Viejas calles (Retales de la Historia - 39)
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 8 de enero de 2012).
Santa Cruz posee un valioso patrimonio urbano, muchas veces infravalorado por el común de los ciudadanos y, lo que es más grave, por los responsables de su atención y cuidado. Generalmente la causa de esta situación es el desconocimiento de la historia de los elementos que lo componen, de lo que en su momento representaron bien como simples testigos del cotidiano devenir ciudadano o como escenario de acontecimientos más o menos importantes para la vida de la comunidad. Así ocurre con algunas viejas calles de la ciudad, que sin embargo de su céntrica situación en el entramado viario, parecen querer pasar desapercibidas en un alarde de humildad. Nos referimos hoy concretamente a las calles del Clavel, de la Palma y del Sol -esta última rebautizada en 1899 como Dr. Allart- y cuyo original nombre, del Sol, por estar orientada exactamente de Este a Oeste, aparece documentado al menos desde 1664.
Cuando construido el puente Zurita en 1754 se dejó de utilizar el viejo camino de San Sebastián como única salida hacia el interior de la Isla, la calle del Sol vino a ocupar su lugar, siguiendo por la de la Luz -Imeldo Serís- y continuando por la carretera de La Laguna, hoy Rambla Pulido. Como consecuencia, la calle gozaba de gran vitalidad y movimiento comercial, a lo que contribuía la variedad de establecimientos en ella instalados, tales como almacenes, lonjas, bodegas y pequeñas industrias, entre ellas la primera imprenta que existió en Canarias, a partir de 1750, que trajo el sevillano Pedro Josef Pablo Díaz Romero. Entre los veintiún locales de comercio contabilizados en 1821, se encontraba uno bien curioso, antecedente del teatro y del futuro cinematógrafo, que estaba dedicado a la exhibición de “sombras chinescas”.
Esta calle fue una de las más castigadas en el pavoroso incendio que asoló todo aquel barrio en septiembre de 1784 y, cuando en 1797 las tropas de Nelson se internaron en el pueblo hacia el convento de Santo Domingo, todavía se apreciaban las ruinas que dejó el siniestro, casas derribadas y solares quemados. No obstante, en 1818 allí, y en la paralela calle del Clavel, tenían propiedades importantes personajes de Santa Cruz, tales como Matías del Castillo, la familia Final, Vicente Martinón o el lagunero Bartolomé González de Mesa, José Guezala y Claudio Grandy, siendo de su mismo apellido, Diego, el encargado de un salón de billar en la citada calle.
En 1835 una comisión municipal estudió la posibilidad de instalar alumbrado en varias calles de Santa Cruz, entre las que se encontraba la del Sol, con 391 varas de longitud y para la que se asignaban 9 faroles, pero nada se pudo hacer entonces. Ocho años más tarde se rescata la idea, pero para la docena y media de calles a las que se pretendía dotar del servicio hacían falta 5.000 reales, que se pretendían sacar imponiendo por una vez 12 reales a las casas altas y 6 a las terreras. Tampoco pudo hacerse, porque había que añadir el mantenimiento a cargo de cuatro operarios que tendrían que mantenerse despiertos “las noches de oscuro”.
La estrechez de las vías también era un problema, y posiblemente fue la primera norma de tráfico de la ciudad la dictada en 1864 declarando la calle del Castillo sólo para la subida de carros y carruajes y la del Sol sólo para bajada. Otras mejoras, lentamente, iban llegando. En 1896 se acomete el adoquinado de la del Sol, y se obliga a los propietarios a cegar los pozos negros y construir los desagües y acoples a la alcantarilla de la calle, por la que cinco años después comenzaría a circular en sentido descendente el novedoso tranvía eléctrico, lo que siendo un indudable adelanto creó nuevos inconvenientes. Cada vez que un carro procedía a trabajos de carga o descarga en los numerosos almacenes de la calle, el tranvía tenía que detenerse y esperar a que se le despejara el camino y las quejas eran continuas.
La cercana calle de la Palma ya recibía este nombre en 1692, probablemente porque allí existiría alguna palma. Esta corta y modesta calle era en realidad el linde de la trasera de las casas de las calles del Castillo y del Sol, a la que daban sus huertas o patios, que poco a poco fueron ocupando por pequeños locales, almacenes y alguna vivienda. Adquirió protagonismo en las primeras décadas del ochocientos, cuando el ayuntamiento decidió trasladar a ella todas las lonjas de pescado salado, convirtiendo su entorno en un pestilente lugar. Las protestas fueron unánimes, empezando por los mismos lonjeros que pedían insistentemente su traslado a otras calles con mejor ventilación, como era la de La Luz. No hace falta decir lo que opinaban los vecinos.
Es de lamentar que estas históricas vías, situadas en el mismo centro urbano, reciban tan poca atención por parte de los responsables de un municipio que pretende ser declarado “Ciudad Turística”. Se incluyen algunos testimonios gráficos actuales*.
* No se incluyeron en el periódico, junto al texto, las fotos a que hace referencia el autor en el último párrafo y que a continuación les adjuntamos.
Calle Doctor Allart
Calle la Palma
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