Presentación del libro de Juan Carlos Cardell Cristellys "Cronología de los prolegómenos en la Gesta del 25 de Julio"

A cargo de Emilio Abad Ripoll (Casino de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, el 20 de enero de 2005).


          Hace pocos meses, concretamente el 15 de septiembre, cuando se iba a iniciar el otoño, tuve la satisfacción de presentar, desde esta misma mesa y en este Salón de nuestro Casino, los dos primeros libros que Juan Carlos Cardell publicaba, obras relacionadas con el tema que, según algunos, nos obsesiona a la Tertulia “Amigos del 25 de Julio”: la Gesta. Hoy, cuando se está cumpliendo el primer mes del invierno del mismo ciclo, Juan Carlos me vuelve a encomendar la tarea, grata por otra parte, de presentar en sociedad su tercer libro:”Cronología de los prolegómenos en la Gesta del 25 de julio de 1797”. Bueno, en realidad, como ven, se trata de dos libros, pero con un solo tema, pero luego les explicaré la circunstancia de la supuesta dualidad.

          Todos los libros, ustedes lo conocen muy bien, tiene su llamémosle “período de gestación”, es decir el tiempo que comprende desde el momento en que el autor piensa que podría o que debería escribir una obra sobre algo hasta el instante en que, un buen día, se da cuenta de que acaba de poner la palabra “fin” sobre la última de una montaña de cuartillas, la mayoría de las veces llenas de tachaduras y emborronadas, o en la pantalla de su ordenador. Y si uno no es un escritor “consagrado”, llega el período más peliagudo: el “de colocación”, es decir, el de intentar que alguien se haga cargo del libro para su edición, buscar quien sufrague gastos, etc. Este segundo período supera con creces, excepto en el caso citado, al de gestación, refiriéndome ahora a los más o menos 9 meses en que las señoras traen un bebé al mundo. Y eso mismo le ocurrió a Juan Carlos con sus dos primeras y con ésta, su tercera obra.

          Por aquello de que “cuatro ojos ven más que dos”, cuando ya hacía algún tiempo que el  trabajo intelectual estaba concluso, el Señor Cardell dejó el libro en mis manos (en formato DIN A-4 y en CD) para que le localizara pequeñas erratas, omisiones, etc. Mientras lo hacía, leyéndolo detenidamente, fui cayendo en la cuenta de que lo que Juan Carlos había buscado con su confección era deshacer, de la manera más documentada y, por tanto, contundente posible, aquella “leyenda negra” tejida alrededor de la figura del General Gutiérrez y de la que en otras ocasiones hemos hablado.

          ¿Y cómo se podía deshacer esa urdimbre de medias verdades, medias mentiras, bulos, pareceres, suposiciones, etc. que, sorprendentemente, todavía hoy -¡207 años después!- hay quienes aceptan como la verdad absoluta?. Parece ser que no han bastado lo numerosos libros escritos, los artículos publicados no sólo por mis compañeros de la Tertulia, sino también por muchas otras personas amantes de la verdad y de la claridad históricas. Pero ya saben que no hay peor sordo que el que no quiere oir.

          Por ello, con las mismas palabras que empleé hace cuatro meses y cinco días, Juan Carlos se echó a los hombros la ingente tarea de recopilar todo aquello que aparecía disperso, y apartar la calima de los comportamientos de muchas personas, empezando a toparse con más y más documentos que iban destrozando, uno a uno, los hilos de aquella red de difamación. Y al final de su trabajo, la figura de Gutiérrez se aclaraba, iluminada por la verdad histórica que cité antes.

          En el libro podrán ustedes comprobar que el éxito de la acción que se desarrolló frente a la costa santacrucera entre los días 22 y 25 de julio de 1797 no fue fruto del azar, aunque la suerte nos sonriera varias veces, ni de la improvisación, aunque, como en cualquier acción bélica, hubiera que improvisar en determinados momentos, sino de un proceso de decisión muy meditado, con un período de preparación que dura desde la Declaración de Guerra de la España con la Gran Bretaña (que se produce en septiembre de 1796 y se publica el 5 de octubre siguiente) hasta que, en la madrugada del 22 de julio del 97, los ingleses ponen pie en tierra por El Bufadero. Comienza luego la acción, que, no en todo, como es lógico, porque hay que contar con la voluntad del adversario, pero sí en sus líneas maestras se aviene a lo previsto por el General Gutiérrez desde su despacho del castillo de San Cristóbal en aquellos 9 meses y medio que trascurren desde la Declaración de Guerra hasta que suena el primer cañonazo en la rada santacrucera.

          En el prólogo Cardell asegura que la documentación encontrada le permite afirmar que “la defensa de las Islas Canarias fue una constante obsesión en el General Gutiérrez”. D. Antonio había recibido la misión de conservar las islas para España, y como la ordenanza le dictaba y su hombría de honor le recordaba que “el que tenga orden absoluta de conservar su puesto, a toda costa lo hará”, su misión, como dice el autor, se convierte en obsesión, en un “a toda costa”. Y apenas abramos el libro empezaremos a encontrar detalles que nos hablan de la capacidad de decisión del Comandante General, que, si hacemos caso a las Reales Ordenanzas para las fuerzas Armadas españolas, es la condición esencial para el que ejerce mando.

          En la preparación citada durante aquellos tensos meses, el Mando, el General Gutiérrez, estuvo siempre vigilante, algo que recomienda el artículo 131 de esas Reales Ordenanzas,  y como la capacidad combativa de sus Unidades estaba muy por debajo de lo deseable, pidió armas (por ejemplo, el 15 de febrero “6 ó 7 mil fusiles”) y en muchas otras ocasiones municiones, vestuario, equipo, etc, lo que se corresponde con el siguiente artículo de nuestras Ordenanzas. Y así, página a página, podíamos seguir aplicando su actuación a las normas que se recogen en el libro que se puede considerar, valga el símil, la Biblia de un militar español.

          Pero, como buen castellano, aplica Gutiérrez el conocido refrán que aconseja que “a Dios rogando y con el mazo dando”; y en vez de escudarse en las deficiencias, de excusarse con el manido “no tenemos hombres ni medios suficientes”, demuestra su capacidad para disponer “con lo que tiene” la mejor defensa, e impone una estricta disciplina, convencido como está de que en ella reside la victoria.  Y la consigue.

          Cuando acabé de leer aquel libro, aún en proyecto, pensé que los militares teníamos que compensar de alguna forma el enorme esfuerzo de Cardell. Y la mejor manera consistía en contribuir a su edición para que, de una vez por todas (al menos hasta que aparezca la monumental biografía que sobre el General ha concluido ya -está en “período de colocación” - D. Pedro Ontoria Oquillas, o se complementen ambas obras), se reconozca el papel fundamental que D. Antonio Gutiérrez ha jugado en la historia de Santa Cruz, de Tenerife y de Canarias.

          Pero una cosa eran los deseos y otra los presupuestos asignados por Defensa, por lo que decidí seguir ejemplo del General y no dar el brazo a torcer hasta que, sorprendentemente una subvención del BBVA a través del Estado Mayor del Ejército, en la que creo que tuvo que ver el conocimiento por el Mando de la labor que hace mi gente del Centro de Historia y Cultura Militar y la permanente y positiva actitud de apoyo, que nunca soy capaz de agradecer en todo lo que se merece, por parte de Editorial Idea, personificada en su Director, D. Francisco Pomares, en D. José Juan Rodríguez y en el entusiasta grupo de profesionales que la forman, nos permitieron dar adelante el paso de la subvención y acabar con esa fase de indefinición, o de colocación de la que he hablado. Aquella subvención vino adjudicada a la Cátedra General Gutiérrez y por parte del codirector conmigo de la misma, D. Pedro Bonoso González Pérez, no hubo el menor obstáculo para asignarla a la publicación de la obra. Y, felizmente, hoy tenemos el libro en las manos, en un formato muy cuidado, como siempre los confecciona Idea, formando parte de la colección que lleva el nombre de “Historia Olvidada”, nombre que, como dije en otra ocasión, me suena a sugestivo, nostálgico, algo triste y, a la vez, atrayente.

          Bueno, he repetido lo de libro, en singular, en lugar de libros. La causa de la aparición en dos volúmenes se debe a una idea, que comparto totalmente, pues en alguna ocasión, en uno que traduje, la apliqué. Se trata de confeccionar un índice biográfico de las muchas personas que aparecen en la obra, lo que facilita en gran manera la comprensión de lo que se lee al identificar a los protagonistas; pero si se hubiesen incluido esas biografías como notas al pié de la página correspondiente, o en un Apéndice al final, hubiese resultado un volumen demasiado grande e incómodo para la lectura, por lo que el autor y el editor acordaron separarlos, y reitero que comparto el criterio con ellos.

          Y creo que sólo me queda hablar del autor, para lo que me van a permitir que me remonte al 15 de septiembre y les recuerde lo que entonces dije de él.

          ¿Y quién es Juan Carlos Cardell Cristellys? Aunque por sus raíces chicharreras es ampliamente conocido, quizás no esté de menos recordar a la mayoría e informar a los menos que, como yo, tiene a orgullo ser antiguo alumno de La Salle, que ostenta el título de Ingeniero Superior Industrial, que ha ejercido a lo largo de su vida profesional, y que está en la edad de conseguir lo que desea y que gracias a su afán de superación lo está logrando. Y que tiene una familia por la que siente veneración. Pero un buen día, Juan Carlos ingresó en la Tertulia, y sintió a su alrededor la presencia de un grupo de personas inquietas por mejorar una ciudad a la que adoran, por conocer cómo nació esa urbe, su desarrollo, sus alegrías y tristezas –también las ciudades ríen y lloran-, sus tesoros materiales y morales, y sus podredumbres; se vio envuelto, como quien les habla, en un ambiente de trabajo, estudio, investigación, alegría y compañerismo que fueron el mejor marco para que su afán coleccionista e investigador le llevara a ir poniendo por escrito lo que iba averiguando. Como consecuencia, con frecuencia aparecen en la prensa artículos suyos, ha conseguido el Primer Premio de Periodismo General Gutiérrez en las III y IV ediciones convocadas por el Centro de Historia y Cultura Militar del Mando de Canarias, y el XXX Periodístico de Investigación Histórica Rumeu de Armas. Hoy presenta su tercer libro y sé que pronto, los tertulianos del 25 de julio lo volveremos a ver apareciendo en nuestras reuniones llevando bajo el brazo uno o dos volúmenes tamaño DIN A-4, con esos libros que, párrafo a párrafo, página a página, va  pergeñando tras su lento y pesado trabajo investigador.  Que así sea para bien de un mejor conocimiento de nuestra Santa Cruz y de nuestra Historia.

          Termino agradeciendo a Juan Carlos que se acordara de mí para esta presentación, aún a riesgo, no aclarado tras mis palabras, de que el acto no tenga la brillantez que él y su obra se merecen. Y gracias también a ustedes por aguantarme.

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