Presentación de Daniel García Pulido y su libro "San Rafael y San Roque, un camposanto con historia"

Conferencia pronunciada por Luis Cola Benítez  (Salón de Actos de la sede central de CAJACANARIAS el 27 de noviembre de 2000)

          En primer lugar, agradecer a Daniel García Pulido el honor que me ha hecho al solicitarme que le presente ante ustedes, aunque pienso que la mayor parte de los asistentes a este acto saben lo suficiente de él como para que no precise presentación alguna. Aunque ello halague mi vanidad y me llene de orgullo, creo que presentar en público a una persona puede resultar un cometido satisfactorio, pero además, al menos para mí, representa un gran compromiso al que, de verdad, no soy muy proclive. Sinceramente, no me va mucho ni presentar ni ser presentado en público, pues pienso que los que llevamos en la sangre el “bichito” de investigar y revolver en viejos papeles, escribir y comunicar, ya quedamos suficientemente presentados -o al menos así debe ser- con lo que decimos o escribimos, al margen de nuestras virtudes -si es que hay alguna- y de nuestros vicios y defectos, que seguro que los hay. No obstante, uno puede saber qué decir de un autor, de un investigador, de un estudioso publicista, más o menos distante. Lo difícil es saber qué decir de una persona que, además de ser todo ello de forma brillante, es un amigo entrañable, por el que siento, no sólo verdadero afecto sino auténtica admiración. De antemano, Daniel, te pido disculpas por si, como es probable, no sé estar a tu altura.

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          En 1810, don José Guezala Bignoni, regidor del Ayuntamiento de la villa de Santa Cruz de Santiago, fue comisionado por el alcalde don José Víctor Domínguez para buscar y señalar un solar o terreno que sirviera para efectuar enterramientos.

          Cuando Santa Cruz ganó sus títulos en la gloriosa defensa ante el intento de invasión británico de 1797, Guezala tenía 24 años, casi los mismos que tiene ahora Daniel García Pulido. Como cabo de a caballo –Guezala, que no Daniel- de una de las rondas comprendidas en el plan de defensa en aquella terrible noche del 25 de julio, cumpliendo órdenes del general Gutiérrez, marchó a La Laguna a tranquilizar a sus habitantes sobre el curso de la batalla en Santa Cruz. De regreso en horas de la madrugada, reunió y se puso al frente de un grupo de milicianos que se había “extraviado” en la oscuridad, e intervino en la lucha hostigando y persiguiendo a las tropas británicas calle tras calle. Más tarde, además de concejal y alférez mayor de la villa, desempeñaría la alcaldía de su pueblo natal en varias ocasiones.

          Pero volvamos a 1810. Una terrible epidemia de fiebre amarilla azotaba a Santa Cruz, segando cada día numerosas vidas. Era ya imposible efectuar más enterramientos en las iglesias, donde habitualmente se hacían, pues todos los espacios disponibles estaban saturados. Se dispuso, entonces, hacerlos en la ermita de Nuestra Señora de Regla del barrio de Los Llanos, pero pronto su capacidad se vio también desbordada. Había, por tanto, que tomar una urgente decisión. Después de estudiar varios emplazamientos que hubo que descartar por las características del subsuelo, se encontró un terreno descampado a las afueras de la villa y alejado de todas sus casas, que parecía reunir las condiciones necesarias. El 6 de noviembre de dicho año de 1810, el concejal comisionado Guezala, en unión del cura beneficiado rector don Juan José Pérez González y del alcalde del oficio de mampostería don José María Zerpa, acudieron a aquel erial y, siguiendo instrucciones del regidor, el maestro Zerpa midió y acotó un espacio de 88 varas de Norte a Sur y 31 de Naciente a Poniente, hecho lo cual –dice una crónica- "el beneficiado, revestido de sobrepelliz, estola y capa pluvial, bendijo el sitio con las ceremonias que previene el ritual romano, e incontinenti fueron sepultados cuatro cadáveres que a la sazón se condujeron; quedando instalado, con tan sencilla ceremonia -continúa la narración-, el cementerio de la entonces Plaza y Villa de Santiago de Santa Cruz." Aquí termina la transcripción del texto, pero yo me permito afirmar con total rotundidad que dicha crónica es incompleta, pues no menciona a Daniel García Pulido, el cual, -y estoy seguro de ello, aunque desconozca cómo lo hizo-, debió estar presente no sólo en este acto, sino, también, a la largo de la posterior historia de nuestro primer camposanto. De otra forma no se explica el detallado, exhaustivo y riguroso trabajo de investigación que hoy nos presenta. Pero yo no voy a hablar de este libro, que hoy, gozosamente, nos convoca aquí. Más bien quiero tratar de exponer ante ustedes algunos rasgos de su autor.

          ¿Quién es Daniel García Pulido? Es, en primer lugar, y antes de cualquiera otra consideración que pueda ayudarnos a aproximarnos a su personalidad, una continua sorpresa. Incluso, para los que creemos conocerle bien. Nacido en 1975 en Santa Cruz de Tenerife, vivió su primera juventud -de la que apenas ha salido- en el barrio Duggi, nuestro entrañable “Monturrio”, lleno de vivencias chicharreras. Su amor por la Historia en general y, en particular, por la de Canarias, le ha marcado desde muy temprano, señalando el rumbo de su vida, que creo que él no concibe ya al margen de la investigación y el estudio. Naturalmente, asume esta circunstancia con total entusiasmo, pero también, con un innato, a la par que sosegado,  rigor científico, a lo que colabora  lo que  yo creo que es su mejor cualidad  intelectual,  que  no sé dónde la habrá aprendido  -si  es que ello  puede  aprenderse,  cosa que dudo-. Me refiero a su particular “método”. Método, según el diccionario, es el "modo de decir o hacer con orden una cosa". Pero, también, es el "procedimiento que se sigue en las ciencias para hallar la verdad y enseñarla"; y esto es lo verdaderamente importante: enseñarla o, al menos, intentarlo. No basta con perseguir, acosar y acorralar a la verdad histórica -tal como hizo Guezala con los atacantes ingleses por las calles de Santa Cruz- para tratar de hacernos dueños de ella -obligada pretensión, aunque tenga mucho de utópica, para cualquier investigador-, sino que, además, hay que saber mostrarla a los demás, lo que debe constituirse en la más alta misión del estudioso y su más sagrado deber. Y Daniel García Pulido, en todos sus trabajos, cuyo número ya va siendo importante, hace gala de un “método” personal y efectivo -¿o debo decir, mejor, eficaz?-, que evidencia una insólita madurez intelectual, aparentemente reñida con su edad. Esta es una de las cualidades sorpresivas de nuestro autor de hoy a las que me he referido antes. Y ello, con un depurado estilo, que acierta a animar con pinceladas de leve barroquismo, y que  rezuma sensibilidad y frescura, apoyado en una memoria para nombres, fechas y datos históricos, que yo, desmemoriado de nacimiento, le envidio con toda el alma y me resulta humillante y, casi, casi, insultante.

          Autor de numerosos artículos y colaboraciones en periódicos y revistas, cuya exhaustiva relación no voy a enumerar aquí en aras de la brevedad, nos sorprende con los temas que aborda, no siempre relacionados con la Gesta de 1797, aunque sienta por ellos una especial predilección -temas en los que afirmo sin duda alguna  que es uno de los mejores especialistas de nuestro país-. Pero, además, lo mismo investiga y saca a la luz la historia de una antigua casona solariega y de las familias que la habitaron, que sobre la cueva o “auchón” de un mencey guanche, o nos brinda  originales puntos de vista y nuevas hipótesis sobre algunos aspectos de la conquista de Tenerife. Sus colaboraciones y trabajos periodísticos, a la vez que denotan una gran sensibilidad frente a los problemas e incógnitas históricas,  no se limitan a ser  simples testimonios conmemorativos de hechos pasados: siempre aportan algo inédito, ofrecen nuevas perspectivas y sugerencias y son enriquecedores.

          Ejemplo de lo dicho, entre otros muchos, el trabajo titulado En el recuento de unos héroes, publicado en el periódico El Día del 13 de diciembre de 1997. En él, García Pulido estudia en profundidad y con todo detalle la nómina de defensores fallecidos a consecuencia de la batalla del 25 de Julio, dedicando a cada uno de los personajes una minuciosa atención. Como consecuencia, descubre errores de bulto desde las primeras crónicas que existen de los hechos, las cuales, dadas por buenas incluso por prestigiosos historiadores actuales, han persistido durante doscientos años en la historiografía de la Gesta, hasta que este  investigador, con un santo y admirable atrevimiento, ha llegado a poner las cosas en su punto, corrigiendo la plana a cuantos no se habían ocupado en todo ese tiempo en comprobar o ampliar las fuentes que utilizaban.

          Algo similar ocurre también con su colaboración en los Apuntes Históricos sobre la Gesta del 25 de Julio de 1797, editado por el Grupo Filatélico y Numismático de Tenerife con motivo del bicentenario, titulada Apuntes en torno a una herida histórica. En este trabajo de investigación, Daniel García Pulido aporta reveladores detalles sobre la herida sufrida por Nelson cuando se disponía a desembarcar al frente de sus hombres y, sobre todo, en relación con el lugar en que se encontraba el marino británico en el momento de sufrir el impacto, corroborando con sus novedosas aportaciones lo que quien les habla había intuido y publicado en 1991. Posteriormente, descubre y nos da a conocer la definitiva prueba, inédita en español hasta entonces, contenida en el diario del capitán Miller -comandante del Theseus, navío insignia de la flota del contraalmirante británico-, y que confirma la situación de la lancha varada en la playa de la Alameda en la que se encontraba Nelson, y hasta el lugar exacto que ocupaba en la embarcación cuando fue herido.

          Las investigaciones de García Pulido en lo que podríamos llamar sus veranos ingleses, han hecho de él un experto en centros, bibliotecas y archivos británicos. Esto hizo que, cuando la Tertulia de Amigos del 25 de Julio empezó a pensar en la recopilación de cuantos documentos conocidos relativos a la Gesta se encontraban desperdigados en múltiples publicaciones, incorporando también otros inéditos que se habían podido localizar, tanto el profesor Pedro Ontoria como yo mismo, sabíamos, sin duda alguna, que era necesario contar con su valiosa autoría. El libro Fuentes Documentales del 25 de Julio de 1797, que vio la luz en el bicentenario, no hubiera sido posible sin Daniel García Pulido. Exactamente lo mismo puede decirse de La Historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales, publicado el pasado año de 1999. Ambas obras no hubieran existido sin sus imprescindibles aportaciones, especialmente en todo lo concerniente a las fuentes británicas y notas biográficas.

          En la magna exposición que se celebró en el Museo Militar Regional con sede en Almeida en 1997, sin duda una de las mejores -si no la mejor- que se han celebrado en Canarias sobre temas históricos, Daniel García Pulido jugó un papel determinante. Hombro con hombro con el entonces director del centro, coronel Tous, diseñó, proyectó, realizó montajes y creo que hasta hizo de carpintero, rotulador, etc. Son testigos de su éxito los miles de visitantes que allí acudieron, entre ellos personalidades de tanto prestigio como Mr. Collin White, director del Museo Naval de Portsmouth. Daniel García Pulido sirvió de cicerone a tan venerable personaje durante su visita a la exposición y, “cuentan las crónicas”, que Mr. White, no sólo no salía de su asombro ante el material y documentación expuestos, sino que bombardeaba a su cicerone a preguntas sobre muchos datos que él desconocía. Al final de su visita tuvo que reconocer que en un par de horas había aprendido más de la frustrada intentona inglesa en Tenerife, que en toda una vida dedicada al estudio de Horacio Nelson.

          Pero aún hay más. A nuestro autor de hoy se debe el mérito y la responsabilidad, en unión de su padre, el doctor García Pérez, de dos obras de pequeño formato pero de muy denso contenido, dedicadas, respectivamente, a La Laguna y a Tegueste. Si alguien quiere, de verdad, conocer alguna de estas dos localidades, que busque estas dos obras editadas por los respectivos ayuntamientos en 1996. En ellas, expuesto de forma original y amena, se encuentra cuanto se puede saber de su historia, arte, costumbrismo, geografía, folklore, etc., etc. ¿Quieres conocer mejor tu ciudad? y ¿Quieres conocer mejor tu villa?, son, sin duda, las mejores y más útiles guías de que se pude disponer en ambos casos.

          A Daniel García Pulido le conocí porque él se empeñó en ello. Yo sabía de la existencia de su padre sólo a través de sus trabajos publicados y, desde mi perenne condición de aprendiz admiraba, y trataba de imitar, su buen hacer y el riguroso criterio científico con que abordaba los temas, incluso los de divulgación. Un buen día, a instancias del hijo, después de un primer contacto telefónico, me citaron en el Ateneo lagunero. Allí conocí a ambos e, inmediatamente, sintonicé con ellos. Hablamos de historia de Canarias, de Gutiérrez y de Nelson, de Tenerife y de Las Palmas, y creo que también de Tinguaro, Bencomo, Guanarteme, Alonso de Lugo y un etcétera muy largo. Me llamó poderosamente la atención aquel muchacho, que entonces no llegaba a los veinte años, que de vez en cuando, tímidamente, rompía su silencio, haciendo aislados pero certeros comentarios, en los que no podía disimular su entusiasmo por los temas históricos. Así nació el germen, no sólo de la Tertulia de Amigos del 25 de Julio, sino de una sólida amistad que, sinceramente, no sé como agradecer a ambos. Daniel García Pulido, el benjamín de nuestra Tertulia, suele decir que asiste a las reuniones para aprender de los más veteranos, lo que me temo que es una diplomática manera de llamarnos viejos, pero, ciertamente, ocurre exactamente al revés. Todos tenemos que contar con él.

          Gracias, Dani, por lo que has hecho hasta ahora, que estoy seguro de que te parecerá que es nada comparado con lo que te queda por hacer. Felicitaciones y gracias por tu nuevo libro, que sé que te ha representado un ingente esfuerzo y bastantes incomprensiones, pero que hoy puedes estar seguro de que ha valido la pena. Gracias por rebelarte y hacer presente tu inconformismo y tu enérgica protesta ante el lamentable estado al que los responsables de evitarlo han dejado llegar a una parte tan importante de nuestro patrimonio histórico más reciente. Y lo has hecho como mejor tú sabes, sin gritos, sin pancartas y sin algaradas: estudiándolo a fondo, investigándolo con rigor, desmenuzándolo, para ponerlo a la vista de todos, de la sociedad en su conjunto, para que cale en las conciencias -especialmente de los que tenían y tienen la obligación de preservarlo-, que hay que poner remedio a este tipo de lamentables y vergonzosas desidias. Y que hay que evitar que se repitan.

          Si no respetamos ni siquiera nuestro más inmediato pasado, ¿con qué autoridad moral podemos pretender que nos respeten a nosotros?