El nombre de nuestras calles (177). Poeta Gutiérrez Albelo
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en el Diario de Avisos el 15 de septiembre de 2024).
EL NOMBRE DE NUESTRAS CALLES (177)
Calle Poeta Gutiérrez Albelo
Emeterio Gutiérrez Albelo (Icod de los Vinos, 1904 - Santa Cruz de Tenerife, 1969).
Estudió el bachillerato en el Instituto de Canarias y la carrera de Maestro en la Escuela Normal, ambos centros en La Laguna.
Su profesión docente la ejercería en las escuelas de niños de Vilaflor; La Vega, Icod de los Vinos; Agua García, Tacoronte, finalizándola en el Colegio Alemán, el Reformatorio de Menores y la Refinería de Cepsa, de esta capital.
Sus primeros poemas los publica en el periódico La Comarca, que dirigía su padre, Emeterio Gutiérrez López, primer Cronista Oficial de Icod.
Su primer libro, Campanario de la Primavera, lo escribiría en 1930, mientras estaba de Maestro en Vilaflor
En 1932, ingresa como redactor en Gaceta de Arte, revista tinerfeña abierta a las tendencias más innovadoras del arte abstracto y del surrealismo español y europeo. En ella publicaría sus libros Enigma del invitado y Romanticismo y cuenta nueva.
En mayo de 1935, forma parte del equipo de Gaceta de Arte que, junto al Ateneo de Santa Cruz de Tenerife, organizarían la primera Exposición Surrealista realizada en España.
La Guerra Civil supondría el cese de la actividad de Gaceta de Arte y, Emeterio Gutiérrez Albelo, sería procesado y apartado del ejercicio docente durante 10 meses, hasta que la Falange local y la Inspección de Enseñanza remitieron tres expedientes y seis informes sobre su conducta pública y privada y, en 1937, fue nombrado delegado local de Prensa y Propaganda.
Restablecido en su puesto de trabajo, en Agua Garcia, Tacoronte, Gutiérrez Albelo entabla amistad con el párroco y Doctor en Sagrada Teología Carlos González Estarriol que le supondría una importante inspiración personal y literaria; de manera que, en 1944, presenta un libro titulado Cristo de Tacoronte.
De él, Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura de 1977, escribiría: «Qué libro tan completo. Es ante todo el libro de su amor, de su último amor. En el sentido de total. Y en él realiza usted el prodigio de cantar las lumbres de su corazón, mientras nos hace presentes el paisaje, la tierra, la realidad, sobre la que en el hombre vive y desde la que ama la Divinidad. Considero que usted es el poeta que más merece el título de cantor isleño.»
Desde 1953 hasta su muerte fue director de la revista Gánigo, editada por el Círculo de Bellas Artes de esta capital.
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