Fundación de las escuelas populares

 Por Pedro Ontoria Oquillas  (Publicado en El Día el 6 de enero de 1985 y en El Día / La Prensa el 4 de diciembre de 1994. También reproducido en "Antología periodística calasancia", de Vicente Faubell Zapata. Ediciones Calasancias. Salamanca, 1988).

 

 

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San José de Cañasanz, el "Santo viejo" a los 87 años

"Con más de 80 años, a menudo voy a ayudar a las escuelas, unas veces a una y otras a otra" (Cartas selectas de S. José de Calasanz, núm. 441)

 

          No es inverosímil encontrar afirmaciones referidas a Pestalozzi de que en “Neuhof fue el salvador de los pobres, en Stans padre de los huérfanos, en Berthoud fundador de la escuela popular y en Yverdon educador de la humanidad.”

          Tal frase como otras de recapitulación y alabanza del pedagogo suizo suenan en alguno de sus matices un tanto extraño a la verdad histórica. No se puede afirmar rotundamente “que en Berthoud fuese el fundador de la escuela popular" (“á Berthoud fondateur de l’école populaire”, Georges Duplain: La Suisse en 365 anniversaires, pág. 267); con anterioridad hubo otro gran fundador y organizador de la escuela popular en Roma: Calasanz.

          Tanto José de Calasanz (1556-1648) como Juan Enrique Pestalozzi (1746-1827) han sido dos “grandes pedagogos que se preocuparon por el niño pobre y abandonado y, consiguientemente, por la escuela popular y gratuita.” Conviene, no obstante, señalar que el santo aragonés precedió al pedagogo suizo casi dos siglos exactos, dato a tener en cuenta para desmitificar asertos triunfalistas de cariz francés sobre la fundación de la escuela popular. Sin embargo, la idea “en Yverdon fue el educador de la humanidad” resume la etapa de esplendor del gran pedagogo helvético.

          El 14 de enero de 1804 las autoridades de esta ciudad del cantón de Vaud escribían a Pestalozzi pidiéndole se instalara en Yverdon-les-Bains y ofreciéndole el Castillo y su entorno como lugar “idílico” para poner en práctica sus ideas pedagógicas. “El Castillo podría ser arreglado con desahogo según vuestros deseos, dado los grandes pasillos que en él existen. Usted encontraría aquí un sitio agradable, rodeado de alamedas, aire salubre, aguas saludables en les Bains, con un manantial de aguas minerales y un lago que rodea a la ciudad”. J. J. Rousseau anduvo por estos parajes a mediados del siglo dieciocho y en su Biblioteca Pública se muestran una docena de sus obras donadas por él.

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Juan Enrique Pestalozzi, por Francisco Ramos (Museo del Prado, Madrid)

          Pestalozzi declinaría la oferta del zar Alejandro de la organización de la escuela popular en Rusia y el 1 de enero de 1805 se abría el Instituto Pestalozzi en el Château de Yverdon, Instituto que llegaría a ser una escuela experimental, una escuela nueva. El viejo Castillo yverdonense se convertía en escuela de vanguardia y toda Europa desfilaría por las riveras de Thiéle para confiar sus hijos al gran hombre, para discutir con él sus métodos o simplemente para hablar con él. Las naciones europeas reconocerían la gran labor de las escuelas y diversos Estados enviaban oficialmente sus alumnos a Yverdon. La introducción de las ideas pestalozzianas en España van ligadas a los nombres de Voitel, Döbeli, Manuel Godoy y su secretario Francisco Amorós… y en Madrid se crea el Real Instituto Militar Pestalozziano que tuvo el honor de ser decorado el frontispicio por Goya, conocedor de la obra pedagógica de Pestalozzi. También el pintor aragonés, alumno de los escolapios de Zaragoza, inmortalizaría a su paisano en la renombrada "Última comunión de S. José de Calasanz".

          Calasanz ya había afirmado que “la reforma de los pueblos consiste en el diligente ejercicio de la enseñanza”. La Experiencia es testigo y confirmación, es la lucha contemporánea de la conquista de la escuela por las diversas tendencias ideológicas y políticas. "Si tuviera ahora diez mil religiosos -escribía Calazanz- podría en un mes distribuirlos a todos en aquellos lugares que me los han pedido con grandísima instancia. Porque nuestra orden es buscada por muchos señores cardenales, obispos, prelados, grandes señores y ciudades principales, como puedo probar con muchas cartas."

          En 1597 abrió Calasanz escuelas verdaderamente populares; en ellas se enseñaba “gratis” la lectura y no por el procedimiento del deletreo; la escritura, “a la manera española”, la Aritmética, la Geometría, la Contabilidad, la Filosofía, la Teología, el Dibujo y la Música, cosa muy inusitada en aquellos tiempos. Los colegios de Calasanz fueron desde su fundación verdaderos grupos escolares donde no podían pasar los alumnos de una clase a la inmediata superior sin riguroso examen, y en ellos se practicaba el método heurístico, llevando a los niños al conocimiento de los abstracto, partiendo de lo concreto, de lo tangible, de lo “intuitivo”.

         Por la infancia desvalida fundó y dirigió Pestalozzi algunos asilos y escuelas; pero no llegó como Calasanz a la renunciación completa de un porvenir brillante para mejor entregarse a los niños. Las escuelas fundadas por Pestalozzi hubieron de cerrarse porque carecía de talento organizador. Las de Calasanz se extendieron rápidamente por Europa y, después de cuatro siglos, su obra sigue cada vez más floreciente repartida por los cinco continentes donde se educan los niños conforme a las normas pedagógicas calasancias.

          Calasanz y Pestalozzi estaban convencidos de que la miseria del pueblo puede solucionarse por medio de la educación; para ello pusieron los pilares en la fundamentación de la escuela popular y ambos sufrirían grandes contrariedades y adversidades.

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