Notas acerca de la servidumbre y residencia del General Gutiérrez en Santa Cruz

 

Autor: Daniel García Pulido

Primer Premio de Periodismo en la I edición de los Premios de Poesía y Periodismo General Gutiérrez convocados por el Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias

 

 Prólogo

          Traer a estas líneas la figura del general Antonio Gutiérrez, en vísperas del bicentenario de su fallecimiento en esta ciudad, es rendir un mínimo y sencillo acto de homenaje a su memoria y a su impronta en las islas. Traer a colación además, e intentar conocer a aquellas personas que estuvieron a su lado en todo momento, incluyendo esos instantes finales, configurando su mundo más cercano y cotidiano, nos parece traspasar ese límite impersonal para rendir tributo a su carácter humano y familiar. En definitiva, un sencillo recuerdo a su noble figura reconociendo la labor de aquella humilde gente que compartió su existencia y diario quehacer.

 

El servicio de la casa del General

          El Coronel D. Francisco Lanuza Cano fue la primera persona que se preocupó, en cierta medida, por dar a conocer la identidad de esta particular servidumbre, casi coincidiendo en el tiempo con el interés del investigador infatigable D. Sebastián Padrón Acosta. Uno a través de un breve tratamiento en un capítulo de su libro Ataque y Derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenerife (Nota 1), y el otro esbozando unos pocos datos en uno de sus artículos, titulado Los héroes del 25 de julio (Nota 2), se materializan en nuestros irremplazables introductores en el tema.

          La estancia del general Gutiérrez en nuestra isla se prolongó entre 1791 y 1799, y en ese lapso de casi ocho años, la base de su servicio recayó sobre dos matrimonios, constituidos por José Pusaire y Antonia Catalá, y por Juan Calveras y Catalina Frontera. A su alrededor, un número variable de criados secundarios, que fueron cambiando conforme avanzaba la estancia del general en nuestra isla, bien debido a tristes fallecimientos o por razones inherentes al cuidado de sus tareas.

          Juan Calveras, nacido hacia 1742, era tratado en los documentos con el rango de un mayordomo, lo que le configuraba como la cabeza principal de todo el personal adscrito a la casa del comandante general. La confianza y lealtad que despertaba en su amo quedan patentes en el trato que le dispensó éste en su testamento, donde tras afirmar que dejaba en sus manos toda la administración post mortem para facilitar la tarea de sus albaceas y herederos, mencionaba a renglón seguido, refiriéndose a su criado: “hago toda esta confianza por la mucha satisfacción que de él tengo, de su hombría de bien y de la fidelidad con que me ha servido desde que entró en mi casa”. De su matrimonio con la mencionada Catalina Frontera, nacida hacia 1766, fueron fruto cuatro hijos -Nicolás, María Manuela, Juan, y Catalina Tomasa-, nacidos entre 1790 y 1797.

          Acerca de José Pusaire conocemos algunos detalles más, al figurar su nombre en la relación de extranjeros realizada en septiembre de 1791, y en la que lo encontramos bajo el erróneo nombre de José Puscure (Nota 3). Por esa vía sabemos que, habiendo nacido en Bisllers, Francia, en tomo a 1756, recaló en esta isla de Tenerife en 1776, con tan sólo 20 años, y que su rango dentro del conjunto de la servidumbre era el de cocinero, condición que figura, aparte de en dicha relación de foráneos, en la testamentaria ya mencionada del general. Desposado con Antonia Catalá, tuvo 3 hijos, llamados Francisco. José, y María del Carmen que vieron la luz entre 1787 y 1795. Con uno de estos hijos (pensamos que debe tratarse de Francisco, al ser el mayor) nos encontramos un curioso apunte que brinda Juan Primo de la Guerra en sus inestimables Memorias, al tratar del fallecimiento repentino de uno de ellos en 1809, y decirnos que éste ocupaba, en dicho luctuoso momento, el cargo de maestro escuela en Santa Cruz. Este dato no haría más que demostrar claramente la categoría intelectual y cultural de su familia, al constatar que, de tratarse realmente de Francisco Pusaire, no debía tener más de 22 años en el instante de su óbito (Nota 4). De su esposa, Antonia Catalá, debemos consignar otro revelador apunte pues sabemos, merced a la relación de extranjeros mencionada anteriormente, que era natural de Mahón, en Menorca, donde debió nacer hacia 1766 (Nota 5), localidad en la que el comandante general Antonio Gutiérrez había ocupado destino en los años inmediatamente anteriores a su llegada a estas islas.

          Del resto de la servidumbre del general debemos destacar principalmente al que fuera su lacayo, Bartolomé Sampol Vendreli, que habiendo nacido en la comarca de La Vileta, en Mallorca, en 1760, pasó a estas islas a la vera de su amo, para acabar sus días en el puerto y plaza de Santa Cruz el 2 de octubre de 1797. Aparte de él, figuraban:

   -Matías de Diego, nacido hacia 1773, éste en el cargo de amanuense según Lanuza, aunque de tardía incorporación al servicio del general, pues encontramos su nombre en agosto de 1797 adscrito al Departamento de Rentas, al entregar un fusil enemigo en el Almacén de la Plaza con motivo de la defensa efectuada pocos días atrás (Nota 6). De su vida personal sabemos de su matrimonio con Josefa Tardos, y que era vecino de la calle San Juan Bautista.
   -Andrés Chávez Rodríguez, nacido hacia 1777.
   -Antonio Felipe, nacido en torno a 1773.
   -Antonio Puñán, que en 1799 ostentaba la categoría de “ayuda de cámara” del general arandino.
   -Joaquín Sánchez, nacido hacia 1777, y que en 1799 ya no aparecía en la relación de criados.
   -Rita Padrón, nacida en torno a 1764.
   -Bernardo de Mesa, calificado de “mozo de cocina “, del que desconocemos otro dato a excepción de su más que posible entrada al servicio de Antonio Gutiérrez a finales de 1798 o principios de 1799.
   -Antonia Ramos (Nota 7) y el “mozo” Juan Toledo, de los que pensamos se hallaban en las mismas condiciones que el anterior Bernardo de Mesa.

          Merece dejarse constancia del sueldo de cada uno de ellos, porque demuestra, como dijera Lanuza, que “la nómina de servidumbre no era grano de anís para aquellos tiempos" (Nota 8). Tanto Juan Calveras como José Pusaire cobraban 8 pesos mensuales cada uno - cantidad en la que iba incluido el cobro por el trabajo de sus respectivas esposas-; Antonio Puñán recibía 5 pesos mensuales; Antonio Felipe, 4 pesos y medio al mes; Matías de Diego, 4 pesos mensuales: Andrés Chávez, 2 pesos y medio; Bernardo de Mesa, 1 peso mensual; y Juan Toledo, únicamente 27 reales al mes.

          El aprecio que el general arandino demostró por su servidumbre, y en particular por las parejas que regían la mayor parte del servicio, está atestiguado de una manera ineludible e invariable en el testamento del militar burgalés. En él bastaría con leer cómo Gutiérrez no sólo dispone la entrega a cada una de las criadas, Antonia Catalá y Catalina Frontera, de la importante cantidad de 500 pesos “en recompensa y remuneración de lo bien que me han servido y asistido en mis indisposiciones y enfermedades” (Nota 9), sino que. aparte de entregar seis meses de salario completo tras su fallecimiento, que incluían además el pago del alquiler de su residencia para que pudiesen tener margen para encontrar nuevo trabajo, en la testamentaria figura el asentamiento, ante el escribano Matías Álvarez, por parte de Antonio Gutiérrez, de sendas dotes por desposamiento cifradas en 7.500 reales vellón a cada una de las dos parejas ya citadas. A todo ello hemos de añadir, para mayor afirmación de ese aprecio, el reparto de todos aquellos muebles, vajillas, indumentaria y objetos que no fuesen incluidos en la tasación y herencia subsiguientes a su muerte.

          Con todos estos razonamientos, junto a muchos otros que quedan en el tintero, queda patente la condición humana y bondadosa de una personalidad castrense que supo combinar tan loable característica interior frente a un innegable genio que denotaba un carácter atento, serio y disciplinado.

 

Vivienda del General en Santa Cruz

          A través de estas líneas, hemos de constatar, como en ocasiones anteriores hemos hecho, que aún dudamos que la casa Lebrun, que fuera con el tiempo el hotel Camacho, fuese la residencia del general en sus días en Santa Cruz. No queremos echar abajo ninguna creencia, ya que antes aún, nuestra única pretensión, quizá vana e inerme, es ratificar documentalmente la veracidad de esta aseveración. No cabe duda de que faltan pruebas concluyentes, y que todo se basa mayormente en el revelador testimonio de Alejandro Cioranescu. Este autor menciona, al tratar la figura del general Gutiérrez, que “vivía en una casa de alquiler que también habían ocupado otros comandantes anteriores, y por la que pagaba 200 reales vellón al mes; era la casa que después fue conocida como Hotel Camacho” (Nota 10). Probablemente este investigador se basó en el plano del francés Isle, fechado en 1780, y en el cual figura la vivienda del comandante general de entonces en la manzana que ocuparía el hotel referido en años posteriores.

          Es curioso que el resto de estudiosos que han tocado el tema, conociendo incluso que el padrón de feligreses y la testamentaria indican que la casa del general estaba ubicada en la calle de San José, subsanan esta aparente contradicción con la existencia de un jardín que daría entrada al edificio por su fachada a dicha calle. Dudamos respetuosamente de esa explicación, con todas las reservas, ya que no sólo el pormenor del que hace gala dicho plano no muestra dicho parterre o espacio libre, -y basta observar la minuciosidad con la que se detalla, por ejemplo, el barrio del Cabo o el hogar del teniente de rey-, sino que a todo ello se une el hecho de que las imágenes de ese edificio hotel Camacho que nos han llegado siempre muestran su puerta principal hacia la calle de San Francisco, e incluso hay pruebas de que bien avanzado el siglo XIX se abrieron accesos por la calle Villalba Hervás. En vista de este estado de cosas, quisimos aventurarnos en un tímido intento de buscar algo de luz en este laberinto de suposiciones y equívocos.

          A través del impresionante caudal de datos que nos brinda la testamentaria del general Gutiérrez, sabemos que la vivienda que ocupaba éste en la calle de “San Josef”, en Santa Cruz, era propiedad de Antonia Juana Clavarino y Castellanos, a razón de un alquiler mensual que ascendía a la cantidad de 200 reales. En vano hemos intentado hasta el momento buscar análogos alquileres para comparar la categoría de las viviendas rentadas, circunstancia que sería de mucha ayuda para conocer la importancia de la morada. La señora Clavarino y Castellanos era natural de La Laguna, capital, en la que residía, e hija del patricio genovés Cosme Clavarino y Roccatagliata, y de Ursula Castellanos de León. Asimismo, sabemos de su calidad de esposa del escribano público y oficial mayor de Indias, Vicente Juan Antonio Espou de Paz (Nota 11).

          Con respecto a la propia casa, de la testamentaría únicamente podemos entresacar los siguientes datos de la calidad, descripción y número de sus habitaciones interiores, datos que ojalá pudieran servir, al menos, para descartar algunas edificaciones de dicha calle:
   - Un despacho.
   - Una sala principal.
   - Una “alcoba de dormir”
   - Una antesala.
   - Un cuarto “que sigue al de dormir”.
   - Un cuarto “que está inmediato al antecedente”.
   - Un comedor.
   - Un cuarto “inmediato al comedor; que tiene salida al corredor de estas casas”.
   - Un cuarto “que sigue al antecedente “.
   - Un cuarto asignado a “Bartolomé”, persona a quien no hemos podido identificar entre su servidumbre
   - Un granero; una despensa, y una cocina.
   - Y dos almacenes.

          El cronista Álvarez Rixo (1796-1883) y el capitán Domingo Vicente Marrero (1741-1807) son, hasta ahora, las únicas personas que nos apuntan algún pequeño dato acerca de la residencia del general. El primero, al advertirnos que a unas personas las “tuvo esperando en el patio largo rato” (Nota 12), referencia con la cual asevera la existencia de ese espacio indispensable en toda vivienda de rango noble y distinguido. El segundo, al mencionar en su relación sobre los sucesos de la Gesta del 25 de julio de 1797, que al retirarse él en persona hacia su casa de la calle del Norte atravesando por la calle de San José encontró a varios milicianos que abandonaban la guardia de la casa del comandante general (Nota 13).

          A modo de mayor aclaración, debemos reseñar que cuando se apunta que anteriores comandantes vivieron en dicha casa que sería Hotel Camacho, hay que reiterar que quien único pudo haberlo hecho, contemporáneo a los años que relatamos, a tenor de los datos existentes, fue el comandante general D. Juan José Ibáñez y Cuevas, marqués de la Cañada, quien en 1780 -año de elaboración del plano de Isle- ostentaba dicho cargo en las islas. No ocurre este hecho ni con el mariscal de campo D. José de Avellaneda, que ocupare la comandancia citada entre septiembre de 1789 y enero de 1791, y que sabemos vivió en la calle de la Marina, entre la de Forstall y White-Casalon (Nota 14), ni con D. Miguel de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte, comandante general entre 1784 y 1789, que vivió en la plaza de la Pila, en casa que luego ocuparía el capitán de Artillería D. Antonio Eduardo Wadding, con suministro de agua incluido procedente de la pila de dicha plaza. A tenor del padrón, único e inestimable testimonio fiel de su ubicación, la vivienda del general Gutiérrez se hallaba próxima al conocido mesón existente en dicha calle de San José, contigua a las residencias de personas como D. Patricio Madan, Pedro Guillén, José de Cobos, y María Nicolasa Hurtado.

 

Conclusión

          Con estas pocas líneas únicamente hemos ansiado traer a nuestra mente la memoria del general arandino Antonio Gutiérrez, como ese terso espejo en el que queremos ver siempre a los ausentes: hemos tratado de apartar las hojas secas para que dejaran de cubrir por unos breves instantes ese inexorable camino de recuerdos que nos une a su lejana estancia en esta isla, y quedamos convencidos infinitamente de las célebres palabras de Lucano… No muere el hombre si su muerte vive.


Notas:

1.- LANUZA CANO. Francisco. Ataque y derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenerife. Madrid. 1953.
2.- PADRÓN ACOSTA, Sebastián. “Los héroes de la derrota de Nelson”. Revista de Historia Canaria, La Laguna tomo XIV, 1948.
3.- La grafía de su apellido la hemos encontrado indistintamente como Pussaire, Busaire o Puscure.
4.- GUERRA Y DEL HOYO, Juan Primo de la. Diario. Aula de Cultura de Tenerife; Santa Cruz de Tenerife, 1976. Tomo II, p. 89.
5.- En dicha relación se la apellida equivocadamente como Catata.
6.- Datos amablemente proporcionados por D. Juan Carlos Cardell Cristellys, y que ya esbozaba someramente S. Padrón Acosta en su artículo referido.
7.- De ella comenta Lanuza que, aunque se menciona su nombre en el padrón de 1799. al no cobrar con cargo a la testamentaría después de mayo de ese año, “suponemos que al morir el General ya no estaba en su casa”
8.- LANUZA CANO, F. Op. cit., pp. 2l6-217.
9.- Esta cantidad económica es más relevante e importante aún si tenemos en cuenta que a sus sobrinos D. Francisco y D. Pedro el general les entregó igualmente 1.000 pesos para ambos.
10.- CIORANESCU, A. Historia de Santa Cruz de Tenerife. Cajacanarias; Santa Cruz de Tenerife: 2 edición, 1998. Tomo I, p. 289.
11.- AA.AA. Nobiliario de Canarias. De Juan Régulo; 1952-1960. Tomo III, p. 759.
12.- ÁLVAREZ RIXO, José Agustín. Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava (1701-1872). Puerto de la Cruz, 1944. P. 150.
13.- “El cuerpo de reserva que estaba en la plaza (de la Pila) con el Alcalde luego que sintieron entrar los Enemigos por la Plaza se pudieron retirar de allí lo que efectuaron por no allarse con armas, el Alcalde tomó para su casa pero hoyendo gran vulla de los nuestros en la calle de San Joseph fue y se encontró con los milicianos que desemparavan la guardia de la casa de S.E.” ONTORIA OQUILLAS. P/COLA BENITEZ, L./ GARCIA PULIDO, D. Fuentes documentales del 25 de julio de 1797.  Ayto. de Santa Cruz de Tenerife, 1997. Pág. 154.
14.- ÁLVAREZ RIXO, J. A. Op. cit., p. 141.