¿Se meditó una capitulación?
¿SE MEDITÓ UNA CAPITULACIÓN?
Por José Manuel Padilla Barrera (Publicado en )
Prenio de Peridismo General Gutiérrez 2004
No existe, que conozca, entre la innumerable cantidad de trabajos dedicados a aquella terrible noche, oscura y calurosa, cuando el contralmirante Nelson pretendió apoderarse de la isla de Tenerife o sólo realizar un acto de pura piratería, ninguna referencia explicita a una posible capitulación ante el inglés, aunque sí que se insinúa en algún documento de los recopilados en la magnifica obra Fuentes documentales del 25 de Julio de 1797. Sin embargo, en la Hoja de Servicios del mariscal de campo don Luis Marqueli Bontempo, que era el Director Subinspector de Ingenieros de Canarias, se dice claramente:
“En 1797 contribuyó como es notorio a la gloriosa defensa de la plaza de Santa Cruz y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba.”
A pesar de que Marqueli era hombre de pluma fácil no escribió nada sobre su actuación en aquella noche, sólo nos queda esa anotación en su Hoja de Servicios, no por corta menos contundente y un escueto escrito dirigido al Ingeniero General, el famoso Sabatini.
Me consta que esta Hoja de Servicios es perfectamente conocida por los expertos en estas materias del 25 de Julio y sin embargo no ha merecido ni el menor comentario.¿Por qué? Creo que por un sentimiento de lealtad a la figura del general Gutiérrez, o simplemente porque no se lo creen, dicho de forma más suave, porque no les parece verosímil.
El sentimiento de lealtad creo que es equivocado; más adelante veremos cual fue la situación a la que se enfrentó el General y comprenderemos que contemplar la posibilidad de una capitulación no hubiese sido, ni mucho menos, deshonroso. En cuanto a la verosimilitud de lo que dice Marqueli, porque está muy claro que su Hoja de Servicios está redactada por él mismo, hay que remitirse a una instancia que dirigió al Rey Fernando VII en solicitud de ascenso a teniente general, cuando ya tenía 75 años, sólo pretendía que su mujer y sus hijas tuvieran a su muerte, que ya veía cercana, una mejor pensión. Pues bien, a esa instancia acompaña su Hoja de Servicios, como justificación de sus méritos, y al final de la misma escribe:
“Los servicios que quedan expresados son exactos lo que aseguro bajo mi palabra de honor.”
Pero sepamos lo que significaba el honor para Marqueli. En 1808 en una nueva instancia en demanda de justicia ante sus graves diferencias con la Junta Suprema de Canarias, le dice al Rey, al más puro estilo calderoniano:
“Con el mismo amor, inclinación, celo y eficacia le hubiera servido y serviría siempre, aunque fuese con un fusil al hombro o de cabo de escuadra, pero si puedo prescindir de ascensos, no así de mi honor que ha sido siempre mi ídolo y he sabido conservar intacto toda mi vida.”
Nos encontramos, pues, ante un testimonio de entre los muchos que se disponen sobre el 25 de Julio, que está asegurado por una palabra de honor, un juramento para Marqueli. Curiosa paradoja: El único documento del que no se puede dudar, no aparece por ningún sitio en los trabajos de tantos investigadores que han tratado estos temas.
Ante la fuerza de este testimonio habrá que concluir, contestando a la pregunta del encabezamiento, que en la madrugada del 25 de Julio de 1797, se meditó la capitulación ante los ingleses y que el ingeniero militar don Luis Marqueli contribuyó, como es notorio, a que no tuviese efecto.
Contestada de forma tan categórica la pregunta, cabe ahora otra: ¿Cuándo? Para contestarla, hay que recurrir a la ya mencionada obra Fuentes documentales del 25 de Julio de 1797, la mejor, sin duda, de todas las publicadas sobre lo ocurrido aquella noche. Los relatos de Domingo Vicente Marrero, de José Monteverde y de Bernardo Cólogan, nos servirán de guía para la reconstrucción de los hechos.
La primera intimación o intimidación, tanto me da, para mí la única que pudo provocar pensar en una capitulación, tuvo lugar hacia las cuatro de la madrugada, según Marrero, las tres y cuarto según el comandante del batallón, en cualquier caso, noche cerrada, especialmente oscura y con un agobiante calor. La situación a la que tenía que hacer frente el general Gutiérrez, encerrado en el Castillo, era realmente difícil y así lo reflejan los tres relatos que seguimos. En esos momentos angustiosos se presenta ante él un sargento inglés, acompañado de dos vecinos, portando un mensaje amenazador de su jefe, el capitán Troubridge: Que tenían dos mil hombres en tierra y que si no rendía la plaza en dos minutos, incendiarían el pueblo y sus habitantes serían pasados a filo de espada. Por si fuera poco uno de los vecinos, don Antonio Power añade que no quedaba más remedio que rendirse. Ante este envite de los ingleses, ¿cuál fue la reacción del General? Marrero describe una escena de una gran fuerza dramática y dentro de ella dice:
“Nuestro digno jefe, con expresiones tales ,se le atenúa su valeroso espíritu... quiere responder y no sabe qué... Ya se consideran súbditos del inglés.... El parlamentario espera pero nadie le responde”
Monteverde lo hace de muy distinta manera:
“La respuesta fue correspondiente a los principios de honor y de bizarría que animaban a nuestro jefe; propuesta semejante, dijo, no merece contestación, y en prueba de ello mandó retenerlos en el Castillo.”
¿Cómo es posible esta tremenda disparidad? La explicación es sencilla, están hablando de momentos distintos. Según el Gobernador del Castillo de San Cristóbal don José Monteverde la respuesta del General, arrogante y llena de seguridad, fue inmediata a la presentación de las amenazas por el sargento inglés, pero no fue así. Como un hábil prestidigitador, Monteverde nos escamotea un importante lapso de tiempo, el que discurrió entre el momento de la intimidación y la llegada al Castillo del teniente de la Bandera de la Habana don Vicente Siera, justo el tiempo en que las cosas se complicaron muchísimo para Gutiérrez, y cuando, seguramente, se meditó la capitulación ante el inglés.
Marrero sí que relata las cosas por su orden, y con su peculiar estilo y lenguaje nos cuenta la llegada del teniente Siera:
“Escucha, escucha al hombre fuerte, al hombre prudente, al valeroso Dn.Vicente Siera que te habla inspirado por el mismo Dios; aunque te parezca atrevimiento no es sino amor, aunque osadía, lealtad, y aunque descoco bondad:. Sí Señores, este hombre, con su prudencia anima a S.E., y hace dé una seria respuesta al enemigo; cuando los demás huían la espalda .S.E. abraza el dictamen de Siera y responde al enemigo que no se hallaba precisado a oír proposiciones de ajuste......”
Esta respuesta sí que se corresponde con lo que dice Monteverde, pero deja clarísimo que para emitirla abraza el dictamen de Siera, cuando los demás huían la espalda ¿Quiénes eran los demás?¿Por qué esa desbordante alegría por la presencia del teniente Siera? Marrero no lo quiere decir claramente, pero está insinuando que muchos de los que formaban la multitud que se encontraba dentro del Castillo, pretendían rendirse. Es evidente, sus razones tendría, que don José Monteverde elude relatar lo ocurrido durante ese espacio de tiempo del que hablamos, pero claro, no podía obviar la presencia de Siera y unas líneas más abajo deja caer:
“No dejó nuestro General de estar con cuidado hasta que llegando el Teniente Don Vicente Siera con cinco prisioneros que había hecho, le aseguró que nuestro Batallón estaba intacto.....”
Queda por estudiar la versión de Cólogan, que, en principio, da la misma información que Monteverde:
“Más tan extraña proposición fue desechada: bien que se aseguraba que era imposible hubiesen puesto el pie en tierra los dos mil ingleses de que hablaba el Sargento además de que el Batallón estaba intacto, el espíritu de la tropa no había desmayado y se veía en disposición de acometer a los enemigos.”
Tampoco habla de Siera, pero sin embargo da por hecho que el General conocía que el batallón estaba intacto, exactamente las mismas palabras que Monteverde pone en boca del teniente, sólo que después de rechazada la intimidación. Pero sorprendentemente Cólogan parece como si se arrepintiera de dejar en un olvido intencionado a don Vicente Siera y añade una nota a pie de página que no tiene desperdicio:
“Merece tener su puesto en la relación de este ataque el nombre del Oficial que contribuyó más que nadie a que fuese despreciado este primer mensaje del enemigo.......La confusión y el desorden que reinaban en la plaza, la inexperiencia de casi toda la tropa, la oscuridad de la noche, la ignorancia en la que estaban en el Castillo de lo que pasaba; todas esta causas reunidas eran capaces de poner perplejo al más valiente y quién sabe lo que hubiera sucedido de no haber llegado en aquel momento crítico Don Vicente Siera, Teniente que era de la bandera de la Habana, conduciendo unos prisioneros que había hecho, y a no haber informado a su Jefe de la verdadera situación de la Plaza animándole osadamente a que de ningún modo tratase de rendirse.”
Esta nota no deja lugar a dudas de que en el intervalo entre la presentación de las amenazas por los ingleses y la llegada del teniente hubo en el Castillo intención de rendirse: “Quién sabe lo que hubiera sucedido...”, “animándole osadamente a que de ningún modo tratase de rendirse.” Refleja también perfectamente la caótica situación en la que se encontraban los defensores: “todas estas causas reunidas eran capaces de poner perplejo al más valiente.” Este estado de cosas, de no haber llegado el teniente Siera, hubiera justificado sobradamente la capitulación.
Pero, ¿dónde estaba el ingeniero militar don Luis Marqueli? Pues como ya sabemos contribuyó, tal como Cólogan dice del teniente Siera, a que fuese despreciado el primer mensaje del enemigo, dicho de otra forma, a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba.¿Cómo? Apoyando a su general. Lo dice claramente don Francisco de Tolosa en la relación que hace de estos mismos hechos:
“El Coronel y Comandante de Ingenieros D. Luis Marqueli, a pesar de sus achaques, se mantuvo constantemente al lado de nuestro General para lo que pudiera ocurrirle en su facultad.”
Queda claro, después de todo lo dicho, que sí hubo intención de capitular y que la llegada del teniente Siera fue providencial, y lo fue por la información que aportó. Su frase "El batallón está intacto" resultó ser la frase mágica que hizo comprender al General Gutiérrez que la situación no era la que algunos querían hacerle ver y que podía derrotar a los ingleses, como así pasó.