Los dos Coroneles

 

Por José Manuel Padilla Barrera (Publicado en Diario de Avisos el 11 de agosto de 2005)

Primer Premio de Periodismo General Gutiérrez – 2005.

 

Decía Alejandro Cioranescu que el libro Fuentes Documentales del 25 de Julio, es un libro que facilitaría el trabajo de los que se interesan por estos temas, y es verdad, pero es que ahora, además, podemos contar con el excelente trabajo de Juan Carlos Cardell, Cronología de los prolegómenos en la Gesta del 25 de Julio, que lo complementa magníficamente. Buceando dentro de esos dos libros, con el añadido de algún documento de otras procedencias, se pueden entresacar pequeñas historias que ocurrieron en aquellos meses del año 1797.Ese el caso de este artículo que titulo: "Los dos coroneles".

En la noche del 24 de julio de hace 208 años, en el Castillo de San Cristóbal de Santa Cruz, no cabía un alfiler. Nelson se dejaba de maniobras de diversión y aquella noche, calurosa y oscura, atacaba con todo, directamente al corazón de la población. Todos los que se consideraban alguien, todas las fuerzas vivas de la plaza e incluso del resto de la isla se habían presentado en el Castillo para prestar su apoyo al General Gutiérrez. Francisco de Tolosa hace una relación minuciosa de todos ellos a los que, Monteverde en la suya, añade alguno más; era una verdadera multitud la que pululaba alrededor del General Gutiérrez. Conociendo, por sus planos, lo angostas que eran las estancias del Castillo, no se comprende muy bien cómo pudieron desenvolverse durante la larga y angustiosa noche que les tocó vivir De entre todo aquel gentío destacaban las figuras de dos coroneles, los coroneles de los Reales Cuerpos de Ingenieros y de Artillería, don Luis Marqueli y don Marcelo Estranio. Ambos eran, sin duda, los más caracterizados dentro de aquel grupo, tenían los dos una gran formación militar y científica, no en vano procedían de las academias de Barcelona y Segovia, dos de los principales focos de ciencia en la España del siglo XVIII.

A pesar de ser los más inmediatos colaboradores del mando, los dos coroneles no mantenían una buena relación entre ellos, lo cual dificultaba, y no poco, la labor del General, que tenía que hacer continuamente de árbitro entre ambos e imponer su autoridad. Es verdad que en sus informes al General como Comandante de Ingenieros de Canarias, Marqueli invadía constantemente las competencias de Estranio; hay que decir que era un hombre muy especial y de gran temperamento. En el año 1808, la Junta de Canarias lo calificaba de genial, pero el sentido de este adjetivo no era el que ahora le damos, sólo querían expresar que tenía muy mal genio. Como buen ingeniero militar del XVIII dominaba el arte de la fortificación y conocía a fondo el funcionamiento de la Artillería, para la que trabajaba proyectando y construyendo sus infraestructuras, por eso no es de extrañar que se inmiscuyera en el campo de su colega artillero.

Aunque las disensiones venían de lejos, lo que encendió la mecha fue la propuesta que Luis Marqueli hace al Comandante General, el 2 de mayo, de que los cañones de la Batería de Santa Isabel pasaran a la Batería de la Cabeza del Muelle, que el día anterior había sido desartillada. Esta petición no dejaba de ser un asunto técnico, que se podía discutir, pero es que el escrito lo termina con algo que debió sublevar a Estranio.

        "Renuevo a V.Exª mis ofrecimientos de servirla si fuera necesario, pues por la misma razón que es la más avanzada y expuesta, la considero como puesto de honor".

Es decir no sólo entra en temas que son exclusivamente artilleros sino que además pretende mandar la batería. Al día siguiente el coronel de Artillería, contesta a su General con un escrito muy comedido, en que reconoce que la batería del muelle es útil, y que se le pueden reemplazar lo cañones que se le quitaron, pero que eso era indiferente, puesto que no se puede hacer un fuego vivo y sostenido por falta de unos 400 hombres diarios para su servicio. El día 4 el General da la orden a Estranio para que se reemplacen los cañones de la Batería del Muelle y que se verifique a la mayor brevedad. Esto ya no lo puede soportar el artillero y remite un oficio a Gutiérrez en el que le dice que se consideran ofendidos él y sus oficiales del Real Cuerpo de Artillería por la intromisión del Comandante de Ingenieros y se expresa de un modo un tanto impertinente:

        "Que su critica que tengo entendido ha hecho no haber destinado al muelle ningún oficial carece(como las demás razones de su oficio)de todo fundamento"..y termina "de aquí tendrá V.E. en conocimiento las resultas que trae mezclarse a hablar los extraños en asuntos de otro Cuerpo."

Después de este rifirrafe Don Antonio Gutiérrez tiene que imponerse y le dice a Estranio:

         "V.S. y el Comandante de Ingenieros pueden y deben proponerme cuanto les parezca conducente a la mejor defensa de esta Plaza, para poder yo con dictamen del jefe respectivo, resolver en cada caso, lo que me parezca más conveniente".

El asunto quedaba muy claro, el que manda, manda. Los cañones se instalaron en la batería a barbeta del muelle, y aquí Marqueli, volvió a hacerse notar, exigiendo a los vecinos, cualquier tipo de material, maderas de construcción, pipas vacías, lonas etc, para hacer las protecciones a los cañones y sus sirvientes.

En la noche del 29 de ese mismo mes de mayo, se produjo el secuestro de la corbeta francesa La Mutine; se repitió el episodio de la fragata Príncipe Fernando, los ingleses se llevaron la corbeta en las mismas narices de los defensores de la plaza. A las 8 de la mañana siguiente Marqueli sostuvo una fuerte discusión con el Capitán de Artillería Eduardo al que acusaba de negligencia, porque no se encontraban las llaves de los arcones, ni había una sola mecha encendida en toda la cortina, ni siquiera en el Castillo Principal; curiosamente sale en defensa del coronel Estranio, porque atribuía el descuido de Eduardo a malicia para que el Coronel del Cuerpo fuese quien sufriera el cargo. Al relatar este incidente Domingo Vicente Marrero se deshace en alabanzas a la figura de don Luis Marqueli y termina diciendo:

        "El sabio y prudente Marqueli, hombre digno de nuestro elogio y siéntase quien quisiere pues esta es la verdad bien acreditada".

Esta última frase deja bien a las claras que Marqueli era de esos hombres que apoyados, claro, en sus grandes cualidades personales despiertan grandes adhesiones, pero también grandes rechazos. Su gran estatura, además, le ayudaba a imponer su personalidad.

No en todo discrepaban los dos coroneles. Desde que el ingeniero llegó por segunda vez a Canarias, una de sus grandes obsesiones era trasladar el almacén de pólvora, que había construido Gozar (La Casa de la Pólvora), a un lugar más lejano de la costa, concretamente al barrio del Perú, redactó el correspondiente proyecto que fue aprobado en Madrid, pero el Comandante General, que ya era don Antonio Gutiérrez, consideró que era más apremiante la reparación de las fortalezas. En 1793 en un informe sobre la defensa de las islas, escribe:

        "Se debe retirar cuanto antes toda la pólvora del almacén inmediato al Castillo de San Juan".

Pues bien, nada más conocerse la declaración de guerra a la Gran Bretaña, el Coronel de Artillería retira toda la pólvora y la transporta a La Cuesta.

Llegamos así al gran día, mejor, a la gran noche, la del 24 de Julio de 1797, Como sabemos nuestros dos coroneles se encontraban en el Castillo de San Cristóbal, pero eso fue por poco tiempo, porque Marcelo Estranio abandonó pronto el Castillo como luego veremos. Coinciden los dos coroneles en no escribir relación alguna de los hechos, como ocurrió con muchos de los protagonistas de la Gesta. Sólo escribieron un oficio. Marqueli, dos días después, dirige un escrito al Director General del Real Cuerpo de Ingenieros, que transcribo completo porque es muy escueto y sobrio:

        "Exmo.Sr. Aventuro estas cuatro líneas con un corsario americano, que ahora mismo va a hacerse a la vela para dar noticias a Vuestra Excelencia cómo esta guarnición ha dado antes de ayer de madrugada un gran día de gloria a las armas de Su Majestad, rechazando el desembarco que hicieron los ingleses en la playa de este pueblo, donde se introdujeron mil quinientos hombres y donde de calle en calle, con fusil y al arma blanca, les hemos muerto y herido la mayor parte de sus oficiales, incluso al contralmirante Nelson que con una bombarda y siete buques de guerra mandaba la expedición. Tengo la satisfacción de exponer y anunciar a V.E. que el Cuerpo de Ingenieros se ha portado con el mayor honor y como corresponde y no dudo que este Sr. Comandante General cuando escriba sabrá recomendarlo a su Majestad".

Como se ve, ni una sola referencia a la actuación de la Artillería, que tan decisiva fue en la batalla. Realmente Marqueli escribió algo más, pero en un documento que podríamos llamar privado, su Hoja de Servicios; en ella se puede leer:

        "En 1797 contribuyó, como es notorio, a la gloriosa defensa de la Plaza de Santa Cruz y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba".

Lo que Marqueli pudo hacer para evitar la posible capitulación, es algo que quizás no sepamos nunca, pero no pierdo la esperanza de que escondido, revuelto entre viejos papeles de algún desconocido archivo aparezca el relato de Luis Marqueli.

En cuanto a Marcelo Estranio, su escrito iba dirigido al Cabildo y lo escribió mucho más tarde, el 19 de diciembre:

        "Enterado de que en una relación que ha formado y presentado a ese Iltre Ayuntamiento el gobernador del Castillo Don José Monteverde no hace mención de mis méritos, ni del ejemplo que acaso podrían haber tomado alguno de los que en ella elogia".

Esta píldora no va, desde luego contra Marqueli, porque Monteverde ningunea a los dos, sólo los nombra en una nota a pie de página para decir que se encontraban en el Castillo aquella noche. Estranio quiere resaltar que durante el ataque ya no estaba allí. Basándose en la relación circunstanciada de Francisco Tolosa dice:

        "De ella consta (a más de ser público) que yo no permanecí en el Castillo de Sn Cristóbal el tiempo del ataque y sí que en la citada noche me hallaba en la Batería del Muelle (que es la más expuesta y la única de esta línea de que los ingleses fueron dueños)".

Es curioso, se va a la batería que quiso mandar Marqueli y además la define como él lo hizo, la más expuesta. Cuando se detecta la presencia de lanchas enemigas en la bahía, el Comandante General hace su temeraria salida del Castillo, y va a visitar precisamente esa batería, y al regresar el Coronel de Artillería se siente obligado a acompañarle,"le vine obsequiando", dice Estranio. De nuevo en el Castillo, y ya comenzado el ataque, relata:"consiguiendo a poco rato me dejasen salir".

Sorprende esta frase.¿Quién se lo impedía? Habla en plural, quizás fue que los del Castillo querían retenerle por su propia seguridad, porque no tenía más escolta que un soldado de Milicias. Cuenta Estranio que fue el primero que se apoderó de la Batería del Muelle, después que la evacuaran los enemigos; que en las playas de la Concepción hizo recoger por los milicianos de Artillería el cañón que se tomó a los ingleses, además de municiones, caja de guerra, y otros útiles. Que estuvo en la Batería de la Concepción lo confirma Guinther en su relato, pues dice que el Comandante de Artillería Dn Marcelino Estrada(sic) salió del Castillo, para ver como estaba su casa, pero que seis ingleses se lo impidieron, por lo que dando la vuelta por detrás de la iglesia llegó a la Batería de la Concepción. Sigue Estranio contando que fue él, en fin,quien situó un cañón violento en una boca calle, y reconocida la posición del enemigo, acogido al convento de Santo Domingo, volvió al Castillo, dio parte a su General y salió de nuevo hasta concluida la capitulación de los ingleses. Sin duda, un comportamiento valeroso, buscando siempre los puestos de mayor riesgo. Su indignación por la relación de Monteverde estaba más que justificada. Marqueli, sin embargo, no salió del Castillo, seguro que no porque no quisiera, es que fuera no podía hacer nada, porque en esas fechas el Real Cuerpo de Ingenieros era un cuerpo exclusivamente técnico, carecía,por tanto, de tropas a quien mandar.

Al parecer Estranio influyó en su subordinado Francisco de Tolosa para que escribiera un relato sobre lo acontecido aquellos días, con objeto de remitirlo al Inspector General del Real Cuerpo de Artillería. Este relato lo aprueba el Coronel el día 5 de Agosto, sólo diez días después de ocurridos los hechos; Monteverde, en cambio, presenta su relación meses mas tarde, pero si no fuese por la diferencia de fechas, se podría pensar que Estranio habría pedido a Tolosa que hiciera su narración para contestar al Gobernador del Castillo. Tolosa dedica un párrafo a cada uno de los coroneles, parece como si hubiese puesto especial cuidado en hacer un tratamiento similar para ambos, y comienza esos párrafos de la misma forma: “El Coronel y Comandante...”  De Estranio cuenta lo que ya sabemos sobre su actuación, elogia su valor en un tono comedido, sin exageraciones. De Marqueli dice:

        "A pesar de sus achaques, se mantuvo constantemente al lado de nuestro General, para lo que pudiera ocurrirle en su facultad".

Queda patente que era el hombre de confianza del General en el interior del Castillo.

Por lo que cuenta Tolosa a continuación, no nos cabe ya la menor duda de que Marqueli era un artillero vocacional, y al fin logró mandar, al menos, un cañón:

        "Tomó a su cuidado el mando y dirección del cañón de un ángulo del Castillo, por no poder atender a toda la Artillería que se maniobraba allí, los dos oficiales de este Cuerpo".

Y aquí termina la historia de los dos coroneles en la Gesta del 25 de Julio de 1797. Marqueli llegó a Mariscal de Campo y Estranio a Brigadier. Quiero creer que las relaciones entre ambos debieron mejorar, hermanados por el ninguneo que les hizo la que pasa por ser la crónica oficial por excelencia, la Relación Circunstanciada escrita por José Monteverde.