Lamentable Enseñanza (Retales de la Historia - 179)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 21 de septiembre de 2014).
 
 
          Dice el Diccionario de la Real Academia que el término lamentable se refiere a algo digno de llorarse, maltrecho y que infunde tristeza. Por tanto, es perfectamente aplicable al estado en que se encontraba la enseñanza en Santa Cruz hasta, por lo menos, la segunda mitad del siglo XIX.
 
         Como nos cuenta el profesor Santos Puerto en su magnífico y exhaustivo trabajo de investigación sobre los primeros maestros de Santa Cruz, fue a partir de 1769 cuando se debía contar, al menos esa era la intención del donante, con una renta que permitiera dotar por partes iguales a un maestro de primeras letras y a un médico para los pobres, renta que debía aportar una casa situada en la plaza de la Iglesia legada en su testamento con dicho fin por el canónigo Francisco Vizcaíno. Pero resultaba que, además de la casa, el canónigo había dejado numerosas deudas y, para responder de ellas, sus bienes resultaron embargados. Transcurrieron varias décadas antes de que la casa de la plaza de la Iglesia quedara libre, hasta el punto de que entrado el siglo XIX todavía no se podía contar con la renta de la casa y cuando se pudo lo fue de forma intermitente, por una causa o por otra o por deficiente administración.
 
         Por cierto, ya que nos referimos a la casa de la plaza de la Iglesia no estará de más recordar que dicha casa fue sede del ayuntamiento desde 1826 a 1837. El inmueble se encuentra hoy en un estado de lamentable deterioro, como tantos otros de nuestra capital, sin que nadie haga nada por conservarlo ni por recordar su importancia histórica como casa consistorial de Santa Cruz.
 
        En vista de los problemas surgidos para disponer de la renta de la casa, en 1815 el ayuntamiento se dirigió al Supremo Consejo de Castilla solicitando la concesión de un arbitrio “de quatro maravedíes en cada quartillo de vino o aguardiente para dotar un médico y un maestro de primeras Letras”, lo que vino a coincidir con una iniciativa del convento dominico de la Consolación para abrir escuela para la que pedía ayuda municipal.
 
          Pero todo parece indicar que no mejoró mucho con estas medidas la situación de la enseñanza, pues en un estadillo de 1822 sobre el estado de la instrucción primaria en Santa Cruz se dice que hay cuatro escuelas de varones y seis de hembras, pero que todas ellas abren o cierran a voluntad de los maestros que no tienen asignaciones fijas.
 
         La Comisión Provincial de Instrucción Primaria pedía cuenta de la renta producida por la casa de la plaza de la Iglesia, y el abandono en que se encontraba la escuela pública era total. En 1846 la Comisión solicitó al alcalde Lorenzo Tolosa y Marín una urgente ayuda de 2.000 reales y la contestación fue contundente: no era posible acceder por falta de recursos, alegando que se debían urgentes obligaciones que incluían sueldos de los empleados de los tres últimos meses.
 
         En 1853 todo parece indicar que el ayuntamiento deseaba poner remedio a la situación  de abandono en que se encontraba la enseñanza elemental y toma la decisión de intentar conseguir un local apropiado. Para ello comenzó a realizar obras en la galería de uno de los claustros del antiguo convento franciscano que servía de casa consistorial, con el fin de disponer de un sitio que albergara de forma definitiva la escuela de primeras letras. En el antiguo convento convivían con no pocos problemas varias administraciones y organismos ajenos al municipio, mientras que las dependencias municipales se repartían por distintas estancias. Era alcalde constitucional Esteban Mandillo Martinón, quien propuso con muy buen sentido reunir en una misma área del edificio, hacia el ángulo Oeste, todas las dependencias administrativas, secretaría, depositaría, portería, etc. y para agenciar los fondos necesarios que permitieran habilitar las estancias de las oficinas se vendieron maderas y otros enseres inútiles.
 
        Entretanto, cuando se continuaban las obras de la galería que debía albergar la escuela de primeras letras, se recibió una orden gubernativa por la que debían suspenderse los trabajos para ampliar la cárcel sobre aquel espacio, pasando la escuela al local que servía de biblioteca, pues se proyectaba dedicar a cárcel todo el costado Norte del viejo edificio.
 
         Por un motivo o por otro, siempre la enseñanza resultaba postergada. En 1872 a los maestros de instrucción primaria se les adeudaba un total de 5.666 pesetas, por lo que el gobierno civil impuso a la corporación una multa de 250 pesetas. No se disponía de recursos para saldar la deuda ni para pagar la multa y lo único que pudo hacer el alcalde Manuel García Calveras fue reconocer la deuda y comunicar al gobernador civil que se pagaría lo antes posible.
 
- - - - - - - - - - - - - - -