Milicias Canarias en Portugal

Por Enrique Roméu Palazuelos  (Publicado en El Día el 13 de febrero de 1994).

  

          Continúo con ésta la nota anterior sobre el capitán general Jerónimo de Benavente y Quiñones, el del paseo de los coches y la leva de soldados para la guerra con Portugal.

          Las Milicias de Canarias las formaban soldados bisoños, adiestrados deprisa y, salvo los casos en que hubo que pelear en las Islas, defendiéndolas de los ataques piratas, eran enviadas a las otras guerras de España: Flandes, Portugal, Rosellón... y también en la Guerra de la Independencia contra Bonaparte. Dacio Darias señaló en su historia de estas milicias los diferentes panoramas en los que se desarrollaron sus actuaciones. Unas más satisfactorias que las otras, aunque heroicas y meritorias. Tal fue lo ocurrido por los años del mil seiscientos sesenta (1640/1668) cuando los portugueses decidieron salir de los dominios de España.

          Habían perdido su independencia, tras la muerte en la batalla de Alcazarquivir (junio de l578), del zarandeado rey don Sebastián, “príncipe medieval, nacido a destiempo”; en aquella pendencia, o batalla de los reyes, se inició un misterio histórico, todavía no desvelado. Unos dicen que en ella murió don Sebastián; otros dicen que no, y aprovechando esta posibilidad, Manuel Fernández y González escribió el folletín El pastelero de Madrigal, que fue delicia de mi juventud, ansiosa de sucesos extraordinarios, en el cual el monarca aparece convertido en Gabriel de Espinosa, dulcero, confitero o pastelero, que mantiene secretas aspiraciones a la reconquista de su trono. Tampoco se quedó atrás José Zorrilla con el dramón en verso, Traidor, inconfeso y mártir. Fuere lo que fuere, Portugal estuvo, tras la desaparición de su rey, sometido a España, pues Felipe II tenía ciertos derechos dinásticos por su madre portuguesa, la bella Isabel, emperatriz esposa de Carlos 1. Sin embargo, durante el reinado de Felipe IV, poeta y galante, y en los momentos en que se iniciaron en Cataluña, Aragón y Andalucía conatos de independentismo, los portugueses consideraron que ya estaba bien y, además, que a río revuelto, ganancias de pescadores, y así comenzó una guerra que duró veintiocho años.

          Felipe IV encargó a Juan de Austria (lo llamaré el menos bueno, para diferenciarlo del otro menos malo) el mando de las tropas. Este Juan de Austria (dicho sea de paso) era hijo bastardo de Felipe; su madre fue una bella y famosa cómica, María Calderón o “La Calderona”). La guerra era larga, y hacía falta soldados. A los portugueses les ayudaban tan cuidadosos y solícitos en ayudar a unos, cuando había que pelear contra España, ingleses y franceses.

          Y allá fueron los noveles combatientes insulares, que, a pesar de su novatada, lucharon bravamente. Para su justificación, copio lo que José de Viera escribió con elegante prosa en la Historia de Canarias:

               “El Tercio de Canarias marchó sin dilación a Extremadura para incorporarse al ejército que iba a abrir la campaña contra Portugal. Alojose el último día de su marcha en la estrada cubierta de Badajoz, y al siguiente se puso en la plaza de armas que se había hecho en Caja. Hallose en la batalla de Estremoz, y en la retirada de aquella noche recogió todos los derrotados, y los condujo con el mayor orden a Ronches, en donde estaba don Juan de Austria, quien los mandó reconocer, temiendo fuesen enemigos, y alabando la conducta del maestre de campo Alvarado, lo recomendó al rey”.

          Sobre tal actuación, Javier Gorostiza Trujillo, buen amigo y aficionado, como yo,  a temas militares, me regaló hace años una copia de documento original que posee, en el cual el canónigo Juan Benítez Montero certifica...

                “... haber visto asistir al Bachiller D. Juan González Leonardo, Capellán Mayor del Tercio de Canarias, que ha servido en este establecimiento (el Hospital Real de Badajoz), este año de sesenta y tres en los ataques de Evora, ciudad a donde acudió a confesar a todos. los soldados . ..que estaban en el riesgo. Asimismo, el día que se peleó con el enemigo en la ribera de Evora... hallándose en constante peligro por los continuos ataques del enemigo. Asimismo en el día del encuentro de Estremoz, por cumplir con las obligaciones de su puesto le hirieron en el brazo derecho, desconcertándoselo por dos partes, de que ha quedado con notable lesión, por lo cual y por haber obrado en todas las ocasiones que se han ofrecido, con todo desvelo y vigilancia en la administración de los Santos Sacramentos y buen ejemplo que ha dado de su persona, es merecedor de que S.M. le haga toda la merced que fuese preciso para premio suyo y esperanza de otros. Badajoz, diez del doce de 1663”.

          Buena nota, sobresaliente cum laude, para confirmar los méritos de la heroica, aunque desgraciada actuación del Tercio de Canarias en la guerra contra los portugueses.

  

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