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Señor alcalde: Ni busto ni descendiente de Nelson

Autor: Ismar
Publicado en el Diario de Avisos el 2 de febrero de 1997

 

 

          Parece ser que en este país tenemos una irremediable tendencia al papanatismo, un todavía incurable complejo de inferioridad.

          Nuestros marinos, Sr. alcalde, los más olvidados del mundo, los que descubrieron América, dos veces, antes y después de los vikingos, los que atravesaron los canales Patagónicos y vieron el cabo de Hornos por primera vez. Los pioneros en la Antártida y Nueva Zelanda. Los que descubrieron todo lo que había que descubrir en el Pacífico, los que adivinaron el régimen anticiclónico de este océano y el «tornaviaje» de América del Sur. Los primeros en avistar el archipiélago de Japón, los del Mantón de la China.

          Los que comunicaron con sus barcos los territorios españoles durante más de 400 años. Los que midieron el círculo meridiano, circunnavegaron el globo y, con los portugueses, enseñaron a navegar al mundo. Los que detuvieron el avance del turco. Los que murieron de hambre y sed, por no pedir, cuando se decidió acabar con barcos y sueldos, y, en consecuencia, con las colonias y su comercio. Los que se dejaron matar heroicamente en Cavite y en Filipinas por orden del gobierno, los de «más vale honra sin barcos que barcos sin honra». Los que trabajan en la soledad del mar, donde nadie los ve y pocos saben que están. Los que faenan en las mares más duras, o quienes los defendieron en Terranova, ante la sorpresa de los canadienses educados a «la inglesa».

           Nuestros marinos, a los que los ingleses han robado y falsificado su historia hasta el punto de enseñar a sus hijos, entre otras glorias: que América la descubrieron los italianos, que el primero en dar la vuelta al mundo fue Drake o que este mismo descubrió el cabo de Hornos. Además de abrumarnos con historias como las de la «Armada Invencible» y otras leyendas negras que hasta nosotros mismos hemos terminado por creer.

          Nuestros marinos, muertos en los más remotos confines del globo, yacerán tranquilos si se les sigue olvidando, pero se retorcerán en sus tumbas si Vd., Sr. alcalde, deshonra su memoria con un busto de Nelson. Y los que no hemos sido educados a «la inglesa», sentiremos una profunda vergüenza al ver convertido el mérito al valor y nobleza de raza del pueblo canario, en reconocimiento a los que han tergiversado y ocultado nuestra historia en su propio beneficio.

          Permítame, sin embargo, felicitar a su corporación por la relevancia que se le pretende dar a la conmemoración de este bicentenario, y la satisfacción de una deuda pendiente con la memoria de los defensores, motivo de orgullo de todos los canarios.

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