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Palabras de despedida para mi hermana Teresa

Autor: Antonio Salgado Pérez

Publicado en el Diario de Avisos el 6 de junio de 2025

 

          En su hogar, en su entorno familiar, siempre imperó ese vocablo, tan difícil de encontrar, que responde por concordia, que es sinónimo de acuerdo y conformidad.

         Nuestra querida hermana Teresa, a quien tristemente nos la acaba de hurtar la Eternidad era, por encima de todo, y junto a su extinto esposo Nicolás Pérez Álvarez, una persona tan firme como laboriosa, adornada por una educación y disciplina que desde muy pequeñita vio reflejada en  nuestros padres, de imborrable recuerdo. Ellos intentaron que nuestra primogénita se fortaleciera en las aulas del Colegio la Pureza, de esta capital, donde sus eficaces docentes apuntalaron su espíritu, aportándole un conjunto de normas y buenas costumbres, que se consideraban esenciales para lograr una convivencia social, armoniosa y respetuosa.

         Y esa convivencia impregnada de armonía también fue semilla que se cultivó, creció y se expandió entre sus más íntimos familiares, donde el indesmayable espíritu emprendedor y anfitrión de nuestra hermana Mary Gloria, se comprometía todos los años, y en fechas navideñas, en hacernos más felices y comunicativos en aquel rincón tacorontero, en aquel trozo de paraíso norteño, que responde por “La Deseada”, desde donde el Teide, casi siempre, nos vigilaba con exquisita atención con aquella nieve en el semblante y fuego en el corazón, que nos lo recordaba Crosita.

         Nuestra hermana, que acaba de nacer para la muerte, fue una modélica esposa y, de forma muy acentuada, una auténtica madre coraje como bien lo comprobaron sus hijos Nicolás, Maite y Javier, así como sus esposas Mercedes y Mila. Luego ellos se encargaron de llenarla de gozo y satisfacción con sus nietas Melania y Cora; y sus nietos Javi e Isaías, así como sus bisnietas Alba, Lucía y Lila.

         En el entorno de Teresa, tranquila y apacible, siempre estuvo presente el control y la transparencia ya que, por hados del destino, fue esposa, hermana, madre y abuela de una pléyade de auditores eficaces y responsables. Y, además, fortalecida y apuntalada por un vínculo médico-sanitario que, en muchas ocasiones, aliviaron los vaivenes de aquella longevidad tan férrea.

          En fin, querida hermana, hemos querido despedirte de esta manera epistolar. O también podemos hacerlo de aquella forma tan cariñosa como lo hacían habitualmente Luisa y Débora:

         ¡ Adiós, tía Tere !

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