2019: 500 y 50 años de dos grandes pasos para la humanidad

 
Por Miguel Ángel Noriega Agüero  (Publicado en El Día / La Prensa el 14 de septiembre de 2019).
 
 
          Este año 2019 que estamos atravesando trae consigo dos efemérides muy esperadas, como lo son todas aquellas cuya cifra de conmemoración acaban en cero, si bien estas son extraordinariamente señaladas. 450 años las separan en el tiempo y cada una de ellas marcó el devenir tecnológico, comercial, científico y político que las sucedió. Dos imperios las protagonizaron y otras dos superpotencias ejercieron el papel de un siempre necesario rival, ya que tuvieron ambas mucho que ver en que se consiguieran con éxito y queden marcadas como lo que son, un magnífico par de acontecimientos históricos dignos de ser recordados y honrados. Estamos hablando, como ustedes suponen, del inicio de la primera circunnavegación a la tierra, durante el primer tercio del siglo XVI (finalizada en 1522), y la llegada del ser humano a la Luna, cuatro siglos y medio más tarde. 
 
          Son muchos los artículos, noticias, reportajes, exposiciones e incluso documentales, series y películas que este año podemos disfrutar sobre ambos eventos, así que, querido leedor, estimada lectora, no quisiera ocupar su tiempo en otro relato más de datos y tecnicidades que describan exhaustivamente aquellos sucesos. Dejo a los expertos de cada hecho histórico a que le pongan al corriente de aquello más interesante, según su deseo de conocimiento sobre cada uno de ellos. Sí quisiera remarcar con estas líneas las similitudes y diferencias que separan ambos episodios, si bien resulta extraño analizarlos de esta manera al suceder en épocas tan desiguales. Ruego pues, me permitan este juego de comparación. 
 
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Instantánea de uno de los astronautas del Apolo 11 durante su recorrido a pie por la Luna
 
         
          Ambos viajes no fueron el germen de algo nuevo. Varios años antes, décadas incluso, otras expediciones las precedieron. Los viajes de Colón, Rodrigo de Bastidas, Alonso de Ojeda, Núñez de Balboa y otros muchos fueron la antesala de lo que más tarde harían Fernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano. España comenzaba en ese final del XV y comienzos del XVI una época dorada surcando los mares del planeta, quizás poco conocida y admirada, pero que sin duda sentó las bases durante los siglos siguientes de nuestra Armada y las del resto de naciones, tanto tecnológica como militarmente. Al Apolo 11 le precedieron otros diez hermanos, multitud de pruebas e investigaciones que arrancaron en los años 40, ya finalizada la Segunda Guerra Mundial, con el lanzamiento de aviones cohete y posteriormente de satélites.
 
          España y Estados Unidos de América protagonizan los dos hechos que marcan este artículo. Ambas naciones, permítanme utilice este término acuñado en el XIX referido a un territorio bajo la figura del Rey Carlos I, tenían enfrente sendos estados rivales de similar poder y recursos tecnológicos y humanos. Portugal, tierra de extraordinarios navegantes y científicos en la Edad Moderna, y la URSS, gigante unión de repúblicas comunistas que coprotagonizó la Guerra Fría. Así, paralelamente a las españolas, grandes gestas sacan a la luz la extraordinaria valía de los portugueses, por ejemplo, con los viajes de Pedro Álvares Cabral, descubridor del Brasil; Bartolomé Díaz, primer explorador europeo en doblar el extremo sur de África; y por supuesto, Vasco de Gama, navegante al mando de la primera expedición que llegó a la India surcando el Atlántico primero y más tarde el Índico. El Programa Espacial de la URSS arranca con las enseñanzas de Konstantín Tsiolkovski a principios de siglo XX y ya en los años 30 con los lanzamientos de los primeros cohetes. Le seguirán en el tiempo, el primer satélite Sputnik 1, en 1957, al que sucedería el número 2 con la perrita Laika, las misiones Luna 1 y Luna 2, con las primeras sondas que impactan con nuestro satélite y muestran su cara oculta, y, ya en los años 60, las misiones orbitales de Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova. Vemos que a España y a los EEUU les pisaban los talones, no estaban solos en sus carreras oceánicas/espaciales. Dos duros competidores tenían enfrente, lo cual hace más valiosas, si cabe, sus hazañas. 
 
          La NASA de comienzos del XV era sin duda la Casa de Contratación sevillana. El Cabo Cañaveral de Florida, por cierto, descubierto en 1513 por el vallisoletano Juan Ponce de León, podríamos trasladarlo siglos atrás a Sevilla y otros puertos españoles en el Golfo de Cádiz: Palos de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, etc. La llegada de la imprenta a mediados del XV y el desarrollo de la informática durante el XX marcan el contexto histórico de cada época. Las carabelas y las naos fueron los cohetes de los siglos XV y XVI. La cartografía marina y terrestre, la construcción naval y los conocimientos astronómicos y marinos de la Edad Moderna sirvieron de base a la navegación como durante el pasado siglo lo serían para la carrera espacial la ingeniería aeroespacial y la comunicación electrónica. 
 
          La expedición de Magallanes/Elcano es conocida en grandísima medida gracias al relato de uno de sus tripulantes, Antonio Pigafetta. Este italiano escribió a bordo “Relación del primer viaje alrededor del mundo”, que García Márquez describió en su discurso de aceptación del Premio Nobel como un libro “breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy”. El transporte de cámaras fotográficas y de vídeo, emitiendo la señal en directo desde la luna por las televisiones de todo el mundo, sirvió de informe en vivo de lo que acontecía aquel verano de 1969 en nuestro satélite. 
 
          Ni el más osado de los marinos de hoy en día atravesaría océanos a bordo de aquellas naves del XVI, auténticas cáscaras de nuez en mitad de la mar, de casi una treintena de metros de eslora, repletas de cerdos, vacas y gallinas y ocupadas por decenas de tripulantes con los que compartir sueños, riñas, ratas, vino … y letrinas. Ni el más loco astronauta montaría en la actualidad en el Apolo 11, con un ordenador de vuelo de menor potencia que un teléfono móvil actual (con 36 KB de memoria ROM y una RAM de 4KB), y donde sus tripulantes iban encajados literalmente sin apenas opción a movimientos. Por ejemplo, para hacer de vientre debían de quitarse los trajes una hora antes. 
 
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Nao Victoria
 
 
          Por todos es sabida de la existencia de ritos y costumbres de las gentes de la mar, antes, durante y después de navegar. Imaginémonos lo que sería en aquel lejano comienzo del siglo XVI, con océanos plagados de corsarios, tormentas difícilmente predichas con antelación y monstruos y seres marinos que supuestamente habitaban los mares. Durante la carrera espacial las supersticiones y ritos abundaban y existen aún: a los directores de lanzamiento, pruebas e ingenieros primerizos se les cortan las corbatas; los astronautas de la NASA desayunan el día de un lanzamiento (filete con huevos revueltos) lo mismo que tomó Alan Shepard, primer americano en el espacio, antes de salir al espacio exterior; las aeronaves rusas portan un colgante a modo de amuleto y elegido por la tripulación, que se cuelga en el interior hasta que deja de haber gravedad. En fin, protocolos y costumbres curiosas, antes y ahora. 
 
          Los tres estadounidenses entraron en nuestra atmósfera a 43.000 kilómetros a la hora, cayendo en el Pacífico, océano al que dio nombre Magallanes, acompañados de unas 50 rocas lunares que sumaban algo más de 20 kilogramos. Elcano y diecisiete de sus compañeros arribaron a Sevilla en estado famélico, cargados con entre 20 y 30 toneladas de clavo y varias aves del paraíso, quizás las primeras en llegar a Europa. Ambas expediciones partieron con un difícil objetivo a consumar. Eso sí, unos, los miembros de la NASA, sabían lo que querían conseguir y así fue, el ser humano llegó y pisó la Luna. El objetivo de los europeos era ir a las islas Molucas o de la Especiería navegando hacia el oeste y así hicieron. Pero, además, una vez allí, y aquí está el grandioso mérito de esta expedición, siguieron sin cesar rumbo a occidente, cruzando el Índico y regresando a España circunvalando el globo.
 
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El regreso de Juan Sebastián de Elcano a Sevilla (8 de septiembre de 1522), después de la primera circunnavegación del Mundo
(Óleo sobre lienzo (254 x 239 cm) pintado en 1919 por Elías Salaverría Inchaurrandieta (1883-1952))
 
         
          Y, como siempre, todo hecho trae consigo unas consecuencias. Con la vuelta de la Nao Victoria, Carlos I agrandaba su imperio, España estableció nuevas rutas comerciales con las Indias y, sobre todo, con Filipinas y el resto del Pacífico, que pasaría a llamarse popularmente "Lago Español". La navegación global por los océanos del planeta no había nada más que comenzado. El regreso de los tripulantes del Apolo 11 supuso la consolidación de una segunda mitad del siglo XX marcada por el despegue tecnológico, la mejora de las comunicaciones y el desarrollo científico. La carrera espacial no se detuvo aquí, ni mucho menos.
 
          Y, como consecuencias toponímicas, Armstrong, Collins y Aldrin dieron nombre a tres cráteres lunares de impacto, satélite en donde precisamente Magallanes cuenta igualmente con otro cráter, además de uno en el planeta Marte. Si bien, lo más conocido del marino es sin duda el Estrecho de Magallanes, en honor a su descubridor. Además, Pigaffetta y Elcano dan nombre desde hace unos años a sendas cadenas montañosas plutonianas, sin olvidarnos, por supuesto, del Buque Escuela de la Armada Española Juan Sebastián de Elcano, que lleva casi un siglo surcando los océanos del planeta, siendo uno de los símbolos representativos de nuestro país fuera de España.
 
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Armstrong, Aldrin y Collins
 
         
          Las tripulaciones de ambos viajes demostraron y comprobaron, cada una a su manera, la esfericidad de la Tierra y volvieron a demostrar que el ser humano ama la aventura, la necesita para su desarrollo y, generación tras generación, se empecina en romper barreras geográficas. 
 
          Walter Cronkite, presentador de la cobertura de la misión Apolo 11 de la cadena estadounidense CBS, llegó a decir pocos días antes de fallecer, en vísperas del 40º aniversario de aquel acontecimiento, que “de todos los logros de la humanidad en el siglo XX y también de todos nuestros gigantescos fallos, es el acontecimiento que dominará los libros de Historia dentro de 500 años”. Eso mismo se podría haber dicho en 1522 tras la Vuelta al Mundo de Magallanes y Elcano. Cuatro siglos y medio hubo que esperar para que el ser humano protagonizara una gesta igual o más colosal que aquella. ¿Qué nos traerán las décadas y siglos siguientes? Seguro que nuevas hazañas. Nuevas gestas que sigan rompiendo fronteras, dentro de nuestro planeta como fuera de él.
 
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