El Tigre (Retales de la Historia - 140)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 22 de diciembre de 2013).
 
 
          En la Tertulia "Amigos del 25 de Julio" contamos con un ilustre tertuliano, Juan Tous Meliá, que fue uno de sus fundadores, y que es sin duda la persona que más y mejor conoce la historia, cómo se fabricaron, emplazamientos, acontecimientos en que intervinieron y demás avatares de cada una de las piezas de la artillería histórica de Canarias. Los cañones El Tigre, El Hércules, El Escorpión y muchos más, no tienen secretos para él y estoy seguro de que tiene catalogados, como minucioso investigador que es, hasta el más leve poro, arañazo o señal de sus bronces. Además, estas Navidades nos ha sorprendido con una inédita (?) acuarela dieciochesca de la Plaza de la Pila, que aclara algunas cosas y abre otros nuevos interrogantes.
 
          En el caso del primero de los cañones citados, El Tigre, es bien conocida su decisiva intervención en la madrugada del 25 de julio de 1797 desde el bastión de Santo Domingo, anexo al castillo de San Cristóbal, emplazado en una tronera abierta a toda prisa la noche anterior para cubrir con su fuego la inmediata playa de la Alameda, que estaba desprotegida, bajo la dirección del tinerfeño teniente de las Milicias de Artillería Francisco Grandi. Pero hay un aspecto del que este cañón es máximo protagonista que no ha sido hasta ahora debidamente destacado. Me refiero a lo que representa para la historia, real y sentimental, de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
 
          El más importante y primer Símbolo -con mayúscula– de la Ciudad es, sin duda, la Cruz de la Fundación que se conserva en la parroquia matriz de la Concepción, la que en 1494 presidió el nacimiento del Lugar y Puerto de Añazo y le dio nombre. El segundo, transcurridos nada menos que tres siglos desde aquella fecha fundacional, es cronológicamente y en importancia el cañón de a 16 llamado El Tigre, testimonio material de la heroica defensa que le valió al lugar, entre otros títulos, el de Invicta, los privilegios de Villa exenta y su escudo de armas, todo ello base y simiente de su posterior despegue vital como comunidad, que le llevó a ocupar la primera línea entre todas las poblaciones del Archipiélago y a alcanzar la capitalidad del mismo.
 
          Por tanto, después de aquel Santo Madero que señaló su nacimiento, nada hay más relevante en el acervo de la Ciudad que el cañón El Tigre, actor y destacado protagonista de uno de los hechos más gloriosos de nuestra historia. Así lo entendieron las autoridades cuando el 7 de febrero de 1894 el alcalde Anselmo Miranda y Vázquez solicitó al Ministerio, a través del capitán general marqués de Ahumada, la cesión de El Tigre, que entonces se encontraba en el fuerte de San Pedro. La petición se consideró tan justa que apenas transcurridos un par de meses llegó la R. O. de 16 de abril por la que se cedía el histórico cañón al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, casi coincidiendo con la concesión de la Cruz de Beneficencia por el ejemplar comportamiento de todo el pueblo en la epidemia de cólera morbo del año anterior, impuesta por la misma máxima autoridad al Pendón de la ciudad el 3 de mayo siguiente.
 
          El Tigre es, por tanto, propiedad del pueblo de Santa Cruz y, dada la relevancia de los valores que representa, no se entiende que el propio Ayuntamiento lo haya cedido en depósito, ni siquiera temporalmente, al Cabildo Insular para que lo exhiba desde hace muchísimos meses en un "agujero" nada apropiado del subsuelo de la Plaza de España, en situación de riesgo por humedades y posibles inundaciones que pueden afectar especialmente a la valiosa cureña y herrajes del montaje. Otra cosa hubiera sido una cesión por reducido tiempo para alguna exposición o conmemoración, pero nunca, como parece ser, de forma que se vislumbra poco menos que indefinida en lugar nada acorde con el respeto y cuidado que se merece tan valiosa pieza.
 
          Mientras no se disponga de lugar más apropiado El Tigre debe volver a su ubicación anterior en el Museo Militar Regional de Almeida, que por el momento es la idónea, auténtico centro de interpretación de la Gesta del 25 de Julio, rodeado por todos los elementos que conforman y explican el acontecimiento del que fue indiscutible protagonista, espacio museístico que hoy se encuentra mutilado por su ausencia.
 
          Y al aludir a lugar más apropiado lo digo con la esperanza de que llegue el día en que algún alcalde ponga en marcha la creación del Museo de Historia de la Ciudad, que alguna vez habrá que comenzar a formar, para cuya instalación llevo tiempo sugiriendo el edificio de la "Institución Imeldo Serís", en la Avenida 25 de Julio, espacio noble y céntrico que hoy ocupan diversos organismos que conculcan los deseos de su fundador, pues la mayor parte de ellos nada tienen que ver con las condiciones que impuso el marqués de Villasegura en su legado a favor del pueblo de Santa Cruz.
 
          ¿Cuándo llegará ese día?
 
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