La noche de la derrota (A la luz de las Fuentes Documentales inglesas)

 
Por José Manuel Padilla Barrera (Publicado en El Día el 25 de julio de 2024)
 
 
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El hundimiento del Fox (Fotomontaje de Víctor Ezquerro)
 
  
          Eran las diez y media de la noche del lunes  24 de julio de 1797, noche oscura y calurosa, en el pueblo y muelle de Santa Cruz no brillaba una sola luz. El  angustioso silencio solo era roto por los intermitentes cañonazos de una bombarda que apostada a su frente lanzaba bombas sobre el Castillo de Paso Alto. Según lo ordenado,de 600 a 700 hombres embarcaron  en los botes de que disponían, 180 lo hicieron en el cúter Fox ,y otros 70 u 80 en un gran bote español que habían  secuestrado, eran todos marinos e infantes de marina  ingleses a las órdenes del contralmirante Nelson en su último intento de ocupar Santa Cruz. 
 
          Todo empezó meses antes, 14 de febrero de 1797 España sufrió una gran derrota naval ante los ingleses en el Cabo de San Vicente, La armada española, destrozada,con cuatro de sus barcos capturados, se refugió en Cádiz, y hasta allí acudió Jervis, almirante inglés para establecer el bloqueo del puerto. En esta situación de obligada inactividad  el flamante  contralmirante  Nelson  recién ascendido por su brillante intervención en San Vicente, el día 12 de Abril, dirigió una carta a su jefe el almirante Jervis, en ella le proponía  invadir Tenerife. Nelson estaba tan seguro de sí mismo que aseguraba que su plan no podía fallar y que además inmortalizaría a los conquistadores y arruinaría a España. Jervis accede a su petición y el día 14 de julio, lo cuenta Nelson en su diario de a bordo del Theseus: "Al mediodía recibí la orden de sir John Jervis, para tomar bajo mi mando los Navíos de su Majestad: Theseus, Culloden, Zealous, Leander, Seahorse, Terpsichore, Emerald, cúter Fox y bombarda. Todas estas unidades componían El Escuadrón Azul."  
 
          Los primeros intentos de Nelson sobre Paso Alto y la montaña de La Jurada, resultaron un fracaso total. Tantos fracasos consecutivos debieron minar la voluntad del contralmirante Nelson, acostumbrado como estaba, a salir siempre victorioso en todos sus empeños. El capitán Miller del Theseus, relata en su diario la depresión que les causaba el abandono de la empresa, una medida que temían que se iba a tomar; pero unos informes obtenidos de un desertor alemán elevaron sus esperanzas y Nelson, para su desgracia y la de muchos de sus hombres, decidió atacar con todo, directamente al corazón de la población. 
 
          Y así fue. A las 11 de la noche, al sonido de la campana del Theseus, todos acudieron al Zealous, para desde allí empezar a navegar rumbo al muelle de Santa Cruz. Los botes estaban  conectados, todos los remos habían sido  cubiertos con trapos para reducir el chapoteo y remaban  silenciosos. Nelson y el capitán Bowen, con el desertor alemán como guía, navegaban en cabeza.  Una bombarda, como decíamos, se mantuvo durante toda la noche lanzando bombas contra la batería de Paso Alto. 
 
          A la una y media, según Nelson, se encontraban a medio tiro de cañón de la cabeza del muelle sin haber sido descubiertos, pero el efecto sorpresa que pretendían, no se produjo  y, de pronto, sonaron las campanas de alarma en el pueblo y se vieron en medio de un verdadero infierno, 30 o 40 cañones con fusilería, de un extremo a otro de la población dispararon sobre ellos. Se dio entonces la orden a los botes de que se separan unos de otros. La noche era tan oscura que cerca de la orilla había que acercarse para poder distinguir los objetos con alguna precisión. Eso hizo que sólo Nelson, Bowen, Thompson y Fremantle, con cuatro o cinco botes alcanzaran el muelle. Los servidores de la batería en barbeta que lo defendía abandonaron su puesto en cuanto los primeros ingleses pusieron pie en tierra, sus 6 cañones de 24 libras fueron convenientemente clavados. Liberados los botes, Troubridge y Waller desembarcaron  en una muy mala playa cercana al Castillo de San Cristóbal y Hood con Miller lo hicieron aún más al Sur. 
 
          La alegría de los ingleses por haber tomado la batería de la cabeza del muelle les duró bien  poco, porque fue tal el fuego de fusilería y metralla que se mantenía desde el Castillo de San Cristóbal, que no pudieron avanzar. El propio Nelson, al saltar  del bote, cuando desenvainaba la espada, recibió el impacto de un proyectil que le atravesó el codo derecho; para su fortuna, su hijastro, el teniente Nesbit, al observar  la cantidad de sangre que perdía, utilizando su pañuelo de cuello, prenda reglamentaria para los marinos ingleses de esa época, le aplicó un torniquete; ayudado por uno de los barqueros de la Seahorse, reflotó  al bote,que había quedado varado al bajar la marea, y con el propio Nesbit como remero, navegaron con rumbo a los navíos pegados a la costa, por debajo de las trayectorias de los proyectiles de los cañones, cuyo fuego destructivo, era increíblemente terrible; casi todos los asaltantes del muelle, fueron muertos o heridos. Entre los ingleses que conducían a Nelson reinaba una dolorosa inseguridad sobre la suerte de sus compañeros. Por si ésto fuera poco, en medio de la espantosa oscuridad, escucharon un espeluznante  griterío de hombres que luchaban por no morir ahogados, eran los náufragos del cúter Fox, que acababa de ser hundido. El Fox, seguramente, llevaba su vela principal aferrada ,pero para desplazarse tendría que desplegar al menos uno de sus  foques, y una lona blanca, a pesar de la oscuridad reinante, lo convertía en un blanco fácil, y, efectivamente, fue alcanzado por uno o varios disparos y se hundió con toda su carga humana. Muchos hombres  fueron rescatados  por los botes que regresaban hacia los barcos, llevando a bordo a heridos y muertos, entre ellos el de Nelson, que colaboró en los salvamentos, a pesar de su estado débil y doloroso. Otros no tuvieron la misma suerte  y murieron ahogados, como ocurrió con su comandante, el teniente Gibson que, en la mejor tradición del mar, se fue a las profundidades junto con su barco. Nelson, lo reataba en su diario: "El teniente John Gibson y 97 hombres se  ahogaron"; con la misma frialdad  con lo que anotaba a continuación:  "A las 7 levamos anclas." 
 
          Nelson llegó hasta el Theseus, donde haciendo gala de esa especial  fortaleza de ánimo que siempre tuvo, que le hacía ser admirado por todos, subió a bordo por sus propios medios. Conocía perfectamente que iba a perder su brazo, por lo que instó  al cirujano que lo amputase cuanto antes. Con un trago de ron y después otro poco de láudano, soportó la operación con gran entereza, sólo le impresionó la frialdad del bisturí, por lo que ordenó que a partir de entonces se calentasen los instrumentos antes de usarlos. Los capitanes  Fremantle y Thompson  también resultaron heridos. Bowen y su primer teniente murieron en el asalto. 
 
          Mientras este cúmulo de adversidades se abatía sobre los ingleses que pretendieron asaltar Santa Cruz, desde la la zona Norte del muelle, Troubridge y Waller habían llegado, porque se habían perdido en la oscuridad, a espaldas del Castillo de San Cristóbal. El fuerte oleaje y la playa rocosa, con algunos barcos naufragados en ella, hacían volcar a los botes; en esas circunstancias el desembarco resultó muy dificil, muchos hombres se ahogaron y las municiones se mojaron, estropeándose totalmente. Troubridge y Waller, con el primer grupo que logró desembarcar,  se dirigieron al punto de reunión que el plan de ataque preveía, que era la plaza (la  plaza de La Candelaria); donde esperaban encontrar al contralmirante Nelson y al resto de los capitanes con todos sus hombres pero, para su sorpresa, allí no había  un sólo inglés.Troubridge se encontró así, erigido en  jefe  de las fuerzas de desembarco, pensó  entonces hacer como lo hubiera hecho Nelson, tomar al asalto el Castillo de San Cristóbal, y asegurada su posición, hacer  lo mismo con  la población y la batería del muelle y enviar una carta de intimidación al general español. El asalto al Castillo quedaba descartado porque perdidas  todas las escalas en el desembarco, era imposible.  
 
           Eliminada esa posibilidad, no quedaba más que la intimidación, Troubridge  envió a un sargento acompañado de dos vecinos del pueblo con un mensaje de intimidación a  la fortaleza. A pesar de que sabía que se encontraba en una situación de inferioridad, el inglés apostaba fuerte, reclamaba :la entrega inmediata  del navío Príncipe  de Asturias, junto a su entero y completo cargamento y todo aquello que se hubiese desembarcado en la isla que no fuese para el consumo de sus habitantes, de lo contrario, todos los horrores de la guerra caerían sobre ellos, y deberían ser imputados al Gobernador u Oficial Comandante de Santa Cruz. Pero pasó el tiempo sin que se supiese nada del sargento, por lo que el capitán inglés llegó a sospechar que lo habían matado. Se reunió entonces con los capitanes Hood y Miller y  los hombres que habían desembarcado con ellos. Al amanecer formaban  en la plaza 80 infantes de marina, 80 marineros armados con picas y 180 marineros. Seguía sin tener noticias ni de  Nelson, ni del resto de los oficiales y  sus hombres, comprendió en ese momento que los que había en la plaza eran todos los que  quedaban vivos en tierra. Ante esta situación se retiraron hacia un convento (Convento de Santo Domingo,hoy teatro Guimerá) del que tomaron posesión para refugiarse y hacerse   fuertes. En un intento desesperado se atrevieron a salir  del convento con unas pocas municiones obtenidas de prisioneros españoles que habían hecho y emprendieron la marcha para ver cómo podían atacar al Castillo, aún sin disponer de las  escalas de asalto, pero encontraron todas las calles defendidas por cañones de campaña  y  por los que a Troubridge le parecieron más de 8.000 españoles y 100 franceses, que se les acercaban por todas las avenidas; ante este estado de cosas, los capitanes ingleses consideraron  que aquella empresa les quedaba lejos de su alcance, sólo les quedaba negociar una  capitulación honrosa, como así ocurrió. 
 
          Hasta aquí llegó el fracasado ataque contra Santa Cruz, de  Sir Horacio Nelson, Caballero de la muy Honorable Orden del Baño, contralmirante al mando del Escuadrón Azul de la Armada de Su Majestad Británica.
 
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