George Grahan Toler, autor de las primeras tarjetas postales de Tenerife

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en El Día el 22 de septiembre de 2019).
 
Toler Custom
 
George Grahan Toler
 
 
          George Grahan Toler, nacido en Londres en 1850, hijo único de una noble familia inglesa, llegó a Tenerife a la edad de 39 años para restablecerse de la tuberculosis, enfermedad pulmonar que padecían muchos de los ingleses que nos visitaban. Lo hizo influenciado por la lectura de las Guías para Forasteros escritas por Olivia Stone y Alfred Samler Brown, que mencionaban los lugares apropiados para curarse.
 
          El estado natural en el que vivió, lograría que pronto recobrara la salud, primero en Madre del Agua (Granadilla), donde canalizó el agua hasta su tienda de campaña, utilizándola para su consumo, y luego en Altavista, a 3.270 metros de altitud, para lo que el 26 de junio de 1890 solicitó autorización para construir una casa-descanso y cuadra para caballerías.
 
           Refugio de Altavista que, consciente de la necesidad de que hubiese un lugar donde pudieran pernoctar los excursionistas que accedían al Teide,  donó al Ayuntamiento de La Orotava, el 30 de mayo de 1926. 
 
Refugio de Altavista Custom
 
Refugio de Altavista
 
         
          Una vez recuperado de su salud, pasaría a residir al Hotel Hespérides (antiguo colegio de los Jesuitas de la calle Cólogan), en La Orotava, donde conoció a la joven aristócrata María del Carmen Monteverde y Lugo, cuya residencia familiar estaba próxima a su Hotel. 
 
          El enlace matrimonial de un protestante de 42 años, con una dama católica de 17 años, tuvo una repercusión social inusitada, pues la sociedad estaba marcada por la intolerancia religiosa; por ello, tuvo que rehusar a su confesión, abandonar la masonería, y bautizarse en la Iglesia Matriz de la Concepción el 25 de enero de 1892.
 
          Grahan Toler dedicaría su vida a captar con su cámara fotográfica la naturaleza y el paisaje insular con toda fidelidad, aún desconocido turísticamente, llegando a realizar 94 positivos en papel y 36 negativos en placas de cristal; los cuales enviaba a Londres para que su agente Chas D.Doar los positivase e hiciese las primeras tarjetas postales con vistas de Tenerife. Su cámara también inmortalizó la llegada de Alfonso XIII al muelle de Santa Cruz.
 
          Sus trabajos fotográficos serían expuestos en la muestra anual celebrada en la  Academia de Bellas Artes en 1894, obteniendo un señalado éxito y hoy su legado fotográfico se encuentra depositado en el TEA (Tenerife Espacio de las Artes). 
 
          Viviría en La Orotava hasta su muerte en 1929, 40 años dedicados a una activa labor como naturalista y a una intensa labor filantrópica. Sus restos descansan en el cementerio de La Villa, junto a los de su mujer. 
 
          De sus cartas a su familia, hemos entresacado:
 
               “Los viajeros que llegan al puerto de Santa Cruz debían permanecer en el barco hasta ser interrogados por el oficial de salud, quién, con un asistente y un intérprete, subían a bordo para  hacerles algunas preguntas y rellenar la patente de sanidad, sin la cual los viajeros no obtenían la autorización para desembarcar. Normalmente el certificado médico se trae de Inglaterra.
 
               Para facilitar el papeleo, los agentes de los hoteles ingleses se acercaban a bordo y hacían de intérpretes con las autoridades sanitarias, recogían sus equipajes, luego trasladaban a sus clientes hasta el desembarcadero, y desde allí los llevaban al hotel.
Muelle Embarcadero Custom
 
Muelle embarcadero
 
 
               Sin embargo, los viajeros que bajan a tierra por su cuenta, tenían que coger uno de los botes que se habían acercado al vapor, y pagar una peseta por transportarlo hasta el desembarcadero. Si el grupo es de 5 personas sólo pagan 75 céntimos cada uno. Los niños menores de 12 años pagan la mitad. Si el desembarco se realizaba por la noche, el traslado cuesta 1,25 ptas. Por el acarreo de cada baúl o maleta cobran 50 céntimos (media peseta).
 
               Cuando llegamos al desembarcadero nos encontramos con una multitud de chiquillos que se ofrecían para recoger las maletas y llevarlas a los hoteles. Aquí, la ausencia del control de aduanas, resulta un inmenso alivio.
La mayoría de los viajeros nos quedamos a dormir una noche en Santa Cruz, con el deseo de trasladarnos lo antes posible al Valle de La Orotava; los enfermos para gozar cuanto antes del benéfico clima, y los sanos para subir al Pico del Teide, si bien algunos se contentaban con verlo desde el Valle.
 
               Santa Cruz de Tenerife cuenta con tres inmuebles para hospedarse: el Hotel Inglés, en la calle Comenge nº 11; la Fonda Francesa, en la plaza de La Constitución, la preferida por su buena comida y su menor precio; y la Fonda Española, en la plaza de la Constitución; la cual, desde 1883, como consecuencia del la instalación del cable telegráfico Tenerife-Cádiz, pasó a denominarse Hotel Telégrafo. 
 
               El largo viaje hasta el Valle de La Orotava, que antiguamente se hacía  alquilando mulas o caballos, desde el 4 de enero de 1854 se hace en Ómnibus, coches de diligencia tirados por cuatro mulas o caballos que partían dos veces al día para La Orotava. La gente de aquí les llama Coche de hora, y tienen su estación principal en la trasera de la plaza de las verduras o recova vieja, junto al Teatro Guimerá. 
 
               Sus propietarios son los hermanos Hardison, y para su servicio han traído de Marsella un cochero galo, tres criados menores, y dos coches de 12 asientos.
 
               El viaje es pintoresco y no exento de riesgo. Se tarda unas seis horas en llegar a La Orotava, pues va parando en los distintos apostaderos para que los viajeros y el cochero repongan fuerzas, mientras los criados realizan las mudanzas de tiro.
 
               La primera parada obligatoria se hace en La Cuesta. En la segunda, en el Fielato de La Laguna, los viajeros tienen la oportunidad de visitar la ciudad. La tercera parada tenía lugar en Tacoronte, donde se puede hace una pequeña caminata. La cuarta y última parada es en la Fonda de Doña María, en La Matanza, donde hay buen vino y mejor comida. 
 
               Los que por razones de escala de sus vapores estaban un solo día, regresaban desde aquí, con la satisfacción de haber visto el Teide en toda su extensión.
 
               El interior del Coche de Hora estaba reservado a las señoras, mientras que los hombres suelen viajar en la tabla del pescante -asiento delantero junto al cochero- apoyando los pies en la vara guardia -férreo listón en el que se sujetaban los tirantes de las bestias-. En casos extremos, el techo del coche, además de porta bultos, también servía de acomodo para el regazo de los viajeros.
 
               El Ómnibus no era el medio de transporte preferido por los viajeros extranjeros, puesto que al ser un servicio público era mucho más incomodo y no llegaba directamente a La Orotava, sino hasta su estación en el Ramal, desde donde tenías que esperar a que pasara la diligencia Puerto Orotava-Villa; por ello, para los viajeros más exigentes y acaudalados, la empresa Camacho ha puesto en servicio unos carruajes más pequeños, para cuatro personas”. 
 
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