Las casitas de La Laguna

 
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés en el número 154 de Tenerife News el 12 de febrero de 2016. Traducción de Emilio Abad).
 
 
           Quizás este artículo pueda satisfacer la curiosidad  de algún inglés, bien sea un inquieto turista o un ex compatriota residente aquí, o haga que los tinerfeños miren  esas pequeñas casas de una sola plata, las casas terreras, desde una perspectiva diferente.
 
         El 4 de diciembre de 1999, el centro urbano de La Laguna, la antigua capital de la isla, fue declarado Patrimonio de la Humanidad como reconocimiento al innovador trazado de sus calles en el siglo XV y ensalzando la arquitectura de sus edificios civiles y sus grandes mansiones. Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto, como ocurre en todo el mundo, es que los palacios, los castillos, las majestuosas casas y mansiones se construyeron por personas que poseían grandes riquezas, ganadas en gran parte gracias a los esfuerzos de gentes más pobres que vivían en pequeñas, insignificantes y, a menudo, frágiles casas que pasan desapercibidas. 
 
         En La Laguna, en los siglos XVI, XVII y XVIII, la época en que se construyó la mayoría de los edificios importantes, el núcleo principal de la población vivía en pequeñas casitas de una sola plata, las “casas terreras”. Por desgracia, y en consonancia con lo que ocurre con la mayor parte de las viviendas de cualquier otro lugar, las modestas casas de la ciudad vieja cambiaron de mano y muchas se abandonaron y demolieron para dejar espacio para levantar edificios más grandes, o a veces su diseño original se modificó sustancialmente. Por fortuna, aunque no parece que estas casas se consideren como parte integral del Patrimonio de la Humanidad, muchas de ellas está a salvo dentro de los límites de la zona protegida. Sin embargo, “al otro lado de la calle” de este santuario, la situación es distinta, y recientemente se ha demolido una casa terrera.
 
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Ahora la ves…
 
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Y ahora no la ves
 
          Desde el punto de vista británico, estas casas son desconocidas y misteriosas. Si se contempla una de ellas desde la calle (que es lo máximo que se puede hacer, porque no tiene accesos traseros ni laterales, ni un patio visible), todo lo que se verá es una puerta frontal y una o dos ventanas; o algunas veces aparecen dos puertas frontales, e incluso tres, lo que lleva a pensar confundidos en ¿cómo “funciona” esta casa? Buscando comparaciones, las viviendas de los obreros británicos en épocas pretéritas consistían en hileras de casas de dos pisos levantadas en una elevación del terreno, dos arriba, dos abajo y una en la parte de atrás, con un patio trasero. Si entonces imaginamos quitar el piso superior de una de esas casas y colocarlo en el patio trasero, obtenemos el equivalente a una vivienda de un obrero tinerfeño.
 
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Plano de una típica casa de una sola planta con azotea, con una puerta central y una ventana a cada lado.
 
          Naturalmente, la principal diferencia parte del principio de que en Inglaterra necesitamos permitir que la luz entre en la casa, exactamente lo contrario de lo que ocurre aquí, donde la gente lo que quiere es sombra, porque tienen toda la luz y el calor del sol que deseen en el exterior. Las habitaciones frontales, que son las mejores, las que una vez llamamos nosotros “salas de recibir los domingos”, están situadas cerca de la calle por cuestiones de relaciones sociales, pero, por el contrario, aparte de uno o dos patios interiores muy pequeños, la mayoría de los demás cuartos no tiene luz directa ni vista al exterior, de hecho, tan sólo una “vista interior” al diminuto patio; y a veces incluso aprovechando la luz que llega del pasillo que conduce al patio, algo muy extraño para las costumbres inglesas.
 
          Sin la abundante riqueza (¿se podría emplear el término “excesiva”?) que hace siglos poseía una pequeña parte de la población no hubiésemos tenido Cultura (con C mayúscula), no existirían magníficas estatuas ni hermosos cuadros, ni ópera, ni música clásica, ni bella arquitectura, ni impresionantes edificios, ni los centros de las grandes ciudades, ni parques municipales, ni jardines paisajísticos al estilo de Capability Brown*, etc. Y sin que ello parezca la lamentación de un socialista / marxista / comunista, considero que es importante que las casitas de todos los lugares del mundo, incluyendo las de La Laguna, -las viviendas de las gentes humildes que en realidad fueron las que produjeron la riqueza- se reconocieran, se trataran, se consideraran y se mantuvieran con igual cuidado que las grandes mansiones. (Por cierto, si alguien quiere conocer mis ideas políticas, le diré que estoy en el ala comunista del partido fascista… ¿o en el ala fascista del partido comunita? No puedo recordar en cual de ellas).
 
          Pero puedo revelar que está en marcha un proyecto voluntario que persigue el objetivo de que se preste atención a las casas terreras de La Laguna. Un estudio a pequeña escala con tres casas se realizó la primavera del pasado año como patrón para un proyecto más ambicioso. En su realización, un día de julio dos voluntarios recorrieron unos doce kilómetros por las calles de la parte antigua de la ciudad localizando hasta 151 casas terreras que sobreviven en distintos estados de modificación y conservación. Afortunadamente, muy pocas se incluyen en la categoría de “ruinosas”.
 
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¿Qué reserva el futuro para esta casita? ¿Demolición o renovación?
 
          La finalidad del proyecto  es la de confeccionar un registro, lo más completo posible, de las casas terreras existentes dentro del perímetro de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad. El trabajo incluirá la búsqueda de toda la documentación relativa a las casas, desde la época de su construcción hasta nuestros días. Será un reto importante el de descubrir si es posible encontrar los orígenes y la influencia de los diseños, si eran de hecho un conjunto estandarizado y cuales fueron los factores económicos o estéticos que determinaron las respectivas selecciones. El informe final contendrá una visión general de la vivienda tradicional, de las casitas de la ciudad antigua, ilustrado por un archivo fotográfico (con estudio pormenorizado de varios casos particulares), una descripción de estilos arquitectónicos, tipos de casas, planos de fachadas y de las plantas de las casas típicas y, cuando sea posible, detalles de la construcción, materiales y medios empleados, todo lo cual se reunirá en un libro o manual. Únicamente como muestra, como ejemplo de detalles estéticos, eche una ojeada al trabajo de carpintería en puertas y postigos de ventanas. Normalmente están bellamente diseñados, y generalmente pasan desapercibidos.
 
          Se espera que el informe se una como apéndice a la documentación de la UNESCO, y a partir de él las autoridades municipales puedan seleccionar casitas que se incluyan en las rutas turísticas y en las guías para viajeros. Y, finalmente, se espera también que el resultado se dé a conocer al público en una exposición de fin de proyecto. Pero, por favor, como turista, como ex - compatriota, como “devorador de curiosidades” o como tinerfeño, no pase indiferente junto a las casas terreras, no las considere sin mérito; haga una pausa y dedíqueles una mirada más atenta, pues ellas se encuentran entre los tesoros de la Isla. 
 
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* Lancelot Brown, más conocido por Capability Brown (1716-1783) es considerado el padre de la jardinería paisajística inglesa. (N. del T.)