Buques cableros (Puerto y puerta - 65)

Por Rafael Zurita Molina  (Publicado en el Diario de Avisos el 20 de mayo de 2012).

 

          Están aún cercanos los ecos provenientes del amarre del cable telegráfico en diciembre de 1883, que, por su significativa dimensión histórica, encontraron fácil acomodo en los sucesivos actos que durante la pasada semana se programaron de forma conexa con la Asamblea de la Asociación de Amigos del Telégrafo de España.

          Cumplimentando lo dicho en mi inmediata anterior —¡que cosas!— comparecencia en esta página, hoy tengo que referirme a los buques cableros Dacia e Internacional. Además de apoyarme en lo que dejé escrito en mi tan recurrido libro Crónicas del Puerto de Santa Cruz de Tenerife, encontré un apacible cuadro portuario compuesto de vocablos con sabor a mar, del siempre recordado Juan Antonio Padrón Albornoz, con motivo del primer centenario del cable.

          “Los cableros son barcos de líneas precisas y preciosas; barcos con un sello especialísimo de construcción y de estampa marinera. Moliendo espumas, rompiendo olas al ritmo cansino de sus alternativas, trillaron con monótona constancia los mares... Era cuando los barcos andaban a vapor, devorando carbón por sus hornos y devolver a las nubes negros y airosos penachos que quedaban tendidos sobre la estela”.

          Tomando como referencia el primer día de noviembre de 1883, describe la estampa del puerto de Santa Cruz de Tenerife como “un regalo azul pintado de barcos. Frente al castillo de San Pedro las goletas y balandras de cabotaje compartían el fondeo con las negras y panzudas gabarras de carbón”. Eran tiempos, decía, de poco muelle y muchos barcos; y bien distingue en la bahía a los vapores, fragatas y corbetas por sus nombres y nacionalidades.

          Ese día llegaron los tan esperados buques ingleses, Dacia e Internacional, que venían de Cádiz, para llevar a cabo las operaciones de amarre del cable en la costa de La Jurada. El Dacia tenía 75 metros de eslora y una tripulación de 101 hombres, y el Internacional, sin más datos, 83 tripulantes. En el mes de diciembre hicieron varias salidas para el tendido de los respectivos enlaces con Las Palmas y Santa Cruz de la Palma. El Internacional regresó a Londres el día 26, y el Dacia, tras efectuar en marzo del año 1884 las operaciones de enlace entre Gran Canaria y Lanzarote, volvió a Santa Cruz, desde donde partió rumbo a Londres.

          El 6 de diciembre de 1883 se recibe en Tenerife el primer telegrama desde Cádiz. El tiempo que abarca las últimas décadas del siglo XIX contiene otras fechas también significativas que ratifican la correlación puerto-ciudad. Como la que distingue la presencia en las islas del general Valeriano Weyler y Nicolau (1838-1930), que, además, de cierta forma, se relaciona con el tema que hoy tratamos. Tal aserto se compendia en las palabras de Francisco Martínez Viera (1884-1969), plenamente compartidas: “...llegó en abril de 1878, y residió entre nosotros hasta diciembre de 1883 [tres días después del primer telegrama]... Durante los seis años que ejerció el mando militar de Canarias, la obra realizada por el que había de ser hijo adoptivo de esta capital y marqués de Tenerife, dejó honda huella entre nosotros. Su recuerdo es imperecedero”. 

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