Los inicios del Parque. Una larga gestación (Retales de la Historia - 43)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 12 de febrero de 2012).

 

          En 1881, el gran periodista y patriota Patricio Estévanez, lanzó la idea de abrir lo que él denominaba Gran Vía -actual Avenida 25 de Julio- y propuso construir un parque público, pero dados los precarios recursos de que se disponía ambas propuestas resultaron entonces irrealizables. Era alcalde Eladio Roca y Salazar y el presupuesto municipal apenas alcanzaba las doscientas mil pesetas. Pocos años después, en 1888, la Sociedad Constructora de Edificios Urbanos, que estaba empeñada en el ensanche de la ciudad, compró al mismo Eladio Roca una gran finca de 15 fanegadas, que aproximadamente abarcaba desde lo que hoy son las calles Robayna hasta Dr. José Naveiras y desde las Ramblas hasta Méndez Núñez.

          Pasan los años y se sigue hablando del proyecto del parque como de algo inalcanzable, pero a lo que no se quiere renunciar, y poco a poco la idea fue sumando adeptos que promovían debates sobre la manera de lograr lo que podría representar un gran espacio verde integrado en el corazón urbano. En 1893, Manuel de Cámara, primer arquitecto nacido en Santa Cruz, se declara partidario de la idea, pero expresa serias dudas sobre su ubicación. Pero Estévanez lo ve con total claridad: el sitio ideal para el soñado parque es en los terrenos que ya eran propiedad de la Sociedad Constructora.

          Son tiempos en que las corrientes higienistas anegan los proyectos y los círculos de debates, y no podía ser ajena a ello una institución como el Gabinete Instructivo, a cuyos miembros siempre preocupaba cuanto pudiera representar progreso y mejoras. En su seno, en 1899, se debaten y estudian detalladamente estos  proyectos y se insta a los responsables públicos a llevarlos a cabo. El mismo Manuel de Cámara, en unión del Dr. Diego Guigou, propone y da a conocer un plan de higiene para los barrios y la construcción de viviendas para la clase obrera, que en gran parte vivía en cuevas y chabolas insalubres. Por su parte, el Dr. Guigou hacía hincapié especial en la necesidad que tenía la población de un hospital infantil y de un parque público en el que los niños pudieran jugar respirando el más puro y sano de los aires.

          El proyecto continuaba su lenta gestación. El Dr. Guigou, que en 1901 había logrado su hospital para niños, mantenía encendida la antorcha de aquella ilusión publicando en la prensa artículos sobre el tema. Y es en 1905 cuando el concejal Rafael Calzadilla, presidente del Ateneo Tinerfeño -heredero del espíritu del entonces ya desaparecido Gabinete Instructivo-, pide formalmente en el ayuntamiento que se estudie la creación de un parque público, petición que en aquel momento no encontró el eco necesario. Sin embargo, cuatro años más tarde, ante la insistencia del Dr. Guigou en pedir un parque, el alcalde accidental Juan Martí Dehesa crea una comisión para su estudio. Parecía que la empresa marchaba, se comenzó a buscar terrenos apropiados y se encargó al arquitecto municipal la redacción de un proyecto, a pesar de que aún no estaba decidida la ubicación. En 1910 Estévanez vuelve a la carga y propone que si es necesario se proceda a la expropiación forzosa de los terrenos. Poco después se aprueba un ambicioso plan de obras que comprende un nuevo cementerio, un puente sobre el barranco de Santos en la calle Alfaro -que luego se hizo en Galcerán-, una alameda en el barrio del Toscal -que nunca se hizo- y un parque municipal. Por fin se encargó el proyecto al arquitecto municipal Antonio Pintor, quien lo desarrolló sobre una superficie de casi 120.000 m2, que presentaba una pendiente del 6 por ciento de Este a Oeste, con una altitud media de 42 m.s.n.m. El proyecto disponía de un gran paseo central de 360 metros de largo, cerramiento con verja y portadas de acceso. Sobre el papel, por fin, ya había parque; sólo faltaba el solar.

          En 1914 se decide la compra de los terrenos y, aunque no hay fondos para ello, Martí Dehesa logra la aprobación de una moción que declaraba urgente el asunto. Pero nada puede hacerse durante los siguientes años. Incluso, al haberse concedido a Santa Cruz una hijuela del Jardín Botánico de La Orotava, se pensó que podría servir de germen del futuro parque. Esto ocurría en 1918, pero ni se instaló la hijuela, ni se comenzó el parque, hasta que en 1922, una nueva comisión logró que se consignara una partida de 25.000 pesetas para la adquisición de los terrenos.

          Entre 1924 y 1926 García Sanabria impulsó el proyecto de forma decidida y se comenzó el trazado de paseos y jardines, para los que se aprovecharon cuantas donaciones de ejemplares arbóreos pudieron reunirse, algunos trasplantados de parcelas y patios particulares, aportaciones que, al margen de las suscripciones en metálico, dieron color inicial al recinto y que poco a poco fueron tapizando de verde lo que hasta entonces había sido un erial. En la década siguiente se iniciaron las obras para el alumbrado y se construyó un sistema de riego con cargo al Paro Obrero.

         García Sanabria culminó la obra de sus antecesores para disfrute de los ciudadanos y auténtico pulmón de la ciudad, que le dedicó el monumento central del recinto en el que la escultura “Fecundidad”, del gran artista Francisco Borges, es un inequívoco homenaje a uno de los más fecundos y valientes alcaldes que ha tenido Santa Cruz.

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