Las primeras músicas públicas (Retales de la Historia - 208)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 19 de abril de 2015).
 
 
 
          Pocas noticias, más bien ninguna, se encuentran en documentos oficiales referentes a música promovida por estamentos públicos hasta bien entrado el siglo XVIII. La música sólo se escuchaba en las funciones religiosas, en  las fiestas populares, romerías y verbenas –timples, guitarras, hueseras-, así como en salones privados de algunas mansiones señoriales, y siempre por motivos muy señalados. Lo más cercano a música oficialmente pública era, sin duda, los toques militares. Así ocurría también en las proclamaciones al pueblo, como cuando en 1786 el alcalde Juan Bautista Descoubet publica un bando de buen gobierno y ordena al pregonero Salvador del Rosario que lo anuncie a toque de tambor y pífano, aunque no siempre se disponía de estos instrumentos.
 
          Por ejemplo, en febrero de 1798 se tuvo noticia por comunicación firmada por Gaspar de Jovellanos de que en noviembre anterior se había concedido a Santa Cruz el privilegio de Villa exenta con sus correspondientes títulos, y se acordó “hacer tres noches de luminarias” y que se anunciara al público la fausta nueva por medio de un bando, para cuya publicación se tuvo que pedir al general Gutiérrez que facilitara un tambor y pífano “para que llegue a noticia de todos”. La función religiosa se aplazó al día de la  Cruz y se comisionó a Antonio Power y Josef Guezala para pedir limosna a los vecinos para los gastos de la función. Era lo habitual… y nadie hablaba de crisis.
 
          Como es sabido, el título oficial de Villa no se confirmó hasta 1803, lo que se celebró con función religiosa, luminarias, música y recepción en casa del alcalde José Mª de Villa. Este acontecimiento casi coincidió con la escala en Santa Cruz de la famosa expedición de la vacuna, que fue recibida con toda clase de honores. En ambos casos, en la celebración del villazgo y en el recibimiento de los niños de la vacuna, actuó la música de los militares. También fue esta banda, conocida como “charanga del batallón”, la que actuó en julio de 1808 cuando llegaron las primeras noticias de los sucesos del 2 de mayo en Madrid, en la manifestación y cortejo que recorrió las calles de Santa Cruz proclamando y renovando su adhesión a Fernando VII, lo que le valió el título de Fiel otorgado por la Junta Suprema.
 
          En 1820, con motivo de las fiestas del Obispado, el Ayuntamiento agradeció a varios vecinos su colaboración y, además de hacerlo al Real Cuerpo de Artillería por algo tan insólito como la elevación de globos aerostáticos, quedó constancia del agradecimiento de la corporación a Francisco de Aguilar por “la música instrumental” en la función religiosa y a Lucas Vizcaíno por “la música de voz”. Según Cioranescu en aquella época no abundaba quien supiera leer las partituras y los improvisados músicos tocaban generalmente de oído o de memoria. Sin embargo, y es curioso constatarlo,  en un censo de “derechos de patentes” -algo así como contribución industrial o de comercio- de 1822, figura en la calle de la Cruz Verde, número 8, un “maestro de música” llamado Francisco Carta, con cuota anual de 200 reales de vellón.
 
          Transcurridos pocos años ya aparece la Sociedad Filarmónica dirigida por Carlos Guigou, que a duras penas se sostuvo con alguna subvención municipal o gratificando sus actuaciones en actos oficiales. Por ejemplo, en 1836 se dice que no hay dinero para música en la fiesta de la Cruz, pero al final y “por dignidad de la villa capital” se acuerda pasar aviso a Carlos Guigou. Pero la función de Santiago se quedó sin música por no haber modo de pagarla. El mismo Guigou dirigió durante varios años la banda de la Milicia Nacional que actuaba en muchos actos públicos y, en 1849, Rafael Bethencourt ofreció música para la Semana Santa y se acordó gratificarle con 249 reales para refresco de los músicos. Otro músico, el profesor de canto Ramón Torres, en 1883 pidió el local alto del Teatro para formar un orfeón de trabajadores y que se le subvencionara con los gastos de luz y papel de música, de lo que se pidió informe a la comisión de presupuesto, sin que nos haya llegado el resultado de la consulta.
 
         Ya existían por entonces otros grupos musicales, y cuando  la banda del Batallón de Cazadores se desplazó a La Orotava con el capitán general, el Ayuntamiento contrató  la banda de la sociedad “La Bienhechora” para que amenizara el paseo de la plaza del Príncipe un par de noches por semana a razón de 40 pesetas por actuación. En cuanto a la “charanga del batallón”, cuando en 1887 los militares pidieron que se suministrara gratis el agua al cuartel de San Carlos, el Ayuntamiento accedió a cambio de que la banda tocara en los paseos. Como se venía subvencionando a la “charanga” con 2.000 pesetas al año, el teniente de alcalde Anselmo J. Benítez y otros compañeros concejales propusieron destinar dicha cuantía a la creación de una escuela de música para formar a los componentes de una futura Banda Municipal, lo que no se aprobaría hasta 1902.
 
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