El problema de la micción callejera (Retales de la Historia - 201)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 1 de marzo de 2015).
 
 
         Ahora que durante las recientes fiestas de Carnaval muchas calles de Santa Cruz no han olido precisamente a rosas, pueden recordarse algunos antecedentes históricos relacionados con las necesidades fisiológicas del pueblo llano en fechas festivas o no, y la dificultad consuetudinaria de poder satisfacerlas en la ubicación adecuada.
 
          Por ejemplo, corría el año 1898 cuando, entre otras cosas, en sesión municipal del 26 de octubre se aprobó la memoria, proyecto, presupuesto y pliego de condiciones para la construcción de un Palacio de Justicia en la esquina de la calle Santa Rita –hoy Viera y Clavijo- con Méndez Núñez, que luego se convertiría en el actual Palacio Municipal. También se trató del injusto apelativo de “absorbente” que alguna otra población del  archipiélago había dedicado a Santa Cruz, lo que hizo que el alcalde Pedro Schwartz Mattos recordara públicamente que esta ciudad “era la única capital de España que no disponía de Catedral, ni Instituto, ni Escuela Normal, ni Audiencia”, lo que bien podría reclamar puesto que algunos de estos organismos o instituciones estaba legislado que debían residir en la capital de la provincia. Junto a tan trascendentales asuntos que ocupaban el quehacer municipal, en la misma sesión se acordó estudiar la instalación de “kioscos de necesidad y columnas mingitorias” en varios puntos de la población.
 
          En los años siguientes, primeros del siglo XX, se trató de mejorar el servicio de limpieza de la ciudad y, junto con las comisiones especiales  creadas en 1910 bajo la alcaldía de Juan M. Ballester, tales como las de Agua y Montes, Ensanche y Parque, se creó también una de Ordenanzas Municipales, que de forma especial debía velar y sentar las bases de un servicio de limpieza pública moderno y eficiente.
 
         Pero el problema de los evacuatorios públicos seguía vigente. Así se evidenció este mismo año cuando el alcalde encargó al arquitecto municipal que redactase un proyecto con el correspondiente presupuesto para dotar de una verja de hierro al pórtico de la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, el que sirve de acceso bajo la torre por la plaza de la Iglesia, que se había convertido, según se expresaba, en urinario público. Poco después se sacó a subasta la construcción de unas cancelas de hierro por un importe de 957 pesetas, subasta que resultó adjudicada a Antonio Cárdenas, al que se le abonó a razón de 75 céntimos por kilo de hierro.
 
          En este año de 1910 todo eran proyectos para tratar de mejorar la ciudad y, al mismo tiempo y especialmente, crear puestos de trabajo para paliar el paro que sufría la clase obrera. Algunos proyectos interesantes fueron postergados por distintas razones. Por ejemplo, se desistió de construir un puente o pasarela peatonal sobre el barranco de Santos porque ya se estaba pensando en un gran “viaducto de hormigón armado” que en principio se situaba en la calle Alfaro, pero que luego se construyó en Galcerán. Otro proyecto aplazado fue el del arreglo del pavimento de la calle San Miguel, para cuyo trabajo se decidió esperar hasta ver el resultado de las pruebas de la nueva técnica de alquitranado que se estaba realizando en la calle San Martín.
 
          Se redactó un ambicioso plan de obras que abarcaba veinticinco proyectos o planes, entre los que había relativos a las aguas, nuevo cementerio, escuelas, abovedar barranquillos, adoquinado de numerosas calles, desmonte en el “monturrio” de Duggi y, no podía faltar, la instalación de “columnas mingitorias” en diferentes puntos de la ciudad. También se pidió al arquitecto que redactara proyectos para adoquinar las principales calles de San Andrés, para las que además se acordó adquirir seis farolas de hierro, así como para Taganana. Es cierto, como suele reconocerse, que del dicho al hecho hay un buen trecho, pero la decisión de actuar era tal que hasta se logró, lo que nunca era fácil, que el gobernador civil autorizase arbitrios extraordinarios para la realización de los distintos proyectos. Otra cosa fue lo que pudo hacerse.
 
          Este mismo año los capitanes de Artillería Joaquín García Pallasar y Miguel Gómez Romero presentaron, a petición del alcalde, un proyecto para montar el cañón El Tigre en un futuro monumento a la Gesta del 25 de Julio de 1797. También se acordó felicitar al general Valeriano Weyler por su ascenso a capitán general y, aunque ya se venían celebrando las sesiones municipales en el salón principal, se tomó en consideración la propuesta del concejal Fernando Arozena para que se dotara de mobiliario el espacio reservado para el público.
 
          Se supo que la Infanta Isabel y su séquito podían hacer escala en Santa Cruz con motivo de su regreso de América y se comenzaron a preparar los actos en su honor, pero se seguía pensando en el aseo público y se pidió a la Compañía Eléctrica presupuesto para elevar agua del mar a unos 80 metros para la limpieza de las calles.
 
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