Ecos de unas conferencias. Este Tenerife noble, leal e invicto.

Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 27 de junio de 1997).

 

          El éxito, rotundo y contrastado, alcanzado por Luis Cola Benítez, espoleó aún más nuestro interés para seguir acudiendo al ciclo de charlas que, con motivo del Bicentenario de la Gesta del 25 de julio de 1797, venía organizando el Casino de Tenerife. Y, la verdad, es que aquella inicial buena acogida se extendió, para satisfacción del numeroso público asistente, a las  otras dos sesiones adonde, en primer lugar, el vicealmirante Julio Albert, con verbo tan apresurado como vibrante, “como un espontáneo que se tira a la plaza”, exaltó, a cada instante, una victoria tan importante como poco conocida.

          Y, añadimos nosotros, de forma especial, en el propio Londres, en Trafalgar Square, donde si ustedes preguntan al universitario más avezado el porqué Horacio Nelson, “allá arriba”, no posee su brazo derecho, ninguno sabrá decirle dónde lo dejó. Y cuando se les asesora que lo perdió en Tenerife, luchando, más de uno, por no decir todos, nos han esbozado la sonrisa de la incredulidad y de la ignorancia.

          Por eso, el vicealmirante Albert recalcó, con cierto énfasis, lo poco conocida, en  una conferencia que tituló “El fracaso de Nelson en el ataque anfibio a Tenerife”, donde afirmó que el acoso británico no fue una mera incursión, es decir un golpe de mano, sino una operación para conquistar Tenerife, donde nuestros hombres demostraron intrepidez, valor y voluntad para derrotar a unos invasores que infravaloraron al enemigo, liderados por la incuestionable competencia del comandante general del Archipiélago, Antonio Gutiérrez, que nos hizo ver que el ataque de Nelson había sido una operación audaz, pero mal concebida.

          Estas interesantísimas charlas fueron clausuradas por el teniente general Fernando Pardo de Santayana, que con un timbre de voz diáfano y lleno de matices, disertó sobre “Los ejércitos de S. M. Carlos IV en la defensa de Santa Cruz de Tenerife”. Y su conferencia fue de tal convicción y realismo que, créanme, en algunos pasajes de su brillante actuación, aquellas balas, bombas, metralla, puntas de diamantes, que mencionó, parecían silbar cerca de nuestros oídos…

          Como sus otros dos antecesores en la tribuna del Casino, Pardo de Santayana elogió la conducta de Antonio Gutiérrez opinando que se comportó en todo instante con el dominio, entereza y sosiego que caracteriza a los grandes soldados. Leyendo los dos primeros párrafos de un libro del común amigo Juan Arencibia: “…la noche se presenta tensa…”, el conferenciante nos introdujo en la vorágine de los fusiles de chispa, pistolas, bayonetas y baquetas. En su verbo casi percibimos los redobles de tambores, el flamear de banderas, los despliegues de la Infantería; el trepidar del cañón Tigre; los movimientos de aquellos fusileros, granaderos y cazadores que combatieron a las órdenes del general Gutiérrez. Las transparencias, proyectadas en la penumbra, constituyeron un gran apoyo, donde todas las interrogantes quedaban perfectamente contestadas, y donde el éxito afloró por el acierto de previsión.

          En fin, todo un hallazgo esta serie de charlas sobre una batalla que pudo cambiar la historia y convertir a Tenerife en otro Gibraltar. Ahora sería conveniente que el Casino –al que hay que felicitar por esta feliz iniciativa- perpetuara estas conferencias en un tomo orlado con la cartografía y dibujos que allí se mostraron; y que los oradores participantes vertieran sus respectivas palabras en universidades y escuelas para que nuestra juventud -muy ausente en el Casino- sepa el porqué esta ciudad, entre otras cosas, posee el título de Muy Noble, Leal e Invicta Villa de Santa Cruz de Santiago.

- - - - - - - - - - - - - - - - - -