Victoria

Por José Luis Zurita   (Publicado en el Diario de Avisos el 29 de junio de 1997).

 

          Santa Cruz de Tenerife se apresta a conmemorar en próximas fechas los doscientos años de la victoria del general Antonio Gutiérrez sobre el almirante Horacio Nelson, quien, al frente de nueve navíos y un total de 393 cañones, intentó, los días 22, 23, 24 y 25 de julio de 1797, apoderarse de la plaza isleña.

          El marino inglés contaba con el empuje y poder de su escuadra, a la vez que con la juventud (39 años) y fortaleza precisas para acometer un desembarco. Al otro lado, un experto militar de 68 años, comandante general de Canarias y veterano de campañas militares en Italia, Argel, Malvinas y Menorca, organizaba sabiamente la estrategia defensiva y, tras cuatro días de asedio, promovía la firma de la rendición en el castillo de San Cristóbal. Con esta victoria, Santa Cruz obtenía el título de Villa, y Nelson regresaba a su Inglaterra natal sin el brazo derecho después de resultar gravemente herido por el disparo de un cañón, uno más de los que constituían la muralla protectora del puerto.

          Con el tiempo, el 6 de julio de 1883, la corporación municipal acordó darle el nombre de una calle al general Gutiérrez, mientras que el 14 de junio de 1933 el mismo Ayuntamiento -más papista que el Papa- hacía lo propio con el bueno de Horacio que hoy, altanero, luce el férreo palmito en la plaza de Trafalgar de Londres. El agresor, el asaltante, recibía como premio a su mortífero ataque (25 fueron las bajas de las topas isleñas) el nombre de una calle, igualando así los honores municipales recibidos por su rival de trifulca.

          Aparte del ya reseñado bautizo callejil, de un sello que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre estampó, el 24 de julio de 1979, en conmemoración de la defensa naval de Tenerife y del lógico reconocimiento que le brindan los suyos en el Museo Militar de Almeida, Antonio Gutiérrez de Otero ha permanecido y permanece, por lo general, oculto a los ojos de chicharreros y visitantes que poco saben del coprotagonista de uno de los pasajes más emblemáticos de nuestra historia insular. Así, y reparando la apatía y torpeza histórica de alcaldes, ediles y opinión pública, será oportuno y justo dedicarle, con ocasión del bicentenario de la victoria militar, un monumento al estratega, a la persona, que protegió a sus conciudadanos de la rapacería de Nelson.

          Arencibia de Torres, quizás el tinerfeño que más ha trabajado por la figura de Antonio Gutiérrez, apunta en su libro Calles y plazas de Santa Cruz de Tenerife. Su historia y sus nombres que el lugar apropiado para asentar el monumento pudiera ser la propia desembocadura de la calle del general. Este articulista, en cambio, propone otro enclave: la plaza de la República Dominicana, en cuyo centro se eleva un móvil de hierro del escultor Francisco Sobrino, herencia de la de la magnífica y acertada I Exposición Internacional de Esculturas en la calle.

          Buscarle otro emplazamiento a esta pieza artística no sería problemático y, en su lugar, podría levantarse la Fuente de la Victoria en homenaje al general Gutiérrez. La plaza de la República Dominicana se sitúa en uno de los espacios más amplios y de mayor tráfico de la ciudad y, por su cercanía con el estadio “Heliodoro Rodríguez López”, la obra propuesta se erigiría también en el punto de encuentro y remoje de los aficionados del Club Deportivo Tenerife cuando el éxito deportivo así lo requiera.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -