Institución de Enseñanza Imeldo Serís (Retales de la Historia - 21)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 28 de agosto de 2011).

          Desde 1993, hace la friolera de dieciocho años, vengo refiriéndome a la necesidad de revalorizar y dar una adecuada utilización al noble edificio conocido comúnmente como antigua Escuela de Comercio, sito en la Avenida Veinticinco de Julio de nuestra capital, magnífica obra del arquitecto Manuel de Cámara y Cruz, construido con el legado que hizo a la ciudad su ilustre hijo, marino de profesión, Imeldo Serís Granier y Blanco, marqués de Villasegura, fallecido en 1904. Entre las condiciones estipuladas en su testamento se indicaba que debía acoger una institución de enseñanza o benéfica, que siempre debería ondear en su fachada la bandera nacional, que el acceso sería libre para los miembros de la Armada y que si, por cualquier causa, las islas pasaran a manos extranjeras, el edificio quedaría bajo la jurisdicción de la embajada, consulado o representación española.

          El legado, cuya acta de recepción se firmó en febrero de 1905 por los representantes municipales Anselmo J. Benítez, Teodomiro Robayna y Pablo González Ball y, como albacea de Serís, por Manuel Quintero, estaba formado por dos partes. Una de ellas consistía en objetos artísticos, libros y otros de índole personal, y la otra por una importante asignación económica para levantar el edificio y para su dotación. Respecto a la primera no hubo problemas y encontró acogida en el Museo Municipal, pero para la segunda parte, se dudó sobre la ubicación entre el solar que hoy ocupa la sede central de CajaCanarias, el resultante de la confluencia de las calles Robayna, Méndez Núñez y Veinticinco de Julio –edificio Yanes–, otro solar en el barrio de El Toscal entre La Rosa y San Juan Bautista, y un cuarto lugar propiedad de Pedro Mendizábal, que fue el definitivamente elegido.

          La construcción del edificio duró varios años, pues los fondos disponibles no resultaron suficientes, y fue necesario acudir a subvenciones del Ministerio de Instrucción Pública y a cuantos recursos se pudieron agenciar y, en vista de que las obras se prolongaban, hasta el Cabildo pidió que se traspasaran a su favor los derechos sobre el inmueble, lo que afortunadamente no se hizo entonces, impidiendo así la pérdida de un valioso patrimonio municipal. Las obras se eternizaron y hasta 1939 no se trasladó a sus dependencias la Escuela de Comercio, que en unión de la de Náutica mermaban espacio en el Palacio Municipal.

          Actualmente el edificio presenta un lamentable estado de conservación y aumenta cada día su deterioro, estando ocupado por diversas administraciones que poco tienen que ver con el destino para el que fue pensado. El Ayuntamiento debería plantearse seriamente la total recuperación de su uso y eliminar la nefasta remonta sobre la cubierta que se permitió en los años treinta del siglo pasado, con lo que al recuperar su estructura original volvería a destacarse la esbeltez de su fisonomía arquitectónica. Respecto a la bien equilibrada fachada, nunca se colocaron las estatuas pensadas para las hornacinas laterales, a lo que debería ponerse remedio. Peor es, teniendo en cuenta su menor costo, que nunca se haya repuesto el medallón central con la efigie de Imeldo Serís, perdido desde hace mucho tiempo, aunque no es el único ejemplo de desidia en reponer lo perdido, y sirvan de ejemplo los delfines de la fuente de la Alameda o la cabeza de una de las estatuas del paseo de las pérgolas del Parque municipal.

          Y, ¿qué puede hacerse con este noble edificio? En primer lugar someterlo a una profunda restauración y, al mismo tiempo, remodelarlo y adecuarlo a un nuevo uso, que muy bien podría ser dedicarlo, principalmente, a la formación de un "Museo de Historia de la Ciudad", centro educativo y expositivo que mucho se echa de menos en Santa Cruz de Tenerife y que, sinceramente opino, alguna vez habrá que comenzar a crear. Santa Cruz tiene sobrados elementos y argumentos históricos que permiten dotar de contenido museístico a un centro de estas características, que sería referencia didáctica para la enseñanza y culturalmente un atractivo motivo de acercamiento para propios y extraños.

          Pero, además, habrá sitio para trasladar a una parte de sus dependencias el "Archivo Histórico Municipal", con lo que se ganaría espacio en el lugar que ahora ocupa para los numerosos expedientes y documentación que la cotidiana administración municipal genera cada vez en mayor cuantía.

          Tampoco estaría de más iniciar una "Biblioteca Capitalina", en la que tendrían cabida los textos de todo tipo con referencia exclusiva a Santa Cruz, o de autores, nacidos o no aquí, cuya producción investigadora o literaria les relacione con la capital.

          Se trata de un proyecto que debería ser capaz de ilusionar a los responsables que tienen en sus manos la posibilidad de llevarlo a la práctica, sin prisas, pero sin pausas.