El Cuartel de San Carlos, ¿ahora tampoco?

 
Por José Manuel Padilla Barrera  (Publicado en el Diario de Avisos el 21 de septiembre de 2015)
 
 
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Cuartel de San Carlos (Fotografía S.M.)
 
          Hace poco más de cinco meses publiqué en este mismo periódico un artículo lleno de optimismo que titulaba “El Cuartel de San Carlos. Ahora sí”. Decía entonces, ingenuo de mí: “Ahora sí, ahora sí que se va a terminar la tan esperada rehabilitación.” Pero olvidaba que los retrasos y las paralizaciones de las obras son como el sino que pesa sobre San Carlos. En 1865 el ingeniero militar Saturnino Rueda decía: “El Cuartel de San Carlos de esta plaza, único alojamiento verdadero de la misma para su guarnición, sin embargo de haber sido empezado en Mayo de 1850, es tal el atraso en que se encuentra que lo probable es que no se acabe nunca.”
 
         Hoy 150 años después podemos decir lo mismo, son tantos los infortunios que han caído, en los últimos años, sobre el viejo caserón de San Carlos que lo probable es que no se acabe nunca.
 
          El primer y más importante infortunio que sufrió San Carlos fue el pasar a ser propiedad del Ayuntamiento de Santa Cruz en 1978, que lo abandonó por no saber que hacer con él, hasta que 22 años después logró colocárselo al Gobierno de Canarias, a cambio del edificio Fides. Se tardaron otros tres años en comenzar las obras, obras que deberían terminarse a finales de 2004, pero otra desgracia se cernió sobre el histórico edificio: Apareció el tranvía que haciendo una extraña e inexplicable curva pasa a menos de cinco metros de la fachada principal; se dudó entonces de la cimentación y todo el dinero disponible se empleó en inyectar hormigón. Hubo que paralizar las obras por falta de financiación. Añadiendo revés sobre revés apareció la crisis económica, y por lo tanto el gobierno no disponía de capital para dotar la obra. Así llegamos al año 2014, en que el gobierno canario cae en la cuenta que mantener el edificio sin darle ningún uso después del gasto ocasionado, resultaba antieconómico. Se redacta entonces un proyecto de terminación de obra, se le dota de crédito y se reinician las obras, que marchan a un ritmo excelente y la calidad de las mismas es inmejorable. Ya estamos en el final del túnel; proponía yo en mi artículo celebrar un acto público el día de la entrega, que se esperaba que fuera por mayo, para darle la importancia que merece tan feliz y esperado acontecimiento. Pero un nuevo inconveniente aparece en escena. Nuestro gozo en un pozo. La contrata solicita concurso de acreedores y abandona la obra.
 
          Una vez solventada la liquidación de obra con la contrata saliente hay que redactar ahora un nuevo presupuesto para finalizar las obras, lo que no es fácil porque son un montón de pequeños detalles a tener en cuenta. Tendrán los técnicos de la Administración que poner toda su diligencia en realizar este trabajo para que no se escape nada y además conseguirlo en el menor tiempo posible. Pero después viene lo más difícil, dotar a ese presupuesto del crédito correspondiente.
 
          En estos momentos de gobierno recién estrenado la situación puede ser complicada. Sería terrible que se volviera a abandonar durante años al entrañable Cuartel de San Carlos. Debe el gobierno recordar que no gastar no siempre significa ahorrar. Si las excelentes instalaciones que alberga el edificio no se entretienen adecuadamente, el gasto para ponerlas en servicio, nada más que dentro de unos meses, sería muy importante. Y el mejor entretenimiento, sin duda, es el que se obtiene con su uso.
 
          En contra de lo que expresaba al principio, quiero ser optimista y creo que esa celebración que propongo se podrá celebrar no más allá del mes de abril del próximo año.
 
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