El debate de ideas al servicio del progreso y la cultura. El Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife (1869-1901)

 UNA SOCIEDAD IRREPETIBLE                      

Por Luis Cola Benítez  (Esta conferencia fue pronunciada el 15 de enero de 1998 en el Círculo de Amistad XII de Enero. La presente transcripción corresponde a la repetida poco más tarde, a petición de José Luis García Pérez, en el salón de actos del Instituto Cabrera Pinto (La Laguna), dentro de un programa organizado por los Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de La Laguna.)


           Me encuentro hoy, aquí, ante tan docta y selecta concurrencia, en un duro y emocionado compromiso, acuciado por el más noble sentimiento de amistad y receloso de no saber estar a la altura de la persona que a esto me ha empujado -que, lamentablemente, no puede hoy acompañarnos-. El amigo al que me refiero está en la mente de todos nosotros y a él y a la Universidad de La Laguna, quiero dedicar, con el permiso de ustedes, mi intervención de hoy.

          Si el espíritu de la Universidad, su más profunda raíz, razón de ser y motor impulsor, es y debe ser su talante ecuménico, la universalidad de un quehacer científico y humanístico, presidido siempre por la libertad de pensamiento y la sinceridad de expresión; si ello conlleva un afán investigador que de forma natural emane de un espíritu inconformista, pero dialogante; si, a la par de poseer ánimo emprendedor de innovadoras iniciativas, practica la honradez en la crónica y la limpieza en la crítica; si, además, aún le compete otra más alta misión, superior incluso a la de enseñar al que no sabe, que es la de saber transmitir e impregnar a su entorno, a la sociedad de la que forma parte, con humildad y respeto al pensamiento ajeno, todas estas cualidades, José Luis García Pérez es la encarnación del espíritu universitario. Y no puedo sustraerme a la evidencia del paralelismo existente entre el fuego que siempre le ha animado y el que impulsó, hace casi ciento cuarenta años, a un grupo de ciudadanos a crear y poner en marcha la irrepetible Sociedad a la que voy a referirme, con la que él –no me cabe la menor duda- se hubiera sentido totalmente identificado. Si en algún ámbito social distinto al universitario se dieron todas las características enunciadas, orladas por la tolerancia y el respeto a la libertad de las conciencias, fue en el Gabinete Instructivo, forjador de ideas y de ideales, y que en cierta forma recogió el testigo y sirvió de puente entre ilustradas Tertulias y foros dieciochescos, tantas veces citados, y los movimientos vanguardistas del siglo XX.

* * * *

          Desde la óptica actual no es fácil comprender la razón de ser de una sociedad como a la que pretendemos acercarnos y, para hacerlo, se hace necesario realizar el esfuerzo de retroceder en el tiempo al ambiente sociocultural e histórico en que nace y se desenvuelve.

          El XIX español es siglo turbulento por muchos conceptos. Invasión, guerras, revoluciones, alzamientos, inseguridad política y social, son las constantes de la centuria, y el caldo de cultivo en el que nacen los partidos políticos. Durante varios lustros el país vivió un estado permanente de alarma y revolución en el que los partidarios de las libertades ganaban cada vez más adeptos, hasta que los progresistas llegaron a plantear abiertamente el problema revolucionario, lo que dio lugar a que el gobierno decidiera cortar las nuevas corrientes, procediendo a disolver comités, tertulias y círculos de opinión.

          Entre nosotros, la mayoría de los seguidores de las nuevas ideas eran personas conocidas por su talante liberal, y respetados en la sociedad. Por ello no es de extrañar que, cuando en 1867 se fragua una insólita conspiración que pretendía no sólo apoderarse de los caudales públicos sino incluso asesinar al  capitán general, fueran algunos de ellos los que hicieron abortar la maquinación. Los conspiradores eran gentes foráneas y exaltadas, y los que contribuyeron con su firme actitud cívica a cortar el intento fueron José Suárez Guerra, Emilio Serra y Ruz y Darío Cullen Sánchez. Precisamente, tres de los elementos progresistas más conocidos entonces.

          Los acontecimientos del 29 de septiembre del 68 no se confirmaron en Tenerife hasta una semana más tarde y, al saberse del alzamiento de Madrid, se constituyó asamblea en el Ayuntamiento de Santa Cruz en la que se eligió una Junta encabezada por Juan La Roche y Siera, Bernabé Rodríguez Pastrana y Miguel Villalba Hervás, pero otro capitán general llegado pocos meses antes, Vicente Talledo y Díez, intentó ponerse al frente de la asamblea, a lo que se negaron los reunidos. El militar ordenó entonces a la tropa, acuartelada en San Carlos, que apoyara su pretensión, pero, al negarse a ello los oficiales al mando, decidió dirigirse allí en persona, objetivo que no pudo alcanzar al impedírselo gran número de vecinos y -según gráfica expresión de Villalba Hervás- resultar arrollado en el puente del Cabo. El buen humor chicharrero bautizaría luego este incidente como "batalla del puente del Cabo", en caricaturesca réplica a la del puente de Alcolea, que había dado pie a la revolución en la Península.

          Lo relatado hasta aquí, que no es más que una apresurada recopilación de sucesos a manera de exposición del ambiente que se respiraba, nos permitirá constatar la estrecha relación que la mayoría de los nombres que intervinieron en los acontecimientos de la época mantendrán con el Gabinete Instructivo, que paradójicamente se proclamaba ajeno a cualquier influencia política. En realidad, Santa Cruz, Tenerife y Canarias continuaron sometidos a los vaivenes de la política general del país y, a la larga, en relación con los sucesos del 68 y sus consecuencias, según un cronista de la época, el torberllino revolucionario corrió sobre estas islas sin dejar la menor huella ostensible de su paso.

          Concretándonos a Tenerife, si en lo intelectual algo dejó "La Gloriosa", aparte del recuerdo de unos hombres que tal vez a algunos se les configuren como románticos luchadores en pro de las libertades, fue la creación del GABINETE INSTRUCTIVO, que a lo largo de un tercio de siglo logró aglutinar en su seno a una pléyade de patriotas de las más diversas ideologías, que trataron de enaltecer, instruir y motivar a la sociedad en que vivían y que más de una vez se erigieron en sus conductores.

          Muchos de ellos no son para el ciudadano de hoy desconocidos y sus nombres le son familiares, aunque en algunos casos no sea capaz de situar sus actuaciones personales. Algunos fueron alcaldes: Bernabé Rodríguez, José y Carlos Calzadilla, Suárez Guerra, Emilio Serra, García-Ramos, Anselmo de Miranda o Febles Campos. Otros están presentes en rótulos de  calles y plazas: Domínguez Alfonso, Doctor Guigou, Ireneo González, Pulido, Valentín Sánz, Puerta Canseco, Villalba Hervás, Costa y Grijalva, Tabares Barlett. Y muchos más que de alguna forma siguen vivos en la memoria ciudadana.

*   *   *

          Pero, ¿cómo nació esta peculiar sociedad? Desde que el decreto del 20 de noviembre de 1868 permitió la libertad de asociación surgieron innumerables ateneos y círculos de opinión, que se extendieron por toda la geografía nacional, y Canarias no permaneció ajena a este movimiento. El 9 de mayo de 1869 se reunieron en Santa Cruz, en casa de Elías Zerolo Herrera, que tenía entonces 20 años, un grupo de inquietos ciudadanos, entre los que se encontraban el marqués de la Florida, Villalba Hervás, Domínguez Alfonso, Darío Cullen, Rafael Calzadilla, Izquierdo y Azcárate, Gil-Roldán y Ríos, José D. Dugour y su hijo Alfonso, José Tabares Bartlett, etc. Llama la atención la juventud de la mayor parte de los asistentes y la disparidad de sus ideologías, pues allí se daban cita con un objetivo común liberales, republicanos, conservadores, carlistas o indiferentes a cualquier pensamiento político.

          Es en esta reunión en la que se acuerda la creación de un GABINETE INSTRUCTIVO, para lo que se elige una comisión presidida por el sacerdote Ireneo González Hernández. Se crea, según expresan sus fundadores, para la comunicación mútua de ideas espuestas por medio de discursos escritos u orales, que contribuyan al desarrollo de las facultades intelectuales de sus miembros. Los fines no podían ser más loables e inofensivos.

          El 24 de julio se celebró la solemne sesión inaugural, en la que se constituyó la primera Junta directiva presidida por Juan de la Puerta Canseco. Esta fecha quedó instituida como la fundacional, y en el reglamento social se consideraba preceptivo hacer coincidir con ella la sesión extraordinaria anual, con lo que, al mismo tiempo, se daba un especial realce a la conmemoración de la Gesta de 1797, el más glorioso hecho de la historia de Canarias. El discurso inaugural corrió a cargo de Pablo Ferreira, quien hizo hincapié en los objetivos y finalidad de la entidad, señalando en su intervención que siempre los progresos sociales son obra genuina de la libertad de discusión.

*   *   *

          Cuando el Gabinete cumple su primer año, la sesión de julio se celebra en el salón de descanso del teatro, con nutrida asistencia, y se abre con un discurso del presidente Juan de la Puerta Canseco. Se presentaron varios poemas relativos al 25 de Julio, y Darío Cullen disertó sobre la mujer, afirmando que su emancipación es la puerta de entrada á la verdadera civilización. Piénsese lo que representaba entonces enunciar públicamente esta premisa, en una sociedad en la que el noventa por ciento de la población femenina era analfabeta y sin derecho al voto. ¡Aquello sí que fue una declaración feminista! La prensa se hizo eco de esta reunión, animando a los jóvenes promotores del nuevo ateneo a continuar en el camino iniciado.

          Los temas que se presentaban en las sesiones eran de una enorme variedad y con frecuencia polémicos. Era normal que al disertar un socio sobre un tema cualquiera, surgiera otro que le replicara sobre la marcha, lo que daba lugar a animadísimos debates, en ocasiones apasionados. Por ejemplo, si Carlos Miranda hablaba de las pasadas glorias canarias, le replicaba Fernández de Bethencourt –el ilustre genealogista- destacando las de España y su monarquía; si éste defendía el lema “Dios, Patria y Rey”, inmediatamente le contestaba Pulido enarbolando el de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”; si el médico Diego Costa negaba la concepción materialista de la especie humana, el sacerdote Ireneo González se refería a las inconveniencias de la libertad de pensamiento; si Pulido defendía la tesis de que las revoluciones modernas obedecen a la ley eterna del progreso, le contestaba Fernández de Bethencourt con imputaciones a los revolucionarios, a los que, a su vez, defendía enérgicamente el notario Rafael Calzadilla.

          En abril de 1874 se celebró por primera vez una sesión cervantina que alcanzó gran brillantez, y que fue destacada por la prensa nacional. En estas sesiones, los miembros del Gabinete daban a conocer composiciones propias, muy frecuentemente relacionadas con la conmemoración del 25 de Julio, que en ocasiones eran interrumpidas por los aplausos de los asistentes. Fue en una de estas veladas en las que el niño Cristóbal Real leyó sus primeros versos, titulados “Una página de gloria”, en los que decía:

               "¡Nelson..! no execro tu historia  //  y en mi pobre rima varia  //  hasta ensalzo tu memoria...  //  ¡pues le diste a mi Nivaria  // el mayor lauro de gloria!"

          El Gabinete Instructivo era la única sociedad literaria de la capital, cuya labor cultural se trataba de desarrollar con total alejamiento de la política. Sin embargo, la autoridad siempre miraba con desconfianza unas actividades en las que los socios exponían con total libertad sus opiniones. Por ello, cuando en julio del 76 la sesión presentó una triple faceta, el aniversario de la sociedad, el de la victoria sobre Nelson y el recuerdo a uno de sus más importantes miembros fallecidos, el marqués de la Florida, la autoridad gubernativa clausuró el Gabinete durante  cuatro años. En 1880, para celebrar la reapertura, a la sesión de julio se le trató de dar el máximo relieve, y fueron invitados distinguidos el capitán general Weyler y la famosa concertista "Esmeralda Cervantes". Tomaron parte numerosos socios, entre los que hay que nombrar a Patricio Estévanez, que acababa de regresar a Tenerife después de dejar en París a su hermano Nicolás. Desde el primer momento se vinculó al Gabinete en el que desarrolló una valiosísima labor.

          La noche del 23 de abril del 81, se celebró con gran éxito la velada dedicada a Cervantes  en el teatro municipal,  pero la que resultó de una brillantez inusitada fue la realizada en mayo en conmemoración del  segundo centenario de la muerte de Calderón. Para hacernos una idea de su importancia, baste decir que los actos organizados duraron tres días. Comenzaron el día 23, en un teatro adornado con motivos alusivos a obras del famoso dramaturgo, con la interpretación por la sociedad Santa Cecilia de los Cantos Canarios de Power que se habían estrenado el año anterior. Los actos culminaron en la noche del 25, con el teatro abarrotado de público, en la que fue una de las sesiones más admirables de la historia del Gabinete.

          En el año 83 se celebrarían nada menos que cuatro importantes sesiones conmemorativas: la cervantina de abril, la de mayo en homenaje a Galdós, la reglamentaria de julio y, por último, otra en diciembre dentro del programa de las "Fiestas del cable". Tal cúmulo de actividades evidencia la enorme vitalidad del Gabinete, que seguía marcando la pauta de la vida cultural tinerfeña. Adhiriéndose al homenaje que se le tributaba a Galdós a nivel nacional, el Gabinete organizó un acto que constituyó un rotundo éxito y, para hacernos idea del tono y altura de las intervenciones, de un magnífico trabajo presentado por Francisco Mª. Pinto, entresacamos las siguientes líneas dedicadas al genial autor de los Episodios Nacionales:

               “Él se sirve de lo ficticio para dar vida a lo real y en sus narraciones la amplitud de la forma novelesca nos permite conocer los hechos de más completo y profundo modo y con su propio carácter: que su verdad no amengua su gloria. No menos grandes que los héroes de las viejas epopeyas, los guerreros de divina progenie y esplendente armadura fabricada por los dioses, son los reclutas descalzos de Castaños y los aragoneses haciéndose matar sobre los escombros de Zaragoza.”

          En diciembre tuvo lugar la "Fiesta del cable" bajo la presidencia del ingeniero Lorenzo Lapuyade, y en la misma se nombró socio de honor a Juan Ravina y Castro por su labor en favor de su instalación. Izquierdo Azcárate hizo un repaso histórico de los avances científicos y técnicos que habían precedido a la telegrafía por cable, señalando los trabajos de nuestro paisano Agustín de Bethencourt. También recordó con legítima satisfacción  cómo  había sido un miembro del Gabinete -Domínguez Alfonso- el que primero solicitó del Gobierno el establecimiento del telégrafo con el Archipiélago, y cómo desde entonces se creó en su seno una "Junta del cable", que supo aglutinar esfuerzos de ciudadanos, autoridades, prensa y otras sociedades para el logro apetecido.

          La velada de abril de 1888 resultó sorprendente. Unos aficionados hicieron una experiencia de iluminación eléctrica en la calle del Norte, aprovechando la máquina de vapor de un taller de carpintería, y la noche del 23, en el homenaje a Cervantes, también los salones del Gabinete lucieron iluminación eléctrica. Por ser numerosos los participantes la velada se prolongó demasiado, por lo que, cerca del final, fue muy celebrada la poesía de Pulido en recuerdo del autor del Quijote, que terminaba:

               "Y pienso, aunque mi musa se entromete  //  en cosas que no debe, aunque las creo,  //  que cuantos han venido a este Ateneo,  //  llamado por mal nombre Gabinete,  //   

                  confiesan sin rodeo,  //  sin andar con retóricas ni motes,  //  que quieren más ir a cenar que hacer Quijotes."

          Y llegamos a 1897, primer centenario de la victoria sobre las tropas invasoras de Nelson y, bajo la presidencia de Darío Cullen, todo el cuerpo social se volcó en colaborar a la mayor brillantez de la conmemoración. Se convocó un certamen literario de trabajos alusivos y se homenajeó a los ganadores editando sus textos en un tomo titulado Recuerdo del Centenario, impreso en la Imprenta Isleña.

*   *   *

          Las actividades del Gabinete Instructivo no se limitaban a las conmemoraciones de los más señalados acontecimientos culturales o históricos, aunque este tipo de sesiones se consideraba un deber ineludible en una comunidad que en su mayoría vivía de espaldas a los valores de su propia historia. Se trataba, también, de dar ejemplo y de intentar señalar a otros una senda y un compromiso, asumiendo un liderazgo social y cultural.

          Pero, en realidad, tampoco era esta intención la primordial, pues lo que se pretendía era que los socios plantearan toda clase de temas, de cualquier tendencia o ideología, someterlos a debate y sacar las conclusiones a que dieran lugar. Para ser admitido había que presentar un trabajo o exponer una tesis, aunque también cabía la posibilidad de presentar creaciones literarias, siempre menos comprometidas. A lo largo de su vida, el Gabinete no sólo cumplió este objetivo sino que se constituyó en tribuna y escuela de oradores, cuando no sirvió de palestra a noveles que se iniciaban en las artes oratorias o en la declamación de sus propias composiciones. Ya vimos el caso de Cristóbal Real, pero el primer ejemplo había sido Antonio Zerolo, que con sólo catorce años leyó allí su primera poesía con un resonante e insospechado éxito. También hizo su debut en el Gabinete, en 1900, Ramón Gil-Roldán y Martín.

          Los asuntos que se presentaban a debate eran a veces tan dispares -y hasta encontrados-, que llama la atención el hecho de que los asistentes fueran capaces de discutir civilizadamente sobre ellos, lo que evidencia el generoso espíritu que les presidía.  La libertad de pensamiento se consideraba un valor supremo y, mientras su expresión guardara las adecuadas formas, todo era admisible y discutible. Aparte de los que ya han sido expuestos, veamos otro ejemplo bien singular. En mayo de 1870 el sacerdote José Mora Beruff presentó un trabajo titulado "La Caridad", en el que se exaltaban los valores de las virtudes cristianas. A los pocos días Alberto Araús optó a socio con otro trabajo titulado "El cristianismo es la ruina de los pueblos".

          La variedad de los temas tratados resulta asombrosa. Es natural que abundaran los asuntos relacionados específicamente con Canarias, pero no lo es tanto la universalidad de muchos de ellos, tratándose de una sociedad, la canaria, en apariencia tan cerrada, no exenta para muchos de narcisismo. Se discutía sobre asuntos tales como si son o no innatas las ideas, si la propiedad es de derecho natural o de derecho legal, sobre el feudalismo y sus consecuencias como institución,  sobre el Amor considerado filosóficamente, sobre la institución del Duelo y sobre si la civilización moderna ha influido o no en el mejoramiento de las costumbres. En 1873 Manuel F. Gallardo presentó un trabajo en el que cuestionaba, si el imperio de Napoleón 1º había influido directa y favorablemente en el progreso de la sociedad, cuyo primer párrafo parece reflejo del ideal y razón de ser del mismo Gabinete:

          “Está fuera de toda duda que la libertad es el primer elemento de progreso y condición indispensable para que pueda realizarse.”

          A veces los debates daban de lado a los temas puramente especulativos y se centraban en otros más prácticos, cuyas conclusiones se solían enviar luego a los organismos responsables del comercio, agricultura, etc. y, como consecuencia de la vigilancia gubernativa a que se sabía sometido el Gabinete, comenzó a darse preferencia a temas relacionados con la enseñanza o científicos y literarios.

          También se celebraban sesiones públicas sobre temas de rabiosa actualidad: "Causas de la decadencia de la cochinilla", "Estudio comparativo entre colorantes orgánicos y minerales", "Medios para conjurar la crisis", "Fomento del incipiente cultivo del tabaco". En enero del 81, a instancias de  la Diputación Provincial, se celebró una serie de debates sobre temas del máximo interés para Canarias, a los que se invitó a participar a otras sociedades y a los directores de los principales periódicos. Los temas a tratar eran: "Puertos Francos", "Sistema de  franquicias" e "Intereses de las Islas frente al Tesoro Público y frente a las provincias peninsulares".  Se elevó un escrito al Director General de Agricultura, Industria y Comercio, informando de las conclusiones alcanzadas sobre la crisis de la cochinilla, proponiendo la extensión del cultivo de la vid y solicitando medios para establecer una estación enológica para la formación y asesoramiento de los agricultores. Las referentes a los Puertos Francos fueron remitidas a la Diputación Provincial, y  sirvieron de base a la Exposición que hizo la provincia en solicitud de reformas y mejoras. Como consecuencia de estos debates relacionados más directamente con el fomento de los intereses materiales, las sesiones públicas se vieron asistidas de una mayor concurrencia, lo que hizo decir a un observador que la sociedad había entrado en un período de movimiento y vida altamente provechoso para la juventud estudiosa.

          En 1888 se incorporaron al Gabinete los nuevos valores Enrique Funes y Rodolfo Cabrera –de quien dice Martínez Viera que era una de las más preclaras inteligencias de nuestro Archipiélago, orador elocuente y profundo-, que sostuvieron apasionantes polémicas literarias que congregaban a una multitud deseosa de oírles. Las discusiones entre estos dos grandes polemistas constituían verdaderos desafíos de oratoria e inteligencia que anunciaba la prensa, hasta el punto de que el público no sólo abarrotaba todas las dependencias y escaleras de la sede social, sino que en algún caso, como ocurrió en mayo del 89, se dio la circunstancia insólita de que se arremolinaban en la calle los que no podían acceder al interior. Y asombra pensar que sólo debatían sobre temas literarios y de las artes.

          1892 comenzó con una serie de interesantes debates y conferencias a cargo de los más cualificados socios, sobre temas que aún hoy nos llaman la atención. Comenzó el ciclo el presidente Pulido con "Progresos del Derecho internacional público", y siguió Rafael Calzadilla con "Libertad de comercio con aplicación a Canarias", Patricio Estévanez con "Mejoras locales", Andrés Orozco con "Influencia de las máquinas en el trabajo desde el punto de vista de la Economía política", Claudio Sarmiento con "El periodismo en Canarias", etc. También se trató, por el farmacéutico, pintor y escritor Eduardo Rodríguez Núñez, "Acerca de la plantación de árboles en las montañas próximas a Santa Cruz", tema muy debatido en el último tercio del siglo, del que se ocuparon firmas tan autorizadas como la de Sabino Berthelot y otros muchos, pero cuyos resultados prácticos, transcurridos más de cien años, aún no nos han llegado. En esta época hicieron su "debut" en el Gabinete Leocadio Machado y Juan Martí Dehesa.

          En 1899 se celebraron numerosas sesiones. Manuel de Cámara y el doctor Guigou expusieron la necesidad de eliminar ciudadelas y chabolas, construyendo un barrio para obreros que les dotara de viviendas dignas y salubres y denunciando la falta de higiene en algunos sectores de la ciudad. Más adelante, Guigou lanzaría la idea de crear un hospital para niños, iniciativa que llegaría a hacerse realidad. También Arturo Ballester se ocupó de la repoblación y conservación de nuestros montes y de ecología en general, asunto sobre el que debatía con Leocadio Machado, mientras que Amado Zurita proponía la creación de una granja agrícola para ensayar nuevos cultivos y asesorar a los agricultores. Aún hoy nos resulta asombrosa la tremenda vitalidad que demostraba el Gabinete, en una sociedad, tan denostada por algunos que le achacaban falta de iniciativas y de interés por los temas de la comunidad.

*   *   *

          Un capítulo importante de la vida del Gabinete fue el de los homenajes que se tributaban a los más relevantes miembros fallecidos, lo que daba lugar a los más sentidos discursos, se trazaban semblanzas personales de los finados y se daba pie a la presentación de composiciones en prosa y en verso.

          En 1873 falleció José María Pinto y Vega, padre de Francisco María Pinto de la Rosa, al  que  el  Gabinete  dedicó  un  emocionado  recuerdo. Había  sido  catedrático y director  del Instituto de Canarias, fue conspirador contra la monarquía y ayudó a la evasión de los generales deportados en 1868. Antonio Zerolo -con 19 años entonces- le dedicó una “Oda”, plena de juvenil sentimiento, que terminaba:

               “Yo, el más joven y oscuro,  //  callar debiera ante grandeza tanta;  //   espire pues mi voz en la garganta,  //  y ya que mi laúd alzar no puede  //    

                 dignos cantares de tu nombre puro,  //  ¡¡roto en castigo por el suelo ruede!!”

          Dos años después desaparece el primero de los socios fundadores del Gabinete, José Desiré Dugour Martín, que fue con Puerta Canseco maestro de varias promociones, a las que pertenecieron algunos que luego serían insignes personajes de nuestras letras, tales como Villalba Hervás, Mario Arozena, Elías Zerolo y otros, y a él se debe la primera historia de Santa Cruz de Tenerife.

          El segundo de los socios fundadores fallecido fue Luis Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, VIII marqués de la Florida, a quien se tributó un merecido homenaje en la sesión de julio, que sirvió de disculpa al gobernador civil para la clausura de la sociedad. Reabierta en 1880, en noviembre se celebró sesión extraordinaria con motivo de la muerte de Sabino Berthelot, para el que cuatro años antes el Gabinete había auspiciado el nombramiento de hijo adoptivo de Santa Cruz. Al funeral asistió una representación de la sociedad, y se acordó colocar sobre la tumba una corona de laurel, símbolo del saber.

          En 1885 falleció Francisco María Pinto de la Rosa, uno de los más activos miembros del Gabinete y una de sus mayores glorias literarias y culturales, al que Galdós calificó de notabilísimo ingenio. En la sesión celebrada en su honor, Estévanez hizo una brillante semblanza biográfica del fallecido y recitó su conocida poesía "El mensajero de Maratón", de dramático final, en el que tan magistralmente describe Pinto la llegada del esforzado corredor al foro de Atenas, y propuso la edición de las obras completas de Pinto, que verían la luz prologadas por Pérez Galdós.

          Dos años más tarde fallece Juan Maffiotte La Roche y, entre las intervenciones habidas con este motivo, destaca el emocionado soneto que le dedicó Antonio Zerolo:

               “Todos se van por la sombría puerta  //  del sepulcro, en edad harto temprana  //  Ay! para nuestra juventud lozana  //   está una tumba a cada paso abierta.  //  

                 Y luego nadie a descifrar acierta  //   el gran misterio a la razón humana.  //  ¿Es la muerte la vida de mañana  //  o un sueño del que nunca se despierta?  // 

                Yo no lo sé, y en dudas me confundo; //  pero ya seas deleznable escoria,  //  polvo no más, o espíritu fecundo, 

                 te daré culto eterno en mi memoria,  //  y acerbo llanto de dolor profundo  //   para regar las palmas de tu gloria.”

          En la última década de la vida de la sociedad, fallecieron Alfonso Dugour Ruz, el socio de mérito y presidente reelecto Darío Cullen, Gumersindo Robayna y Valentín Sanz. También, en 1899, murió en su casa de Madrid uno de los más ilustres socios, el escritor y periodista, político republicano, abogado y tinerfeño cabal Miguel Villalba Hervás, y del sentimiento con que se recibió aquí esta noticia hay constancia en los periódicos de aquellas fechas. Decorado el salón -según se estilaba- con colgaduras negras y crespones y un retrato del finado, debido al pincel de Teodomiro Robayna, ocupaban la presidencia las primeras autoridades y la directiva de la sociedad. Pulido presentó un completísimo trabajo sobre la personalidad del fallecido, intervino también Rafael Calzadilla, y leyeron composiciones en su honor Juan de la Puerta Canseco -ya muy anciano-, Luis Rodríguez Figueroa y Bernardo Chevilly.

          Más tarde, el Gabinete dedica nueva sesión necrológica en memoria de varios socios, que habían fallecido en poco más de seis meses: Elías Zerolo Herrera, en cuyo domicilio, recordemos, se habían reunido los promotores de la sociedad, José Manuel Pulido y Álvarez de la Fuente, Gabriel Izquierdo Azcárate y Eduardo Rodríguez Núñez. De la importancia de estas veladas necrológicas, que el Gabinete se esforzaba en rodear de la mayor solemnidad, queda constancia  en las reseñas de prensa de la época.

*   *   *

          Tal vez pueda parecer el Gabinete Instructivo una sociedad elitista y coto cerrado de unos pocos, pero nada más lejos de la realidad. Muchas de sus sesiones eran públicas y  participaba en los debates elementos ajenos, pretendiendo siempre que se aportaran enseñanzas para los asistentes o se brindaran propuestas de solución a los problemas que la comunidad soportaba. No debe perderse de vista la ubicación temporal de los hechos y el entorno social en que se desarrollaban: inestabilidad política, pobreza de la clase trabajadora, analfabetismo generalizado, papel secundario de la mujer, insuficiencias en la vivienda, en la enseñanza, en la sanidad. A pesar de que se constatan las inevitables deformaciones inherentes a su tiempo, si de algún  elitismo se puede acusar al Gabinete, es al de la cultura, imaginación e instrucción de sus miembros. La verdad es que no había mucho donde elegir, y posiblemente su mayor mérito consistió en haber sabido comprometer con su acción a los pocos elementos válidos de una sociedad -toda una generación, como la llamó Martínez Viera-, en la que concurrían las más diversas tendencias e ideologías, para que colaboraran en el empeño.

          El Gabinete fue una entidad respetada incluso por sus enemigos; había que contar con él en todo lo que representara progreso social, logros para la comunidad y hasta para la organización de actos ciudadanos. Se solicitaba su colaboración para toda clase de conmemoraciones y para las anuales Fiestas de la Cruz y, a veces, era el Gabinete el que tomaba la iniciativa y solicitaba la colaboración de otros, como lo hizo con la Sociedad Médico-Quirúrgica y con la Comisión de Comercio, para que prestaran su apoyo y ayuda a las "Fiestas del cable".

          Además, su sede estaba abierta a cualquier iniciativa que presentara expectativas de progreso o mejora para la comunidad. Allí se acogió la primera reunión para la creación de la "Sociedad de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita"; se creó la sociedad mercantil "El Pensamiento"; se reunió un grupo de hombres de empresa que pusieron las bases de la que sería la "Sociedad de Edificaciones y Reformas Urbanas"; y allí se creó el primer círculo mercantil de Tenerife: "La Unión Mercantil y Agrícola".

          También fue germen de otros círculos y sociedades que nacieron a su sombra y, en algún caso, el nuevo ente sirvió para dar continuidad a la sociedad madre al sufrir suspensión gubernativa. En otros, respondía a la intención de cubrir actividades que no abarcaba el Instructivo, como cuando Juan Ravina Castro funda el "Círculo Cinegético de Tenerife" o cuando un grupo de socios amantes  de las artes plásticas  -Rodríguez Núñez, Pedro Tarquis, Filiberto Lallier, Gumersindo Robayna y su hijo Teodomiro- crearon la "Sociedad de Bellas Artes", germen de lo que más tarde sería el Museo de Bellas Artes.

          Hay que decir que, en realidad, la situación económica siempre fue precaria, por lo que para todo había que contar con colaboraciones desinteresadas; pero, a pesar de las notorias necesidades, existía un especial sentido de la dignidad y no todas las aportaciones podían aceptarse. En 1881 el director del Circo Duggi ofreció realizar una función a beneficio de la sociedad, partiendo las utilidades. Se agradeció el ofrecimiento, pero se comunicó al interesado la imposibilidad de aceptarlo -se decía- por la manera de ser del Gabinete. Para prevenir futuras tentaciones, se decidió que esta norma sirviera para cuantas situaciones similares pudieran presentarse.

          Después de ocupar otros locales, por fin, en 1883 el Gabinete encuentra la que sería su sede definitiva, y pasa a ocupar la casa de la calle del Norte, esquina a la del Adelantado, frente a la Alameda del Príncipe de Asturias, locales que fueron oficialmente inaugurados el 28 de febrero. Se trasladó la biblioteca -que se había incrementado notablemente- y se logró aumentar también la galería de retratos de canarios ilustres, única en su género que existía en el país.

        En la nueva sede se inició otro tipo de actividades, como la celebración de ciclos de conferencias dominicales para mujeres, que se vieron muy concurridas. También se impartían conferencias semanales formativas -en las que se hablaba de Historia, de Metafísica, de Literatura-, y se creó una escuela de inglés y francés, a cargo del socio Coroliano Martí, -al que se consideraba primer políglota de Canarias-, en la que se matricularon cincuenta alumnos, y una academia preparatoria de Derecho a cargo de Hernández Sáyer, Arozena y Martí Dehesa.

          A pesar de las omnipresentes dificultades económicas, al entusiasta Estévanez no le faltaban proyectos para la sociedad. En 1900 estaba madurando la idea de adquirir con ayuda del Ayuntamiento el local de la ya entonces desaparecida sociedad musical Santa Cecilia, que estaba muerta y bien muerta, decía. Qué lejos estaba el bueno de don Patricio de saber que la existencia del Gabinete de sus desvelos estaba a punto de llegar a su fin.

*   *   *

           Dice Cioranescu que, por razones políticas, el Gabinete nunca gozó de buen predicamento entre los representantes de la autoridad. Yo me pregunto si estas razones las brindaba la sociedad al control gubernativo -como consecuencia natural de su actividad- o si eran la disculpa que dicho control esgrimía, a modo de sombra amenazante. Lo cierto es que nos sobrarían dedos de una mano para contar las ocasiones en que se trataron en sus reuniones temas estrictamente de la actualidad política. Ya sabemos que muchos de los fundadores de la sociedad no fueron ajenos a la actividad pública, en la que algunos eran partidarios de las libertades en el más amplio sentido, mientras que otros seguro que no veían con total desagrado, en ciertos momentos, algún género de medidas coercitivas o cautelares.

          Naturalmente que se producían discusiones políticas entre los socios, pero estas ocupaban otros foros –pues muchos de ellos lo eran también de asociaciones expresamente políticas- y, muy frecuentemente, en la prensa local. Por ejemplo, en 1872 tuvo lugar una dura polémica que duró varios días, entre el republicano Rafael Calzadilla, en el periódico La Federación, y el conservador Carlos Pizarroso, que se expresaba en La Voz del Teide. Aunque ambos pertenecían al Gabinete no hay indicios de que sus discrepancias trascendieran al seno de la sociedad.

          Pero, ¿quiénes constituían este peculiar ateneo? ¿Cuál era su componente social? Además de las expresamente reiteradas razones instructivo-culturales, ¿existían otras motivaciones que influyeran en su actividad?

          En Canarias, en la segunda mitad del XIX, una sociedad con pretensiones de ateneo que enarbolara la bandera de la instrucción individual y pública, no podía tener otro componente, no podía engrosar sus filas, sino de una burguesía ilustrada que desde la agonía del Antiguo Régimen se había enseñoreado de los hilos del poder económico. Este estrato social, no demasiado nutrido, pero sí determinante, marcaba una apreciable diferencia con el siguiente escalón -funcionarios, empleados, maestros artesanos, etc.-, diferencia que ya resultaba abismal respecto a la gran masa poblacional -jornaleros del campo, trabajadores del puerto y del carbón, obreros de las contadas industrias-, sumida en la más completa ignorancia y casi absoluto analfabetismo.

          Este grupo culturalmente privilegiado de propietarios, comerciantes, profesionales libres, empresarios e intelectuales, era la única materia prima disponible en una ciudad portuaria en la que privaban los intereses mercantiles, razón, motor y justificación de su propia existencia. Siempre eran los mismos: sus más sobresalientes individuos simultaneaban su afiliación al Gabinete, por ejemplo, con las actividades políticas, el periodismo o su pertenencia a la Sociedad Económica, al Círculo de Amistad, al Casino, a las logias masónicas o a las sociedades musicales. También existían asociaciones de obreros, de beneficencia, las decimonónicas sociedades de socorros mutuos, que casi siempre, o siempre, eran auspiciadas por elementos del grupo dominante.

          La ideología que inspiraba al Gabinete Instructivo puede recordar los principios teóricos que regían las logias masónicas: tolerancia, libertad, perfeccionamiento personal, fomento de cuanto pudiera representar progreso social, etc. También es cierto que muchos de los socios pertenecían o se integraron en alguna de las logias que proliferaron en Tenerife, sobre todo en la década de los 70. Pero no saquemos  conclusiones precipitadas. Si analizamos los listados de socios de sus tres largas décadas de existencia, que han llegado hasta nosotros, veremos que los masones rondan el veinte por ciento del total. Pero es la misma proporción, con ligeras variantes, en que se encuentran progresistas, conservadores, católicos practicantes o indiferentes. Allí se mezclaron clérigos ultraconservadores con librepensadores casi ácratas, monárquicos a ultranza con republicanos furibundos.

          Por tanto, no creo que pueda afirmarse que el Gabinete era una sociedad masónica, republicana, monárquica o de cualquier otra tendencia, pero el hecho de que algunos de sus más cualificados miembros ejercieran también una destacada militancia en otras asociaciones, y que todos, sin distingo de ideologías, se sirvieran de aquella prestigiosa tribuna para expresar sin ambages su pensamiento, era suficiente para que germinara la desconfianza en la autoridad. Esta desconfianza se tornaba en medidas coercitivas y suspensiones en los momentos de restricciones democráticas.

          También hay que recordar que varios de estos personajes importantes como miembros del Gabinete y en la política, dirigieron periódicos de muy distinto signo: Luis Benítez de Lugo, Claudio F. Sarmiento, Miguel Villalba Hervás, Alfonso Dugour y Ruz, José M. Pulido, Juan de la Puerta Canseco, Ramón Gil-Roldán, Elías Zerolo Herrera, Carlos Pizarroso Belmonte, etc. Como consecuencia, los intereses de grupo tenían buenos valedores y mejores portavoces.

          Pero volvamos, desde el principio, a las vicisitudes que soportó la sociedad. Apenas tres meses antes de la famosa reunión constitutiva en casa de Zerolo, llegó a ocupar su destino Eduardo Garrido Estrada, como gobernador civil de la Provincia de Canarias. Este personaje vino imbuido de un criterio de autoridad dictatorial que antepuso a cualquier otro y, cuando se suspendieron las garantías constitucionales debido a los acontecimientos de la Península,  deportó a las otras islas a un grupo de ciudadanos que por sus ideas liberales y democráticas él estimó como elementos peligrosos. Estos fueron, Patricio L. de la Guardia, Bernabé Rodríguez Pastrana, Claudio F. Sarmiento, Antonio F. Daroca, Darío Cullen Sánchez y Miguel Villalba Hervás, todos, casualmente, socios del Gabinete y, aunque la sociedad se declaraba apolítica, fue una de las que sufrió suspensión. Volvió a autorizarse el mes siguiente, pero se sabía vigilada por la autoridad, que de una u otra manera hacía sentir su amenazadora sombra sobre la entidad o sobre algunos de sus socios individualmente.

          Cuando se produjo la restauración de la monarquía, sucedió a Garrido Estrada como gobernador civil Vicente Clavijo y Plo, de sobra conocido en las sesiones del Gabinete a las que había asistido varias veces invitado como Decano del Colegio de Abogados. Tinerfeño de nacimiento y antiguo monárquico -de él dice Millares Torres que los años habían agriado su carácter-, ordenó imponer censura previa a todas las actividades de la sociedad. Se cursó la oportuna protesta, y se acordó suspender las actividades mientras perduraran aquellas circunstancias, antes de ceder a las pretensiones de la autoridad gubernativa.

          Con el paso de los meses la situación pareció suavizarse, dando la sensación de que las actividades volvían a la normalidad, más aún cuando en los primeros días de julio se había publicado la nueva Constitución que reconocía la libertad de expresión y de asociación. Pero todo fueron falsas apariencias, pues ya vimos cómo la necrología en memoria del marqués de la Florida, y más concretamente el discurso que pronunció Miguel Villalba Hervás, motivó la suspensión. El Gabinete no encontraba explicación lógica a la decisión del gobernador, que no había asistido a aquella velada, por lo que no pudo conocer de primera mano lo que allí se dijo, y que tampoco había pedido los textos de los discursos. Esto llevó al convencimiento de algunos que la suspensión respondía a motivos personales, probablemente de enemigos políticos de sus miembros más relevantes. Sin embargo, a la vista de lo que se había tratado en aquella reunión, algunos conservadores miembros de la sociedad tildaron los hechos, más que de suspensión, de auténtico suicidio.

          Durante los cuatro años que duró la suspensión, los componentes del Gabinete no permanecieron inactivos. Por una parte, varios de los antiguos socios -con Eduardo Domínguez Alfonso a la cabeza- fundaron en este mismo año el Establecimiento de Segunda Enseñanza de Santa Cruz, primer centro de este nivel que tuvo la capital, puesto que el Instituto de Canarias estaba establecido en La Laguna, precisamente entre estas venerables paredes. Pero con esta loable iniciativa no se satisfacían las ansias de cultura de los miembros del Gabinete, ni su afán de disponer de una tribuna donde expresar y debatir libremente sus ideas. Con este motivo crearon una nueva sociedad bajo la denominación de "Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife", que continuaría después de que se reabriera el Instructivo en 1880. Otro de los más destacados socios de la entidad clausurada, Elías Zerolo Herrera, fundó en 1878 la famosa "Revista de Canarias".

          El año siguiente se dio una favorable circunstancia para los que no se resignaban al ostracismo de la sociedad de sus amores, cuando salió elegido diputado a Cortes por Tenerife Antonio Domínguez Alfonso, que había sido uno de sus presidentes. Desde que entró en posesión de su acta inició gestiones encaminadas a lograr la reapertura, que culminaron con una interpelación en las Cortes al ministro de la Gobernación Francisco Silvela, y que dio como fruto una real orden por la que se levantaba la suspensión. La sociedad gozó entonces de unos años de sosiego, pero llegó un momento en que volvió a suscitar desconfianzas en las autoridades, que una vez más fueron haciendo notar su vigilancia, volviendo a pedir nombres, frecuencia y fecha de las reuniones, etc.

          Al empezar 1901 era presidente Manuel de Cámara y Cruz, a quien sucedería dentro del mismo año Patricio Estévanez. Muchos de los más importantes valedores del Gabinete ya habían desaparecido, y en estos últimos años Estévanez reconoce que a veces se veía en dificultades para contar con colaboraciones. Era evidente que sus etapas más brillantes ya se habían cumplido.

          Hacia mediados de este año recibió la visita de un inspector del timbre que notó la falta de dos o tres sellos en unos libros antiguos, de ocho a diez años atrás. Se le abrió un expediente y la Junta administrativa impuso al Gabinete una multa de 5.000 pesetas. La cuantía era a todas luces exorbitante, por lo que no había otra opción que proceder a la autoliquidación. Ante la imposibilidad de hacer frente al pago de la sanción se decidió esperar a que llegara el embargo, procurando que entonces sólo encontraran –en palabras de don Patricio- "poco más que las banquetas". Así se hizo, y así desapareció la sociedad después de 32 años de existencia. Ya en septiembre, Estévanez decía en una de sus cartas: “… el Gabinete (q.e.p.d.)”.

          Pero aún les quedaban arrestos a los viejos luchadores. Un grupo de antiguos socios encontró la manera de dar una cierta continuidad a sus ideales, creando una nueva sociedad, el "Ateneo Tinerfeño", que se constituyó el 26 de mayo de 1902, bajo  presidencia de Rafael Calzadilla. Más tarde al desaparecer el Ateneo, la biblioteca y otros enseres que habían pertenecido al Gabinete pasaron a la sociedad "Juventud Republicana". La pista se pierde cuando se liquidó esta última asociación.

          Murió pues, ignominiosamente, decía Patricio Estévanez refiriéndose al embargo, con el habitual gracejo que empleaba en su correspondencia con Luis Maffiotte. Pero lo cierto es que los vigilantes de la libertad tuvieron que recurrir a subterfugios fiscales y administrativos para amordazar definitivamente al Gabinete. Y más cierto es que la gloria de su existencia aún perdura en los ilustres nombres que le dieron aliento y vida.

*   *   *

          La sociedad actual es deudora de esta generación de hombres, auténticos voceros de la libertad, que aportaron su esfuerzo y su saber al progreso de su pueblo. Podremos estar de acuerdo o no con sus ideologías políticas o sus convicciones éticas, pero no cabe duda de que, en los turbulentos tiempos en que les tocó vivir, hicieron más por la comunidad que muchos de los que les han seguido en mejores épocas y con cuantiosos recursos. Honremos la memoria de todos ellos como paradigmas de nuestra peculiar idiosincrasia de pueblo hidalgo, liberal y tolerante, y de amor a nuestra tierra.

          Yo no sé si la historia puede repetirse o no, pero lo que nunca podemos hacer es olvidarla. Aquellos luchadores del intelecto, de la cultura y de la libertad nos legaron una herencia que no podemos pasar por alto y que nos compromete. Ellos, cada uno desde su puesto, supieron hacer Patria en su más pura y limpia acepción, como ciudadanos de a pie o como hombres públicos. En afortunada frase del fino pensador que es Sebastián Matías Delgado –que yo, descaradamente, me he apresurado a recoger-, aquellos próceres "supieron hacer Política desde la Cultura y no" –como hoy tantas veces ocurre- "Cultura desde la Política", actitud esta última –y esto lo añado yo- que envilece ambas cosas. Tomemos ejemplo de los que tanto nos enseñaron con su ilusionado esfuerzo y,  sobre todo, recordemos siempre, no olvidemos, su magistral lección.

          Decía uno de los más destacados miembros del Gabinete Instructivo, el íntegro repúblico que fue Miguel Villalba Hervás, que “los pueblos que pierden la memoria, no andan lejos de perder también la libertad”.


- - - - - - - - - - - - - - - - - -