El Museo en el Valle de Guerra, uno de los "secretos mejor guardados" de Tenerife

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en inglés en el número 597 de Tenerife News el 23 de marzo de 2018). Traducción de Emilio Abad.
 
 
Val de G Custom
 
 
 
          Una de los mejores maneras de atraer la atención cuando se publica algo es calificarlo como un “secreto bien guardado”. Es una triquiñuela, ya lo sé, pero parece que funciona; y, desde luego, el museo de Valle de Guerra “oculta su luz bajo una capazo”.
 
          Al menos para mí, que soy un inglés normal, su nombre se presta a confusión. Su dirección completa es “Museo de Historia y Antropología de Tenerife, Casa de Carta, Valle de Guerra, La Laguna”. La traducción al inglés de Casa de Carta -“House of the Charter”- parece indicar que podría tratarse de un depósito de documentos, pero no es así: “de Carta” es el nombre de una familia. Y luego tenemos la denominación de la zona en que se ubica, Valle Guerra, (en inglés “Valley of War). La única guerra de la isla fue la que tuvo lugar entre los nativos guanches y los conquistadores españoles, y los combates se desarrollaron en otros lugares, pero no aquí. De hecho “de la Guerra” fue el nombre de otra familia, la primera que fue propietaria del valle, uno de cuyos descendientes sería el capitán Matías Rodríguez de Carta, quien adquirió la casa en 1726.
 
          La denominación de “Museo de Historia y Antropología” no es que produzca estremecimientos de expectación y entusiasmo para la mayoría de la gente. Aunque suena muy bien y es técnicamente correcto llamarle Museo de Antropología, el sentido que le damos en Inglaterra a la palabra “antropología” se refiere al “estudio de la evolución física y social del hombre”, pero en este museo todo se relaciona con la forma tradicional de vida en los campos canarios.
 
          De todas maneras, el museo es una delicia y acaba de celebrar el 31 aniversario de su apertura. El edificio en sí es un hermoso ejemplo de la arquitectura tradicional que ha sobrevivido, por los pelos, hasta los tiempos actuales, cuando tantos otros han sido modificados, demolidos o abandonados hasta su ruina. Su preservación intacta y sin modificaciones pudiera deberse a un muy reciente período en que una familia inglesa lo poseyó (¿y descuidó?).
 
          La bella madera de teca de las puertas, pisos y vigas aún exuda olorosas gotas de resina cientos de años después de que cayese el árbol. La exposición incluye el cultivo y procesamiento del tabaco, la fabricación de cestería, cerámicas, instrumentos musicales tradicionales y herramientas agrícolas, mientras que en el exterior hay una prensa de vino, un molino de gofio y un horno de pan. También en el exterior se exponen un misterioso indicador del nivel del agua (que observé con detenimiento durante un buen rato sin que aún pueda discernir como funciona), un pequeño ejemplo de un viñedo y una huerta con legumbres tradicionales, muchas de las cuales nos pueden parecer exóticas a los ingleses. Volviendo al interior nos encontramos con una maravillosa cocina al estilo antiguo con más hornos de pan y  viejos utensilios para cocinar que, en verdad, supone un retorno al pasado.
 
          Una pequeña digresión.  Llegar allí en autobús supone una verdadera experiencia. Tome las líneas 051 ó 057 desde La Laguna, que hacen el recorrido Tacoronte – Tejina en sentidos opuestos y asegúrese donde debe apearse. Viajar a cualquier parte en guagua hace posible contemplar el paisaje desde mayor altura, sin distracciones ni tener que preocuparse de qué desvío hay que tomar o lo que hacen los demás conductores, además de que es barato adquiriendo un “Bono”. Se puede confiar en la frecuencia del servicio, aunque no en el tiempo real de llegada o salida. Por ejemplo, si está esperando un autobús que hace el servicio cada media hora, cuando llegue a la parada usted puede dudar sobre si lo ha hecho quince minutos antes o después de la hora prevista, pero lo importante es que aparece. Con el 051 y el 057 podrá ver Tacoronte y Tejina, y no se alarme cuando el autobús parezca dirigirse hacia Punta Hidalgo; lo hace tan solo para gastar una broma a los viajeros.
 
          Volviendo al museo, los guías hablan inglés, lo que para mí es un alivio dado mi poco dominio del español, y son muy amables. La mayor exposición está dedicada a trajes tradicionales de las siete islas que componen las Canarias, con dibujos de un artista inglés, Alfred Diston, uno de los primeros ex - compatriotas ingleses residentes en Tenerife; llegó en 1810, cuando contaba diecisiete años de edad, y vivió aquí la mayor parte de su vida hasta su fallecimiento en el Puerto de la Cruz en 1861. Pintó y publicó su “Costumes of the Canary Islands” durante la década de los 20 de aquel siglo, un buen trabajo en cuyas ilustraciones se han basado en gran medida las recreadas vestimentas que se exponen. Y también está mi preferido, un sombreado jardín por el que deambulé durante hora y media o dos horas.
 
          La única desventaja del museo es que la cafetería más cercana se puede localizar tan solo con prismáticos (estoy exagerando, pero no crean que demasiado), de modo que ya les he avisado. Ahora, adelante y emprendan la aventura de esta visita de mediodía al Museo de Historia y Antropología (que quizás se convertiría en una atracción más popular si cambiase su nombre).
 
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