Las otras Milicias (y 3) (Retales de la Historia - 53)
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 22 de abril de 2012).
En Retales anteriores hemos visto que la Milicia Nacional local se encontraba casi inoperante y próxima al letargo y que no se contaba con ella sino para servicios que podían considerarse como auxiliares, la mayor parte de las veces ineficazmente.
Su cuerpo de guardia se había instalado en el exconvento de San Francisco en pésimas condiciones, comenzando por el desaguisado de quitar un retablo para hacer sitio para colocar el armamento. Con los aires revolucionarios y el pronunciamiento de septiembre de 1840, se quiso revitalizar, comenzando por intentar, una vez más, equiparla debidamente, aunque no se disponía de recursos para ello. El Ayuntamiento, como siempre, no tenía un real, y se las prometía muy felices al haber logrado vender a unos particulares la ruinosa cárcel de la calle San Francisco, con cuyo producto, unos 14.000 reales, pretendía arreglar parte del antiguo convento de Santo Domingo, al que se habían trasladado los presos. Pero el gozo, en un pozo. La Junta de Gobierno instalada a raíz del pronunciamiento dispuso que este dinero se aplicara a equipar a la Milicia Nacional, a modo de préstamo reintegrable, aunque no sabemos si alguna vez se llegó a recuperar.
Entretanto, la Milicia seguía prestando algunos servicios, como el de dar escolta al Pendón en los actos y funciones en las que participaba, lo que en 1841 dio lugar a algunas polémicas sobre los honores que se habían de rendir a la enseña de la Villa. Por lo visto, en la festividad de la Santa Cruz el 3 de Mayo, de acuerdo con lo que era costumbre, se procedió a presentar armas, batir marcha y hacer descargas, pero al comandante del cuerpo le pareció que todo ello había sido excesivo y así lo expuso al ayuntamiento. Se acercaba el 25 de julio, festividad de Santiago y conmemoración de la victoria de 1797 ante el intento de invasión británico, y el comandante consultó si era correcta la actuación anterior. No se sabía, a ciencia cierta, cuál debía ser el protocolo a aplicar, pero el hecho era que la mayor parte de los regidores pensaban que cuantos más honores se le rindieran a la enseña de la Villa mejor para todos y, como la consulta se había hecho el mismo día de Santiago y muy a última hora, para no demorar más la función se volvió a hacer como la vez anterior.
En diciembre del mismo año, siendo alcalde José Calzadilla, un informe recibido daba a entender que el comandante de la Milicia tenía razón y que los honores que se rendían eran excesivos, pero no le iban a chafar la fiesta a los regidores. En vista de las dudas, se sometió el asunto a votación y ganaron los partidarios de seguir con presentar armas, batir marcha y hacer descargas. Como la corporación no estaba al completo se acordó volver a votar en próxima sesión, pero no tenemos constancia de que se hiciera. En 1843 el Ayuntamiento seguía reclamando los 14.000 reales obtenidos con la venta de la cárcel vieja, adelantados tres años antes para equipar a la Milicia Nacional local.
Hay otro capítulo de la actuación de estas Milicias, que también debe mencionarse, aunque su duración fue más bien corta. En 1853, ante la inexistencia de un cuerpo de bomberos y los frecuentes incendios que se producían en la población, el capitán general Antonio Ordóñez prometió su creación, pero o no llegó a organizarse o se suprimió al poco tiempo, pues hay constancia de que transcurridos dos años se volvió a formar una compañía de bomberos como sección de la Milicia Nacional. Se suprimió al año siguiente cuando cayó el gobierno liberal, se formó de nuevo a los pocos meses, y se suprimió definitivamente en 1860.
Al proclamarse la I República en 1873, la anterior Milicia Nacional se convirtió en un cuerpo llamado al principio Voluntarios de la Libertad, nombre que ya había aparecido cuando la "Gloriosa", que pronto se convirtió en Voluntarios de la República, cuya primera actuación consistió en pedir seis cañones, varios cientos de fusiles y carabinas con su munición y fornituras correspondientes y el castillo de San Pedro como depósito. Ante tales preparativos bélicos, dice Cioranescu con su fina ironía, que "se olvidaron de pedir también un número conveniente de enemigos, que no los había".
Tal vez el haber dedicado tres Retales seguidos a la Milicia Nacional puede parecer excesivo, pero su existencia no deja de ser un capítulo curioso y poco conocido de nuestra historia, aunque su devenir, como estos mismos artículos divulgativos, pertenezca más a la anécdota que a la categoría. Francisco María de León opinaba que su existencia no tuvo utilidad alguna real y que era nociva, tanto porque daba lugar a "gastos superfluos", como a rencillas y rivalidades.
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