La Expedición Malaspina y su paso por Tenerife

 
Por Miguel Ángel Noriega Agüero  (Publicado en asotavento.com el 1 de septiembre de 2015).
 
 
          Apenas un par de semanas después de que en la villa de Paris se hubiera producido la toma de la Bastilla, sin lugar a dudas uno de los hechos históricos más destacados de la historia Europea (y mundial), dos corbetas españolas, la Descubierta y la Atrevida, partían de Cádiz rumbo a tierras y mares lejanos. Comenzaba el 30 de julio de ese señalado año de 1789 el “Viaje científico y recreativo alrededor del mundo”, así conocido en ese momento; es decir, la “Expedición vuelta al mundo”, llamada de esta manera durante los cinco años que duró la travesía. Estamos hablando de la “Expedición ultramarina iniciada el 30 de julio de 1789” como se la denominó a su regreso y presentación a la corte y que seis años más tarde sería conocida como el “Viaje político-científico alrededor del mundo por las corbetas gemelas Descubierta y Atrevida, al mando de los Capitanes de navío don Alejandro Malaspina y don José de Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794″ tras la publicación de la obra del teniente de navío Pedro Novo y Colson, en 1885. Como ustedes ya imaginarán, se trata de la “Expedición Malaspina”.
 
          Durante el reinado de Carlos III las expediciones científicas españolas en América, Asía, Oceanía y los océanos Atlántico y Pacífico comienzan a plantar a cara a las realizadas por franceses e ingleses por esos lugares del globo. Así, 270 años más tarde de aquel glorioso y heroico viaje de Magallanes y Elcano, se encomendaba a los marinos Malaspina, italiano, nacido en la localidad toscana de Mulazzo, y al cántabro Bustamante y Guerra, para más señas pasiego, de Ontaneda, la circunvalación del planeta en una expedición multidisciplinar. Entre los cometidos: realizar un reconocimiento de las posesiones españolas en América y Asia, efectuar observaciones astronómicas que sean de utilidad para la elaborar nuevas cartas de navegación, mejorar el conocimiento botánico, geológico y zoológico de esos territorios, comprobar la existencia de un posible paso del océano Atlántico al Pacífico al norte de Canadá y cartografiar el Estrecho de Juan de Fuca.
 
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Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra
 
          Malaspina y Bustamante, en la primavera de 1789, reciben la aprobación por parte del rey Carlos III del proyecto expedicionario que habían presentado a la corte meses antes (el rey moriría apenas unos días más tarde de que zarparan las dos corbetas de la expedición). Estas dos naves, bautizadas como Atrevida y Descubierta por Malaspina, en honor a los navíos de James Cook en su malogrado tercer viaje (Resolution y Discovery), llevaban a bordo una tripulación de 102 hombres cada una, portando un extraordinario plantel de astrónomos, botánicos, naturalistas, hidrógrafos, dibujantes y marinos: los españoles Juan Gutiérrez de la Concha, Ciriaco de Zeballos y Dionisio Alcalá Galiano, el italiano Fernando Brambila, el franco español Luis Neé, el checo Tadeo Haenke (entre Neé y Haenke llegaron a recolectar más de 30.000 plantas durante la expedición) y el guatemalteco Antonio Pineda, por citar a algunos.
 
          Curiosa es la historia ligada a este viaje del botánico Haenke. Salió de Viena y tras pasar por Paris y Madrid llegó a Cádiz dos días después de la salida de las corbetas. Así, tuvo que zarpar hacia América en el navío Nuestra Señora del Buen Suceso, el cual naufragaría unas semanas más tarde en Montevideo. Segundo retraso, este mucho más desagradable, pues la Atrevida y la Descubierta habían dejado atrás el Río de la Plata solo 8 días antes. De tal forma que Tadeo puso rumbo a Chile a pie, atravesando la pampa y la Cordillera de los Andes por el famoso paso del Inca. Finalmente, el 2 de abril de 1790 parte de la tripulación de ambas naves no sale de su asombro al encontrarse con Haenke en Santiago, y más aún, tras conocer cómo había su viaje desde Cádiz. Sin lugar a dudas, una auténtica hazaña.
 
          Pero no acaba aquí la cosa para el botánico checo. Unas semanas más tarde, en la ascensión al volcán nicaragüense El Viejo fue mordido por una serpiente cascabel, salvando la vida milagrosamente. Sin duda, peculiar la vida de este científico checho quien, paradójicamente, fue a morir años más tarde, en 1817, en su casa a causa de un simple accidente doméstico.
 
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Descubierta y Atrevida en el Puerto de Palapa, isla de Samar (Filipinas). Autor: Fernando Brambila
 
          El paso de las corbetas y sus tripulaciones por aguas canarias fue rápido y sin excesivos contratiempos. Cuatro días más tarde de enfilar proa en Cádiz, Malaspina, Bustamante y compañía avistan tierras tinerfeñas. La Punta de Anaga, en el extremo nororiental de la isla es lo primero que ven sus ojos. Durante unas horas pudieron hacer mediciones gracias a las referencias geográficas de esta Punta y el Teide. A la mañana del siguiente día, ponen rumbo a Cabo Verde y tras varias semanas, finalmente llegarían a la costa de Montevideo el 20 de septiembre de ese año 1789.
 
          Conocemos hoy en día algunas de las pesquisas acaecidas en ese periplo por aguas canarias de las dos corbetas expedicionarias, gracias a la obra, ya citada anteriormente, “Viaje político-científico alrededor del mundo por las corbetas gemelas Descubierta y Atrevida, al mando de los Capitanes de navío don Alejandro Malaspina y don José de Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794”, publicada casi un siglo más tarde por el teniente de navío Pedro Novo y Colson. Son estas líneas:
 
LIBRO PRIMERO
 
Capítulo primero
 
Navegación desde Cádiz a Montevideo
 
Recibidas las últimas instrucciones para verificar la salida, dimos la vela en la mañana del 30 de julio, y el viento, ya declarado del Nordeste desde el día anterior, nos fué tan favorable, que pudimos alcanzar la Punta de Naga, en la Isla de Tenerife, al medio día del 3 de agosto. La longitud determinada a esta Punta nos dió lugar á comparar los relojes marinos, entre los cuales manifestaron mucha exactitud el cronómetro 61 de Arnold, y el número 10 de Berthoud.
 
En la corbeta ATREVIDA disipóse de nuevo con marcaciones al Pico de Teide, la sospecha del Capitán Cook sobre el error de las longitudes determinadas de D. José Varela (1) ;(…).
 
A este tiempo se habían ya manifestado en la DESCUBIERTA cuatro polizones, y otros dos en la ATREVIDA, los cuales habían podido frustrar nuestras pesquisas bien eficaces para evitar este desorden. La esperanza de una fácil subsistencia en América, y el no inclinarse con esta misma esperanza la educación plebeya á un trabajo asíduo y uniforme, son el verdadero principio de esta emigración constante que hemos visto ascender en muchos buques, particularmente mercantiles, á un número no menor de 50 y 60 individuos.
 
En la misma tarde desembocamos con viento favorable entre la Gran Canaria y Tenerife; eludiéronse después á la media noche las apariencias de huracán, que indicaban probable, así el plenilunio como el descenso excesivo del mercurio en el barómetro marino; antes del amanecer navegábamos de nuevo con fuerza de vela para dirigirnos á pasar entre la costa y las islas de Cabo Verde. (…)
 
          Como curiosidad, y ligando esta obra de nuevo con Tenerife y más concretamente con uno de sus más ilustres militares y políticos, cabe decir que Pedro Novo y Colson la dedicó, con carta de ofrecimiento incluida al inicio, al marino lagunero Juan Bautista Antequera y Bobadilla, quien en el momento de la publicación era Ministro de Marina.
 
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          Fueron unas pocas horas dentro de un viaje de cinco años, pero una vez más, las Islas Canarias vieron pasar, fondear o atracar a naves y tripulaciones integrantes de una de aquellas expediciones científicas de los siglos XVIII y XIX. Esta de Malaspina y Bustamante sin duda es una de las más conocidas y reconocidas de nuestra historia. Y eso que nunca llegaron a circunvalar el globo, como era el propósito inicial. De todas formas, el legado que nos queda hoy en día gracias a los trabajos efectuados por estos aventureros es inmenso: se recopilaron y coleccionaron multitud de especies botánicas y minerales; se llegaron a trazar setenta nuevas cartas náuticas; se realizaron numerosos dibujos, croquis, bocetos y pinturas; se catalogaron minerales; y así un largo etcétera.
 
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Ya en años muchos más recientes, diversas instituciones españolas llevaron a cabo  una gran expedición científica de circunnavegación que recibe el nombre del marino italiano en reconocimiento a su aportación a la ciencia, la historia, la cultura y la navegación: la Expedición Malaspina. Sin duda un gran homenaje a un aventurero que vio como al regreso de esta expedición el valido del rey, Manuel Godoy, lo encarceló en el Castillo de San Antón de La Coruña por conspirar contra él. Este hecho y su huida a Italia años más tarde provocaron que durante casi un siglo su vida y obra cayeran en el olvido, hasta que el citado Pedro Novo y Colson escribiera su mencionada obra.
 
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 NOTA 1: Se trata del teniente de navío, astrónomo y cartógrafo gallego José Varela Ulloa (1739-1794) quien años antes, en 1776, había participado en las mediciones altitudinales al Teide efectuadas por el francés Jean-Charles Borda.
 
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