Comentario del libro "Calles y plazas de Santa Cruz de Tenerife" de Juan Arencibia

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 31 de julio de 1996)
 
 
          Muchas interrogantes va a despejar al curioso lector este ameno libro de Juan Arencibia que, durante muchos años, ha estado conviviendo entre legajos, actas y todo tipo de testimonios para ofrecernos, en más de doscientas páginas, y con un estilo literario muy asequible, este tomo que a nosotros, particularmente, nos ha producido una especial sensación. Su trabajo de investigación es impagable para los que, de una forma y otra, nos detenemos con asiduidad ante aquel rótulo o ante aquella lápida no sólo para leer el nombre de la calle, de la plaza que preside, sino para preguntarnos su procedencia, su historia, sus secretos… Se nota a cada instante, el placer que ha experimentado el autor al plasmar estas vivencias de una ciudad que conoce y, sobre todo, ama; de esta ciudad que, durante más de un siglo, fue la capital de todo el Archipiélago Canario; de esta Santa Cruz que “enamora, encanta y resulta gratificante en todos los sentidos”, con la floración de sus plantas y árboles; con la contemplación de sus pequeños paraísos; con su hospitalidad y su cosmopolitismo; con sus inigualables “túneles vegetales”, que obnubilaron al mismísimo Jacques-Ives Cousteau.
 
          Como diría Paco Pimentes, Juan Arencibia Torres ofrece el árbol de su amistad dispuesto en frutos para todos; este escritor, polifacético comentarista, erudito y hombre para la historia, ya nos había demostrado la dignidad y solvencia que hoy prodiga en estas páginas, en aquel lejano y casi gélido acuartelamiento de la I.P.S. de Los Rodeos, donde, junto a Pérez Andreu, constituían todo un dúo de paradigma castrense. Ahora, en su jubilación –¡qué paradoja!–, se ha convertido en un personaje hiperactivo en el mundo de la investigación humanística e histórica, un “todoterreno” que busca, con modélico tesón, el detalle y el rigor.
 
          Como atinadamente ha dejado escrito Carlos Pinto Grote, quien suscribe también “ha paseado por las calles de Santa Cruz con el libro de Juan José Arencibia entre las manos y ha sido un paseo de serena nostalgia, que buena es cuando nos hace rememorar la juventud perdida, los dulces años, el tiempo que ante nosotros se extendía y que ha vuelto a vivir leyendo las palabras del guía incomparable…”
 
          En la presentación de Calles y plazas de Santa Cruz de Tenerife, que este es el título del libro que nos ocupa; en dicha presentación, decíamos, que resultó impecable en todos los aspectos, el autor, que en dicho acto se vio arropado por personalidades destacadas de la cultura, la milicia, el periodismo y la política, dio, en primer lugar, las gracias a quienes le habían apoyado en este nuevo proyecto, en especial al Ayuntamiento de Santa Cruz –donde se celebró la citada presentación–, al Cabildo de Tenerife y a la empresa UNELCO. Y lo agradeció sobre todo por los impedimentos que había soportado anteriormente, ya que “al publicar todo se convierte en sufrimiento”.
 
          En la contraportada de este tomo, pulcramente editado por Gráficas Tenerife, ya se incita a que el lector de escaparate entre a la librería y adquiera el ejemplar, porque, ¿qué tinerfeño mínimamente curioso se resiste ante interrogantes de este corte?
 
          ¿Sabe usted dónde está ubicada la Plaza 29 de Mayo y la razón de su nombre? ¿Quiénes eran los generales Gutiérrez, Serrano, Weyler, Antequera y O´Donnell? ¿Por qué unas calles de Santa Cruz llevan los nombres de Numancia, Benavides, Hermanos Longman, Fernández Herrero y Enrique Wolfson? ¿Sabe qué calles actuales corresponden a las que antes se denominaron Botón de Rosa, Las Flores, El Sol, Las Tiendas, San Felipe Neri y San Roque? ¿Por qué el nombre de la calle del Sí?
 
          En definitiva, este libro, que realiza una peculiar radiografía de las cuatrocientas calles más antiguas de Santa Cruz, se nos antoja indispensable y, sobre todo, muy ilustrativo y necesario en nuestros centros docentes de la Isla para que, entre otros detalles, nuestra juventud conozca no sólo los caminos que pisan, sino quiénes son los personajes que los adornan. Que sepan, por ejemplo, que no siempre fueron “machistas” nuestras autoridades municipales, si tenemos en cuenta que en nuestras vías urbanas figuran los nombres de las reinas Isabel II y María Cristina; de las princesas aborígenes Dácil, Guacimara, Guayarmina y Guajara; de las benefactoras Carmen Monteverde, Aurea Díaz Flores y Dácil Villar Borges; de la interprete del folklore canario, María Mérida; de las actrices Pepita Serrador y Marisol Martín; de la gran concertista catalana Esmeralda Cervantes; de la notable tiple cantante Matilde Martín; de aquella religiosa del Asilo de Ancianos, Sor Carmen Iriarte, aparte de otras santas.
 
          A pesar de los denodados esfuerzos de Juan Arencibia, aún son puras incógnitas las denominaciones del ahora futbolístico Callejón del Combate y de la calle Prosperidad, ésta aledaña a Salamanca, antigua y extensa finca del conocido contorno.
 
          Pero este libro no sólo es texto de contrastada amenidad, sino también un pequeño tesoro fotográfico, con acertadas y sinópticas explicaciones al pie de cada instantánea, donde el autor, inevitablemente, refleja la nostalgia y el remordimiento de la implacable y voraz piqueta municipal: ¿dónde están los edificios que constituían la calle del ilustre sacerdote gomero Ruiz de Padrón, así como la antigua estampa de la plaza y ermita de San Telmo?
 
          Pero en la balanza de las remembranzas sale victoriosa la ciudad que conoce y ama Juan Arencibia cuando, en una de sus páginas, confiesa: “Santa Cruz es una ciudad preciosa. No nos ciega el amor a esta tierra moderna y brava, sino la evidencia de que tenemos la suerte de vivir en una pequeña capital de provincia que lo reúne todo”.
 
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