La Santa Cruz y el Barranco de Santos

 

por Luis Cola Benítez   (Publicado en la prensa local el año 2002)

          Es curioso, a la par que poco divulgado, lo que se conoce de la historia de la primera Cruz de Añazo, la misma que dio nombre a Santa Cruz de Tenerife por decisión de los españoles que desembarcaron en sus playas a primeros del mes de mayo de 1494. Pero en esta historia llama la atención la existencia de una enorme laguna, desde aquella fecha hasta el pasado siglo XIX.

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          Siguiendo al profesor Cioranescu, se trata de una cruz “de madera toscamente labrada o, mejor dicho, desbastada”, que según la tradición es la que bajó en sus brazos el mismo Alonso Fernández de Lugo, al pisar por primera vez el suelo de Tenerife, y que la plantó él mismo en el lugar de su desembarco”, añadiendo “que se ignoran sus vicisitudes ulteriores”. No obstante, admite “que se había quedado durante largo tiempo al aire libre, en el lugar abierto en que había sido fijada por el conquistador, y que lo primero que le vino a faltar fue el pedestal, por haberlo estropeado la intemperie”. Por este motivo, explica, “para poderla conservar en mejores condiciones, fue trasladada al Hospital Civil, a mediados del XIX. Pero desde la fecha de su llegada, y durante aproximadamente 350 años, ¿qué fue de este Santo Madero, símbolo, piedra fundacional y auténtica partida de bautismo de Santa Cruz de Tenerife?

           Sorprende el hecho de que, si la cruz permaneció en las proximidades de aquel lugar durante tantos años, no nos llegue noticia o indicio de que así fuera hasta que se sabe de su traslado. Según parece, transcurrieron muchos años, y la Cruz, ignorada por unos y olvidada por otros, continuó en aquel emplazamiento. Allí, junto a la marina de Santa Cruz, soportó soles, lluvias, maresías y serenadas, ante la ignorancia de la mayoría y la indiferencia de los pocos que sabían de su origen e historia.

          Tiene que llegar el año 1701, para que en el plano de la población levantado siendo capitán general Miguel González de Otazo, aparezca representada la Cruz, en una pequeña plazuela situada al Este de un grupo de casas colindantes con la plaza de la Iglesia -entonces denominada calle Ancha-, y entre la desembocadura del barranquillo del Aceite -calle de Imeldo Serís- y el barranco de Santos. Al ser este plano dibujado en perspectiva y coloreado, se puede observar perfectamente que la Cruz estaba situada sobre una especie de pedestal en forma de escalones de mampostería, que la alzaban sobre el nivel del pavimento.

          La nombrada calle Ancha, prolongación hacia el barranco de la de La Caleta, que se iniciaba al costado Sur del castillo de San Cristóbal -por donde hoy discurre la del General Gutiérrez-, constituía entonces la principal vía de Santa Cruz. No en balde era donde comenzaba el camino a La Laguna y al interior de la isla, que atravesaba el barranco junto a la Iglesia de la Concepción, y continuaba por la que hoy es calle de San Sebastián.

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          Transcurren los años y la Cruz debió seguir deteriorándose por efecto de la intemperie, en aquel sitio llamado entonces "Placeta de la Cruz", hasta que el alcalde del Lugar, Juan Agustín Arauz y Lordelo, natural de La Laguna, a la vista de lo que aquel símbolo representaba para Santa Cruz, en 1745 decidió construirle a sus expensas una capilla. En el mes de marzo de dicho año se dirigió al obispo Juan Francisco Guillén, informándole de que había hecho “donde llaman la Placeta una capilla a la Santa Cruz, con el título del Santo Sudario, por venerarse en ella desde la Conquista de esta isla, en cuyo parage se cantó la misa cuando se ganó”. Al mismo tiempo solicitaba autorización para decir misa “los tres días de invención, triunfo y exaltación de la Santísima Cruz”, a lo que accedió el obispo una vez se procediera a la bendición de la nueva ermita, lo que hizo el dos de mayo del mismo año el beneficiado de la Parroquial Ignacio Logman.

          En 1775 se continuaba denominando aquel lugar "Placeta de la Cruz". La capilla aparece todavía en un plano de Santa Cruz, existente en París y realizado por el "Chevalier Isle" en 1780, en el que ya se representa como una pequeña construcción, de forma similar a las otras ermitas existentes en la población.

          En 1790 consta que el obispo Antonio Tavira y Almazán confirmó la autorización para que se continuara celebrando misa el día de la Cruz de cada año. Los ornamentos y demás enseres necesarios se llevaban desde la cercana Parroquia de la Concepción. Pero a los pocos años, en 1794, la pequeña capilla se encontraba en tal estado de abandono y ruina que, el 22 de mayo, el mismo obispo Tavira autorizó su demolición, aunque parece que no fue esta la única razón: por lo visto, era necesaria la ampliación de la inmediata plaza de la Carnicería, cuyas rentas pertenecían a la Parroquia.

          ¿Qué se hizo entonces del viejo madero? ¿Dónde fue a parar una vez demolida la capilla? Creemos que puede afirmarse que fue en aquel año cuando se trasladó junto a la entrada de la ermita de San Telmo. Allí la sitúa por entonces el historiador José Desiré Dugour y cuantos estudiosos le han seguido.

          El traslado tuvo lugar tres años antes de la victoria sobre Nelson. Al siguiente, en 1798, comenzarían a celebrarse las fiestas de la Cruz y de Santiago, compatronos elegidos con motivo de aquel sonado acontecimiento bélico. Esta primera fiesta, según Cioranescu, costó en cera, incienso, música y limosnas, 844 reales recaudados entre los vecinos, pero administrados por el alcalde José de Zárate.

          Buenaventura Bonnet Reverón nos dice que la Cruz permaneció a la entrada de la ermita de San Telmo, hasta que en 1849-1850 el fraile dominico Lorenzo Siverio la trasladó a la capilla del Hospital civil, para su mejor conservación y atendimiento. Es fama que el dominico dijo que entonces nadie prestaba atención a la vieja reliquia, pero que llegaría el día en que todos se la disputarían.

          El olvido fue tal que hasta dejó de celebrarse la fiesta del 3 de mayo, hasta que entre 1862 y 1871 un grupo de inquietos ciudadanos, ante la pasividad municipal, comenzó a organizar los festejos. Sus nombres: Ramón Trujillo Ferraz, su hermano Domingo, Félix López -contador de la casa Cumella- y, más adelante, Elicio Padilla y Manuel Díaz. Cada año se trasladaba la Cruz a San Telmo para la celebración de la fiesta, y así nació la "Cofradía de San Telmo y de la Cruz". En 1872, según nos cuenta Sebastián Padrón Acosta, en el inventario de los enseres pertenecientes a la Cruz, se dice: “Primeramente la Cruz llamada de la Conquista, de madera, muy antigua, dentro de una urna también de madera con cristales y tiene un sudario de tafetán blanco”. Para su adorno se utilizaban dos jarrones de China con filetes dorados y catorce faroles de vidrios de diversos colores. Pero para la comisión particular encargada de la organización de los actos, los gastos eran muchos y los recursos pocos, por lo que en 1890 ya se pidió ayuda al Ayuntamiento.

          Hay que esperar a 1892 para que la corporación municipal tome a su cargo la celebración de la Fiesta de la Cruz, y le encargue el estuche de níquel y cristal, realizado por el repujador tinerfeño Rafael Fernández Trujillo. Según Bonnet, la Cruz se trasladaba la víspera del 3 de mayo a la Iglesia Matriz, donde se celebraban los actos, y se reintegraba al día siguiente a la ermita de San Telmo. Desde 1896, por iniciativa del sacerdote José Mora y Beruff, se conserva siempre en la iglesia de la Concepción.

          No es de extrañar que, reivindicada entonces la Cruz como símbolo señero de la ciudad, y habiendo pasado a ser de actualidad después de tantos años de olvido, La Laguna -dando la razón al fraile Siverio- la reclamara para sí, alegando que debía conservarse junto al Pendón en el consistorio lagunero, por tratarse de una pieza fundamental en la historia de la Isla. La verdad es que Santa Cruz había sido un barrio lagunero hasta principios del XIX, pero en las estipulaciones de su segregación como Villa exenta en 1803, se había acordado que todos los bienes, ornamentos, etc. de las iglesias y ermitas del puerto quedaban bajo la jurisdicción del nuevo municipio, cuya corporación, con buen criterio, no accedió a la petición.

           Si lo expuesto hasta aquí responde a la realidad de cómo se sucedieron los hechos, si tenía razón el alcalde Arauz y Lordelo cuando exponía al obispo que en aquella pequeña "Placeta" se veneraba la Cruz “desde la Conquista de esta isla, en cuyo parage se cantó la misa cuando se ganó, tal vez nos veamos obligados a revisar la vieja idea de que el desembarco español tuvo lugar por la margen derecha del barranco de Santos, y trasladar aquel acto de toma de posesión y "fundación" de Santa Cruz a la margen izquierda del mismo barranco.

          De cualquier forma, siempre nuestro entrañable barranco de Santos como constante histórica, geográfica y humana de nuestra Capital.