Con la pólvora mojada

Por Andrés Lobato  (Publicado en La Opinión el 4 de julio de 2011)

Fotografía José Luis González
                                                                                          

          Su figura se levanta junto al principal emblema de la modernidad de Santa Cruz de Tenerife pero, a pesar de su buena salud exterior, apenas cuenta con un puñado de visitantes frente a los miles del auditorio diseñado por Santiago Calatrava. Pese a su imponente planta, la Casa de la Pólvora permanece en desuso desde hace años y son muchos los santacruceros que se preguntan cuál será el futuro de uno de los elementos patrimoniales más importantes de la capital.

          Tras la rehabilitación que experimentó a principios de la pasada década y su cesión al Ayuntamiento de la capital, esta construcción militar levantada entre 1756 y 1758 conforme a los planos del ingeniero Francisco La Pierre como almacén de las fortalezas de la zona apenas ha cobrado el protagonismo que merece. Desde hacer varios años, sus puertas tan solo se abren al público para aquellos turistas que participan en las visitas guiadas organizadas por el Cabildo de Tenerife y para ciertas actuaciones puntuales como la exposición sobre mundo submarino que acogió en 2003 o alguna otra más reciente.

          Tras una gruesa puerta de madera mancillada por las firmas de los vándalos, el interior de la Casa de la Pólvora ofrece una desangelada visión. Las labores de limpieza que se realizan con cierta periodicidad no evitan la sensación de cierto abandono que invade al visitante una vez atravesado el umbral. Al fondo de la oscura nave se encuentran los únicos objetos que se hayan en su interior: un puñado de pales y restos de cartelería de una antigua muestra que empujan al visitante a pensar en las posibilidades de este recinto.

          A juicio del historiador Luis Cola, la Casa de la Pólvora, al igual que el Castillo de San Juan Bautista o Castillo Negro, es una víctima de la "lamentable" dejadez de las administraciones con el patrimonio y la historia de la ciudad. El recientemente designado cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife no entiende cómo se ha dejado de lado una construcción de tal potencial a nivel turístico y cultural.

          "Hay que rehabilitar y crear alternativas en este tipo de espacios para poder generar posteriormente riqueza a su alrededor y no a la inversa, que es lo que se ha intentado hacer hasta la fecha", asegura. En su opinión, esta obra de mampostería construida por los militares es "única" en el conjunto de la geografía insular, por lo que merece una mejor atención por parte de las administraciones responsables.

          El futuro de este antiguo polvorín pasa ahora por lo que se decida en la Concejalía de Cultura y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento. Su responsable, Clara Segura, considera preciso recuperar y "poner en valor" este espacio. Sin embargo, según reconoce, las dificultades económicas derivadas de la crisis que atraviesa el Consistorio y, especialmente, su departamento dificultan la puesta en marcha de acciones.

          "Nuestra intención es recuperar la Casa de la Pólvora como espacio cultural", asegura. Sin embargo, admite que habrá que esperar al menos hasta el presupuesto municipal del próximo año para poder destinar a este enclave los fondos que precisa. Según explica Segura, el "estado de abandono" en que se encuentra su interior precisa ciertas acciones de acondicionamiento que la Concejalía no puede asumir en estos momentos.

          "Aún estamos aterrizando, pero tenemos muchas ideas que se podrían llevar a cabo", reconoce Clara Segura. Solo unos segundos después, la edil socialista subraya que la puesta en marcha del programa de rehabilitación de los 44 Bienes de Interés Cultural (BIC) de la ciudad puede suponer un importante empujón para este recinto.

          A la espera de que se ejecuten esas actuaciones, la Casa de la Pólvora proseguirá imperturbable a la espera de convertirse en uno de los espacios culturales y museísticos más importantes de la capital. Todos los actores implicados desean que no se vuelva a repetir lo sucedido poco después de la finalización de su construcción, cuando apenas fue utilizada para la función que estaba prevista y su función fue disminuyendo hasta casi desaparecer. Entonces, después de que los ingenieros militares comprobaran que estaba demasiado expuesta a la artillería enemiga, la cúpula militar decidió trasladar el polvorín hasta el Castillo de San Joaquín. A partir de ese instante, la Casa de la Pólvora se convirtió durante casi 150 años en almacén militar, sufriendo una progresivo deterioro hasta que fue definitivamente abandonada por el Ejército durante el siglo XX.