Los chafarices históricos de Santa Cruz (I)

 

Por Luis Cola Benítez   (Publicado en la prensa local en 2009)

          Fueron varios los “chorros públicos” con que contó Santa Cruz a lo largo del siglo XIX, en el que, poco a poco y venciendo las que en el momento representaban grandes dificultades, que hoy nos pueden parecer de gran simplicidad, se fue dotando a los distintos barrios de puntos de suministro de agua para el abastecimiento de los vecinos. Hoy en día cuesta trabajo  imaginar lo que aquellos avances, entonces un auténtico lujo, representaron para una población siempre sedienta y escasa del preciado líquido, al poder disponer de agua potable casi a las puertas de sus viviendas.

          Con el establecimiento de la red de agua a presión, una vez cumplida su importante misión, los chorros fueron desapareciendo del paisaje urbano y, los que han sobrevivido se muestran hoy ante el ciudadano como testimonios ineludibles de nuestra historia urbana y social. Y, precisamente ahora, la Tertulia Amigos del 25 de Julio quiere dar un toque de atención sobre el lamentable estado en que se encuentran algunos de estos insustituibles testimonios de un pasado no demasiado lejano, que son merecedores de un mayor cuidado en su conservación por lo que han representado en el devenir, en el día a día, de nuestra ciudad.

          No vamos a referirnos hoy a la famosa Pila de la plaza de la Candelaria, afortunadamente rescatada del olvido y abandono sufrido durante largos años, y que hoy luce próxima a su emplazamiento original. Fue la primera fuente de la población, instalada en 1706 y, con toda su modestia, el primer elemento ornamental público con que contó el entonces Lugar y Puerto. Su historia merecería un exclusivo espacio. Por el momento, vamos a limitarnos a los chorros de Santo Domingo, Morales e Isabel II.

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Chorro de Santo Domingo

          Cuando en 1706 llegó el agua del Monte Aguirre a la población, el capitán general Robles y Lorenzana concedió un dado de agua a los frailes dominicos del convento de Nuestra Señora de la Consolación para el riego de su huerta. Ya desde antes existía en las proximidades un pozo del que se suministraban los vecinos, pero fue bastante más tarde cuando, aprovechando la atarjea que llevaba el agua a los frailes, se estableció un chafariz o chorro público. Este chorro sufrió varios traslados a lo largo de los años, siempre dentro de la misma zona, cambios obligados por las necesidades de urbanización o de uso, pero no fue hasta que se derribó el convento para construir el Mercado y el Teatro, cuando se vino a instalar en la actual plaza.

          Actualmente, se encuentra su entorno debidamente cuidado y ajardinado, aunque se echan de menos algunos detalles que, sin gravar excesivamente las arcas municipales, podrían introducirse como mejoras de la histórica fuente. Uno de ellos sería volver a colocar la artística farola que lo remataba y que, sin que se sepa la razón, fue sustituida por una pieza basáltica que achata el conjunto. La otra mejora sería dotarla de agua corriente, que fue para lo que se construyó, lo que contribuiría a hacer más agradable el entorno.

          ¿Por qué en otras ciudades cercanas se cuidan con esmero estos detalles, que contribuyen a realzar los valores urbanísticos e históricos, y aquí se abandonan o no se les presta atención?