Manuel Martel Carrión, el redescubridor del "Tigre"

 
Por Juan Carlos Monteverde (Monty)  (Publicado en  El Día el 23 de julio de 2010). 
 
 
 
          Próximos ya al aniversario de la Gesta del 25 de julio de 1797, conviene hacer memoria y recordar la figura poco conocida del general Manuel Martel Carrión, al que algunos cronistas le otorgan indebidamente el cargo de cónsul de la república de Venezuela en Canarias en la última década del siglo XIX.
 
          La verdadera ocupación era la de agente comisionado por el Gobierno venezolano para investigar las incidencias ocurridas a los emigrantes durante su travesía al país caribeño, así como la comprobación de los listados y documentación necesaria de éstos. De este modo, el comisionado tuvo que enfrentarse a algunos armadores de los barcos que salían de las Islas, pues se dieron casos en que, además de los malos tratos otorgados a los pasajeros, se les racionó el agua y la comida, llegando en algunas ocasiones a comerse hasta las papas crudas, sin esperar a que fueran hervidas. Uno de los casos más sonados fue el del bergantín Matanzas, en el que ocurrieron casos deleznables parecidos.
 
          Curiosamente, el comisionado Martel Carrión no residía en Santa Cruz de Tenerife, de donde partía el mayor contingente de emigrantes, sino que residía temporalmente en Las Palmas, suponemos que en compañía de sus familiares canarios, pues tal era su ascendencia. De este modo, acudía con frecuencia a Tenerife para despachar los diversos asuntos a su cargo con las autoridades civiles y militares residenciadas en Santa Cruz, capital, entonces, de la provincia única de Canarias.
 
          Teniendo, pues, conocimiento de antemano, como hombre ilustrado, solicitó de la autoridad militar permiso para fotografiar el cañón El Tigre, al que se le atribuía, y se le atribuye, el disparo que mancó al célebre Horacio Nelson. Pero cuál no sería su sorpresa al hallarlo casi olvidado, junto a otros del mismo calibre, sobre el terreno anexo al bastión de San Pedro.
 
          Sorprendido del hallazgo accidental, después de haberlo reconocido detenidamente, optó por advertir a las autoridades de que ejercieran ante el ejército las oportunas reclamaciones para que esta arma pasara a ser posesión de la corporación, en nombre de todos los ciudadanos. Hecho que finalmente ocurrió, tras las gestiones que decidió ésta en el pleno del 8 de febrero de 1894, rogando al capitán general, Francisco Girón y Aragón, marqués de Ahumada, que intercediera ante la Reina María Cristina, para que concediera la pretendida aspiración, lo que luego se produjo el 21 de abril siguiente.
 
          Este redescubrimiento del mayor símbolo histórico de nuestra ciudad evitó que El Tigre se perdiera definitivamente para siempre, ya que la vecina Las Palmas lo quería para sí, junto con otros más, para crear la tan ansiada batería de salvas de ordenanza; pues carecían de armamento suficiente para cumplimentar este protocolo con las embarcaciones oficiales extranjeras, y en los días señalados del calendario por onomásticas reales u honores a su patrona. De todos aquellos cañones que en 1892 salieron de Tenerife para componer dicha batería, hoy no queda absolutamente ninguno. De modo que es fácil deducir dónde hubiera ido a parar nuestro afamada e histórica arma.
 
          Es por ello que en la actualidad permanece (no sabemos hasta cuándo) enclaustrada a cal y canto en los cimientos del desaparecido castillo de San Cristóbal, después del aluvión de febrero de este año. La fecha prevista para su devolución al museo de Almeyda, sede temática de la Gesta y otras exposiciones, se está dilatando más de lo razonable. De modo que es menester que se agilice su traslado, dado que es el lugar más seguro y ajeno a cualquier incidencia natural o malintencionada, que de todo hay en este pueblo poco proclive a la cultura y al respeto por nuestro pasado histórico.
 
          Lo lamentable de todo es que, actualmente, la Corporación capitalina, depositaria del cañón, se encoja de hombros ante la lógica demanda de restitución a su lugar más adecuado. Una decisión que tomó en su día el alcalde Manuel Hermoso, cediéndolo al Museo Militar, a instancias del coronel Juan Arencibia, su primer responsable. Sin embargo, hoy no se sabe si esta cesión temporal, ya concluida, se prolongará indefinidamente por decisión, respetada pero no compartida por el que esto escribe, del responsable del Organismo Autónomo de Museos del Cabildo, Francisco García-Talavera.
 
          Concluyo recordando a las autoridades civiles y militares que el hecho de que aún hoy en día conservemos El Tigre se debió a la investigación de Manuel Martel Carrión. Merece, por tanto, un gesto de reconocimiento oficial, coincidiendo con los actos del bicentenario de la independencia de Venezuela.
 
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