Una solicitud bastante justificada
Un antecedente a la construcción del Palacio de Capitanía
Por Emilio Abad Ripoll (Publicado en la Revista Hespérides núm. 186 Abril-Junio 2011)
Si uno rompe el hielo del respeto al manejo de “papeles antiguos” y se sienta en nuestro Archivo Intermedio Regional a rebuscar entre sus miles de legajos información sobre cualquier tema que le interese, sucede que de vez en cuando (quizás con más frecuencia de la que sería deseable) se encuentra con un documento que le hace desviar la atención del objeto de la pesquisa y dejar vagar la imaginación representándose la situación que dio lugar a la redacción del citado escrito.
Y así me sucedió con un oficio de la 2ª Sección de Estado Mayor de la Capitanía General de las Islas Canarias que lleva como número de referencia el 225 y está fechado el 8 de diciembre de 1878. A su pie figura la firma y rúbrica, ni más ni menos, que del Teniente General don Valeriano Weyler.
En principio me llamaron la atención dos circunstancias: la fecha, señal clara de que en un día tan importante como el de la Purísima no se interrumpía el despacho de documentación; y que una Sección de Estado Mayor tan sólo hubiera despachado 225 escritos en más de 11 meses. Puede ser que entonces sólo se comunicaban las cosas realmente importantes o, vaya usted a saber, que en 1878 hubiesen pasado pocas cosas de interés en el ambiente militar.
Pero bueno, volvamos a aquel año, con la sede de la Capitanía General en el Palacio de Carta, en la Plaza de Candelaria, aunque la mente del Capitán General lleve ya algún tiempo considerando la imperiosa necesidad de trasladar su Cuartel General a otro lugar de la ciudad, levantando de nueva planta un edificio que representase dignamente al Ejército.
Y es entonces cuando don Valeriano se dirige en los términos que textualmente se reproducen (incluyendo ortografía y léxico) al Ministro de la Guerra:
“Excmo. Sr. A consecuencia de los aguaceros de estos días la casa que ocupa esta Capitanía General se ha llenado de agua ocacionando bastante daño en las camas y moviliario, especialmente en el del salón de recibo los que están tapizados de damasco y en las esteras que cubren el piso por su mal estado, cayéndose parte de algún techo del piso principal y no quedando sin goteras mas habitación que la en que tengo el despacho donde ha tenido que dormir toda mi familia, y como esto sucede todos los años, aunque no tanto como en este, y a pesar de los reparos que se hacen, por efecto de que para evitarlo sería preciso remover todos los techos, y no siendo posible encontrar otra casa que reuna las condiciones necesarias para Capitanía General, no puedo menos de rogar a VE. la pronta resolución a las comunicaciones que le dirijí en veintitrés de Octubre y veintitrés de Noviembre últimos solicitando la construcción de un edificio donde está el Hospital, teniendo además en cuenta que mientras más tiempo transcurre más perjuicios resultan al Estado que tiene que seguir pagando alquileres y los jornales pueden también subir.
Dios guarde a VE. Muchos años — Santa Cruz de Tenerife, 8 de diciembre de 1878— Excmo. Sr. Firma y rúbrica — Señor Ministro de la Guerra.”
El 6 de enero del siguiente año, por parte de la Secretaría del Ministro de la Guerra se anotaba al margen del escrito la siguiente nota:
“Procede contestar que ya se ha resuelto este asunto y en el ínterin se hacen las obras, se hagan las reparaciones convenientes — Conforme y resuelto — Rúbrica”
No cabe duda de que aquel “aguacero” de los días anteriores a la festividad de la Purísima de un lejano 1878 cayó como “agua de mayo” sobre el campo ya sembrado por parte de nuestro Capitán General, pues facilitó que en menos de tres años se levantara, como quería Weyler, donde en aquellos momentos estaba el viejo Hospital Militar, el espléndido Palacio de Capitanía General, desde 1881 orgullo de Santa Cruz de Tenerife.