Cádiz (Puerto y puerta - 57)
Por Rafael Zurita Molina (Publicado en el Diario de Avisos el 25 de marzo de 2012).
El pasado lunes, día 19, festividad de San José, mereció la atención nacional -me refiero al conjunto de España- la, para nosotros, tan cercana en el afecto, ciudad de Cádiz. Lo fue porque se cumplían 200 años de la proclamación solemne de la Constitución de 1812. Su rememoración estuvo brillantemente exaltada en sendas conferencias -coincidieron en fecha y hora- que se celebraron en La Laguna (Real Sociedad Económica) y en Santa Cruz (Real Casino de Tenerife), a cargo de don Emilio Abad Ripoll y de don Alfonso Soriano Benítez de Lugo, respectivamente.
Lo que dije sobre la cercanía afectiva de Cádiz tiene su lógica. Siendo verdad, por tantas fehacientes razones, es igualmente cierto que hemos sido bastante olvidadizos para exteriorizar determinadas gratitudes; también de personas. No obstante, debo decir que desde hace algunos años, paulatinamente, animados -permítanme la cita- por la Tertulia Amigos del 25 de Julio, se está haciendo un loable esfuerzo para avivar la memoria.
La relevancia histórica de Cádiz, considerada como una de las ciudades más antiguas del occidente europeo, es un factor añadido para reconocer los especiales vínculos que la aúnan al Archipiélago, en general, y a Tenerife, en particular. En este capítulo cabe destacar los tantos médicos canarios que se formaron en la gaditana Facultad de Medicina.
En el transporte marítimo, está en el recuerdo de los mayores las visitas a Cádiz, porque era la principal puerta de entrada y salida de la Península. Se patentizaba en las crónicas, como la del Diario de Tenerife, recién estrenado el siglo XX: “El vapor español Hesperides dejó y tomó pasajeros y correspondencia; cargó mercancías y salió esta mañana para Cádiz" (10-1-1901). Y antes, el 5 de abril de 1878: "en el vapor correo procedente de Cádiz, llego a Santa Cruz de Tenerife el nuevo capitán general de Canarias, teniente general Valeriano Weyler y Nicolau".
Rememoramos los tantos viajes a la Península cuyo destino eran los puertos de Cádiz o Málaga, en los barcos Ciudad de Toledo, Ciudad de Valencia, Plus Ultra, Ciudad de Palma, Villa de Madrid, Domine...; después el tren, hasta donde sea. Y las regulares escalas de los buques de la Compañía Trasatlántica que estableció la Línea al Plata: Génova, Marsella, Málaga, Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Santos, Montevideo y Buenos Aires.
Pero el lazo más relevante, el que está fijado para siempre en Tenerife, trascendental para las Islas, fue el amarre del cable telegráfico. El tendido desde Cádiz fue efectuado por los vapores Dacia e Internacional; se inauguró el día 6 de diciembre del año 1883.
Al cumplirse el centenario se colocó una placa en la fachada del edificio de Correos y Telégrafos: “A los hombres del telégrafo, vanguardia de su tiempo, palanca decisiva del progreso de Canarias”.
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