De cómo Adalberto Benítez no fue a París

 

Por Luis Cola Benítez   (Publicado en El Día el 29 de noviembre de 1997)          

          Nació en 1893. Era cinco meses más joven que mi padre, a quien con su característico y ficticio “mal humor” -de cascarrabias que no llegaba a convencer a nadie- solía llamar vejestorio. Vecinos en la santacrucera plaza de San Francisco, amigos entrañables desde la niñez, y más tarde inseparables compañeros de travesuras y locas correrías juveniles, mucho antes de que ninguno de los dos sospechara que, con el paso del tiempo, llegarían a ser cuñados.

          Habiéndoles conocido a ambos, y mirando su relación con la perspectiva que da el paso de los años, se llega a la conclusión de que forzosamente tuvieron que ser buenos amigos. El espíritu de artista, indisciplinado, algo comodón y bohemio de Adalberto, encontró su contrapunto y complemento en el de mi padre, soñador, aventurero, siempre en acción, que parecía afrontar la vida como si se tratara del más fascinante de los deportes. Sería copioso el anecdotario de ambos en las dos primeras décadas de este siglo.

          Posiblemente, Adalberto, nació fotógrafo, y se hizo pintor con Teodomiro Robnayna. Y digo que nació fotógrafo por pensar que algo heredaría de su padre Anselmo, uno de los pioneros -entre otras tantas cosas- del arte fotográfico en Canarias. Y digo que se hizo pintor con Robayna, faceta casi desconocida de su fecundo quehacer, porque llegó a alcanzar indiscutible maestría con  los pinceles. Pero, por encima de cualquier otro impulso vital, él aspiraba a triunfar en el dificilísimo campo de la creación artística, y se ahogaba dentro de las lógicas limitaciones provincianas que Tenerife podía ofrecerle. Pretendió, incluso, ser actor de carácter y durante algún tiempo soñó con América y con la incipiente Meca del Cine, Hollywood.

          Pero, poco a poco, su objetivo fue cambiando de destino y, hacia 1919, decidió irse a París. ¡Oh, París! Ciudad de los sueños y vanguardia del arte, de donde le llegaban difusas noticias de una gran revolución cultural en gestación, en cuyo ambiente todo era posible. Decididamente, allí iría a empaparse y a dejarse arrastrar por las nuevas corrientes del Arte Universal.

          Pero no fue.

          Allí, muy posiblemente, podría haber conocido a Andrè Breton, a Max Ernst, a Francis Picabia, a Man Ray,  y quién  sabe si también a Buñuel, García Lorca, Juan Gris, Dalí o Picasso. Me lo imagino deslumbrado y entusiasmado por las ideas de Breton, aunque por su espíritu independiente y rebelde no creo que hubiera casado por mucho tiempo con la absorbente personalidad del “padre del surrealismo”. Más bien lo veo como compañero en las búsquedas de nuevos caminos, de nuevos mundos de expresión, del inquieto Man Ray. No sé... Sólo se me ocurre pensar, si hubiera llegado a respirar y a sumergirse en el ambiente de los increíbles años veinte parisinos, ¿qué metas artísticas no hubiera alcanzado? 

         Cuando ya tenía decidido su viaje a París, sus amigos organizaron un acto de homenaje y despedida, consistente en un banquete que se celebró en el antiguo Parque Recreativo. A los postres, cuando finalizaban los brindis y discursos deseándole toda clase de éxitos en su nueva etapa, mi padre leyó una carta que había recibido de un amigo desde La Habana, animándole a irse a Cuba, país que le presentaba como idílico y de amplias posibilidades para la juventud emprendedora. En consecuencia, manifestó que lo tenía decidido y que aprovechaba aquel homenaje a Adalberto para despedirse también de todos sus amigos, que prácticamente eran los mismos.

          Para todos fue una sorpresa la decisión de mi padre, pero, de forma especial, para Adalberto. ¿Que su mejor amigo se iba a Cuba? Pues bien, no le dejaría irse solo. Y en aquel mismo instante cambió el destino de su viaje. Tal vez, así, por un profundo sentido del compañerismo y de la amistad, la Ciudad Luz perdió la oportunidad de acoger a uno de los más grandes artistas que ha dado nuestra tierra.

          Y así fue como Adalberto Benítez no fue a París.