Festividad de la Virgen del Carmen, Patrona de la gente de la mar.

 

Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en El Día / La Prensa el 14 de julio de 2012).

 

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          Si mirando a lo alto encontramos la estrella que los marinos llaman Estrella de los Mares, es la Virgen del Carmen, la que tantas veces ha socorrido a los que navegamos por aguas inestables.

          Los marinos eligieron una Virgen a la que rogarle en sus travesías y la pusieron en la parte alta de la Isla para que les hiciese llegar a buen puerto; esta vinculación, según Álvarez Rizo (Puerto de La Cruz 1796-1883), se observa en la romería que le tributaban a esa Virgen de la Montaña, convertida paradójicamente en patrona de los mareantes, “el sábado de Naval de cada año vienen muchos hombres y mujeres en romería al lugar de La Esperanza. Esa vocación marinera del pueblo campesino se expresaba en la Salve que le cantaban con un tono particularmente semejante al que usaban los costeros canarios cuando levaban anclas”.

          Sin embargo, Juan Primo de la Guerra (San Cristóbal de La Laguna 1775-1819) sitúa la primera imagen de la Virgen del Carmen en la ermita santacrucera de San Telmo y dice que “se le venera junto a pequeños cuadros que representan tormentas y embarcaciones en peligro y son anatemas que han ofrecido los navegantes”.

          Por lo tanto, la gran devoción a María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, es propia de los hombres y mujeres de la mar y de tierra adentro, pues todos somos marineros a la hora de capear tempestades, sortear escollos y huir de los enemigos; aunque son los hombres y mujeres de la mar los que con mayor distinción y de manera más constante la utilizan como abogada suya, pues la invocan para pedir protección, confianza y seguridad ante las dificultades.

          Aunque la Virgen del Carmen ya era venerada por las gentes de la mar y del interior de la Isla en el siglo XIX, sería por Real Orden del 19 de abril de 1901 cuando es declarada Patrona de la Marina de Guerra y de todos los Navegantes.

          En nuestra Isla está representada en todos los pueblos y barrios marineros: Puerto de La Cruz, Los Realejos, Los Cristianos, Punta del Hidalgo, Santa Cruz de Tenerife, Valleseco, etc. Pero también en pueblos alejados de la mar, como son: La Esperanza, Icod el Alto,  El Tanque, Las Mercedes (Cruz del Carmen), etc.

          En Santa Cruz de Tenerife, su devoción data de 1670. La imagen se hallaba en la parroquia de Ntra. Sra. de La Concepción, y pertenecía a doña Margarita de Vera Villavicencio, que la había heredado de su padre, el capitán Cristóbal Perdomo de Vera. Al fallecer esta señora, se la dejó en herencia a doña María Agueda Vande Unde, madre  de Rodrigo e Ignacio Logman, vicario y beneficiado de la mencionada parroquia, quienes comenzaron a ofrecerle culto religioso con solemnidad a partir de 1720, construyéndole una capilla con su correspondiente retablo y sacristía, dotada de custodia, copón y cáliz de plata; trono, andas repujadas e incensarios. No contentos con esta capilla, los hermanos Logman, de su peculio particular, le mandaron labrar un magnifico altar de madera y la situaron en el nicho principal.

          La primera procesión de la Virgen del Carmen en Santa Cruz, realizada en 1720, estuvo acompañada de todas las cofradías de la parroquia, a las que seguía la Cruz Fundacional; detrás iba la imagen del Carmen, ataviada con su manto de seda y el gran escapulario de plata en su mano. Junto a las andas, marchaban los patronos, el vicario, el beneficiado de la parroquia y el capellán del Hospital. En la cabecera de la procesión iban las autoridades vestidas de gala y dos filas de monjes con los cirios encendidos. A su vera, la banda de tambores y clarines retenía la larga cola de vecinos y devotos que habían venido de todos los rincones de la Isla.  Cuando la procesión pasó por delante de la casa de los hermanos Logman, la venerada imagen descansó sobre una alfombra de flores mientras sonaban las campanas de todas las iglesias.

          Esta procesión se mantendría con todo su esplendor hasta el año 1919,  en que el armisticio que ponía fin a la Primera Guerra Mundial vendría a cambiar su forma de celebración. El 16 de julio, el entonces párroco de Ntra. Sra. de La Concepción, para agradecerle a la Virgen la llegada de la Paz, decidió llevarla hasta el muelle de Santa Cruz, subirla en una gabarra arrastrada por un remolcador y realizar con ella un paseo marítimo por la bahía. Este acontecimiento fue seguido por infinidad de veleros y barquitas así como por un gran gentío que llenó los aledaños de las instalaciones portuarias.

          Actualmente, cada 16 de julio, la Virgen se entrona en una barcaza del servicio portuario, adornada profusamente, y recorre el interior de la dársena de Anaga, desde el muelle de Enlace hasta la punta del muelle Sur, donde se tira al mar una corona de flores en recuerdo de los marinos fallecidos. Le acompañan numerosas embarcaciones venidas de todos los puertos deportivos y pesqueros cercanos, los remolcadores del Puerto y el de Salvamento Marítimo. Para presenciar la procesión marítima, multitud de personas se agolpan en el paseo de la avenida Francisco Larroche, mientras que otras llenan los muelles de Enlace, Sur y Norte, al igual que hacen los socios del Club Náutico y del Club Deportivo Militar de Paso Alto. A su paso, los barcos atracados a los muelles, engalanados con sus empavesadas, hacen sonar sus sirenas y bocinas formando un conglomerado multicolor y sonoro.

          Cuando la Reina de los mares desembarca en La Marquesina, la coral polifónica de Santa Cruz le canta la Salve marinera, como homenaje de oración.

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