Propuesta Monumento a la Fidelidad

 

           Cuando hace ya casi una década se acercaba el bicentenario del inicio de la Guerra de la Independencia (1808-1814), la Tertulia inició algunos trabajos de investigación para, a lo largo del año 2008, difundir cuál fue la participación canaria en ese hecho tan señalado de la Historia de España.

          Al repasar los difíciles primeros momentos de las repercusiones en Canarias, y más concretamente en Tenerife, del levantamiento popular que se había producido en el mes de mayo de 1808 en muchas ciudades peninsulares, es importante detenerse en la creación y en los trabajos que desarrolló la Junta Suprema de Canarias, nacida a semejanza de lo que sucedía en el resto de España y establecida en La Laguna. De esos trabajos ha quedado constancia en diversos archivos insulares, especialmente en el de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, en la ciudad del Adelantado.

          Por esa documentación y el trabajo de diversos autores (Rumeu de Armas, Buenaventura Bonnet, Desirée Dugour, etc.) llegamos a conocer que, desde que se tuvo noticia de la instauración por la fuerza de la dinastía bonapartista en España, la Villa, Lugar y Puerto de Santa Cruz de Santiago decidió, por voluntad popular y patriótica, seguir manteniendo la fidelidad a la borbónica; Y también por las mismas fuentes supimos de la explosión de júbilo que sacudió Santa Cruz semanas después, cuando el 3 de julio de 1808 arribaron a la rada santacrucera dos navíos españoles en los que viajaban unos comisionados de la Junta Suprema que se había constituido en Sevilla y que notificaron el levantamiento que se había producido en la Península y la declaración de guerra a Francia. Aquella misma tarde, en diferentes lugares de la población, y, ante una multitud, el Alférez Mayor del Ayuntamiento, don José de Guezala Bignoni, tremoló el Pendón de la Villa y leyó la siguiente proclama:

               “La Villa de Santa Cruz de Santiago de las Canarias proclama y reconoce por su Rey y Señor natural y de toda la Provincia al Señor don Fernando VII, que lo es igualmente de las Indias Orientales y Occidentales y demás reinos y posesiones adyacentes a la Corona de España.”

          Santa Cruz, que no era ni la capital de la isla, ni, obviamente, de la Provincia, es decir de las Islas Canarias, fue, sin embargo, la primera población del Archipiélago que proclamó su fidelidad a la Corona de España. La Junta Suprema de Canarias, en sesión celebrada el 4 de octubre del mismo 1808, y en nombre de la autoridad real -autoridad que las Juntas habían recabado para sí por aclamación popular en tanto el Rey estuviese fuera de España y no hubiese sido repuesto en el trono- reconoció el significado del hecho y acordó conceder al Ayuntamiento de Santa Cruz el siguiente privilegio, que reproducimos con su ortografía original:

                “La Junta Suprema de estas Yslas, entregada en los primeros momentos que siguieron a su erección, a asegurar la Provincia, restablecer el extinguido erario público, reunir los pueblos y las opiniones, e instruir sobre sus deberes patrióticos a todas las clases del Estado, no podía atender desde luego a otros objetos importantes que también exigían su desvelo.  Cuando la borrasca hubo desaparecido y se tranquilizaron los movimientos impetuosos, pero necesarios, de la lealtad y la actividad de las urgencias, recibimos las plausibles noticias que el público de esa Villa no ignora. Las famosas batallas de Baylén y de Valencia, las repetidas victorias de Zaragoza y otras muchas que han cubierto de gloria el Nombre Español y la aprobación que la Junta Suprema de Sevilla daba al establecimiento de la de esta Capital y a sus operaciones, no nos permitieron ya más tardanza en hacer partícipes de nuestro gozo y respectiva gratitud a los Pueblos leales de estas Yslas.

               Ha visto pues la Junta, no sin especial satisfacción, que en el examen comparativo que se hizo de los méritos de cada uno, sobresalían en general los de esa Noble Villa, teatro glorioso en que brilló, más que en otro alguno, el amor al Rey y a la Patria. Cierto es que las circunstancias proporcionaron a Santa Cruz dar un testimonio más auténtico de su virtud y decidido valor, pero no lo es menos que logró el honor de arrastrar y destruir aquella pérfida opinión, que, fortificada con la prepotencia, intentó violar la fidelidad de las Canarias.

               A conseqüencia, esta Junta Suprema, en recompensa y para perpetua memoria de la lealtad de esa Plaza y Villa, ya acreditada con haber en otro tiempo merecido de la Real Piedad el título de Leal e Invicta, ha acordado que en el centro de sus Armas pueda poner un sobreescudo con la figura alegórica de la FIDELIDAD, o más bien y para mayor notoriedad, levantar una Columna, en cuya base se lea la inscripción adjunta u otra que contenga igual sentido.

               Pondrá V. en nombre de ese Ilustre Ayuntamiento este oficio, haciendo que nadie ignore la Gracia que a nombre de Nuestro REY y SEÑOR D. FERNANDO VII dispensamos a la muy Noble e Invicta Villa de SANTA CRUZ DE SANTIAGO.

               Dios guarde a V. muchos años. Ciudad de La Laguna, Capital de Tenerife, a 4 de octubre de 1808. El Marqués de Villanueva del Prado. Dr. Dn. Josef Martínez. Pedro José Bencomo. El Marqués del Sauzal. Marcos de Urtusaustegui. Bartolomé Agustín González de Mesa. David O’Daly. Fr. José González y Soto, Secretario. Juan Tabares, Secretario. Señor Dn. Miguel Bosq”.

          La posible redacción de la inscripción citada más arriba decía así:

 

"PARA  PERPETUA  MEMORIA  DE  LA  FIDELIDAD  DE  ESTA  VILLA,  QUE  INTENTÓ  AMANCILLAR  CON  ENGAÑO  JOSÉ  BONAPARTE,  FINGIDO  REY  DE  LAS  ESPAÑAS,  MANDÓ  ERIGIR  ESTE  MONUMENTO  LA  SUPREMA  JUNTA  GUBERNATIVA  DE  ESTAS  YSLAS,  SIENDO  COMANDANTE  GENERAL  EL  EXCMO.  SR.  DON  CARLOS  O'DONNELL. AÑO MDCCCVIII"

 

         El 18 de octubre, el Alcalde Real de Santa Cruz, don Miguel Bosq Assier ordenaba publicar un bando, que se leyó en los diversos barrios y se fijó en los lugares de costumbre, para que los santacruceros conociesen el honor que les hacía la Junta Suprema.

       Sin embargo, de todos es conocido que nunca figuró en el escudo de la Ciudad la figura alegórica de la FIDELIDAD, ni tampoco se levantó el monumento. La consecuencia es obvia: el pueblo de Santa Cruz desconoce aquel hecho y, como es lógico, no puede sentirse ni honrado ni orgulloso de esa fidelidad que sus antepasados demostraron a la Corona y a España.

          Y esa es la propuesta: Que se erija el sencillo monumento que recomendaba el oficio de la Junta Suprema de Canarias, con expresión  en ella de las palabras recogidas en negrilla más arriba y la inclusión de algún símbolo o figura clásica o tradicional de la Fidelidad.

          También propuso la Tertulia varios lugares de levantamiento del recuerdo, pero el tiempo transcurrido ha hecho que hayan sido ocupados ya algunos de ellos. Pensamos que un lugar muy adecuado podría ser el centro de la Plaza Pedro Schwartz (conocida popularmente como Plaza Militar), una zona recoleta pero un poco vacía de contenido.

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