El Cuartel de San Miguel

 

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en El Día el 25 de noviembre de 2000)

Este artículo mereció el Premio Periodístico de Investigación Histórica "Antonio Rumeu de Armas" en su XXVIII edición.


 
          La céntrica plaza de Santa Cruz de Tenerife que lleva el nombre del teniente general Valeriano Weyler y Nicolau, era desde mucho antes conocida como Campo o Plaza Militar, debido a que en sus alrededores se encontraba, aún sin existir como tal plaza, el cuartel de Infantería denominado de San Miguel, y era en aquella explanada de las afueras donde realizaba sus ejercicios la tropa. Además, muy cerca comenzó a funcionar desde 1778 el Hospital Militar y, frente al mismo, al otro lado del camino de La Laguna -actual Rambla de Pulido-, se instaló hacia el año 1860 la Maestranza de Artillería; por último, en 1879, sobre el solar resultante del derribo del hospital se edificó, por iniciativa del citado general, el palacio de la Capitanía General que hoy conocemos, así como un nuevo hospital castrense en la calle de Galcerán -antigua de la Maestranza- que muy modificado ha perdurado hasta nuestros días.

           Durante mucho tiempo Santa Cruz no fue más que un pequeño lugar nacido al amparo de su puerto, y no contaba con locales para el acuartelamiento de tropas, pues las guarniciones de sus castillos y defensas se cubrían con soldados que vivían en el pueblo o que bajaban desde La Laguna a cumplir el servicio. Fue en el siglo XVIII cuando ya se dispuso de lugares expresamente destinados a ello, siendo el primero el cuartel de Caballería, construido hacia 1725 por el marqués de Valhermoso (1) junto a la Caleta de Blas Díaz (2) -que según Rumeu de Armas apenas pasaría de ser algo más que una cuadra-, sobre cuyo solar se construiría más tarde la casa de la Real Aduana. El segundo cuartel, o el primero para alojamiento de tropas, fue el destinado a la Infantería, y es al que vamos a dedicar nuestra atención, tratando de aclarar dudas que se han suscitado sobre su situación y algunos errores de datación.

           En cuanto a su situación, es tan evidente que ocupaba un lugar lindante con la que luego sería plaza de Weyler, que resulta sorprendente que en algún momento se haya situado en el barrio del Cabo. Veamos lo que dice Alejandro Cioranescu (3) a este respecto, con mención de las notas que cita en su texto:  “En el siglo XVIII (...) el Cabildo se vio obligado a  pagar el alquiler de una casa destinada a cuartel 269. Quizá era la misma casa que llevaba el nombre demasiado pomposo de cuartel de San Miguel, en la que se alojaba la infantería  y que  estaba  situada en el  barrio del Cabo 270.” Las notas a que hace referencia, dicen: Nota 269, Casas habilitadas para cuartel del regimiento de Infantería, en 1780, su costo 20.359  reales vellón (PO¬GGI 208). Y la nota 270, RUMEU DE ARMAS, III, 407.

           En la primera de ellas Cioranescu nos remite a Poggi Borsotto, cuyo texto coincide exactamente con lo recogido por él. En la segunda, Rumeu se refiere al emplazamiento del cuartel de San Miguel de acuerdo con un plano datado en 1771, levantado por el ingeniero militar Joseph Ruiz Cermeño, en el que figura en el lugar correcto: en un descampado al final de la calle Consolación, hoy de Puerta Canseco. Ni Poggi ni Rumeu nombran el barrio del Cabo, por lo que pensamos que, si alguna razón tuvo Cioranescu para hacerlo, se trataría de un desconocido tercer cuartel, aunque probablemente nos encontramos ante un error de nombre, y cuando se dice barrio del Cabo debe entenderse barrio de la Consolación, que era como se conocía aquella zona.

           Por otra parte, Rumeu, al describir los primeros cuarteles (4), señala: “...el de San Miguel, para alojamiento de la infantería, que data de la misma época, pues ya aparece dibujado en el plano de 1740.” 

          Y en otro lugar (5) dice, refiriéndose también al año 1740: “El edificio más occidental de la ciudad era el cuartel para la tropa "que se ha nombrado San Miguel", cuyo emplazamiento actual sería, pasado el barranquillo del Aceite, al final de la calle Canales” (actual de Ángel Guimerá). La situación es la correcta en estos planos de Santa Cruz fechados en 1740 y reproducidos en las obras de ambos (6), en los que figura un edificio cuyo emplazamiento se corresponde con el del cuartel que nos ocupa. Pero lo sorprendente del caso es, como se aclarará en estas líneas, que en dicho año de 1740 no existía tal construcción. ¿Qué explicación puede tener esto?

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         Hacia el citado año de 1740, en el solar que luego ocuparía el cuartel aledaño a la actual plaza de Weyler no existía construcción alguna. Ahora bien, llama la atención el hecho de que, como luego veremos, hay constancia de una denominada calle Real, que no sería más que un polvoriento camino continuación de la calle de la Consolación, así llamada por ser la que subía  desde el convento dominico de ese nombre, sobre cuyo solar se edificaría el siglo pasado el teatro municipal. Dicho camino, cuyo trazo ni se adivina en los planos de 1740 como queriendo evidenciar su escasa importancia, vendría a coincidir hoy con el inicio de la Rambla de Pulido, desde la calle de Alfaro hacia arriba, y el único objeto del mismo sería dar acceso a las tierras de la zona de Salamanca, y a los "llanos de Sorita y del Pirú". No cabía otro uso, puesto que quedaba interrumpido en el barranco de Santos al no existir entonces el puente de Zurita. La existencia de este camino o calle Real está documentada por la escritura pública que extractamos seguidamente.

           El 24 de octubre de 1741, las tierras en las que posteriormente se levantaría el edificio que nos ocupa, fueron adquiridas por un famoso personaje (7). Entre otras cosas, dice el documento de venta: “...sepan quantos esta carta de venta Real vieren como  yo el Thente de Capn Dn. Barthome Cassalon veco deste Lugar y Puerto de Santa Cruz de la Isla de Thene otorgo que bendo en mi nombre i el de mis Herederos y subsesores...á favor del Capn Dn. Amaro Rodríguez Phele veco de la Ciud de La Laguna (...) dies Sitios Balutos en un cuerpo que tengo eneste dho Lugar en el Barrio de Consolacion que cada uno se compone de sinquenta pies de frente y siento de fondo y lindan por delante Calle Real por naciente casas de franco Alberto de Mesa y por el poniente y un lado sitios de los herederos de Juan Alvares...” 

          El comprador era nada menos que el capitán Amaro Rodríguez Felipe, famoso comerciante y corsario más conocido por "Amaro Pargo", que a lo largo de su vida (8), orlada en algunos aspectos por la leyenda, logró reunir una considerable fortuna. Posteriormente, según se desprende de su testamento, el mismo personaje adquirió a Francisca de Acosta Salazar otro sitio contiguo a los anteriores, por escritura otorgada en 10 de julio de 1745 ante el mismo escribano que dio fe de la compra anterior (9).

          Queda claro, por tanto, que en 1741 no existía construcción alguna en las tierras adquiridas por Amaro Rodríguez Felipe. Antes bien, se trataba de sitios "balutos", según expresión que aún subsiste; es decir, no aptos para cultivo. Si hubieran sido simplemente abandonados o en barbecho, es seguro que su denominación hubiera sido la de "arrifal" o "arrife", que aún se aplica a tierras abandonadas o de secano que, llegado el caso, son susceptibles de cultivo. También es evidente que de existir algún tipo de edificación en aquellos terrenos, hubiera quedado reflejado en los documentos públicos.

          Tampoco en el testamento de "Amaro Pargo", que murió sin descendencia, se señala la existencia de edificación alguna en aquel lugar. Fue otorgado en La Laguna el 19 de junio de 1746 (10), y por el mismo funda vínculo en su sobrina Ana Josefa Rodríguez Felipe o Squinante -hija de su hermano José Rodríguez Felipe, casada con el también su sobrino Amaro González de Mesa, hijo éste de su hermana Francisca Tejera Machado. Por este vínculo Amaro Rodríguez Felipe dejó estipuladas ciertas disposiciones respecto a las casas comprendidas en sus propiedades de Santa Cruz, que permitían -e incluso recomendaban- subrogarlas por otras propiedades que se agregaran al mayorazgo en el caso de ruina o incendio de alguna de ellas, o bien para sustituir los inmuebles por otro tipo “de bienes frutiferos que dieran más utilidad a sus poseedores, quitando al mismo tiempo el peligro de perderlo en algún incendio como á acontecido repetidas veces en dho. Lugar.” 

         Transcurren unos pocos años -exactamente ocho- cuando en 1754 se abre al tránsito de carruajes el puente construido sobre el barranco de Santos en el lugar conocido como la pasada del medio llamada de Sorita (11), con lo que el antiguo camino o calle Real, hasta entonces confluencia y prolongación hacia el extrarradio de las calles de la Consolación, Canales y Barranquillo -actuales de Puerta Canseco, Ángel Guimerá e Imeldo Serís, respectivamente- se convierte en el principal camino hacia La Laguna. Esta circunstancia, y la lógica revalorización de las propiedades colindantes, no pasó desapercibida para Amaro González de Mesa y su esposa, como lo demuestra el hecho de que, al vender en 1756 al conocido comerciante de Santa Cruz Pedro Forstall una casa alta y sobrada en la calle de la Marina, haciendo frente a la batería de La Rosa, la sustituyen por otros bienes que agregan al mayorazgo (12) -de acuerdo con las estipulaciones del fundador del vínculo-, y entre los que se cuenta: “..una casa que fabricamos en dho. Lugar de Sta. Cruz en el barrio de Consolación a la entrada del Camino de esta Ciudad (La Laguna)  por el Puente Nuevo, que es la primera a la derecha como va dicho camino.” 

          Y en otro lugar de las escrituras se vuelve a hacer mención de esta casa del matrimonio González de Mesa, en los siguientes términos: “Una casa terrera que han fabricado en disposición de hacerse dos moradas en dicho Lugar de Sta. Cruz en el barrio de Consolación a la salida del Camino de esta Ciudad y al Puente Nuevo del Barranco de Santos, lindando con tres calles y sitios que allí quedan a los otorgantes.” 

          Amaro González de Mesa y Ana Rodríguez Felipe se casaron en la iglesia de la Concepción de La Laguna el 26 de mayo de 1745 (13), pero al testar su tío el año siguiente aún no existía la casa en cuestión, por lo que, en una primera aproximación, esta tuvo que ser construida en el intervalo de diez años que va de 1746 a 1756, fecha esta última de las escrituras anteriormente citadas, y muy probablemente entre 1754 y 1756, una vez abierto al tránsito el puente Zurita. Queda así demostrado que en el plano de Santa Cruz de 1740 no podía figurar la casa llamada luego cuartel de San Miguel.

          La única explicación posible es que el plano reproducido por Cioranescu y Rumeu se basa en una copia efectuada posteriormente, cuando ya existía el edificio. No sería extraño que, con el afán de actualizar un plano que acaso ya se consideraba anticuado a los pocos años de levantado, el copista incluyera lo que en la realidad ya existía. El error vendría dado por continuar asignán¬dole a la copia la fecha del original. Esta conclusión, en prin¬cipio alcanzada a través de las fuentes documentales citadas, ha sido posteriormente confirmada al disponer el Museo Militar Regional de Canarias de la reproducción del verdadero original del plano de 1740.

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Pero aún puede quedar la duda de si la casa a que nos hemos venido refiriendo es la misma que se dedicó a alojamiento de la tropa, aspecto que trataremos a continuación.

           Con fecha 16 de julio de 1769, el general Miguel López Hernández de Heredia informa a sus superiores de cómo ha tenido que habilitar alojamiento para las tropas de las compañías veteranas de las Islas. En septiembre del mismo año, el contador de la Real Hacienda le contesta y le dice que “...ha aprobado el Rey que para aloxamiento de esta Tropa se haia tomado con acuerdo de este contador la casa que en este Puerto posée Dn. Amaro González de Mesa y es la misma que hoy sirve de quartel con la advocación de San Miguel, y que quiere S.M. exponga que coste tendrá la compra de esta casa, y la obra que haya que hacer en ella para quartel de un Batallon...” (14).

         Se evidencia por esta documentación: primero, que al menos desde 1769 existió en Santa Cruz un cuartel para la Infantería, es decir, once años antes de la fecha dada por Poggi Borsotto, que ya vimos que lo sitúa en 1780; segundo, que dicho cuartel ocupaba una casa propiedad de Amaro González de Mesa; tercero, que desde el primer momento las autoridades militares estudiaron la posibilidad de adquirirla en propiedad, lo que nunca llegó a realizarse.

          El 10 de mayo de 1771 (15) el ingeniero comandante, capitán Joseph Ruiz Cermeño, informa al general Hernández Heredia “... qe. la expresada casa es sumamte. pequeña y qe. aunqe. se le hizo una quadra por cuenta de la Rl. Hacienda están muy estrechas las dos compañías que se alojan en ella, por consigte. es imposible hacer el Quartel para un Batallón que necesita mucho mas lugar, y será preciso comprar el terreno Yermo colateral á ella...” 

          En 1774 llega a Santa Cruz el comandante general marqués de Tabalosos y, según cuenta Pedro Tarquis (16), “ ...al ver el estado en que se encontraban los enfermos de la guarnición militar del Puerto de Santa Cruz, en una mala sala del Presidio, que así se llamaba el cuartel, se propuso como su  principal misión  construir el  Hospital Militar.” 

          Este texto nos aporta otro dato interesante, aunque tampoco concluyente en cuanto a la identificación exacta  del  cuartel: la  denominación  que  recibía  el mismo.  La casa que nos ocupa -seguramente con múltiples reformas- llegó hasta principios del siglo actual dedicada a almacén, mesón  y casa de postas, y hasta los últimos tiempos de su existencia fue popularmente conocida como "El Presidio".

          Dos años después, Amaro González de Mesa y Ana Rodríguez Felipe otorgan testamento (17) e instituyen vínculo a favor de su primogénito Bartolomé Agustín, al mismo tiempo que, una vez más de acuerdo con las disposiciones del fundador del mayorazgo, extraen del mismo la casa del barrio de la Consolación, que sustituyen por otros bienes que agregan al vínculo. Al referirse a esta edificación, dicen: “...casa que hoy sirve de Cuartel en Santa Cruz, la cual se nos pidió con propuesta de comprarla la Real Hacienda, como en efecto á arrimadose a ella un alpende, para tomarla en propiedad,...” 

          Por este documento queda plenamente identificado el cuartel con la casa de la familia González de Mesa. Por una parte, su situación exacta, a la salida de la población, en el barrio de la Consolación; por otra, el alpende (o cuadra) a que se refería el ingeniero militar en su informe de 1771. Además, vemos que continuaba el interés en adquirirla en propiedad por parte de la Hacienda Real, actitud que persistiría en el tiempo, pero que, como ya se dijo, nunca llegó a cristalizar.

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         Conocemos ya al nuevo propietario de la casa que ocupaba el cuartel, Bartolomé Agustín González de Mesa, por herencia de sus padres y como parte del vínculo familiar, pero nada sabemos todavía de las condiciones o acuerdo de tal ocupación, aparte de lo que nos indicaba Poggi Borsotto sobre el importe del alquiler. De lo que sí hay evidencias es de que el edificio se iba deteriorando lentamente, lo que obligaba a frecuentes reparaciones.

          En 1777 cae arruinada una esquina de la cocina y el general Tabalosos ordena su reparación. En 1785, siendo ya comandante general el marqués de Branciforte, es el aljibe el que precisa arreglo, y el jefe de ingenieros teniente coronel Andrés Amat de Tortosa informa a Branciforte que la reparación “debe ser por qta. de los Alquileres del edificio”, en lo que parece traslucirse algún tipo de acuerdo o convenio con el propietario. Pasa el tiempo y parece que el cuartel tiene cada vez menos utilidad, y en enero de 1798 -seis meses después de la victoria sobre Nelson- el general Antonio Gutiérrez está dispuesto a desocuparlo para que sirva de casa de convalecencia a los enfermos del Real hospital. Con esta intención, ordena al ingeniero jefe, entonces el coronel Luis Marqueli, que “disponga se reconozca y se hagan los reparos qe. necesite a dho. objeto” (18).

          Y llegamos a 1816,  cuando el ayuntamiento proyecta  la creación  de un Colegio de Cirugía -que no se llegó a realizar-, y que se pensó instalar en las dependencias del hospital civil, para lo que se estimó necesario trasladar a los enfermos que lo ocupaban al cuartel de San Miguel. Es posible que tenga razón Cioranescu cuando supone que el ayuntamiento tenía la idea de así ahorrar gastos o de sacarle una renta al local del barrio del Cabo (19).

          Es entonces cuando los regidores, según acuerdo municipal (20), comisionan a uno de sus miembros, Domingo Madan, “...para que practique quantas diligencias sean suficientes á conseguir que el propietario de dicha Casa Quartel de San Miguel la conceda para que se traslade á ella el Hospital de Desamparados, ya sea por concensuacion o por otro contrato que pueda conbenir...” La comisión dio los frutos deseados, pues a los pocos días (21) se informó, en los siguientes términos: “Cesión hecha por dicho Sr. Bartolome de la expresada casa e consignacion de ella para dicho objeto, sin mas remune¬racion que la de atender á la conservacion del edificio, por ser pieza de una de las vinculaciones de su Casa.” 

          Como ya hemos adelantado, y a pesar de las prisas de las primeras gestiones, el Colegio de Cirugía no pasó de proyecto y la casa de la familia González de Mesa continuó utilizándose como cuartel. En 1818 se esperaba la llegada del Batallón de Infantería ligero 1º de Cataluña y, como solía ocurrir en estos casos, se creó el problema de su alojamiento. El comandante general pidió entonces al Ayuntamiento la cesión del viejo edificio para trasladar allí los destacamentos de Milicias que ocupaban el de San Carlos, al objeto de proceder a su reparación para alojar a las nuevas tropas (22). La corporación municipal accedió a la petición, “siempre que no se deteriore su fábrica”, se dice (23), recordando aún que allí se pensaba trasladar el Hospital de Desamparados.

          A los pocos años, en 1822, se decide utilizar el cuartel como cárcel para presidiarios para lo que se vuelve a confeccionar presupuesto de la reparación necesaria. Es revelador el informe que con fecha 14 de junio el ingeniero militar eleva a la comandancia general (24), en el que se dice: “Este edificio propio de particulares inhabitado la mayor parte del tpº, y ocupado algunas veces como cuartel provisional de la guarnon. de esta Plaza no ha sido reparado á tiempo, y el tratar ahora de su entera recomposición produciría gastos bastantes crecidos.” Por el presupuesto, que comprende sólo lo imprescindible, se deduce el estado de ruina y abandono en que se encontraba la casa, hasta el punto de que uno de los capítulos de la reparación era la “composición de las fechaduras y demas herrages de la Puerta”, que se habían perdido.

          Inmediatamente, con fecha dos de agosto, se ordenó el inicio de las obras de acuerdo con el Ayuntamiento de la Villa, advirtiendo que el gasto no había de superar los cinco mil reales, “que habrá de costear el Erario público, reintegrándose este con el alquiler de ciento cincuenta pesos anuales que aquella corpora¬ción ha señalado.” También se autorizaba que los propios presidiarios “trabajen de peones bajo la moderada gratificación que en otras ocasiones se ha acostumbrado darles.” Las obras se realizaron con tal celeridad que estaban concluidas el 24 del mismo mes. Los presidiarios, alojados ya en el cuartel, también fueron empleados en los trabajos de reparación del camino de La Laguna que aquel mismo año se realizaron (25).

          Todavía en años sucesivos se continuaron efectuando reparaciones en la casa de los González de Mesa, que por este tiempo alternaba el uso como cuartel con el de cárcel, según las circunstancias y las necesidades de cada momento. En 1825 se aloja allí la tropa de la partida del batallón de Leales Canarios. En 1826 sufre importantes desperfectos con motivo del famoso temporal que tantos daños causó en la población y en toda la isla, hasta el punto de que la reparación de los mismos asciende a seis mil quinientos ochenta y cinco reales. En estas fechas, se dice que “sirbe para el alojamiento de la partida de Ultramar.” En 1831 vuelve a utilizarse como presidio y hay que reparar el cuerpo de guardia. Al año siguiente, siendo capitán general Francisco Tomás Morales, son necesarias nuevas reparaciones, y lo mismo ocurre en 1834. Más adelante, en 1848, posiblemente para que pudieran iniciarse las obras del teatro municipal en el solar ocupado por el convento de la Consolación o de Santo Domingo, se vuelve a reparar el cuartel o presidido de San Miguel para trasladar al mismo las tropas que se alojaban en el mencionado convento.

       De todas formas, la utilidad de la casa ya no debía de ser mucha pues, fallecido el propietario, su hijo y heredero José González de Mesa solicitó del Ayuntamiento que le fuera devuelta, a lo que accedió la corporación, aunque parece que puso reparos el comandante general, que, una vez más, intentó comprarla (26). Por el contrario, lo que sí adquirió en 1849 la comandancia general al ayuntamiento fue el antiguo hospicio de San Carlos en el barrio del Cabo, que desde entonces sólo se utilizó como cuartel, después de las consiguientes obras de adecuación (27).

           Como consecuencia de ello la casa del barrio de Consolación en el camino a La Laguna no volvería a usarse para alojamiento de tropas, aunque el Ayuntamiento continuó ocupándola como cárcel para los penados.      

NOTAS:
1.   A. RUMEU DE ARMAS: Canarias y el Atlántico. Piraterías y ataques navales. Segunda edición, facsímil. Madrid, 1991. Tomo III, 1ª. parte, 407.
2.  El lugar vendría a corresponder, aproximadamente, con parte del solar ocupado hoy por el edificio de Correos y Telégrafos, y parte de la calle que lo separa del Cabildo.
3.   A. CIORANESCU: Historia de Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1977.  Tomo II, 132 y 488.
4.   V. nota 1.
5.   A. RUMEU DE ARMAS: Op. cit., III, 1ª. parte, 386.
6.  RUMEU: Op. cit., III, 1ª. parte, lám. XXIV; CIORANESCU: Op. cit., I, 128. En ambos casos se trata de un plano levantado de orden de S.M. por ingenieros militares.
7.  ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL: Ante el escribano público José Antonio Sánchez de la Fuente. Protocolos, legº. 1587.
8.   Sobre  "Amaro Pargo" puede verse: M.R. Alonso: Un rincón tinerfeño. La Punta del Hidalgo. La Laguna, 1944; J. Rodríguez Moure: La Sierva de Dios Sor María de Jesús de León Delgado. Tercera edición. Santa Cruz de Tenerife, 1979; C. Reig Ripoll: La Ermita de Na. Sa.  del Rosario y la Casa del Pirata o Casa de los Mesa. Santa Cruz de Tenerife, 1991.
9.   A.H.P.: En los protocolos de Sánchez de la Fuente falta el legajo correspondiente a dicho año.
10.  A.H.P.: Ante Juan Agustín Palenzuela. Protocolos, Legº. 954.
11.  D.V. DARIAS PADRóN:  "El puente Zurita".  Periódico La Tarde de 25 de noviembre de 1940.
12.  A.H.P.: Escritura de venta otorgada  en La Laguna ante Francisco López de Castro, el 31 de enero de 1756, y otra de agregación de bienes, ante el mismo, del 5 de febrero de dicho año. Protocolos, Legº. 1115.
13.  VV.AA.: Nobiliario de Canarias. La Laguna, 1952-1967. Tomo IV, 687-8. 14.  ARCHIVO COMANDANCIA DE OBRAS DE LA ZONA MILITAR DE CANARIAS (An –tigua Comandancia de Ingenieros de la Capitanía General de Canarias). Santa Cruz de Tenerife: Legº 3S-3D nº 6
(14). Agradezco al anterior director del Museo Regional Militar de Canarias, coronel D. Juan Tous Meliá, las facilidades dadas para la consulta de esta documentación.
15.  IBIDEM.
16.  P. TARQUIS RODRÍGUEZ: Retazos Históricos. Santa Cruz de Tenerife. Siglos XV al XIX. Santa cruz de Tenerife, 1973. Pág. 292.
17.  A.H.P.: Testamento  ante José López Ginory, el 30 de septiembre de 1776. Protocolos.
18.  A.C.O.Z.M.C.: Legº. 3S-3D nº 6.
19.  CIORANESCU: Op. cit., IV, 100.
20.  AYUNTAMIENTO. Libros de Actas: Sesión de 27 de noviembre de 1816.
21.  IBIDEM: Sesión de 6 de diciembre de 1816.
22.  F.M. POGGI Y BORSOTTO: Guía histórica-descriptiva de Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1881. Pág. 208.
23.  AYUNTAMIENTO: Sesión de 2 de marzo de 1818
24.  V. nota 14.
25.  AYUNTAMIENTO: Sesión de 15 de marzo de 1822.
26. CIORANESCU:  Op. cit., IV, 310.  Cita este autor la referencia del Ayuntamiento 103/44, legajo que no hemos encontrado en el archivo municipal, bien por error de signatura o por haberse extraviado. Da por hecho que el comandante general compró la casa, pero no fue así, puesto que la propiedad continuó en manos de José Gonzá¬lez de Mesa, quien la incluye en su testamento cerrado, en  La Laguna el 24 de mayo de 1851, que se abrió  ante Domingo Ruiz y Mora el 15 de mayo de 1855, día siguiente al de su muerte. A.H.P.: Protocolos, legajo 1962, cuaderno 2 de 1855. 27. IBIDEM: IV, 321. El hospicio de San Carlos, cuyos primeros estatutos son de 1785, se había levantado siendo comandante general el marqués de Branciforte, quien lo puso bajo un patronato en el que participaban militares, religiosos y civiles, pasando luego al municipio. El producto de su venta lo dedicó el ayuntamiento a la construcción del teatro.