El canario del convento

Por Antonio Bocanegra Larrazábal  (Publicado en El Día el 1 de agosto de 1997).

 

          Deseando contribuir, de alguna manera, a recordar y airear los hechos acaecidos en Santa Cruz de Tenerife, con motivo de la intentona de apoderarse de la Ciudad, por parte de una escuadra inglesa, mandada por el contralmirante Horacio Nelson, en el mes de julio de 1797 -del 22 al 25-, y cuyo bicentenario se cumple en estos días, me ha parecido oportuno y conveniente recordar algunas de las composiciones que los poetas escribieron con tal motivo, ya que, siendo éstos “intérpretes de los dioses”, según Platón, será interesante -pienso- releer sus versos.

          De entre los que recuerdo en la segunda mitad del siglo XIX, aparece el el poeta Antonio Zerolo que, aunque oriundo de Lanzarote, vivió en Santa Cruz y La Laguna, el cual escribió “a las madres de Tenerife en la invasión de Nelson” -año 1896- y la que me agrada tanto que me sé de memoria y he recitado en alguna ocasión, titulada “Símbolo”, que vio la luz el año 1897, o sea, al cumplirse el primer centenario de las fracasadas tentativas de apoderarse de Santa Cruz de Tenerife, la cual, con permiso, si la memoria no me falla, os copiaré amables y pacientes lectores, para que apreciéis los que aún no la conozcáis. La calidad de las perfectas redondillas con las que D. Antonio Zerolo nos cuenta, poéticamente, el cierto episodio de la toma del convento de Santo Domingo, situado en el lugar que ahora ocupa el Teatro Guimerá, por un destacamento de marinos ingleses que, al mando del capitán Hood, lograron desembarcar por las playas de las Carnicerías, en la famosa e  inolvidable madrugada, y, al intentar llegar a la Plaza del Castillo -hoy Plaza de Candelaria-, se despistara posiblemente y, por la calle de La Noria, parece ser que llegaron a la plazoleta de la Isla de la Madera -nombre actual-, se encontraron con otras tropas de la marinería, mandadas por el comandante Troubridge, los cuales tomaron por la fuerza el convento, ya que les interesaba mucho, toda vez que, desde la parte alta, podían ver si desde la escuadra les venían refuerzos.

          Pero hombres del batallón canario, que el general Gutiérrez había enviado, descubrieron a los del capitán Hood, entablándose un tiroteo entre los que se hallaban ya parapetados en el interior del convento y los que, desde fuera, les hostigaban, en en cuyo tiroteo cayó mortalmente herido el teniente coronel Juan Bautista de Castro Ayala…

          Y el tiroteo que se produjo, según nos relata don Antonio Zerolo, ya cuando empezaba a clarear, un canario, de los que había abundantes en la isla, sin cesar, daba a sus trinos viento… Pero, alto ahí, que todo lo que sigue nos lo relata, poética y bellamente el vate Zerolo en las citadas redondillas. Atención, pues:

               "Atended, que va de cuento.

               Refiere la tradición  //  que cuando el ronco cañón  //  zumbaba, y el firmamento  //  y la tierra estremecía,  //  en la sangrienta jornada  //  en que dejó demostrada  //  Santa Cruz su bizarría,  //  en la tapia del Convento  //  que el inglés quiso asaltar,  //  un canario sin cesar  //  daba sus trinos al viento.

               Estaba a la luz del sol  //  orgulloso el pajarillo  //  de ostentar el amarillo  //  del estandarte español.

               Y cuanto más afluía  //  la muchedumbre en tropel,  //  más se desataba él  //  en torrentes de armonía.

              Mientras tanto, oyendo el ruido  //  con amorosos anhelos,  //  la madre por los polluelos  //  velaba dentro del nido.

              Fue aquel un día de gloria:  //  En lucha con Inglaterra,  //  los que cayeron en tierra  //  revivieron en la historia.

             Tenía que suceder…  //  Una bala de fusil  //  hizo al pájaro gentil  //  para siempre enmudecer.

             ¡Tinto en sangre, cara al sol,  //  aquel rey de los cantores,  //  mostraba los dos colores  //  del estandarte español!

             -¿Y el nido?- No sé en verdad  //  lo que fue del pobre nido.  //  Sólo sé cuán atrevido  //  murió por la libertad  //  el pájaro de mi cuento:  //  -¡Tal vez los hijos quedaron,  //  y la victoria cantaron  //  en las tapias del convento!...”.

                    Espero que el buen gusto literario de los lectores de este prestigioso matutino coincida conmigo en que no se puede contar un cuento -que pudo ser verdad- y en que los protagonistas principales fueron los grupos de marinos ingleses apostados en el interior del convento de Santo Domingo y los canarios que, desde el exterior, intentaban, tiroteándose, hacer salir a los invasores y el principal personaje del cuento: el pajarito canario que, al romper el día, se esforzaba por cantar, ajeno al peligro que corría…

          ¿Cuán imaginativos son los poetas! ¡En efecto; pero, asimismo, cuán certeras sus, en ocasiones, proféticas suposiciones! Un símbolo, en efecto, fue el canario, de color amarillo, como el estandarte español, enrojecido por la sangre…

          Aunque desdiga de los versos y de don Antonio Zerolo, el gran maestro, me voy a permitir -la ignorancia es muy atrevida-, cerrar estas consideraciones -al cumplirse el segundo centenario de la gloriosa gesta- con el siguiente soneto

               Símbolo

               Otro año más, ¡oh, Tenerife amado!,  //  la prodigiosa gesta conmemoras:  //  A la Escuadra de Nelson, agresora,  //  con valor rechazaste inusitado…

               No prosperó el ataque, harto taimado,  //  de la británica hueste bullidora;  //  pues aunque holló tu tierra seductora,  //  hubo de reembarcar, mal de su grado.

               A las tapias llegaron de un convento  //  algunos de los hombres invasores,  //  do un canario, según refiere el cuento,  // cantaba, sin cesar, himnos de amores…  //  ¡y, al morir, tinto en sangre, cara al viento,  //  símbolo fue de España y sus colores!

 

- - - - - - - - - - - - - - - - -