduardo presentó, en 1789, unos planos para su terminación. Las obras se paralizaron, definitivamente, cuando faltaba por acabar el último cuerpo. Este D. Diego Nicolás Eduardo, al que Pinto de La Rosa llama aficionado a la arquitectura, es el mismo que terminó la Catedral de Las Palmas después de una gran polémica con el ingeniero militar Hermosilla Vizcarrondo. Éste es un asunto realmente interesante y curioso, uno de lo primeros casos donde aparece el conflicto de competencias entre arquitectura e ingeniería, conflicto que, por cierto, ha llegado hasta nuestros días. 

          Fue Samper autor también del edificio del Globo en la calle del Castillo, que recientemente restaurada su fachada, ha recobrado su antigua prestancia. Destinado en Madrid, llegó a ser Director General del Cuerpo.

         Lo mismo que antes hicimos con los ingenieros naturales de la isla, anteriores al siglo XVIII, no podemos por menos que recordar a D. Gonzalo de Lorenzo y Cáceres, nacido en Icod de los Vinos en1769; tuvo una vida profesional agitada, se incorporó a Canarias, como ingeniero extraordinario, en 1801 y entre sus obras principales está el camino de Santa Cruz a La Laguna. Fue hecho prisionero por los franceses en el sitio de Valencia. Terminada la guerra de la Independencia regresa a Canarias, donde permanece hasta su muerte en 1840. En 1802 echaba los cimientos de la casa que, con honores de palacio, edificó en Icod, su pueblo natal, casa que por cierto, en estos días ha sido restaurada.

         Esta relación podría seguir con otros ingenieros cuyos trabajos merecerían nuestra atención, pero esto nos llevaría demasiado tiempo y no es ese nuestro propósito.

         Llegamos pues, al momento en que debemos hablar concretamente de los ingenieros militares en el 25 de julio, y cumplido mi deseo de un conferencia monográfica sobre su actuación como responsables de las fortificaciones de la Plaza de Santa Cruz, algo que me preocupaba y que, de no haberse hecho, me hubiese obligado a tratar el tema en esta charla, aunque sólo fuera de una forma superficial.

          Hablemos, por tanto, ahora de los informes que antes decíamos que emitían los ingenieros y tomaremos como ejemplo, aunque todos son igualmente interesantes, el que en 1793 emitió nuestro personaje principal, D. Luis Marqueli.

         Pero antes de que le dejemos expresar sus opiniones, considero que es oportuno y conveniente presentarles a este ingeniero. Permitamos que sea el propio Marqueli quien haga su presentación, tal como él la hizo en su solicitud al Rey de ascenso a Teniente General, en 1815:

          “El Mariscal de Campo D. Luis Marqueli, su edad 74 años, su país Savona en el Genovesado, su calidad hijo del Brigadier de Ingenieros D. Geronimo Marqueli, su salud quebrantada, sus servicios y circunstancias los que expresa.» ( Se equivoca en lo que a la edad se refiere, tenía 75 años pues nació el primero de enero de 1740).

          Para conocer esos servicios y circunstancias, sepamos lo que sobre Marqueli dice el Director General del Cuerpo, D Francisco Sabatini en 1793:

          “El Coronel e Ingeniero en segunda D. Luis Marqueli ha que sirve a V. M. 34 años y 7 meses: los 26 años y 7 meses, de cadete, Ayudante de Ingeniero, Ingeniero Extraordinario y Ordinario, y los restantes ocho años en su actual empleo. Sirvió de cadete en el Regimiento de Caballería de Santiago, cursó las matemáticas en Barcelona, y, hecho ingeniero, se le destinó a la campaña de Portugal; concluida, pasó a Valencia, Orán, Cartagena, Ceuta e Yslas Canarias, en donde acompañó a aquel Comandante General en las visitas que hizo y levantó el plano de sus costas. Posteriormente estuvo en el puerto de Alicante, Cuartel de Leganés y Valencia, de donde pasó al sitio de Gibraltar, y habiéndose restituido a Valencia ,se le destinó a Cataluña, Aragón y últimamente a Canarias donde continúa su mérito.”

          Pido perdón por lo tedioso de la relación, pero quería dejar constancia de la vida agitada que llevó nuestro personaje, por otra parte normal en los ingenieros de la época. La movilidad geográfica fue una constante entre ellos, que en muchos casos hasta les impedía establecer una familia.

          Sin embargo Marqueli si que aprovechó su primera estancia en Canarias, para buscar novia, valga la expresión, y casarse en 1776 con Dª María Agustina Russel.

          Gutiérrez y Marqueli coincidieron por tanto en la misma época combatiendo ambos contra los ingleses, el primero en Menorca y el segundo en el sitio de Gibraltar, y los dos tuvieron como jefe al General Grillón, general francés al servicio de la Corona española.

           En otra cosa coinciden Gutiérrez y Marqueli y es en sus achaques; en las diversas Relaciones sobre la Gesta, en unas aparece Gutiérrez como achacoso y en otras lo es Marqueli.

           Hacía Sabatini la anterior relación con motivo de la presentación al Rey de una terna para cubrir una vacante de Ingeniero Jefe, y concluye su exposición diciendo «y aunque todos acreedores a la gracia de V. M. lo es con preferencia D. Luis Marqueli.”

          Tuvo Marqueli un hijo que perteneció al Real Cuerpo de Ingenieros. En un escrito de Sabatini se comunica que se ha recibido el resultado del examen de matemáticas, que había presentado el cadete de esas compañías fijas D. Agustín Marqueli. Caso que no es normal que se admitiera un examen fuera de las Academias oficiales. Es nombrado en 1793 Ayudante de Ingeniero y queda destinado en su empleo en el Archipiélagos Canario. De coronel estuvo destinado en Galicia. donde entre otros trabajos fue autor de un mapa itinerario de la región.

          Volviendo a Marqueli padre, que es quien nos interesa, a partir de que tuviera lugar la defensa de Santa Cruz, en la que participó como es notorio, según hemos visto, su Hoja de Servicios no puede ser más escueta. Dice:

          “Desde aquella época ha subsistido, dedicando su celo, sus tareas y conocimientos por el mejor servicio de S.M., y en el día se halla con destino de cuartel en esta Provincia por Real Orden de 13 de Abril de 1813.” No se pueden resumir más años en menos líneas, son nada menos que quince años.

         Pero no fue tan simple y sencillo el desarrollo de esos años. Ascendió a Director Subinspector en 1803, y en 1808 a Mariscal de Campo.

          Tuvo un serio enfrentamiento con la Junta Suprema de Canarias, pues se quejaba de que al ser depuesto el Comandante General, Marqués de Casa Cagigal, se designara sucesor en el cometido al coronel D. Carlos O´Donnell, que era Teniente del Rey, cuando lo natural era que la Junta Suprema hubiese designado a Marqueli, único Oficial General que entonces residía en el Archipiélago. Sometido a expediente, la Suprema de Sevilla se limitó a amonestarle, pero O´Donnell, ya le había arrestado por dos veces. Merece la pena relatar como fue uno de estos arrestos, porque muestra bien a las claras como era Marqueli.

         Se había ausentado O´Donnell a La Laguna, lo que entonces prácticamente suponía un día completo. Se le comunicó a Marqueli, que en ausencia del Comandante General debería sustituirle, como más antiguo en la Plaza que era, pero desoyó la orden y no se presentó. Regresado por la noche O´Donnell y, enterado de lo ocurrido, envió un oficio a casa del ingeniero exigiéndole que por escrito explicara la razón de su desobediencia. Eran las diez de la noche. Marqueli despidió con cajas destempladas al mensajero, diciendo que no eran horas para coger pluma y papel.

         Para conocer aún mejor la figura de Luis Marqueli, disponemos de un testigo de excepción, el alcalde real ordinario de Santa Cruz D. Domingo Vicente Marrero, quien en su Relación de los hechos de la Gesta relata un incidente entre Marqueli y Eduardo, capitán de Artillería, muy ilustrativo.

         “Aquel día (30 de Mayo) a las ocho de la mañana tuvo el Sr. D. Luis Marqueli una fuerte contestación con el capitán Eduardo. Haciéndole el dicho Marqueli cargo de como por amor de él se había el enemigo llevado la corbeta (se refiere a La Mutine), pues cuando menos se pudo haber echado a pique, si hubieran estado prontas las llaves que cuando se buscaron no se encontraron por ignorarse su paradero.”

         Un inciso: Consultado el diccionario de la Real Academia, edición de 1992, dice: por amor de: locución prepositiva: por causa de.

         Cuenta Marrero que “el tono de las voces fue tan alto que obligó al Comandante General a intervenir y hacer que pasaran a su casa y allí hablarían y no en aquella publicidad que todos oían con lo que cesó la contestación.”

          Conviene aclarar que llovía sobre mojado, porque ya había ocurrido algo parecido en la madrugada del 18 de Abril, cuando el asalto y robo de la fragata Príncipe Fernando, en que la tropelía y la confusión, dice el mismo Marrero, «hizo carecer de los utensilios necesarios para dar fuego a los cañones que tanto había el coronel recomendado a Eduardo.» (Se refiere al coronel de Artillería Estranio). Esto lo confirma el Comandante General en su informe al ministro de la Guerra: “Se notó al principio algún desorden y confusión en algunas de las baterías.”

         Veamos como juzga Vicente Marrero la actitud de Marqueli. Transcribo sólo una parte, para no hacer esto demasiado largo; dice:

         “¡Que gloriosa fuera esta isla si poseyera muchos jefes como Marqueli!”

         Y más adelante :

         “A la fidelidad de su Rey y amor a la cuna que les ha dado el ser, todo se desprecia sin temor, como nos ha enseñado el sabio y prudente Marqueli, hombre digno de nuestro elogio y siéntase quien quisiere pues esta es la verdad, bien acreditada.”

         Mantuvo también Marqueli dos fuertes enfrentamientos con el Jefe de la Artillería Estranio, relacionados con el fuerte de San Pedro y la Batería del Muelle, un interminable intercambio de oficios entre ellos, al que tuvo que poner fin el Comandante General, imponiendo su autoridad.

         Estos incidentes y lo del arresto resultan esclarecedores para comprender que Marqueli era de ese tipo de hombres de fuerte personalidad y carácter, y que apoyados, claro, en sus grandes cualidades personales, despiertan grandes entusiasmos, pero también grandes rechazos. La frase “siéntase quien quisiere” es muy determinante. .Quisiera que quede en el ánimo de todos ustedes, que Marqueli era un hombre que no se dejaba dominar por nada ni por nadie, y que, desde luego, su voluntad no flaqueaba ante las circunstancias adversas.

          Además su presencia física le acompañaba, pues el Ingeniero Marqueli era de mucha estatura, según se lee en un documento, de años después de su muerte, remitiendo a la Dirección del Cuerpo, un retrato suyo.

         El Mariscal de Campo D. Luis Marqueli y Bontempo murió en Santa Cruz el 17 de Diciembre de 1817.

         Volvamos al informe al que más arriba nos referíamos, fechado en Abril de 1793 y dirigido a D. Antonio Gutiérrez, en el que Marqueli expresa sus criterios y recomendaciones sobre una serie de temas, referentes todos a la defensa de Santa Cruz.

          Sobre los canarios como combatientes caso de un ataque enemigo: “Siendo estos isleños amantísimos de su Patria y Soberano y de su naturaleza dóciles ,sobrios y guerreros, muy ágiles en trepar y correr por estos montes, como todos aquí sabemos, atravesando los barrancos con ayuda de sus lanzas y garrotes que manejan de todos modos con singular destreza, al paso que revestidas dichas lanzas con hoces, o como aquí llaman rozaderas, son en sus manos armas mucho más temibles que la bayoneta y el sable.”

           Continúa aconsejando su integración en los cuerpos volantes, “donde se podrá sacar de ellos el mejor partido (como ya en varias ocasiones se ha verificado) en los parajes amenazados de desembarco, el que inutilizarían seguramente si se arrojan a tiempo con sus dichas armas sobre el enemigo antes de que acabe de formarse en la playa y pueda adelantarse.”

           Sobre la posibilidad de un ataque por mar: “El paraje más adecuado de la isla para para un formal desembarco e internación en ella, es este puerto, o mas bien Playa, y costa de Santa Cruz, y siendo de la mayor importancia alejar cuanto se pueda una escuadra enemiga que intentase batir a la vela o al ancla esta población y fortificaciones, débese tener presente que ha de dirigir para dicho efecto su rumbo a la Punta de Anaga, y atracarse lo más posible a la costa, pues de lo contrario sotaventaría sobrado y le fuera dificultoso entrar y anclar convenientemente en el Puerto.”

           Los que escucharan, la tan citada conferencia de ayer, recordarán, que a estos criterios respondía la organización de las defensas de Santa Cruz.

          Continúa dando detalles muy prolijos sobre la defensa de la plaza y utilización de las fortificaciones; imposibles de transcribir aquí, les remito al libro de Pinto de la Rosa, y podrán comprobar que la defensa de Santa Cruz era una preocupación continua no sólo de este Ingeniero, sino de otros muchos que le precedieron, y de los que luego le sucederían.

          Nota final, como conclusión de su informe:

         “Estoy persuadido que no careciendo de armas, municiones y víveres, tomadas con tiempo las debidas precauciones y providencias y estando estos naturales y sus milicias bien gobernados, con inteligencia y denuedo, y queriendo hacer su deber, es imposible que el enemigo llegue a poner el pié en estas islas, pueda señorearse de ellas, por lo menos de la de Tenerife, Canaria, Palma y Gomera, por la facilidad que su montuosidad y aspereza presentan a una sagaz y obstinada defensa a la que será consiguiente la gloria de cansar y aburrir al enemigo, hacerle perder mucha gente, y, por tanto, desistir de la empresa, inutilizando su expedición.”

          Esto es exactamente lo que ocurrió, con el desembarco de unos 1200 ingleses por la playa de Valleseco y ocupación de la altura del Ramonal en la mañana del día 22 de Julio. Evidentemente los riscos de la isla no son las verdes colinas inglesas.

         Escuchado el informe de D. Luis Marqueli sobre un posible ataque del enemigo a la plaza de Santa Cruz, va siendo hora de que sepamos como fueron para él aquellos días del mes de Julio, cuando el ataque dejó de ser una hipótesis para pasar a ser una realidad.

          Como hemos hecho hasta ahora, vamos a dejar que sea el propio protagonista quien nos lo relate. El día 26 de Julio, es decir el día después, dirige al Excmo. Sr. Director General del Real Cuerpo, nuestro ya conocido Sabatini, el siguiente oficio:

          “Excmo. Sr.-Aventuro estas cuatro lineas con un barco americano, que ahora mismo va a hacerse a la vela, para dar noticias a Vuestra .Excelencia como esta guarnición ha dado antes de ayer de madrugada un gran día de gloria a las armas de Su Majestad, rechazando el desembarco que hicieron los ingleses en la playa de este pueblo, donde se introdujeron mil y quinientos hombres y donde de calle en calle, con fusil y al arma blanca, les hemos muerto y herido la mayor parte de sus oficiales, incluso al contralmirante Nelson, que con una bombarda y siete buques de guerra mandaba la expedición. Tengo la satisfacción de exponer y anunciar a V.E. que el Cuerpo de Ingenieros se ha portado con el mayor honor y como corresponde, y no dudo que este señor Comandante General cuando escriba sabrá recomendarlo a Su Magestad.”

          Como se ve, Marqueli no hace referencia, cosa que le honra, a sus propios méritos, resaltando únicamente los del Real Cuerpo, dentro de todo el conjunto de los defensores de la Plaza. Como se ve, ni una referencia a la Artillería, lo que confirma el enfrentamiento con el coronel Estranio.

         En otro documento de Octubre de 1799, sí que se refiere a su propia actuación. Está solicitando un ascenso por acciones de guerra, y dice: «Últimamente en el desembarco y ataque que hicieron los ingleses a Santa Cruz de Tenerife el año 97, en cuya plaza era después del General el oficial de más graduación, y el más antiguo de los coroneles de las Islas, habiéndose portado con el celo y esmero que es notorio, para la gloria de las armas de Su Majestad.”

          Es curioso lo poco que se ha destacado que, de haber sido baja el General Gutiérrez, cosa que pudo ocurrir cuando hacia las dos de la madrugada del 25,hizo aquella visita de inspección al muelle, allí pudo haber caído herido, especie que por otra parte se extendió por el pueblo, con lo que Marqueli hubiese tenido que tomar el mando como segundo que era, y eso significa que, tal como es norma en la vida militar, sobre todo en una acción de guerra, la colaboración de Gutiérrez con Marqueli tuvo que ser constante y estrecha durante todos los días que duró el asedio de los ingleses.

          El 23 de Julio, aunque la orden parte del general, seguro que participó en la decisión de enviar al ingeniero Nadela y al artillero capitán Eduardo, a reconocer las proximidades del Puerto de Caballos por si fueran susceptibles aquellos contornos de alguna artillería. Esta es una preocupación de Marqueli que expresa en nuestro ya conocido informe «tener corrientes en tiempo de guerra las trincheras o parapetos que se hallan al otro lado del Barranco Hondo y dominan a Puerto Caballos.”

          Caigo en la cuenta ahora de que estoy pecando de lo mismo que antes criticaba .He ninguneado de forma involuntaria al Ingeniero extraordinario en aquellas fechas D. Miguel Nadela y Saavedra. Vino destinado a Canarias en 1792. Como era norma en todos ellos redactó un informe titulado Reconocimiento de las fortificaciones de la isla de Canaria, terminando con unas reflexiones generales muy interesantes, que ponen de manifiesto los grandes conocimientos de este ingeniero. Este documento se encuentra en el archivo de Acialcázar. Ya hemos comentado de su presencia en la Gesta.

         Volviendo a Marqueli, en la noche del 24 al 25 tomó parte activa en la batalla, y lo hizo actuando como artillero: «tomó a su cuidado el mando y dirección del cañón de un ángulo del Castillo de San Cristóbal, cuando se presentaron los botes enemigos a dar el ataque por no poder atender a toda la artillería que se maniobraba allí, los dos oficiales de este Cuerpo, encargados de ella.»

           Esto lo dice D. Francisco Tolosa en su Relación. Habla del mando y dirección, pero no aclara si tuvo que entrar en fuego.

          En las primeras horas de la noche del 24, “a primera noche” dice Tolosa, hizo reconocer por uno de sus subalternos, la línea hacia Paso Alto donde era el bombardeo de los enemigos.

          Con lo dicho empezamos a comprender la frase aquella que figura en la hoja de servicios de D. Luis Marqueli: «Contribuyó como es notorio a la gloriosa defensa de esta plaza de Santa Cruz».

          Pero llegados aquí, tengo que confesarles que les he ocultado algo. Esta última frase pertenece a un párrafo más extenso, y deliberadamente me he guardado el resto hasta llegar a este momento. El párrafo completo dice:

          “En 1789 vino por 2ª vez empleado a estas Yslas y en 1797 contribuyó como es notorio a la gloriosa defensa de esta Plaza de Santa Cruz y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba”.

          Repito esto último “y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba.”

          Estas frases se repiten sin modificación alguna en todas las Hojas de Servicio que, por diferentes motivos, se transcribieron durante años. Sin embargo, en la copia que Marqueli presenta solicitando su ascenso a Teniente General, ya hablamos de ella antes, hay una coletilla que merece traerla aquí:

         “Los servicios que quedan expresados son exactos, lo que aseguro bajo mi palabra de honor. Santa Cruz de Tenerife 31 de Julio de 1815.”

          Al pie una firma de mano temblorosa de un hombre de 75 años, gravemente enfermo: Luis Marqueli.

            Hago aquí un inciso para adelantarme a los que estén pensando que estoy tratando de restar méritos al general Gutiérrez; nada más lejos de mi intención. El valor y capacidad militar del General estaban suficientemente acreditados por su intervención en campañas anteriores, pero su valor no era, ni por su experiencia y ni por su edad, un valor irreflexivo e impetuoso, sino un valor sereno, sosegado. En la conferencia que ayer impartió D. Pedro Ontoria me llamó la atención, a este respecto, su comentario sobre la valentía y serenidad, con que se comportó al caer gravemente herido en Argel. Valor sereno, esto es lo que le caracterizaba al General, y desde luego no tomaba una decisión sin antes haberla madurado, a la vista de toda la información de que podía disponer. Es decir lo propio de un buen jefe.

         Estoy seguro de que escondido en algún archivo oficial o privado, en viejos papeles, recuerdos de alguna familia, quizás descendiente de Marqueli, se encuentra un documento que echo en falta, la versión de los hechos del propio Marqueli. Estranio, el coronel de Artillería, sí que escribió su versión, cuando conoció que en la Relación que había firmado Monteverde «que no hace mención de mis méritos, ni del ejemplo que acaso podrían haber tomado alguno de los que en ella elogia».

          Sin embargo, Marqueli que tampoco sale bien parado en esa Relación, permanece mudo. Él, que era un hombre que reflejaba por escrito su opinión sobre todo lo que ocurría a su alrededor, que en el margen de los escritos que recibía anotaba su comentario, las más de las veces jocoso y sobre todo crítico si el remitente era alguien cercano a Godoy, ¿cómo no iba a dejar constancia escrita de su visión de un acontecimiento tan importante como fue el ataque de Nelson? Insisto en que ese documento tiene que existir, aunque sólo fuera escrito con animo de desahogo, sin darle curso oficial.

         Después de lo dicho habremos de dar por bueno que en algún momento, durante la noche del 24 al 25 de Julio, se pensó en la posibilidad de una capitulación. Nos toca ahora determinar, a la luz de la información disponible, qué momento fue ese y como se superó esa situación. Disponemos para ello de un trabajo excepcional: el libro Fuentes Documentales del 25 de Julio, de Ontoria, Cola y García Pulido, Las distintas Relaciones de la Gesta del 25 de Julio nos permiten un conocimiento bastante exacto de lo ocurrido. Lo dice Cioranescu en el prólogo del libro, «los investigadores disponen aquí de abundante materia prima que les permitirá realizar interesantes trabajos de crítica histórica.» En mi opinión ésta es la mejor publicación del bicentenario. Cuando se celebre el tricentenario se van a encontrar el trabajo hecho.

          Hubo tres ocasiones a lo largo de la noche y la madrugada en que los ingleses ,exigieron la capitulación; la última no fue tal, porque abortado, gracias a la eficacia de la artillería, el último intento de desembarco, lo que realmente pretendían era todo lo contrario, alcanzar una capitulación honrosa para ellos.

         En cuanto a la segunda, Bernardo Cologan en su Relación explica la razón por lo que no podía prosperar. «Más no era regular se diese oído a su intimidación cuando la aurora ya nos iba asegurando nuestra victoria» . Está muy claro: la luz del día disipa los temores y eleva la moral.

          Gutiérrez también se refiere a esta intimidación. “Reunidos los enemigos, dice, poco antes del amanecer en el convento y atrio de Santo Domingo, solicitaron que yo les entregase inmediatamente la plaza ofreciendo en tal caso no perjudicar a los vecinos; pero que de lo contrario la incendiarían. Respondí que aun tenía pólvora, balas y gente.” Contestación altisonante que deja bien a las claras que se sentía seguro. Todas las Relaciones relatan este hecho más o menos igual. En alguna se califica a la exigencia inglesa como fanfarronada.

          Nos queda la primera intimidación; analicemos las circunstancias que se producían en ese momento. Eran cerca de las 4 de la madrugada (Marrero), Gutiérrez se encuentra en el Castillo de San Cristóbal, sabe que tiene dominada la situación en el frente del Castillo, y en el muelle, ya ha enviado a Grandy a hacerse cargo de la batería que el enemigo había clavado, no hay novedad en la playa de la Alameda y en la costa hasta Paso Alto no se observa movimiento. Sin embargo, conoce que ha habido un desembarco del enemigo por la espalda del Castillo, pero no sabe en absoluto, cuantos hombres han podido desembarcar.

          No tiene información sobre el Batallón, que lucha con los ingleses en el interior del pueblo. “La ignorancia en que estaban en el Castillo de lo que pasaba” (dice Cologan), “Se había cortado la comunicación entre el Castillo Principal y el batallón de milicias” (Monteverde).

          La situación era muy confusa. “La confusión y el desorden que reinaban en la Plaza, la inexperiencia de casi toda la tropa, la oscuridad de la noche, todas estas causas reunidas eran capaces de poner perplejo al más valiente.” (Cologan)

          Así las cosas, se presenta en el Castillo un sargento inglés, acompañado del Diputado de Abastos D. Antonio Power y de D. Luis Fompertius, exige del General que rindiese la Plaza, “que tenían dos mil hombres en tierra” (Cologan). “Al oir el gobernador del Castillo que habían desembarcados dos mil ingleses” (Monteverde). Es evidente que el inglés exagera para amedrentar, pero resulta que D. Antonio Power confirma lo que dice el sargento parlamentario. “Que eran muchos los enemigos que todas las plazas y calles las tenían ocupadas y que no había más remedio que rendirse” (Vicente Marrero)

          El sargento añade de orden de su jefe “que se le entregase el dinero del Rey y el cargamento de la fragata de Filipinas, y no tocarían a las personas ni bienes de los vecinos, pero que de lo contrario pondrían fuego a la Plaza y el vecindario sería pasado a filo de espada». Este es el relato de Vicente Marrero, que coincide con el resto de Relaciones.

          Hemos llegado al momento que decía la hoja de Servicios de Marqueli, “cuando la capitulación ya se meditaba.” Gutiérrez se encuentra en una situación poco envidiable, No se trata aquí de una defensa de un fortaleza amurallada, donde los defensores se conjuran para resistir hasta la muerte. El enemigo está dentro y sabe que es muy capaz de cumplir sus amenazas. La escena la retrata Vicente Marrero, con un una fuerza y dramatismo realmente admirables para un hombre de su formación, que él mismo reconoce corta.

          “Nuestro digno jefe con expresiones tales se le atenúa su valeroso espíritu, titubea y se entrega a la melancolía, quiere responder y no sabe qué, sus laterales se le retiran, cubren sus semblantes con la palidez del temor, sostienen sus cabezas con la mano en la mejilla, ya se consideran súbditos del inglés. Ya aquella energía de un Crehag, la viveza de un Eduardo, la sabiduría de un Marqueli, el valor de un Monteverde y la sagacidad de todos los ayudantes se desvanece lo mismo que un globo de humo en la región del aire. El parlamentario espera pero nadie le responde”. Es patente que se trata de un relato idealizado, y seguramente Marrero no se encontraba presente, pero sí que nos sirve para entender cual era la situación aquella noche.

          Aparece entonces en la escena un personaje importante para el desarrollo de los hechos: D. Vicente Siera. Aquí no hay acuerdo entre los tres autores de las Relaciones que estamos siguiendo. Para Marrero y Cologan, Siera llegó providencialmente, justo a tiempo para influir en la decisión, la presencia de Vicente Siera cambió el curso de las cosas.¿Qué aportó Siera para que esto fuera así? Dejando aparte los ditirambos que le dedica Marrero, manifestando su entusiasmo desbordado por la figura del teniente de la Bandera de la Habana, del que dice que habla inspirado por el mismo Dios, aunque no aporta ninguna novedad ,sobre las demás Relaciones. Sepamos lo que escriben los otros dos relatores que estamos siguiendo.

          “Y quien sabe lo que hubiera sucedido de no haber llegado en aquel momento crítico D. Vicente Siera y a no haber informado a su jefe de la verdadera situación de la Plaza, animándole osadamente a que de ningún modo tratase de rendirse.” (Bernardo Cologan)

         “No dejó nuestro general de estar con cuidado hasta que llegando el Teniente D. Vicente Siera le aseguró que nuestro batallón se hallaba intacto y que los demás puestos del centro se hallaban sostenidos.” (Monteverde)

               Oídos nuestros dos relatores, la respuesta a la pregunta que antes formulábamos es clara: Información, Nada más y nada menos que información. Siera le trajo al General Gutiérrez la información que necesitaba, la información que por no disponer de ella se encontraba atenazado, la información necesaria para poder tomar una decisión adecuada.
Por fin conoce cual es la situación de sus tropas dentro del pueblo, la frase mágica es “Nuestro Batallón está intacto», con lo que, desechadas sus dudas, rechaza de plano la exigencia inglesa.

          No se trata de quitar méritos al teniente Siera, pero no fueron sus consejos al General, efectivamente osados como dice Cologan, los que decidieron la suerte de la batalla, Fue la oportunidad de su presencia y la importancia de la información que aportaba, lo que no es poco mérito.

          Antes de llegar a tomar su decisión, tuvo Gutiérrez que sufrir la angustia de saber que de él dependía la vida de sus convecinos. Que si era cierto que había dos mil ingleses en la Plaza, podría llevar a sus tropas al exterminio en un combate estéril. Como decíamos antes, no era la defensa de un recinto amurallado. El enemigo está dentro, y el combate se plantea en la calle.

          La responsabilidad es solamente suya, pero es evidente que alguien tiene que apoyarle y compartir sus inquietudes, y ya dijimos, porque esto es lo normal en la vida militar, que este apoyo tuvo necesariamente que venir de quien era después del General el oficial de más graduación y el más antiguo de los coroneles de las islas, D. Luis Marqueli.

          La energía y fuerza de carácter de Marqueli, que ya hemos constatado, tuvieron que ser para Gutiérrez fundamentales para soportar las presiones de voces interesadas que le aconsejaban la rendición.

         No significa esto que no tuviera otros apoyos, el mismo Marqueli ya dice que contribuyó, no se arroga exclusividad alguna.

          Estranio, el Coronel de Artillería, pone todo su empeño en el escrito que dirige al Cabildo en demostrar que permaneció en los puestos de mayor riesgo y que no estuvo refugiado en el Castillo. Por lo tanto no reclama participación en la decisión.

          Monteverde sí dice de si mismo que coadyuvó mucho a desimpresionar a nuestro jefe de sus dudas cuando entendió que habían entrado en el pueblo dos mil ingleses, inspeccionando todo por si mismo, haciendo la descubierta del frente y del costado del Fuerte. Y ya hemos hablado del apoyo prestado por Vicente Siera.

         En cualquier caso no tenemos que andar haciendo cábalas, pues D. Francisco de Tolosa en su Relación, hablando de la noche del 24 al 25 de Julio, dice :

          “El Coronel y Comandante del Real Cuerpo de Ingenieros D. Luis Marqueli, a pesar de sus achaques, se mantuvo constantemente al lado de nuestro General para lo que pudiera ocurrirle en su facultad.”

          Utilizando una expresión que ahora está muy en uso, se puede decir más alto, pero no más claro, y con menos palabras, lo que antes les razonaba.

          Casi como si de la demostración de un teorema matemático se tratara, podemos llegar a la conclusión de que quedan así perfectamente justificadas las frases de la Hoja de Servicios de Marqueli.

         “Contribuyó como es notorio a la defensa de esta Plaza de Santa Cruz y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba.” Frase indudablemente escrita por el propio Marqueli, que aseguraba bajo su palabra de honor.

          Con todo lo dicho he intentado reivindicar y poner en pie aquí la figura de un gran militar, un gran ingeniero y un gran patriota; que lo haya logrado o no, es algo que queda a juicio de todos ustedes.

        A lo largo de la exposición les he ido dando a conocer cuales han sido mis fuentes de información. Sólo me quedan por añadir el Archivo Militar de Segovia y el Archivo de la Comandancia de Obras de Canarias.

         Para finalizar les diré lo que se decía, y todavía se dice, en nuestros campos en la despedida del anfitrión de un convite: “Que no pierdas las mañas.”

         Que no pierdan ustedes la mañas de la amabilidad que han tenido para conmigo, primero por su presencia y segundo por la atención con la que han escuchado mis palabras.

         Muchas gracias.

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