Un alférez de fragata tinerfeño, el único defensor del puerto y plaza que habló con Horacio Nelson
Por Coriolano Guimerá López (Publicado en El Día el 22 de julio de 1997).
La intrahistoria de los dramáticos episodios bélicos que tuvieron lugar en Santa Cruz a consecuencia del intento de invasión efectuado por la poderosa escuadra que mandaba el Contralmirante Nelson, conserva un abundante caudal de actitudes, trascendentales y conocidas unas -como las protagonizadas por Diego Correa, cabo del Regimiento Provincial de Güimar-; otras, anónimas y casi ignoradas -como las que merecieron al soldado orotavense Luis Núñez Chávez, del Batallón de Infantería de Canarias, muerto en combate, la concesión de su escudo de arman.
A lo largo de las líneas que signen nos proponemos recordar algunos perfiles biográficos de uno de los defensores de la Plaza Fuerte, del único participante en la Gesta que, como enviado personal del general Gutiérrez de Otero, tuvo ocasión de hablar, a bordo del Theseus, con Horacio Nelson.
Carlos de Adam y Brusoni -que así se llamó nuestro personaje- había nacido en Santa Cruz de Tenerife el 19 de julio de 1762, hijo del matrimonio formado por Juan de Adam, natural de la isla de Skópelos, frente al estrecho de Trikeri (Grecia), y de María Ana Brusoni, originaria de la República de Génova.
Juan de Adam servia el empleo oficial de capitán del puerto, anteriormente denominado alcalde de Mar, lo que le constituía como primera autoridad marítima de la isla. En 1792 fue sustituido por su hijo Carlos, “hombre de carácter combativo y natural obstinado”, según sus biógrafos.
Desde este cargo. el alférez Adam llevó a cabo relevantes misiones a partir del momento en que el general Gutiérrez firmara, el 3 de noviembre de 1796, e hiciera pregonar el Bando sobre la declaración de guerra que el Rey Carlos IV había decretado en 5 de octubre anterior, como obligada consecuencia del Tratado de San Ildefonso, suscrito entre España y Francia por el que se establecía una alianza, ofensiva y defensiva, contra “el Rey de la Gran Bretaña, sus vasallos y posesiones”.
La primera de estas encomiendas fue la de proceder, en uso de sus facultades competenciales como máxima autoridad de la Armada, y en cumplimiento del referido Tratado, al embargo, descarga y almacenamiento de “los géneros y efectos que estén a bordo de los tres buques ingleses que se hallan detenidos en la rada”; disponiéndose que “para los gastos que ocurran en dicha descarga se entreguen de Tesorería al capitán del Puerto Dn. Carlos Adam (sic), doscientos pesos corrientes”.
En la primavera de 1797 tiene lugar una nueva y difícil misión que se encarga a nuestro paisano Adam, en la que también participa, en calidad de intérprete, Juan Creagh. capitán del Batallón de Infantería de Canarias. El sábado, 27 de mayo, aportaban a Santa Cruz, procedentes de la punta de Anaga, las fragatas inglesas Minerve, de 38 cañones. y la Lively, de 32, ambas bajo el mando del capitán Benjamin Hallowell, las cuales, manteniéndose más allá del surgidero y del alcance de las baterías costeras, desplegaron bandera blanca, exteriorizando su propósito de parlamentar, echando un bote al agua, que puso rumbo al muelle.
A su encuentro salió una lancha española, al mando de Carlos Adam, el cual ordenó a los emisarios ingleses que detuvieran su embarcación sin aproximarse más a tierra y que manifestaran cual era su mensaje; recibiendo una carta dirigida al general Gutiérrez, en la que se proponía el canje de algunos prisioneros; sorprendente petición, ya que los navíos británicos no disponían de prisioneros españoles con los que llevar a cabo dicho hipotético canje; llegándose a la conclusión de que con tal maniobra sólo se pretendía reconocer el puerto y localizar sus instalaciones y navíos surtos en sus aguas; entre ellos, el bergantín francés La Mutine, que fue robado días después.
No cabe duda alguna de que Carlos de Adam formó parte de la Plana Mayor del comandante general. En efecto, el 24 de julio, “el general Gutiérrez, instalado en el castillo de San Cristóbal, junto a su Estado Mayor, con el que se reunió en consejo”. A la reunión asistieron, además del teniente de Rey, el mayor de la plaza y los jefes de Artillería e Ingenieros, “el de Marina don Carlos Adam”.
Otros específicos asuntos encomendados a nuestro personaje, que desarrolló en directa y personal dependencia del comandante general, consistieron en la elaboración del “Plan de violentos” propuesto al Estado Mayor y aprobado “como cosa que se consideraba sería muy útil para nuestra defensa”; y la iniciativa de desfondar unas dieciocho lanchas inglesas “varadas en las playas por donde habían hecho el desembarco”.
Sin duda, la más destacada actuación de Carlos Adam habría de ser -como hemos adelantado- la entrevista que mantuvo con el contralmirante Nelson.
El hecho tuvo lugar poco después de la firma del Acta de Capitulación por el capitán Samuel Hood ante el general Gutiérrez de Otero, y de su posterior ratificación por el capitán Thomas Troubridge, segundo en el mando inglés; es decir, en las primeras horas del día 25 de julio. En tales momentos, Horacio Nelson -quien yacía en su cámara del Theseus recién amputado su brazo derecho- ignoraba el contenido de la capitulación y, por tanto, desconocía los pormenores que se habían convenido en orden al reembarque en las naves británicas de los supervivientes y de sus muertos y heridos.
El general Gutiérrez de Otero, consciente de la importancia de que el contralmirante jefe de la escuadra enemiga conociera los términos del documento de rendición, dispuso que el capitán del puerto, Carlos de Adam, como autoridad marítima de más alta graduación, acompañado por el capitán Thomas Moutray Waller, de la fragata inglesa Emerald, portadores de la capitulación, se trasladasen al navío-insignia de la escuadra británica para notificarla formalmente y precisar los particulares concernientes a la evacuación de las fuerzas invasoras.
Desde los muros del Castillo de San Cristóbal se siguió con expectante curiosidad el acompasado navegar de la lancha que, con la enseña española ondeando en su popa, conducía a los oficiales Adam y Waller hasta la escala del Theseus, al ancla frente a Santa Cruz.
Es una lástima que no haya quedado constancia documental en torno a las circunstancias en que tuvo lugar la entrevista entre el joven alférez de fragata tinerfeño y el laureado contralmirante inglés.
El conocimiento de tales pormenores hubiera constituido tanto un valiosísimo testimonio de la condición física y psicológica de Horacio Nelson a las pocas horas de haber perdido la batalla y su brazo; cuanto una inmejorable y óptima visión del clima reinante en el navío insignia tras el estrepitoso descalabro sufrido por la escuadra británica. En todo caso, así fue como a un joven marino tinerfeño. Carlos de Adam y Brusoni, le cupo el alto privilegio de notificar al famoso contralmirante Horacio Nelson el Acta de Capitulación de sus tropas, y requerir del mismo el conocimiento de sus términos y condiciones.
Por los singulares servicios prestados, el general Gutiérrez, considerándole “acreedor al grado de alférez de navío», incluyó a Carlos de Adam en la propuesta de ascensos elevada en 3 de agosto de 1797 a la Secretaria de Guerra. Como es sabido, el Ministerio de la Guerra rechazó la propuesta general de ascensos, aplicando un sistema de concesión de pensiones.
Reincorporado a la vida civil, Carlos de Adam sirvió los intereses de su Villa natalicia con la misma dedicación que entregare a su Patria durante las duras jornadas de la Gesta.
Falleció en Santa Cruz el 28 de noviembre de 1819, recibiendo sepultura en el cementerio municipal de San Rafael y San Roque