El Castillo de San Cristóbal (Fortificaciones de Tenerife - 14)

 
Por Alastair F. Robertson (Publicado en Tenerife News en su número 484, de 20 de septiembre a 3 de octubre de 2013). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Finalmente, y como si llegáramos al término de una peregrinación, arribamos al Castillo de San Cristóbal. 
 
         La entrada a esta exposición es de lo más discreto. Situándonos en la Plaza de España, mirando el estanque, que a veces tiene agua, veremos una línea negra en zig-zag dibujada en el fondo del mismo. La línea no se ajusta a  un modelo y parece no tener el menor significado, hasta que te informan de que sigue el trazado de los muros del fuerte que está debajo. La entrada a San Cristóbal tampoco llama la atención. En el lado del estanque más cercano al puerto, hay un recinto de unos cinco pies de alto, pequeño y de grises paredes. Busca en su entorno y descubrirás un tramo de escalones que descienden, y allí, bajo la plaza llena de bullicio y actividad, se encuentran los restos silenciosos de la fortificación más antigua de Santa Cruz. 
 
          San Cristóbal fue la primera y más importante organización defensiva de Santa Cruz, dominando y protegiendo el fortificado embarcadero, o muelle, como a menudo se le calificaba, de la ciudad. Primero en 1506, poco después de la conquista, se levantó una torre, que era suficiente para enfrentarse a ataques terrestres de los nativos guanches, pero incapaz de resistir ataques desde el mar cuando se declaró, en 1513, la guerra contra Francia. En 1554 se construyó una fortaleza, reconstruida en 1557 y vuelta a construir entre 1557 y 1558 con una explanada para cañones. A finales del siglo XVI se temían invasiones, especialmente de ingleses y moriscos.
 
         El fuerte se modificó en 1588 siguiendo los planos de Leonardo Torriani, un ingeniero militar italiano, cuando era el cuartel general de la defensa y la más importante fortificación de la ciudad. Con el nombre de Batería de Santo Domingo se construyó otra plataforma para cañones anexa a San Cristóbal, que en 1737 contaba con tres cañones, mientras que San Cristóbal estaba artillado con once. En 1868 la plataforma de Santo Domingo y el Cuerpo de Guardia fueron derribados. Hacia 1891 San Cristóbal había perdido importancia frente a Almeyda (hoy sede del Museo Militar) y se le clasificaba simplemente como fuerte.
En el siglo XX  el Castillo de San Cristóbal estaba ya obsoleto y resultaba  inadecuado para fines militares, de modo que el 20 de septiembre de 1926 se ordenó su demolición y en 1928 comenzaron los trabajos. La “historia” y la “herencia” no eran tan importantes en aquellos días.
 
        Por fortuna, durante unos trabajos de excavación efectuados en 2006 se descubrieron algunos de los muros del fuerte, y al reconocerse su valor histórico, hoy en día parte de los más viejos muros de Tenerife constituyen una importante atracción santacrucera. La presentación es muy interesante, no sólo para los isleños sino también para visitantes de todo el mundo. Como valor añadido, (aunque dudo que sea así para los británicos) en la zona de la exposición que se refiere al ataque de Nelson se encuentra el famoso cañón “El Tigre”, al que se atribuye haber realizado el disparo que destrozó el brazo derecho del almirante.
 
          He visitado el Castillo de San Cristóbal varias veces y en cada una de ellas he encontrado algo en lo que no había reparado anteriormente; simplemente, contemplar  los escasos restos de lo que se puede aventurar que fue el edificio más importante de la isla ya mueve a la reflexión. (Y tampoco comprendo cómo fueron capaces de bajar el gran cañón por las estrechas y sinuosas escaleras).
 
 
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