El orden de la inocencia

 
Por Fátima Hernández Martín  (Publicado el 16 de febrero de 2021).
 
 
 
          Se ha establecido el tercer sábado de febrero, para celebrar el Día mundial del pangolín, un evento internacional cuyo objetivo es lograr mayor concienciación sobre la importancia de estos animales y la difícil situación que atraviesan. Mamíferos del orden Pholidota, son pequeños y huidizos, y llevan décadas siendo cazados por comunidades locales en Asia y África con objeto de consumir su carne, pero sobre todo utilizar las escamas, que cubren sus cuerpos, para rituales culturales contra ciertos males. 
 
          Los pangolines, conocidos también como comedores de hormigas escamosos, tienen hábitos nocturnos, llevan a cabo una alimentación basada en hormigas y termitas, incluso con evidencia de que se especializan en determinadas especies. Los adultos son, por regla general, solitarios, pero individuos de los dos sexos pueden compartir madrigueras durante el periodo de crianza de sus pequeños. Las hembras, cuya gestación dura unos ciento sesenta días aproximadamente, paren anualmente una cría, rara vez dos (Mohapatra & Panda, 2014), a la que cuidan entre cinco y ocho meses con gran dedicación.
 
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Hembra de pangolín portando a su cría.
 
         
          Los pangolines presentan adaptaciones morfológicas en función de su dieta (Delsuc et al., 2001; Gaudin et al., 2009). Por ejemplo, la forma cónica de la cabeza, fuertes garras que pueden romper nidos de insectos, ojos pequeños y párpados espesos. También una lengua larga y pegajosa que facilita la ingesta de las presas y un estómago muscular dotado de espinas que las trituran, ya que el animal carece de dentición.  Se trata del único miembro de la clase Mammalia (Mamíferos) con cuerpo cubierto de escamas, capaz de enrollarse -en caso de amenaza- formando una bola, postura que adoptan las hembras para proteger a sus pequeños. Se trata de una posición anatómica para evitar los predadores, incluso leones, pero que, desgraciadamente, también facilita su captura y transporte por humanos. Las especies asiáticas tienen pelos entre las escamas, detalle que no comparten las africanas (Challender et al., 2015). Diferencias que resultan importantes a la hora de identificar a los pangolines detectados en el tráfico ilegal de especies (decomisados). Especies asiáticas y africanas, cuya divergencia, según los expertos (Gaubert et al., 2018), tuvo lugar en el Oligoceno-Mioceno (hace unos 23 millones de años).
 
          Para el Grupo de Especialistas en pangolines de la UICN, la amenaza más importante que afrontan estos mamíferos es la caza furtiva, fuente de un comercio internacional ilícito de animales vivos, carne y, sobre todo, en este caso, escamas que se utilizan en las medicinas tradicionales asiáticas (China y Vietnam) para tratar diferentes dolencias. Millones de pangolines mueren cada año, por este motivo, convirtiéndose en uno de los seres más amenazados a nivel mundial (Mahmood et al., 2014; Challender et al., 2015). 
 
          Se ha constatado que no soportan bien la cautividad, experimentando una mortalidad alta (superior al 70%). De hecho, los informes de los expertos indican que, en los últimos ciento cincuenta años, numerosos zoológicos y organizaciones conservacionistas han intentado mantener pangolines con escaso éxito, debido a su baja adaptabilidad, una dieta natural muy especializada como hemos comentado, el escaso conocimiento de la biología reproductiva y la debilidad de sus sistemas inmunológicos. 
 
          Las especies asiáticas incluyen, de momento, Manis pentadactyla (pangolín chino), Manis javanica (pangolín de Sunda o malayo), Manis culionensis (pangolín de Palawan, de Filipinas), Manis crassicaudata (pangolín indio o de cola gruesa), mientras que las especies africanas son: Phataginus tricuspis (pangolín africano de vientre blanco), Phataginus tetradactyla (pangolín de vientre negro), Smutsia gigantea (pangolín gigante) y Smutsia temminckii (pangolín de Temminck, de suelo). 
 
          Muy similares desde un punto de vista morfológico, difieren por el número y tamaño de las escamas, la talla de las garras delanteras y las orejas, así como la relación existente entre la cabeza y el cuerpo y la longitud de la cola, entre otros muchos caracteres taxonómicos. Las especies asiáticas están prácticamente al borde de la desaparición, después de años de caza ilegal, en particular el conocido como pangolín malayo (Manis javanica) y el pangolín chino (Manis pentadactyla). Pero la creciente demanda de los mercados asiáticos ha puesto en el punto de mira a las poblaciones africanas, las cuales han registrado un descenso estimado de un 40% en los últimos años. Más de dos millones y medio de pangolines son capturados al año en Camerún, la República Centroafricana, Guinea Ecuatorial, Gabón o la República del Congo y su piel utilizada para fines varios, como hemos señalado previamente. Según Scheffers et al. (2019), el comercio de vida silvestre es una industria multimillonaria que está llevando a ciertas especies hacia la extinción. Sudamérica, la zona central del Sudeste de África y Australia son epicentros de dicho comercio. Según Scheffers et al. (2019), unas 31.500 especies de aves, mamíferos, anfibios y reptiles, es decir, un 24% (dato corregido de la versión original de la publicación, 18%, ver Scheffers et al. (2019), erratum) se comercializan a nivel mundial. La alta demanda de productos, caso de partes del cuerpo de animales que se utilizan como fetiches (amuletos de buena suerte), afrodisíacos u ornatos (manos, escamas, dedos, uñas, cuernos…) ha afectado notablemente poblaciones de tigres, elefantes, rinocerontes, simios y ciertos anfibios. Según comentan dichos autores, Scheffers et al. (2019), en relación al tema que nos ocupa, la demanda de escamas y carne de pangolines ha llevado a una dramática disminución de las especies en solo dos décadas.
 
          De hecho, aunque todas las especies de pangolín están protegidas, tres de los cuatro pangolines asiáticos, el pangolín chino (Manis pentadactyla), el pangolín malayo (Manis javanica) y el pangolín filipino (Manis culionensis), están catalogados alarmantemente en peligro crítico, mientras que el pangolín indio (Manis crassicaudata) figura en peligro en la Lista Roja de la UICN (Red list of Threatened Species. Version 2020-3).
 
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Ejemplar de pangolín africano (Phataginus tricuspis, pangolín de vientre blanco) 
 
 
 
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Pangolín asustado, adoptando la posición defensiva
 
 
 
 
          Por otro lado, estos animales han estado en el punto de mira, en los últimos tiempos, en relación a la búsqueda del animal-puente que pudiera haber pasado el virus SARS-CoV-2 (responsable de la Covid-19) a humanos. Recordemos que estudios recientes han señalado que el virus SARS-CoV-2 probablemente se originó en los murciélagos, pero sus huéspedes intermediarios (la vía de contagio) todavía siguen siendo desconocidos (Joffrin et al., 2018; Relman, 2020). Según Liu et al. (2020) los análisis moleculares y filogenéticos han mostrado que coronavirus detectados en el pangolín (Pangolín-CoV-2020) están genéticamente relacionados con el SARS-CoV-2, y con un grupo de coronavirus de murciélagos, pero no parecen compatibles con el SARS-CoV-2. De hecho, en su estudio (Liu et al., 2020), han ensamblado el genoma completo de un coronavirus identificado en pangolines malayos enfermos y los análisis han mostrado los resultados previamente comentados. Algo que también han señalado otros artículos (Frutos et al., 2020a; Lee et al., 2020a; Banerjee et al., 2021). Por ejemplo, Frutos et al. (2020a) proponen una hipótesis para explicar cómo el SARS-Cov-2 pudo haber circulado por diferentes especies (incluyendo humanos) antes de provocar la pandemia de la COVID-19. En otro trabajo, Banerjee et al. (2021), los autores señalan que los virus aislados desde pangolines solo fueron similares en un 85.5–92.4% al SARS-CoV-2 (Lam, 2020). En dicho artículo se especifica, también, que si bien determinadas especies de pangolines africanos (Smutsia gigantea y Phataginus tricuspis) y murciélagos (pertenecientes a las familias Hipposideridae y Emballonuridae, es decir, microquirópteros) cohabitan los mismos entornos naturales, como cuevas subterráneas, que los pangolines usan de madrigueras, lo que puede facilitar el intercambio vírico, se deben hacer estudios serológicos e impedir la venta de animales vivos (tanto murciélagos como pangolines) en la zonas afectas, para evitar la posible transmisión al humano (si fuera el caso) (Lehmann et al., 2020). Por otro lado, y aunque murciélagos de la familia de los rinolófidos (murciélagos de herradura) y los pangolines también comparten dieta (por ejemplo, termitas, hormigas), lo que puede facilitar el intercambio de virus, sin embargo, la transmisión directa a través de los insectos es, según ciertos estudiosos, poco probable (fide Banerjee et al., 2021).
 
          Según Schmeller et al. (2020), las enfermedades infecciosas emergentes (llamadas EID, Emerging Infectious Diseases, siglas en inglés) se están produciendo -cada vez- con mayor frecuencia, con evidentes consecuencias en padecimientos de la fauna silvestre y las temidas zoonosis para humanos. Las EID tienen efectos potencialmente duraderos con inevitables consecuencias directas e indirectas en los ecosistemas. Pero, en lo que coinciden muchos investigadores es que la intensificación de la aparición de patógenos infecciosos tiene razones subyacentes, todas ellas impulsadas por el creciente impacto antropogénico en la naturaleza. De ahí que, esta aparición de patógenos, puede atribuirse al cambio climático, la pérdida de biodiversidad, degradación de hábitats, así como una creciente tasa de contactos entre la vida silvestre y los humanos de variada tipología.
 
          Para Borzée et al (2020), las epidemias de origen zoonótico son inevitables, a menos que revisemos nuestra relación con el mundo natural, es decir, que protejamos hábitats y regulemos de manera estricta el comercio de vida silvestre. Para prevenir futuras zoonosis, los gobiernos deben establecer estrictos controles sobre estos asuntos (Bao-Tong et al., 2020; Lee et al., 2020b). Precisamente, según Bao-Tong et al. (2020), la eliminación de pangolines en la Chinese Pharmacopoeia (edición 2020) es una valiosa contribución a la protección de la fauna de la zona, respecto a unos animales tan diezmados.
 
          Recordemos, además, que los pangolines son importantes reguladores de poblaciones de insectos, desempeñando una esencial función en el ecosistema (Challender & Hywood, 2012; Challender et al., 2015). De hecho, un adulto puede consumir unos 70 millones de insectos anualmente y, además, sus madrigueras abandonadas sirven de habitáculo/refugio para otras especies de animales que las necesitan. 
 
          Para finalizar, a la espera de resultados de más investigaciones sobre virus detectados en fauna silvestre y/o la transmisión de la COVID-19, desde murciélagos u otros animales que pudieran estar implicados, a los humanos (Han, 2020; Banerjee et al., 2021), de acuerdo con Bang & Khadakar (2020) hay que ser muy cautelosos con el tratamiento y divulgación de asuntos relacionados con las llamadas zoonosis, porque una percepción negativa de que la fauna salvaje es responsable de las enfermedades que aquejan a los humanos, puede resultar muy dañina para ciertos grupos (por ejemplo, pangolines o murciélagos), en especial para los que se hallen en peligro crítico o muy amenazados (Frutos et al., 2020a y b). Y sobre todo porque no debemos olvidar las funciones que llevan a cabo las especies (todas), en su medio natural, para mantener el equilibrio del planeta en que vivimos, suministrando muchos de los bienes/servicios que son imprescindibles para los humanos, algo que se suele, con bastante frecuencia, ignorar...
 
 
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Bibliografía consultada
 
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