La ermita de San Telmo (Retales de la Historia - 192)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 28 de diciembre de 2014).
 
 
 
          Posiblemente la ermita de San Telmo constituye la que podría calificarse como la referencia arquitectónica religiosa más antigua que posee nuestra ciudad. Es cierto que el origen de la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, inicialmente conocida como iglesia de la Santa Cruz, es anterior a la ermita dedicada al patrón de los mareantes, pues existía antes del año 1500, pero al resultar destruida por un incendio en 1652 fue necesario reconstruirla en su totalidad. Por tanto, nada queda de su estructura original. En cuanto a la ermita, aunque no se conoce exactamente la fecha de su fundación, hay constancia de que la Cofradía de San Telmo existía desde mediados del siglo XVI.
 
          Pocas modificaciones ha sufrido la modesta ermita del barrio de El Cabo, coincidiendo la más importante con la demolición de la pretenciosa torre con que se le había dotado, trabajos realizados en 1918. En dicha ocasión se recortó la ermita por su lado de Naciente para ensanchar la entonces conocida como calle de Las Cruces, por ser el camino que conducía a los Llanos de Regla, al Matadero, al cuartel de San Carlos y otras instalaciones militares.
 
        Por lo tanto, puede afirmarse que resultan identificados dos de los elementos más antiguos de la población, ambos de ámbitos diferenciados pero perfectamente definidos. Por una parte, como elemento civil urbano, la más antigua muestra de que disponemos es la famosa Pila de la plaza, la primera fuente pública de la población, inaugurada en 1706. Nada hay anterior a ella en el callejero urbano. Por otra, dentro de una muy modesta tipología acorde con la época, la que pervive como la más antigua muestra de construcción religiosa, la ermita de San Telmo. De la misma época es la ermita de San Sebastián, pero ha sido tan transformada a través de los años, empezando por el cambio de orientación de su entrada principal, la torre, la sacristía, entre otros elementos, que poco o nada ha de quedar de la construcción original.
 
          Ambos vetustos y venerables elementos urbanos, la Pila y la pequeña ermita del barrio de El Cabo, son merecedores del máximo respeto ciudadano, pues nos hablan de nuestros orígenes como pueblo, de nuestra cultura y de nuestra historia. El primero de ellos, a sugerencia de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, va a contar pronto con una placa explicativa de su historia y significado, pues constituyó en su tiempo un indudable adelanto para los vecinos que con su puesta en servicio veían realizada la vieja aspiración de poder contar con una fuente pública en el mismo centro del pueblo. En cuanto al pequeño templo dedicado al patrón de los hombres de mar y pescadores, se hace necesario urbanizar y adecentar su degradado entorno, lo que permitirá realzar, dentro de su modestia, el significado de la histórica ermita. Hace ya más de cinco años se publicó que el ayuntamiento permitiría a Endesa soterrar los transformadores, hoy situados junto a la Plaza de Europa, en el terreno aledaño a la ermita a cambio de que dicha empresa se hiciera cargo de la urbanización de lo que puede convertirse en amena plaza ajardinada y digna, pero nada se ha hecho hasta la fecha. Tal vez la información publicada no era correcta.
 
          La histórica ermita es uno de los contadísimos vestigios que han sobrevivido a la piqueta de lo que fue uno de los barrios más populares y de más vitalidad del lugar, más tarde villa y luego ciudad y puerto. Allí, en la hoy desaparecida plaza de Añaza que daba frente a la ermita, se reunían pescadores, herreros, panaderos y otros artesanos. Era el lugar en que se celebraban las más sonadas y populares fiestas en honor del Santo de su advocación, de la Virgen del Buen Viaje o de la Santa Cruz fundacional que da nombre a la población,  durante años custodiada en aquel pequeño templo.
 
          La ermita ha pasado por muchas vicisitudes durante largos años y ha servido de asiento a almacenes, hospitalillo de observación o cocinas económicas, con motivo de epidemias o calamidades públicas, hasta el punto de que el pasado siglo estuvo a punto de desaparecer por un mal entendido progreso urbanístico, olvidando o menospreciando su importante historia.
 
          Restaurada no hace muchos años mantiene dignamente su interior, aunque son necesarias actuaciones urgentes que deben incluir a la imagen del santo de su advocación. Pero lo que de verdad consideramos vergonzoso e inaplazable es lo que nos lleva a considerar la necesidad de adecuar el entorno, dotarlo de un mínimo de decencia, para que esta que pretende ser ciudad de excelencia turística deje de contar con un espacio más,  entre otros tantos, que conviene ocultar al visitante.
 
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