Por Lorenzo Hernández-Abad González  (Pronunciada en la sede de la Agrupación Canaria de las Milicias Universitarias, Santa Cruz de Tenerife, el día 11 de junio de 2012)
 
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Introducción
         
          Hace algún tiempo preparé una charla a modo de presentación de una exposición de armas que se montó en el Museo de Bellas Artes de Santa Cruz, aprovechando la magnífica colección del propio Museo. La exposición se inauguró el 28 de febrero de 2002 con aquella charla, previéndose su clausura el día 26 de abril; pero, como el hombre propone y Dios dispone, el día 1 de marzo cayó un terrible aguacero en Santa Cruz, las salas del Museo se anegaron y se acabó la exposición. He aprovechado el cartel de aquella exposición compuesto por dos armas magníficas del Museo de Bellas Artes: una espada de lazo española forjada en Toledo hacia 1600 (Nota 1) y una pistola de percusión y de antecarga, calibre 12 mm, fabricada en Francia hacia 1845 (2).
 
          Como aquella charla se concibió para mostrar la colección de armas del Museo, compuesta por las del legado de D. Arturo López de Vergara y Albertos, y otras donadas por particulares e instituciones e incluso algunas, botín de guerra (depositadas en el Museo Histórico Militar de Almeida) relacionadas con la Gesta del 25 de julio de 1797, cuando el pueblo de Tenerife al mando del General Gutiérrez, entonces Comandante General de estas Islas Canarias, tuvo una sonada victoria sobre las tropas del Contraalmirante Nelson, ganando así, para Santa Cruz, el título de Muy Leal, Noble e Invicta Villa de Santa Cruz de Santiago y su Escudo de Armas. Y como no disponemos ahora de ninguna de aquellas piezas, creí conveniente reorganizar esta charla, apoyándola en una presentación en la que veremos algunas diapositivas de aquella, realizadas por el estupendo fotógrafo y mejor amigo don Manuel Díaz Febles y otras más, mías, no tan buenas.
 
          Hoy, como en aquella ocasión, hablaré de armas, de su historia y desarrollo desde sus inicios hasta finales del siglo XIX.
 
        Como no soy conferenciante, les pido disculpas por adelantado por mi atrevimiento al ponerme ante ustedes, pero a pesar de ello, como, empujado por una afición impenitente llevo mucho tiempo estudiando todo lo que cae en mis manos referente a este tema, es posible que no los aburra demasiado.
 
          Y, para hablar de armas, empezaremos preguntándonos ...
 
¿Qué son las armas?
 
          Las armas son todos aquellos instrumentos, medios o máquinas que sirven para atacar o para defenderse.
 
        La voz arma procede del latín, “armus, arma, armi”, que significa brazo y arma, como sucede con la palabra inglesa arm. Se comprende, efectivamente, que la primera idea de arma se confundiese con la de brazo supletorio o prolongación del propio brazo del que la usaba.
 
¿Cómo surgieron las armas, por qué existen y cómo han influido en la Historia de la Humanidad?
 
          Nacieron de la necesidad que tuvieron nuestros más remotos antepasados de protegerse de los ataques de los animales y de los de sus propios semejantes y de la de atacarlos, a su vez. No me cabe duda de que las armas, hoy tan desacreditadas y la creación del fuego a voluntad, fueron los instrumentos más importantes de la historia del hombre.
 
Fig 2. Arqueros.a Custom 2
 
          Sin las armas, el primitivo hombre fitófago no hubiese podido pasar a la superior categoría de cazador (en vez de la de presa, como era antes). Y, como el régimen de vida que llevaban les obligaba a ingerir gran cantidad de plantas, que tenían que comer crudas como las piezas que cazaban, sus digestiones eran casi siempre muy penosas; cuando supieron encender el fuego a voluntad y manipular sus alimentos por asado o cocción aprovechando la calidad nutritiva de los vegetales y de las carnes frescas de caza, ablandándolas y eliminando materias más o menos tóxicas, consiguieron mejorar su vida material e intelectual, impulsándose a la perfección.
 
          Así pues, las armas, que hicieron posible la caza, y el crear el fuego a voluntad, fueron los mayores descubrimientos o logros de la Prehistoria y el origen de la técnica y de la civilización, en un lentísimo proceso que duró miles de años. Lo cierto es que con las armas el hombre se hizo cazador y adquirió seguridad y confianza en sus propias fuerzas físicas e intelectuales. Empezó a ser “el Rey de la Creación”, como se decía en los viejos textos de historia natural. Y así pudo entrar en la más remota y básica de las culturas, en la de los cazadores.
 
Fig 3.  cazadores de ciervos.a Custom 2
 
          Gracias a sus armas de piedra, hueso y madera, el hombre pudo hacer frente a los animales, perseguirlos, cazarlos, domesticarlos y aprovecharse de su carne para tener una alimentación mejor; de sus pieles para abrigo y cobijo; de los dientes, nervios, pelos y huesos de sus presas para construir nuevos instrumentos que mejoraron sus condiciones de vida, dando cierta estabilidad a aquellas primitivas instituciones sociales. 
 
          De la caza pasó el hombre al pastoreo, capturando a los animales y domesticándolos, evitando así tener que realizar los peligrosos esfuerzos que representaba cada cacería y sacando de esa riqueza, (que fue la primera riqueza del hombre), los productos que no podía obtener de los animales libres o muertos en la caza, como la leche y sus derivados, y así surgió el primer oficio estable, el de pastor. Las armas defendieron los primeros apriscos de los ataques de las fieras y de los latrocinios de los cuatreros. Por tanto, cabe señalar que el primer delito social de la humanidad fue ese, el apoderarse del ganado cazado o domesticado por otros. Por eso, las primeras leyes que rigieron entre los hombres fueron las que regulaban la caza y la ganadería y el primer derecho individual reconocido fue el de fabricar y portar armas que defendiesen a la persona, a la familia y a la sociedad que estaba naciendo. Como consecuencia de lo anterior se llegó al tercer estadio de progreso, al agrícola, que es a los frutos vegetales lo que la ganadería a la caza, consiguiendo cosechar los frutos antes de que los ofreciese libremente la naturaleza. La vida agrícola no habría sido posible sin las armas que defendían los sembrados, los apriscos y los establos.
 
          Así surgieron la guerra y el guerrero. El remoto hombrecillo que comía hierbas y semillas, e incluso el posterior cazador que espantaba y despeñaba rumiantes no tenía más opción que ser guerrero o sostener guerreros a su costa para poder sobrevivir como ganadero o como agricultor, es decir, como homo sapiens en marcha hacia un perfeccionamiento individual y social. Esto ocurrió desde los tiempos lejanos de la prehistoria, por lo menos desde la etapa magdaleniense del paleolítico superior, en que el hombre se vio obligado a ejercer esta función pacífico-laboriosa y guerrera, que miles de años después quedaría fijada en una lapidaria frase latina: "Una manu sua faciebat opus et altera tenebat gladium." (3) ; es decir, una mano para la obra creadora del progreso y otra para empuñar el arma que lo defendía...
 
          Esto es en esencia lo que recoge la concepción de la Universitas cristiano-aquiniana medieval: el orador, el labrador y el defensor, y el verso calderoniano de no hubiera capitán si no hubiera labrador (4) , y el inmortal discurso de las armas y las letras de nuestro señor don Quijote: … “dicen las letras, que sin ellas no se podrían sustentar las armas”… a esto responden las armas que “las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios,” (5)
 
          Esta disputa entre las armas y las letras es muy antigua. "¿Arma cedat toga" (como decía Cicerón) o "Toga cedat arma" (como dijo D. Quijote, que según el Hidalgo, Cicerón no supo lo que dijo)?  Imposible inclinar totalmente la balanza a uno de los lados. Sin las leyes que dan normas morales superiores que sujetan, las armas no serían más que fuerza material, instrumento de anarquía, barbarie y atropellos. Ya se dijo en versos clásicos que:
 
               "… quienes no marchan conforme  //   a obediencia y sujeción,  //  no son soldados, que son  //  bandidos con uniforme." (6)
 
          Pero, no es menos cierto que sin las armas que imponen y hacen respetar las leyes, aún las más morales y sabias sólo serían principios teóricos, y los jueces títeres que servirían de escarnio y mofa, por lo que los atropellos y la anarquía proliferarían por todo el mundo. Un refrán de los tiempos de los Reyes Católicos, refiriéndose a los miembros de la Santa Hermandad, decía:
 
               "Juez sin cuadrillero  //  y hambre sin pan,  //  más quitan que dan.
 
          De lo anterior se deduce que las armas y las letras han sido siempre interdependientes y, hay que considerar que, como decía el Marqués de Santillana: "la ciencia no embota el fierro de la lanza nin face floxa la espada en la mano del cavallero." (7)
 
Clasificación de las armas según su naturaleza y su función.
 
          Como consecuencia de la definición de arma, nos encontramos con que las armas pueden ser naturales y artificiales; son naturales  las que se encuentran directamente en la naturaleza: los brazos y los dientes, la piedra y el palo, -también era natural la primera arma que usó el hombre contra un semejante, la quijada de un asno que empleó Caín contra Abel- y artificiales cuando se modifican o elaboran: la piedra deja de ser un arma natural y pasa a ser artificial (de tiro), cuando se hace uso de la honda o de la "tiradera" (en nuestro vocabulario vernáculo), tirador o tirachinas (en el de otras partes de España) para lanzarla, y el palo, también, deja de ser un arma natural cuando se aguza para convertirlo en arma de punta.
 
          En cuanto a su función y al objeto para el que vayan a emplearse, las armas pueden ser ofensivas o defensivas, pero la cosa no es tan sencilla, las modalidades no están perfectamente definidas porque un arma no es nunca completamente ofensiva o completamente defensiva; una pistola, por ejemplo, se puede llevar para defenderse de una agresión o para agredir a otra persona, un sable puede servir no solo para atacar, sino también para defenderse de los golpes dados por un atacante, e incluso un escudo (que es un arma defensiva por naturaleza) puede servir para golpear a un adversario, convirtiéndolo así en un arma ofensiva.
 
          Además de las anteriores clasificaciones se contemplan, con valor exclusivamente arqueológico, la de las máquinas de guerra de la antigüedad, como  los ARIETES y las TORRES DE ASALTO, los CARROS FALCADOS (que llevaban hoces en las puntas de los ejes), las CATAPULTAS, etc...
Fig 4. ariete Custom
 
 
Fig 5. catapulta.1 Custom
 
Y entre los segundos, (que son los movidos por animales que servían para combatir), las TORRES DE ASALTO (unas móviles y otras construidas in situ, etc.   
 
Armas ofensivas
 
          Decimos que son todas aquellas que sirven para causar daño al adversario, desde la piedra y el palo hasta las más complejas armas modernas; son las destinadas a herir o a demoler. Pueden ser: ARMAS DE MANO, ARROJADIZAS Y DE PROYECCIÓN y entre estas últimas, ARMAS DE TIRO y ARMAS DE FUEGO.
 
          Llamamos ARMAS DE MANO a las que hieren sin separarse de quien las maneja, sirven para la lucha cuerpo a cuerpo y actúan como defensivas cuando permiten parar el golpe. Cuando son de acero, las llamamos armas blancas. Entre ellas están la espada, el sable, puñal, daga, lanza, alabarda…
 
          Son ARMAS ARROJADIZAS las que arrojadas por el que las lanza, hieren directamente; son al mismo tiempo arma y proyectil. No son nunca defensivas y sirven para el combate a corta distancia. Las granadas de mano empleadas en la defensiva adquieren un carácter esencialmente ofensivo porque su radio de acción es mucho mayor que el de las ofensivas.
 
          Llamamos ARMAS DE PROYECCIÓN a las que lanzan un elemento mortífero que hiere al blanco; el medio lanzador, mal llamado arma, y el proyectil son distintos y permiten el combate a mayores distancias, siempre variables en función del medio de lanzamiento. Estas armas se clasifican a su vez en ARMAS DE TIRO y ARMAS DE FUEGO.
 
          ARMAS DE TIRO si no emplean la pólvora -catapulta, arco, ballesta, honda,…- y...
 
          ARMAS DE FUEGO, si usan la pólvora como elemento propulsor, agrupándose en armas portátiles y pesadas o Artillería propiamente dicha.
 
          Entre las ARMAS DEFENSIVAS o protectoras podemos considerar: Los vestidos de guerra (cotas de malla, armaduras, cascos, etc.) y los elementos complementarios que suelen incluirse en el material de guerra, como escudos de tipo individual (rodelas y otros) y blindajes colectivos, además de todos los demás medios que tengan un carácter esencialmente protector.
 
Fig 6. Cañón Tigre.a Custom
Armas de fuego
 
          Nada mejor que usar una imagen de nuestro querido cañón Tigre, aún en los sótanos de la Plaza de España, para empezar a hablar de las armas de fuego, que son las de proyección que aprovechan la fuerza expansiva de los gases de la pólvora para lanzar a cierta distancia (que depende del medio de lanzamiento y de la clase y cantidad de pólvora), un proyectil que puede realizar una acción mecánica.
 
          El desarrollo de las armas de fuego fue muy lento al principio y más rápido a medida que cada invento o descubrimiento fue una especie de escalón para alcanzar mayores logros. Desde que el hombre, después de una larga serie de descubrimientos pudo disponer de la pólvora hasta que se generalizó el uso de las armas de fuego, pasaron más de tres siglos.
 
   La pólvora:  Antes de comenzar a exponer cuales fueron las primeras armas de fuego y la forma en que empezaron a usarse, conviene que digamos unas palabras sobre el agente destructor, que con su aparición causó una revolución en el arte militar y una honda transformación en la vida de los pueblos, hasta tal punto que hay autores que consideran que la historia del mundo es la historia de la guerra, y al revés, ya que los avances de la ciencia y los del armamento han ido siempre a la misma velocidad, y así, como desde las hachas de piedra hasta la guerra de las galaxias, todos los inventos y adelantos que ha hecho la ciencia han tenido su aplicación inmediata en la guerra, muchos que nacieron para la guerra se han aplicado a otros usos. A este respecto, hay que reconocer que el progreso ha sido muchas veces impulsado por la guerra y por el arte militar,  y que la civilización ha necesitado del uno y de la otra para extenderse por el mundo.
 
          Aunque la pólvora y la artillería llevaban ya cerca de dos siglos de uso, hasta mediado el siglo XVI no se empezó a escribir algo sobre la pólvora y sus aplicaciones. Las comunicaciones entre los pueblos eran difíciles, y más aún con los de Oriente, por lo que la fantasía y los relatos más o menos verídicos de los viajeros de Asia dieron origen a hipótesis absurdas e inverosímiles; además, en los siglos XVI y XVII había una lamentable tendencia a reputar los adelantos científicos, sobre todo los que tenían alguna relación con la química como “arte diabólica o de hechicería” y a atribuir su origen a los pueblos de Oriente, especialmente a los árabes y a los chinos, país este, envuelto entonces casi en el misterio por su lejanía y aislamiento.
 
          En el Tratado de Artillería, del Capitán Diego de Ufano (8) , publicado en Bruselas en 1613, y, según él, por referencias de los misioneros en China, se atribuye a este país no sólo el invento de la pólvora, sino el uso de la Artillería bastante perfeccionada el año 85 antes de la era cristiana, cuando un emperador llamado Vitey la empleó contra los tártaros. El Capitán Diego de Álava afirmaba en 1590 que Arquímedes la empleó en el sitio de Siracusa el año 212 a. C. para destruir las naves romanas, pero, parece demostrado que los aparatos que empleó fueron espejos ustorios, (que eran unos reflectores muy potentes que concentraban la luz y el calor del sol) y que no empleó pólvora ni ninguna mezcla incendiaria. Pero Álava no para ahí, sino que dejándose influir por el espíritu de su época dice que no se puede precisar bien quien fue el inventor de la pólvora porque “no se puede atribuir este modo de ofender a ingenio de hombres ni que su origen sea fruto de ninguna ciencia, como lo son otras invenciones admirables, sino traza y artificio infernal, imaginada para la mayor ofensa y daño de cuantas pudieron salir del infierno por diferentes caminos para abreviar nuestras vidas,” y algo más adelante, dice que “el emperador de la China Vitey, empleó este modo de combatir a los tártaros con ayuda del demonio, con quien tenía particular trato, como constó en los grandes hechizos y otras obras de mucho espanto que hacía”.
 
          No encontré ninguna ilustración china, pero este grabado de 1598, que representa al fraile Berthold Schwarz mientras inventaba la pólvora con ayuda del demonio, en su monasterio de San Martín en Frigburgo, puede ayudar a entender lo que digo.
 
Fig 7 Descubrimiento de la pólvora Custom
 
          Lo anterior, unido a que las referencias de los primeros navegantes portugueses que llegaron a las costas de China, hablan “del espanto que ocasionaba en los chinos el estampido de la artillería” -cosa rara si hiciese 17 siglos que la conocían- y que el célebre navegante veneciano Marco Polo que visitó la China entre el año 1270 y el 1300, donde vivió algún tiempo retenido por el emperador, no nos dice nada de la artillería, invento que habría causado su admiración, sobre todo en aquella época en que tuvieron lugar las invasiones de los tártaros y los intentos frustrados de desembarcar en el Japón. Además, hay que reseñar que Marco Polo describe minuciosamente las fortificaciones de Pekín, sin mencionar piezas de artillería ni nada que se le parezca.
 
          Descartadas todas las versiones más o menos fantásticas que he referido y otras muchas que he omitido, lo más verosímil es que el invento de la pólvora haya sido el fruto de estudios y experiencias realizadas con las mezclas incendiarias que se usaron a partir del siglo VII, de entre las que la más extendida fue el fuego griego. (9)
 
          Lo que explica todo este lío es que las investigaciones para determinar la fecha de la invención de la pólvora se realizaron en una época muy posterior a la de su descubrimiento; las armas de fuego de entonces no tenían la importancia de las de hoy, ni ninguna ventaja sobre las máquinas balísticas, por lo que nadie pensó ni a nadie se le ocurrió que, andando el tiempo, aquellos artefactos casi despreciables, llegarían a ser la “Ultima Ratio Regis”, «la última razón de los reyes».
 
          La extraordinaria importancia que fue adquiriendo la Artillería, hizo que muchos se interesasen por su origen y dieran por buenas todas las noticias y documentos que caían en sus manos, sin preocuparse demasiado de la seguridad de sus fuentes. Así empezó una especie de carrera en la que cada uno buscaba para sí mismo la gloria de haber sido el primero en descubrir algo tan importante. De aquí nacieron los nombres de Bacon, Marcus-Græcus, Alberto el Grande, el ya citado Bertholdo Schwartz, los chinos, los árabes, etc., que durante muchos años han alternado como inventores de la pólvora.
 
          Como la discusión sobre las razones que avalaban a cada uno se sale de los límites de esta charla, nos basta decir que lo más probable es que la empezaran a usar los árabes después de 1225, que es cuando se tuvieron las primeras noticias del salitre, que importaban a través de Mongolia bajo el nombre de "nieve de China". Los árabes usaron esta sustancia, que hoy se conoce como nitrato potásico, como ingrediente de sus mixtos incendiarios desde mediados del s. XIII sin que conociesen ni utilizasen su fuerza impulsiva. En principio, desde entonces existe la pólvora negra, pues se mezclaban las mismas sustancias que la componen (nitrato potásico, carbón y azufre), aunque sólo la emplearan como mixto incendiario.
 
          Aunque esta pintura de Goya corresponde al siglo XIX y no a la época de que hablamos, no he podido resistir la tentación de incluir  la “Fabricación de pólvora en la sierra de Tardienta”, cuadro de Goya que está en la Casita del Príncipe, en El Escorial, y que con “la fundición de balas”, que veremos más adelante, refleja el espíritu que reinaba entre los españoles durante la guerra de la independencia.
 
Fig 8 fabricación de pólvora.1 Custom
 
          La primera arma de fuego que se conoce provino de una especie de lanza llamada medfaa, de la que tomó el nombre: se ahuecó el asta de la lanza, que era de hierro, y en su interior se colocaba una pequeña cantidad de pólvora, que se atacaba con un taco de madera; delante se colocaba una flecha que llamaban bondoc, y que en castellano se llamó después bodoque y viratón, que son los mismos nombres de las armas arrojadizas que se lanzaban con las ballestas; también empezaron a usar balas esféricas de plomo y de hierro en el medfaa.
 
          A partir de aquí, aparecen como fechas más probables en el uso de la artillería las siguientes: sitio de Baza en 1312 por el Sultán de Granada, (del que en las crónicas árabes se habla de globos lanzados con fuego), el ataque a Alicante en 1331 y los sitios de Tarifa en 1340 y de Algeciras en 1342; en éste dice la crónica cristiana de Alfonso XI que los árabes lanzaban "pellas de fierro con truenos de fuego" y que causaban muchas víctimas en el ejército sitiador, y, que adherido a esas pellas venía el polvo con el que las lanzaban que hacía que las heridas fueran imposibles de curar. En las crónicas se ve que las piezas usadas en Algeciras eran una transformación del antiguo medfaa o cañón de mano, al que se le había aumentado el calibre y la longitud de ánima, y por tanto la potencia y el alcance, pues las primitivas culebrinas y cañones de mano tenían muy poco alcance y algunos autores afirman que sólo servían para asustar a los caballos y que no producían efecto si no eran disparados a boca de jarro. Está probado por muchas referencias que incluso en el siglo XVI los pequeños cañones y culebrinas de mano tenían menos alcance y menos precisión en el tiro que las ballestas; las armas de fuego se encontraban en ciernes y los arcos y ballestas habían llegado a su mayor perfección, y los que las manejaban, a una destreza equivalente; un autor inglés cita el caso de que el arquero debía disparar 12 flechas por minuto a 240 yardas, y que las flechas debían atravesar una plancha de madera de 2 pulgadas de espesor; aunque esto nos parezca exagerado, no cabe duda de que eran armas muy perfeccionadas y que todavía se usaban en el siglo XVII, como lo prueba la brillante actuación de los arqueros ingleses en el ataque a la isla de Ré en 1627.
 
Clasificación de las armas de fuego portátiles.
 
          Según el sistema de dar fuego a la carga de pólvora, podemos diferenciar clasificar las armas de fuego en Armas de encendido directo, y Armas de serpentín, mecha o de cuerda mecha (aunque también se usaron de yesca), cuyo primer exponente fue el medfaa; poco después, con alguna pequeña mejora, apareció la primitiva culebrina o palo de trueno y el cañón de mano, en los que se daba fuego a la carga a través del oído situado en su parte superior trasera -que era un simple taladro-, usando una brasa o tizón. 
 
Fig 9 culebrina y cañón de mano Custom
 
          Para la caballería se usó una culebrina de mano que apoyaba el tirador en la coraza y en una horquilla sujeta al arzón a la que se llamaba petrinal, palabra derivada de poitrine (pecho). Incluso, parece que se usó esta especie de mulo armado… ¡pobre mulo!
 
FIG 10 petrinal Custom
 
          Hacia 1440 se inventó el arcabuz primitivo, que era la primitiva culebrina o palo de trueno con una caja de madera a la que llamaban coz (imagínense el retroceso que debían tener) que permitía apoyar el arma en el hombro -o bajo el brazo- para apuntar mejor.Y lo más importante, la invención del serpentín, que consistía en una pieza móvil alrededor de un eje horizontal, que servía para acercar al oído la mecha encendida que se colocaba entre sus quijadas; la llamaron así porque tenía una forma parecida a una sierpe o serpiente pequeña. Este fue un adelanto muy importante porque permitió que una persona sola pudiese soportar el arma, apuntar y dar fuego a la carga de pólvora.
 
Fig 11 arcabuz de mecha Custom
 
          De todas formas, la verdadera época del arcabuz como tal arma comenzó cuando se puso una cazoleta junto al oído (destinada a contener el cebo o polvorín), y se le agregaron muelles y un disparador análogo al empleado en las ballestas; el conjunto, montado en una platina, permitía aplicar el fuego por el lado derecho, dejando libre la parte superior del cañón para apuntar con más facilidad. A esta cazoleta se le añadió más tarde una tapa giratoria (cobija) que permitía llevar el arma cargada y cebada en todo tiempo.
 
Fig 12 arcabuz de mecha en el MMR Custom
 
          Protegiendo el disparador con un guardamonte se disminuyó el peligro de un disparo accidental, y ya a finales del siglo XV se construían arcabuces como este, encontrado en el Barranco de Acentejo, donde se produjo la batalla y que probablemente fue usado por las tropas del Adelantado. Hoy está en el Museo de Almeyda, en depósito del Museo de Bellas Artes.
 
FIG 14. carga de mosquete.a Custom
 
          El serpentín se aproximaba a la cazoleta por la acción del dedo sobre el disparador y se retiraba por la acción de un muelle al dejar de apretarlo; esto permitía que la punta de la mecha incidiese directamente sobre el cebo de pólvora fina que se vertía en la cazoleta o cazoleja; para lo que había que acompasar continuamente la mecha y soplar la ceniza. Estas operaciones, y el uso de la horquilla o gancho, que era indispensable por el peso y longitud del arma, hacían que su manejo fuera largo y complicado.
 
FIG 13 arcabucero con talabarte Custom
Arcabucero con talabarte
 
           Y sin embargo la gente se mataba, y los arcabuceros, singularmente los españoles y alemanes, iban haciéndose respetar. Este primitivo arcabuz, llamado también de gancho, no se sabe si por la horquilla o por la forma curva de la culata, que durante mucho tiempo no se apoyó en el hombro sino debajo del brazo, subsistió y se usó en la defensa de plazas hasta el siglo XVIII (en 1711 se usaron en el sitio de Friburgo).
 
          Como el arcabuz era muy poco efectivo por su pequeño calibre (solo 15,5 mm) y de poco alcance: 200 pasos (140 m), se construyó un arma de mayores prestaciones, el mosquete, que se empleó por la Infantería simultáneamente con el arcabuz, del que se distinguía porque la culata era menos curva, permitía encarar mejor el arma apoyando la culata en el hombro y, sobre todo por su mayor calibre y alcance: 19 ó 20 mm de calibre y alcance de unos 300 pasos, ó 200 m. La Infantería española se hizo temible con estas armas, y entre otros, el triunfo en la batalla de Pavía (25/02/1525) se debió al correcto empleo de estas armas y de la Artillería, que hizo Antonio de Leyva desde el castillo de Pavía, destrozando a los suizos.
 
          Como cosa curiosa, podríamos comparar el enorme consumo de las armas automáticas actuales que tienen una cadencia altísima con el de los arcabuces y los mosquetes de antaño; los arcabuceros y los mosqueteros usaban una banda de cuero ancha, a la que llamaban talabarte, del que llevaban colgadas las cargas que habían preparado con antelación, en bolsas o tubos de madera. El número de estas cargas no pasaba de una docena, cantidad más que suficiente para un día de combate: la velocidad de tiro que podía imprimir a su arma un mosquetero bien adiestrado en aquellos tiempos en que estas armas eran una novedad, no llegaba a un disparo por hora.
 
         Poco más tarde, en 1568 y durante la campaña de Flandes, el Duque de Alba sustituyó totalmente el arcabuz por el mosquete. La piedra de chispa, introducida hacia 1630, dejó anticuados a los arcabuces y mosquetes (aunque siguieron usándose durante todo el siglo XVII), convirtiéndolos en el fusil, que también tardó en hacer su camino, pues su reinado exclusivo y absoluto no comenzó hasta 1703.
 
Armas de rueda.
Fig 15 Esquema de llave de rueda Custom
 
Esquema de llave de rueda
 
          Hacia 1517, un relojero que se llamaba Juan Kiefus inventó en Nuremberg la llave de torno o de rueda que consistía en un disco de acero de unos 3 cm de diámetro y 1 cm de grueso, con su superficie acanalada, que podía girar rápidamente por la acción de un muelle; sobre esta rueda se apoyaba una piedra dura (que podía ser de sílex o mejor de ágata) sujeta entre las quijadas del pie de gato o gatillo, que es como corrientemente se le llamaba en español; al girar la rueda producía chispas que inflamaban el cebo. Este sistema tenía una enorme ventaja, se suprimía la mecha que se apagaba con la lluvia e impedía toda sorpresa nocturna por su brillo.
 
Fig 16 Arcabuz de rueda.MMR Custom
 
 
Arcabuz de rueda del Museo Histórico Militar de Canarias
 
         Pero, aunque el mecanismo de rueda significó un paso de gigante en la evolución de las armas de fuego, era demasiado complicado y frágil. La pérdida de su llave significaba la inutilización del arma y las averías solamente podían ser subsanadas por un artesano especializado.
 
         La invención era buena, pero no era segura; La carga era muy lenta y peligrosa, había que montar el muelle con una llave y era muy fácil que se escapase el tiro; la carestía y complicación del artilugio y algún otro inconveniente más impidieron su generalización por lo que el arcabuz no subsistió con ella, quedando solo como arma de caza y para la Caballería, que usó los petrinales o pedreñales y los enormes pistoletes o pistolas hasta mediado el siglo XVII (1630 - 1640), en que se introdujo la llave de pedernal o sílex. La prueba de su poca fiabilidad está en que en los museos se conservan armas que tienen ambos sistemas, de mecha y de rueda.
 
Armas de sílex
 
           En las armas de sílex, el cebo se inflama con las chispas producidas en el choque entre el pedernal y el acero y es curioso observar que la llave de sílex, o sea, la que utiliza la percusión de esta piedra en vez del roce de la pirita para producir fuego, estuvo allí, a la vista de todos, desde tiempos inmemoriales. Me refiero al chisquero de piedra y eslabón, milenario instrumento utilizado en todo el mundo, con el que los arcabuceros y mosqueteros encendían las mechas de sus arcabuces y mosquetes.
 
           La llegada de los distintos sistemas de llave de sílex fue casi simultánea, pero el honor de ser la primera corresponde a la llave de snaphance. 
 
Fig 17 Llave Snaphance Custom
 
Llave snaphance
 
         Este sistema, procedía de los Países Bajos, donde se desarrolló a partir de 1570. En España se llamó esnapance o chenapán, con esa gran facilidad que tenemos los españoles para adaptar los vocablos extranjeros a nuestra fonética. Parece ser que el nombre le venía de la forma de esa llave que recordaba a una gallina picoteando en el suelo: "schnapp-hahn". 
 
           El pie de gato llevaba entre sus mordazas un trozo de pedernal y un disparador lo hacía caer sobre el rastrillo del que sacaba chispas que incendiaban el cebo de una cazoleta situada al pie del rastrillo. Con ello, la seguridad del encendido aumentaba y las vibraciones quedaban reducidas al mínimo. A partir de esa fecha existían ya armas dotadas de esta llave, que fue aceptada con júbilo por todos, especialmente por los cazadores, y se construyó por todas partes.
 
        La llave de «chenapán» acabó desapareciendo ante las ventajas de otros sistemas, pero se siguió fabricando en el norte de África. Todas las espingardas o fusiles morunos, tan característicos, tienen la llave del sistema holandés. Sus artesanos del siglo XVII la copiaron a través de España, la siguieron haciendo los del XIX y del XX y las hacen todavía los del XXI para vendérselas a los turistas. Este es un caso curioso de supervivencia. La que se muestra es un ejemplar magnífico, que se encuentra en el Museo Histórico Militar de Canarias.
 
Fig 18 Espingarda con llave Snaphance Custom
 
Espingarda con llave snaphance
 
         En España, las armas de fuego fueron muy toscas hasta muy entrado el siglo XVI porque la mayoría de los armeros había despreciado la construcción de armas de fuego dada la perfección de las armas blancas. Además, las armas de fuego estaban todavía en tela de juicio; la fracasada expedición a Argel en 1542 se achacó al defectuoso funcionamiento de arcabuces y mosquetes por haberse mojado la pólvora; algo parecido le pasó a las tropas de Enrique II de Francia en Boulogne. Se intentó remediar todos estos inconvenientes con la “cobija”, pero aún en 1560 el escritor y filósofo francés Montaigne decía que: las armas de fuego producían tan poco efecto, salvo el ruido en los oídos al cual se acostumbra el hombre, que espero se abandonará pronto su uso.
 
          A finales del s. XVI se estableció un gremio de magníficos artesanos que alcanzó su apogeo en el s. XVIII.  En el último tercio del siglo XVI, se estableció en Madrid un armero genial, Simón Marcuarte el Mozo, que fue arcabucero de Felipe II y de Felipe III. Simón Marcuarte inventó la llave de patilla o llave a la española, la más sencilla, robusta y segura de todas, sin los defectos ni limitaciones de la holandesa, corrigiendo los defectos de las llaves anteriores. Esta llave española fue copiada en todo el mundo, especialmente en Francia, donde se le introdujeron modificaciones de forma y mecánica, sin mayor beneficio. Este aparato fue conocido después en el resto de Europa como «llave de miquelet», porque las usaban los soldados de las milicias catalanas de “miquelets”. Pero en España se la llamó siempre llave de patilla.
 
FIG 19 Llave de PATILLA001. Custom
 
Llave de patilla 
 
             Esta magnífica escopeta está firmada por Gabriel de Algora, arcabucero del Rey, incluido en el catálogo. 
 
Fig 20. marcas de los Arcabuceros de Madrid Custom
 
Marcas de los arcabuceros
 
          Firmaban sus cañones con unas marcas y contramarcas especiales que recogió uno de ellos, Isidro Soler, en su compendio histórico de Arcabuceros de Madrid. Este arcabucero inventó un sistema para forjar sus cañones con “callos de herradura”, aprovechando el hierro más batido… que en aquella fecha hicieron que se pagara por las escopetas hasta 40 doblones. Con sus marcas, estos artesanos garantizaban la calidad de sus cañones, pero desde principios del siglo XVIII, hubo controles de calidad reglados en las fábricas de armas de España y las armas de fuego que salían de ellas llevaban las marcas correspondientes. No obstante, las armas se empezaron a probar mucho antes.
 
          En los tiempos en que la industria armera era una de las más importantes, los armeros intentaban ensayar y probar sus obras sometiéndolas a tensiones y esfuerzos superiores a los que se encontrarían al ser empleados de forma normal; la historia y la leyenda nos hablan de armas maravillosas que podían realizar hazañas increíbles en manos de sus afortunados dueños. Uno de los casos más conocidos fue el ensayo que hizo D. Quijote sobre su reconstruida celada con un tajo de su espada, ensayo que acabó en fracaso como casi todas sus hazañas. Pero la mayoría de los artesanos tenían más éxito que D. Quijote. No solo probaban las armas que habían fabricado a su satisfacción, sino que se enorgullecían de ellas y las firmaban con su nombre o con su punzón. Los artesanos se vieron obligados a efectuar disparos previos en las condiciones más adversas posibles para evitar los frecuentes y desastrosos accidentes, que, en alguna ocasión obligaron a reclutar a los artilleros entre los condenados a la pena capital, ante la bien fundada duda de qué extremidad emplearía el proyectil para salir. Durante las guerras de Flandes a mediados del siglo XVI, el Duque de Alba mandó fundir artillería en los Países Bajos; ante la gran cantidad de accidentes que sufrían estas piezas, dispuso que los primeros disparos, hechos con carga doble de la nominal, se hiciesen con el fundidor sentado a horcajadas sobre la pieza. Como era de prever, pronto acabaron los accidentes.
 
          El siglo XVII se caracterizó por la aparición de la bayoneta, que al principio fue una hoja igual que las de las picas con un mango de madera que se colocaba en la boca de fuego del arma, debiendo su nombre a que las primeras se usaron en Bayona (Pontevedra); en 1689, el general inglés Mackay inventó la bayoneta de cubo. En España se adoptó la bayoneta en el reinado de Carlos II, desapareciendo los piqueros del ejército hacia 1703. El último combate en que se usaron las picas en Europa fue en 1730, en la guerra entre Rusia y Polonia.
 
          El fusil es el arma por excelencia del soldado de Infantería. Al adoptarse la llave de chispa hacia la mitad del siglo XVII, fue poco a poco sustituyendo al mosquete y a la pica y definitivamente abolidos en 1703. Parece que la voz fusil proviene de la palabra italiana «fucile» (pedernal, encendedor de pedernal) y que, con el tiempo, el nombre que designaba a la parte causante de la innovación acabó por designar el arma entera. 
 
Fig 21 Fusil mod. 1789.a Custom 
 
           A partir de 1715, hubo en España un fusil reglamentario con llave francesa. Éste era el fusil reglamentario en 1789, con su bayoneta. 
 
          Llegamos al fin al siglo XIX, el de los grandes progresos en el armamento portátil, pudiendo decirse que si lo consideramos dividido en cuatro periodos, cada uno de ellos se caracteriza por una innovación casi radical en las armas de fuego; estas son la invención del «cebo fulminante», «el rayado», «la retrocarga» y «la repetición», uniendo a estas últimas la reducción de los calibres.
 
         El cebo fulminante dio entrada a las Armas de percusión y de pistón. Durante el siglo XVIII se habían hecho estudios sobre las pólvoras fulminantes, descubriéndose el fulminato de mercurio; el armero inglés Forsyth inventó la llave de percusión, a la que llamó frasco de perfume por su forma peculiar, que consistía en un estrecho depósito en el que cabía una pequeña cantidad de explosivo; al golpearlo con una varilla de acero accionada por el percutor o pie de gato se inflamaba el fulminato, transmitiendo el fuego a la carga. En España, estas armas se llamaron “de gusanillo”.
 
Fig 22 Llave Forsyth percusión001 Custom
 
Llave Forsyth de percusión
 
          A pesar del enorme avance que significaron, no tuvieron aplicación como armas de guerra hasta el descubrimiento de la cápsula fulminante por el armero inglés Eggs en 1818. La cápsula de cobre con el mixto fulminante en su interior, fue exportada enseguida a toda Europa y a partir de 1820 sirvió de base para la transformación del armamento de chispa en el nuevo sistema de pistón, conservándose la misma llave a la francesa y la de patilla que duraron mucho tiempo y limitándose a cambiar el pie de gato por el percutor, suprimir la cazoleta y adaptar al cañón una pieza llamada bombeta, que llevaba una chimenea roscada en el oído para la colocación de la cápsula.
 
Fig 23 Llave de pistón001 Custom
 
Llave de pistón
 
          En España se adoptó este sistema hacia 1825, cuando ya eran de mejor calidad las cápsulas y el mixto era de fulminato de mercurio, que se conserva mejor que el clorato de potasa y no ataca tanto al metal; el armamento de percusión quedó como reglamentario en el Ejército, llamándosele vulgarmente de pistón, que era el nombre que daban en Francia a la cápsula. Para apreciar la ventaja de esta reforma, basta decir que con el fusil de chispa y su carga en 12 tiempos, solo se podía hacer un disparo cada 10 minutos, mientras que con el fusil de percusión que ya permitió poder reducir la carga a 8 tiempos, se podían hacer 3 disparos cada dos minutos. Además, los fallos que eran de uno cada quince disparos en el fusil de chispa, pasaron a la proporción de uno cada 300 en el de pistón.
 
          El rayado en las armas de fuego.
 
        Explicándolo de una forma muy sencilla, para que el proyectil sea estable en su vuelo, aumentándose con ello su precisión, ha de girar sobre un eje paralelo a la trayectoria, entonces se produce un efecto giroscópico que impide que el proyectil cabecee, consiguiéndose el mismo efecto que en las flechas cuando se ponen las plumas inclinadas. Para aumentar el alcance había que eliminar el viento o hueco que existe entre la bala esférica y el cañón, evitándose entonces que los gases de la combustión de la pólvora escapasen entre ambos. Los dos efectos se consiguieron con el rayado de los cañones y el aumento de calibre del proyectil hasta que entrase forzado en las rayas.
 
043 fundición de balas Custom
 
         Sistemas de carga.
 
         Después de contemplar esta otra preciosa pintura de Goya  “Fundición de balas, a la luz de la luna, en la sierra de Tardienta”, que también está en la Casita del Príncipe, en El Escorial, veamos como fueron cambiando los sistemas de carga para adaptarse al desarrollo de las armas y algunos de los diferentes tipos de munición que se usaron:
 
          Al principio, para cargar los cañones y culebrinas de mano, se llevaba la pólvora en un frasco de cuero o de cuerno y las balas en un saquete; la pólvora se medía a ojo;  a principios del siglo XVI, los arcabuceros españoles llevaban un talabarte, del que colgaban una serie de cartuchos de cuero o madera que llevaban cada uno la pólvora para una carga y un pequeño frasco con el polvorín para cebar la cazoleta; a este talabarte lo solían llamar «los doce apóstoles», porque el número de frascos que normalmente llevaba la bandolera era de 12. La carga del mosquete se hacía en 14 tiempos.
 
          A mediados del siglo XVII hasta que aparecieron las armas de retrocarga se usaron “cartuchos de papel” en los que iba una carga de pólvora; el fusilero o el arcabucero rompían el cartucho con los dientes, y con la pólvora que contenía cebaban y cargaban (en la picaresca de esa época surgió la costumbre de arrancarse o romperse los incisivos, ya que los “mellados eran inútiles como soldados”). El primer cartucho de papel que se usó llevando la cápsula en el culote y éste reforzado, fue el fusil de aguja Dreyse; siguieron a este sistema los cartuchos de papel con culote de latón como los antiguos cartuchos de caza (los actuales son de plástico) y por último el metálico que debe su origen al cartucho para carabina Flobert de salón con carga y cebo reunidos, que es el primer cartucho obturador, que sirvió de punto de partida a todos los cartuchos metálicos que se vienen usando desde entonces, no solo de las armas portátiles sino también de la Artillería.
 
Fig 25cartuchería Custom
 
            La retrocarga.
 
           Ya sabemos que aunque las primeras armas de fuego fueron de a cargar por la boca, muy poco tiempo después aparecieron las de retrocarga, incluso en los cañones de mano y en las piezas de Artillería, que se usaron hasta principios del siglo XVI en que fue desapareciendo este sistema. 
 
          En 1808 se hicieron los primeros ensayos del fusil de aguja, Dreyse, que es de cerrojo y por lo tanto de retrocarga, y que usaba cartucho de papel reforzado y llevaba el cebo fulminante en el culote; la aguja es impulsada por un muelle espiral y puede decirse que todos los fusiles que han usado el cierre de cerrojo no han hecho sino variar el primitivo de Dreyse. Fue el primero que se usó a gran escala, tanto que en 1840 lo adoptó el ejército prusiano.
 
          A mediados del siglo XIX empezó a disminuirse el calibre de las armas y ya en 1871 se adoptó el fusil Remington, mod 1871 calibre 11 mm.
 
Fig 26 Fusil Remington 1871001 copia Custom
 
Fusil Remington 1871
 
          Armas de repetición.
 
          El último adelanto de las armas en el siglo XIX es el mecanismo de repetición; ya a mediados de siglo se adoptó el revólver sistema Colt como armamento para los Oficiales, que fue la primera arma reglamentaria de repetición que se usó en España; en realidad, estas armas (de antecarga) hicieron su aparición en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos de América (1861 – 1865) y ya hacia 1880 se usaban en casi todos los ejércitos europeos, aunque en este caso se adquirieron por orden de la Capitanía General de Cuba en 1855.
 
Fig 27 Colt mod.1848001. Custom
 
Revolver Colt mod. 1848
 
          En 1888 se empezaron los estudios para dotar de un arma de repetición, de retrocarga, al Ejército Español; se nombró una comisión compuesta por jefes de todas las armas del Ejército y de la Marina y se adoptó el tipo Máuser, ya reglamentario en Alemania, Bélgica, Turquía y Argentina, que recibió la denominación de fusil Máuser español modelo 1893, calibre 7 mm. 
 
Fig 28 Fusil Mauser español modelo 1893 Custom
 
Fusil Mauser español, mod. 1893
 
          En la práctica resultó ser una magnífica arma de guerra, y, para demostrar la influencia que puede tener una buena arma en el resultado de un combate, me aprovecharé del relato del capitán Wester, agregado militar de la Legación de Suecia y Noruega en Washington y testigo presencial del combate de Caney. Dice así:
 
                "Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego sobre las trincheras españolas; de improviso se descubre sobre ellas una línea de sombreros de paja; simultáneamente el ruido de una descarga, seguido de la desaparición de los sombreros; esta operación se repite cada minuto observándose en ella una gran regularidad, lo que no deja de producir una profunda impresión en la línea de exploradores americanos; las balas cruzan el aire, rasando el suelo, hiriendo y matando…".
 
            Algo más adelante y después de decir que a pesar de recibir un intenso fuego de Artillería, desde las trincheras españolas se dispara con igual violencia, añade: "… las masas de infantería americana se echaban y apretaban contra el suelo hasta el punto de parecer clavadas en él…".
 
            Y aún después de mediodía, añade: "en lo alto de las trincheras, el chisporroteo de los Máuser se escuchaba siempre…"
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        Algo de ello parece recordar el fuego de los arcabuceros de Pavía, que segaban las filas enemigas. Del resultado del combate hablan cifras elocuentes; el número de combatientes españoles era de 520, el de enemigos pasaba de 3.000 con artillería; el número de bajas de los norteamericanos se elevó a 900 y ocuparon la posición cuando los españoles la abandonaron; claro es que la disciplina en el fuego y el heroísmo son, indiscutiblemente, el factor más importante, pero los hubo en exceso en otros combates de la misma guerra hispano–americana y las deficiencias del material impidieron que el enemigo pagase tan cara la victoria.
 
            En los últimos años del siglo XIX nacieron las armas semiautomáticas, de las que hay dos en el Museo, pero esto queda ya para otro día.
 
          Hasta aquí ha durado esta conferencia, en la que he intentado exponer los hitos más importantes de la historia de las armas; espero que no les haya resultado demasiado pesada; se acaba con el siglo XIX, ya que las armas más modernas que hay en el museo son anteriores al siglo XX. Les doy muchas gracias por su atención y paciencia y me pongo a su disposición por si alguien quiere hacer alguna pregunta.
 
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NOTAS
1 - Firmada por el espadero Juanes de Toledo.
2 - Cañón de acero ochavado en toda su extensión, llave de percusión a la francesa con platina lisa con la inscripción "Fni. par Le Page Montier ArgB du Roi". Henry Le Page (1792-1845) trabajó en París y fue arcabucero de Luis XVIII, Carlos X y Luis Felipe.
3 - Las armas en El Quijote y un muy breve apunte sobre el Imperio español, por Miguel Ángel Navarro Crespo.
4 - Como decía el propio Calderón de la Barca en El alcalde de Zalamea.
5 - El ingenioso hidalgo... Capítulo XXXVIII.
6 - Calderón de la Barca. El alcalde de Zalamea
7.- D. Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana.
8 - Tratado de Artillería yuso della platicado por el capitán Diego Ufano en las Guerras de Flandes. EN BRUSELAS. EN CASA DE IVÁN MOMARTE. IMPRESOR IURADO. Año del Señor 1613. 
9 - En su composición entraban el petróleo bruto (nafta), cal viva, nitrato potásico, azufre y algún otro elemento.
 
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
- A glossary of the construction, decoration and use of arms and armor … .- George Cameron Stone, 1961
- Apuntes Históricos sobre la Artillería Española en los siglos XIV y XV.- José Arántegui y Sanz, 1887
- Armas y armaduras.- Antonio García Llansó, 1895
- Artillería y Fortificaciones en la Corona de Castilla durante el reinado de Isabel la Católica (1474-1504)- Ministerio de Defensa, 2004
- Catálogo de arcabucería madrileña (1687-1833) Real Armería de Madrid.- Álvaro Soler del Campo, 2006.
- Catálogo de la colección de armas del Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
- Coleccionismo de armas antiguas.- José Miguel Echeverría, 1978
- Compendio histórico de los Arcabuceros de Madrid.- Isidro Soler.- Estudio preliminar de Jesús E. Casariego. Edición facsímil de la de 1795.
- Diccionario Enciclopédico de la Guerra.- Gregorio López Muñiz.
- Diccionario Ilustrado de los pertrechos de guerra y demás efectos pertenecientes al material de Artillería.- Luís de Agar, 1866
- Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo - Americana
- Historia de la Artillería Española.- Jorge Vigón, 1947
- Historia de las armas de fuego y su uso en España (tomo 1).- Servicio Histórico Militar, 1951. 
- Historia de los punzones de los Bancos de Prueba europeos.- A. A. C., Barón Engelhardt, 
- Les Armes de Foc de Ripoll.- Eudald Graells i Puig, 1974.
- Síntesis Histórica de la Armería Vasca.- Ramiro Larrañaga, 1981.
- Tratado de Artillería.- Tomás de Morla, 1816
- Tratado de la Artillería y de fortificación.- Cristóbal Lechuga, reimpresión de la edición de 1611.
- 1840 – 1940  Cien Años de Pistolas y Revólveres Españoles.- Juan Luís Calvó y Eduardo Jiménez, 1992